‘Chucho’ Valdés lo reclutó a los 17 años para Irakere; Issac Delgado y Celia Cruz le confiaron el bajo de sus orquestas; y Paco de Lucía quedó hechizado de su forma tan única de tocar el flamenco. Pero esa es solo una parte de su hoja de vida. A los 45 años, Alain Pérez ha sabido brillar en solitario, con seis discos, varias colaboraciones y nominaciones, y un premio mayúsculo: el Latin Grammy 2021 al Mejor Álbum Tropical Tradicional por “Cha cha chá”, un tributo a la mítica orquesta Aragón.
Daniela Darcourt, quien lo empezó a seguir más de cerca por recomendación de su directora musical, la cubana Susana Alberte, un día cantó uno de sus temas, lo subió a sus redes, intercambiaron mensajes y la afinidad nació. Fue tanta que se lo trajo a Lima para encomendarle su segunda producción discográfica. Cinco temas donde el amor está presente en todos sus estados de ebullición: romance, despecho, y reconciliación. Y donde la salsa, la timba y los ritmos urbanos se entrelazan con lujuria.
En una de sus últimas mañanas en Lima, con el sopor característico de quien estuvo grabando durante la madrugada, Alain Pérez recibió al diario El Comercio, con el Perú en el pecho. Una chompa roja con el escudo patrio bordado que le regaló Darcourt ni bien bajó del avión.
—¿Cuál es la identidad, el carácter del disco?
Primero hay que respetar al artista, al sonido que Daniela trae consigo. El sonido que la ha colocado y la ha identificado delante de un público masivo y fiel. Por supuesto, yo le he brindado mi aporte. El sonido Alain Pérez. Yo le digo: manteca de puerco. El sabor que tiene la música cubana, que no es exactamente la salsa, pero sí respetando los códigos internacionales del mercado.
—Eres una mezcla de muchos ritmos: el son cubano, el flamenco, el jazz, la timba, la rumba y el guaguancó. Entonces, ¿Cómo definirías el sonido Alain Pérez?
Ese sonido nace de una gran esencia. De un amor por mis raíces y al mismo tiempo del deseo de abrazar todas las influencias de la música internacional. En un momento determinado la música cubana salió de la isla y a través de Nueva York, Puerto Rico, Perú, Venezuela, y Colombia siguió su camino. Cada quien hizo su interpretación de esto que es salsa. Yo no reniego como algunos artistas cubanos. Yo doy las gracias también, porque en cierta forma nuestra música se ha mantenido gracias a los demás.
—¿Cómo así te hizo la invitación Daniela?
Nos conocimos en Miami. Ella fue a verme a un concierto. Y hace un tiempo me escribió directamente para pedirme que le produjera el disco. Me dijo que le había dado varias vueltas a su decisión, porque se encuentra en un momento mucho más maduro de su carrera. Ella es una artista que quiere seguir defendiendo la música por encima de todo. Eso hay que considerarlo y valorarlo como tal, porque la mayoría de los artistas jóvenes de esta época se alejan cada vez de la buena música. Daniela no. Si no, yo no estaría aquí.
—Me imagino que eres muy cuidadoso con las invitaciones que recibes.
Exactamente. Yo escojo mis producciones, porque no soy un productor full time. Tengo mi carrera como solista. Pero la producción es un compromiso de mucha dedicación, porque no puedes soltar un disco hasta que se acaba. Si no, uno se arrepiente después. Hay que vigilarlo hasta el final.
—¿En el disco también cantas?
En un tema. La canción se llama Cuando el amor se acaba. Un tema superchulo sobre la ruptura de una pareja. Es un concepto como Pimpinela, pero en salsa. Pregunta y respuesta. Un vacilón. Yo ya lo tenía escrito con mi padre (Gradelio Pérez). Lo concebimos hace 20 años y nunca lo había grabado, porque siempre me pregunté: ¿con quién lo cantaré? ¿con qué mujer? ¿Con quién podré tener ese feeling? Por fortuna la encontré y resulta que era una peruana.
—Hace poco Daniela subió a sus redes un pedacito de una canción en el estudio. Sabes que eso es tan poco común en el Perú.
Porque lo tienen en secreto, ¿no?
—Bueno fuera. Es porque la música propia simplemente es escasa. Tenemos muchos intérpretes, pero pocos creadores.
Aquí estamos para aportar nuestro granito de arena, y para que los estrenos sean más habituales.
—¿Este disco de Daniela tiene toques de timba?
Sí, por supuesto. Tiene la esencia de la timba. La esencia está en cómo tocas, en cómo puedes diseñar un tumbao en el piano, mambo o la rítmica del coro. Yo trato la timba a mi manera, con la dosis justa para que se entienda en el mercado.
—¿La timba sigue siendo incomprendida entonces?
No creo que incomprendida sea la palabra, más bien desentendida por el gran mercado y la industria musical, y eso ha traído consecuencias en el gran público. Pero cercana no llega a ser todavía. No es popular. En los noventa nosotros sufrimos un aislamiento total, y aún seguimos pagando esas consecuencias. Hoy en día tenemos a las redes como nuestro gran aliado, y la timba sigue caminando. Pero no es masiva.
—Yo suelo leer los comentarios de la gente que no le gusta la timba y siempre critican de que es muy local y las jergas y códigos solo las entienden los cubanos.
Daddy Yankee también era local. Las jergas urbanas de Puerto Rico son locales. Lo que pasa es que están en el mercado. Esa es la gran diferencia. Crean tendencia y se hace internacional. Pero, ¿Qué cosa es la música urbana? Todo lo local de cada barrio. La timba por supuesto que es local. Pero yo la dosifico, porque Cuba sigue cerrada.
