“La moda es política”, y no hay nadie que haya podido representarlo mejor que la diseñadora británica Vivienne Westwood. Excéntrica e irrevente como ninguna, revolucionó la moda en una época donde los hippies se manifestaban en contra esta industria. Pero ella no volcó su desprecio en los atuendos, sino que los hizo parte de su activismo y encendió el espíritu de miles de jóvenes, quienes unidos bajo la cultura punk, se alzaron a favor de la justicia y la libertad.
Coincidiendo en año con la muerte de la reina Isabel II, su fallecimiento deja tras de sí un legado de una época subversiva contra el establishment de la corona británica, pero sobre todo una revolución en el mundo de la moda que gracias a sus aportes pudo abrazar la liberación sexual y la excentricidad. Además, desde un lado más personal, propuso una revaloración a las culturas nativas y el medio ambiente, hecho que quedará para siempre en constancia en su Manifiesto de la Revolución Climática.
De la represión a la subversión
Nacida durante la Segunda Guerra Mundial, Westwood pasó los primeros años de vida en un pueblo rural de Inglaterra. Debido a los conflictos políticos y la escasez de tela que produjo, la compra de ropa nueva estuvo racionada durante toda su infancia. A modo de solución, Gran Bretaña lanzó una campaña llamada “Make Do and Mend” que pretendía que las amas de casa aprendieran a confeccionar sus prendas a partir del reutilizamiento de ropa vieja, sea creando nuevos diseños, realizando “bonitos parches decorativos” o convirtiendo la ropa de hombre en la de mujer.
Sin embargo, Westwood decidió ir más allá, y en un mundo dominado por la moda aspiracional de insurgentes casas como Dior, hizo su propia versión del DIY (Do It Yourself/Hazlo tú mismo), transformándolo en un símbolo rebeldía y activismo. Es así como recuperó el estampado tartán [en alusión a la represión al pueblo escosés], diseñó camisetas con mensajes trasgresores, empleó elementos del fetichismo, e incluso transformó desperdicios como las bolsas de basura.
En palabras de la propia diseñadora, sus componentes identificativos eran: la iconografía, las rasgaduras y suciedad, el cuero, cremalleras, tachuelas, eslóganes y peinados extravagantes. Esta larga lista de excentricidades fueron reunidas en “SEX”, su primera tienda inaugurada en 1971, junto a su esposo Malcolm McLaren, mánager de la banda Sex Pistols.
Madre del punk
La tendencia tan marcada y los sloganes de rebeldía y protesta contra la sociedad de los años 70, fueron bien recibidos por los músicos londinenses de la contracultura underground, por lo que más tarde estas ideas se convertirían en un movimiento estético-filosófico: el punk.
Al transcurrir los años, la propuesta de Westwood no hacía más que crecer en popularidad. Al lado de McLaren, la pareja explotó su creatividad diseñando ropa que hacían referencia a prácticas sexuales alejadas de la tradición cristiana, en la que se incluía vestidos de goma y los famosas tacones de aguja con púas.
Esta misma perspectiva se trasladó al atuendo de los Sex Pistols, la icónica banda de punk rock conocida por ser sus temas subversivos y de encanto crudo y áspero. Ellos popularizaron los polos rasgados, los pantalones de látex, los adornos de imperdible y los gráficos críticos alusivos a la reina Isabel II; que se tradujo en un aumento de popularidad para la modista hasta la separación de la agrupación en 1977.
De las calles a las pasarelas
Con 40 años cumplidos, Westwood empezaba a demostrar que su relación con el diseño no era únicamente una idea rebelde de su juventud, sino una honesta pasión por la moda. No pasa mucho tiempo para que la alta costura le abra los brazos y presentara su primera colección en pasarela [junto a McLaren], “Pirata (1981)”. El nombre hacía alusión a una “epoca de asaltadores de caminos, dandis y bucaneros”. También se leía como una crítica mucho más sutil, que acusaba de “saqueadores” a la corona.
Pero más allá del mensaje, la prendas honraron al nombre, con pantalones de boca ancha, camisas de gran tamaño y fajas drapeadas; todo inspirado en la moda de los siglos XVII y XVIII. El impacto fue muy significativo, y la colección se filtró rápidamente a la corriente principal a través de algunos de los principales actos musicales y obras de teatro de la época, asegurando su lugar en la historia de influencia de la casa.
Hasta este punto, la diseñadora sintió que la contribución de su socio y pareja era casi nula. Tiempo después confirmaría que estaba sufriendo de violencia verbal, con McLaren rebajándola a una simple “costurera” y acreditándose el éxito de todas sus creaciones. Por esa razón, y para adquirir mayores experiencias, en 1984 se muda a Italia.
Con mayor independencia y libertad creativa, Westwood se autodeclara “diseñadora” y es invitada a Tokio para lanzar su colección de Primavera-Verano llamada “Hypnos”, en el marco de los premios mundiales de moda “Best of Five” de Hanae Mori, con Calvin Klein, Claude Montana y Gianfranco Ferre. En adelante adquiría inspiración en las mujeres “Tatler”, una parodia al rígido estilo de la clase alta.
La propia diseñadora tuvo una aparición en la portada de la revista Tatler de 1989, emulando la apariencia de la entonces Primera Ministra, Margaret Thatcher, quien le había pedido la confección de una traje personalizado a su firma; aunque canceló el pedido cuando casi estaba terminado. Debido a ese desaire, Westwood usó el conjunto para posar en la revista. “Esta mujer fue alguna vez punk”, decía la portada.
En ese mismo año, el libro del editor de moda John Fairchild de 1989, “Chic Savages” presenta a la modista inglesa como la única mujer en su lista de los seis mejores diseñadores del mundo junto con Armani, Lagerfeld, Saint Laurent, Lacroix y Ungaro. Además, durante los dos años siguientes recibe el premio a la Diseñadora de Moda del Año por parte del British Fashion Council.
Crítica a la industria de la moda
Aunque adoptada por la cultura popular, la realeza británica y la alta costura, Westwood nunca dejó de mirar con ojos crítico a la industria y sociedad en la que vivía. Especial atención recibió la liberación sexual femenina, cuando en 1994 presentó “Café Society”, una colección en la que suprimió las prendas interiores de la pasarela. Este acto que queda como una de las pasarelas más emblemáticas de la historia, la realizó poco después de que abarcara el tema durante la ceremonia en la que se le entregó una Orden del Imperio Británico de manos de la propia reina Isabel en el Palacio de Buckingham.
Otro aspecto que le preocupó en vida, fue la contribución negativa de la moda en el cambio climático, por lo que buscando reducir su propia huella, creó el Manifiesto de la Revolución Climática para criticar y rechazar el tratamiento del medio ambiente por parte de la civilización. Son incontables además, su apoyo a diversas ONG relacionadas a este tema, en especial CoolEarth; y los donativos que realizó para la conservación de ecosistemas de tribus indígenas y refugios de vida silvestre.
Fue una mujer consecuente que demostró su propio valor en una industria liderada por hombres. Pese a lo difícil que fue abrirse camino, nunca dejó por sentado su reconocimiento y constantemente busco viajar a diversos lugares del mundo que le proporcionaran mayor creatividad. Trabajó hasta este, su último año de vida, y por ese esfuerzo, se le recordará con aprecio. Sin duda, tiene un lugar asegurado en la historia de la moda.