Alicia Maguiña, cantante y cultora de la musica peruana. Foto: Nancy Chappell.
Alicia Maguiña, cantante y cultora de la musica peruana. Foto: Nancy Chappell.
/ NANCY CHAPPELL
Diana Mery Quiroz Galvan

Nota: Entrevista publicada originalmente el 7 de octubre del 2016. Ante el fallecimiento de la cantante en el Hospital Rebagliati tras sufrir un derrame cerebral, compartimos nuevamente la conversación.

Ingresar a la casa de Alicia Maguiña es como transportarse al corazón del Perú. Allí están las cruces peregrinas con las que evoca su infancia o la colección de mates piuranos que descansan cerca de un piano que pudo cambiar su destino.

“Quería ser pianista”, dice mientras recuerda sus primeros doce años en Ica. El porte elegante y las manos de largos dedos que ya ostentaba alentaron ese primer afán musical. Pero tener un piano era inaccesible, así que solo podía tomar clases en casa de una vecina. Tiempo después su familia abandonó la ciudad. “Mi padre fue trasladado a la Corte Suprema de Lima. Ya no tenía dónde practicar y tuve que olvidarme del piano. Pasaron muchísimos años y recién en los noventa me pude comprar uno de segunda mano. Pero ya no lo sabía tocar, me había olvidado de leer música. Igual lo tengo y es, digamos, mi premio”.

Apunto de cumplir 78 años y con una trayectoria que bordea las seis décadas, Maguiña se mantiene lejos de los escenarios pero activa dentro del mundo musical: continúa componiendo, da clases de marinera y graba “La hora de Alicia Maguiña”, programa que selecciona y rescata lo mejor de la música peruana de la costa (sábados) y andina (domingos) a través de Radio Nacional.

Canto de jarana

La vida de Alicia está ligada íntimamente a la marinera limeña, canto y baile de los que es cultora desde la época en que asistía a la academia de Óscar Avilés, donde se nutrió de lo criollo e hizo amistad con brillantes guitarristas como Luis Abelardo Núñez, Humberto Cervantes y Luciano Huambachano. Fue precisamente en casa de este último donde la cantautora conoció el mundo de la marinera y vio bailar por primera vez a la emblemática Bartola Sancho Dávila.

Cuenta Maguiña que la primera persona que la escuchó cantar marinera fue el folclorista Pepe Durand. Él la instruye sobre las métricas de los versos que componen su música y le presenta a Manuel Quintana, apodado el ‘Canario Negro’, uno de los mayores exponentes del canto de jarana. “Manuel se convirtió en mi maestro de contrapunto. Iba a mi casa dos veces por semana. Me ponía una marinera y yo debía contestar con otra. Él me fogueó”. Años después la artista compondría “Negra quiero ser”, en homenaje a su mentor.

Posteriormente, un 7 de octubre de 1975, compone la celebrada marinera “Augusto, el dueño del santo” como regalo de cumpleaños a Augusto Áscuez, ‘El Señor de las Jaranas’. Nadie imaginaba entonces que, 39 años después, en honor al intérprete de este canto peruano, la fecha sería elegida para celebrar el Día de la Marinera, danza declarada Patrimonio Cultural de la Nación.

Intensidad musical

Hacer un repaso por las casi 60 composiciones de Alicia es recordar temas como “Inocente amor”, “Polca a Gladys Zender”, “La apañadora”, “Ica, mañana voy”, “Todo me habla de ti”, “Wiñaytam kausanki José María” y, por supuesto, “Indio”. Grabó una veintena de discos –con temas en quechua, aimara y dialecto huanca–, muchos de ellos al lado de Carlos Hayre, innovador guitarrista afroperuano con quien se casó en segundas nupcias, a pesar de los prejuicios.

Sobre el tema la propia Maguiña pone los puntos sobre las íes. “Es indispensable que yo diga que pude haber elegido otro camino. Pude haberlo tenido como amante por miedo a la sociedad, pero me casé con él”.

Fueron 26 años de matrimonio. Con Hayre como complemento, alcanzó la madurez musical, pero no todo fue felicidad. “Lo voy a decir por primera vez. Carlos se fue de la casa para irse con otra mujer, a Estados Unidos. Me costó un trabajo enorme el divorcio. Él se fue porque quiso. Se acabó el amor”, confiesa.

La música, asegura, le ha dado todo. “La amo, vibro con ella. En algunas épocas me ha dado carencias económicas, carencia de amor de familia, de amigos, pero me ha dado toda la intensidad, en alegría y melancolía, de nuestra música”.

Pronto, la intensidad de la que habla quedará plasmada, de su puño y letra, en “Mi vida entre cantos”, libro que recopila el minucioso trabajo de investigación que le ha permitido rescatar el verdadero espíritu del folclor peruano.

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