—¿Qué virtudes encuentras en Daniela?
Yo no conocía a Daniela como persona. Ahora hemos tenido tiempo. Sé que ha trabajado mucho, y que proviene de abajo, de un barrio humilde. Esa historia personal es la que me motivó para trabajar con ella. Yo no traje ningún arreglo escrito porque quería conocerla primero. Aquí, en Lima, hice todo. Sí, en el estudio. Yo vengo con mi viaje en la cabeza. Pero tenía mis dudas, porque quería conocerla bien.
—Como te habrás dado cuenta, Daniela no suele escuchar salsa en sus ratos libres. No es una salsera de la mata, clásica. Quizá esas influencias de otros ritmos son los que le han dado un toque singular.
Allí radica la frescura del disco. Porque te digo algo: a mí la salsa me agota. Así como me agota la timba cuando es puro “coro y mano pa’ arriba, coro y mano pa’ arriba”. Lo mismo la salsa: “puro titicó, titicó” (toca una clave imaginaria). Yo soy musico del mundo con una raíz sólida. Mi océano musical es amplio. Si mañana puedo hacer un disco con raíces peruanas, con landó y festejo, bienvenido. Eso me enriquece.
Sobre Cuba y el Grammy
Después de haber vivido durante casi dos décadas en España, Alain Pérez se asentó en La Habana hace un lustro. Para el músico, que usa bastón en los escenarios para homenajear a Benny Moré, no fue una cosa sencilla a pesar de su trayectoria. “Tuve que hacer la cola como todos”, dice, refiriéndose a ganarse un espacio fijo en una de las Casas de la Música que tiene la isla.
Si bien ha venido al Perú en varias ocasiones, no ha podido hacerlo todavía con su orquesta. Una orquesta integrada por jóvenes que no pasan de los 25 años. “Vienen con pureza de la escuela, aún sin manías y sin vicios, y con ganas de comerse el mundo”, explica. Montar su show en Perú es una deuda que tal vez pueda saldar en los próximos meses.
—¿Qué tanto te afectó la pandemia?
Yo pasé la pandemia en Cuba. Me afectó como músico separarme tanto tiempo de los escenarios. Es mi oxígeno. Pierdes contacto con la realidad, con el día a día, con esa adrenalina. Con la razón por la que te levantas. Eso desapareció. La gente pensaba que yo estaba componiendo cantidad. Qué voy a componer en medio de un mundo enfermo y lleno de lamentaciones. No te inspiras.
—¿Ha sido tu etapa de más sequía creativa?
Yo soy muy espiritual. Si veo que algo está mal no puedo ser indolente, indiferente. Pero en medio de todo, en la pandemia aprovechamos para grabar el homenaje a la orquesta Aragón junto a Issac Delgado. Y fíjate, fue el primer Grammy de mi carrera.
—Te vi con Issac Delgado. Ustedes, con tanta experiencia en los escenarios, y cuando fueron a recoger el premio se habían convertido en dos chiquillos.
Fue increíble porque es difícil. Issac y yo habíamos estado nominados varias veces. No esperaba nada. Pero cuando dijeron “Cha cha chá”, dije “ay, Dios mío”. Nunca había experimentado una emoción tan grande. Yo lo recibí como un premio a mi vida. Para llegar a ese disco tú sabes lo que hemos pasado.
—Cuéntanos.
Yo nací en Manaca Iznaga, un pueblo humilde en la isla. A los nueve años me fui a un grupo musical y desde entonces no volví más a mi casa. Perdí el calor de mi familia, la atención de mi hermana, la comida caliente. Es distinto cuando no tienes a una madre al lado tuyo. Siendo niño empecé a vivir como un músico profesional. Pero desde entonces fui feliz. Encontré una energía tan linda que me ha llevado al mundo entero.
—Sientes, entonces, que el Grammy ha sido la coronación a todo ese viaje.
Seguro. Digan lo que digan: los premios cuando llegan de esa forma tan honesta llenan mucho. Porque te lo ganaste en buena ley.
—Falleció Sixto el Indio Llorente a mediados de 2021. Aquel disco es un tributo involuntario para él.
El Indio para mí fue un referente. Conozco al Indio desde niño porque estudié en Santa Clara también. El Indio fue un guía y se murió de un día para el otro. Ahora le he hecho un homenaje con unos españoles de Valencia, la Plena 73 Salsa Orquesta.
—También se fue Adalberto Álvarez, una de las columnas de la música cubana.
Increíble, Adalberto que había superado un cáncer. Al final se muere por Covid. Con Adalberto trabajé de invitado en el homenaje que le hicieron. Se decía que estaba enfermo. Me identifiqué mucho con Tu fiel trovador. Después de ese día él me decía mi trovador.
—Sé que lo que menos te gustan de las entrevistas es que te pregunten de política, pero es necesario. Junio de 2021, la gente salió a las calles en Cuba después de décadas. Y tú grabaste un video potente, en medio de las tibiezas de varios directores de orquesta, donde denunciaste los abusos y dijiste: “si Cuba llora, yo lloro. Soy hombre, músico es cualquiera”. ¿Qué repercusión tuvo ese video?
Yo estaba en España en ese momento, y aquello estremeció mi conciencia. El pueblo de Cuba ha sido muy fiel. Es una de las mejores sociedades. Ha creído en su revolución, en sus ideales. Si un día después de tantos años se levanta no puedes responderle con golpes. El pueblo está en su derecho de ser escuchado. Dejemos que el pueblo florezca.