Mediados de los años ochenta. Estábamos por terminar la Secundaria y escuchábamos metal todo el día. El que menos quería intentar hacer una banda con los patas de siempre; muchos se estrellaban contra el muro de la realidad. Pero mal que bien empezaba a formarse una movida de bandas que representaban nuestros gustos marginales. La primera de ellas fue Óxido. Un cuarteto con el cual muchos limeños de entonces nos identificamos: ¡finalmente existía en el Perú una banda de rock pesado! Por fin una banda con guitarras distorsionadas, ritmos cadenciosos, atmósferas oscuras. Y, además, era estupenda. Y también estaba Arion. Y luego asomarían grupos como Masacre, Orgus, Mazo. Y la escena se hacía más robusta. Junto con los punks, la horda de metal fue el principal motor del rock underground peruano de entonces.
Decíamos que Óxido puso la primera piedra. Y si nos detenemos en este cuarteto, no es solo por su capital importancia dentro del género, sino porque además fue el escalón previo a la banda que nos ocupa en esta nota: Almas Inmortales. Sí, fue Javier Mosquera, guitarrista de Óxido, quien formó Almas, agrupación que tuvo una muy destacada participación en el Primer Concurso de Rock No Profesional Taller Rock en la No Helden, en 1987. Además de memorables presentaciones en vivo, como la que ofrecieron en el Palacio Marsano junto a Orgus y Masacre. O como cuando compartieron escenario con Orgus en la Feria del Hogar en 1988.
En algún momento, Almas se disolvió, como muchas otras agrupaciones que marcaron esa grandiosa época; y, como la mayoría de colegas de entonces, solo pudo grabar uno que otro demo (no existían, como hoy, las grandes facilidades para hacer un disco: nuestro país vivía tiempos del penoso primer gobierno del partido de la estrella).
Pero todo tiene su revancha. Javier Mosquera (guitarra), Martín Bazán (bajo), Miguel Ángel Cervantes (voz) y Rómulo Hernández (batería) hicieron un gran esfuerzo para reagruparse y plasmar, por fin, un disco con esas grandes canciones que hasta ahora solo vivían en nuestros recuerdos. El resultado ya es una realidad, ya está en tiendas el disco, apropiadamente titulado "Almas Inmortales". Placa que se abre con el paso presuroso de uno de los temas más representativos del grupo: "Creyentes de una sonrisa".
Son diez canciones en las que queda impregnada, obviamente, la huella de una gran influencia, como es Black Sabbath, pero además con elementos particulares extraídos de la propia cosecha de estos grandes músicos. Almas Inmortales tuvo no solo una base rítmica de lo más sólida (Bazán/Hernández), sino también la voz de uno de los mejores cantantes del género en nuestro país (Cervantes), y sobre todo la genialidad de un guitarrista de excepción, de enorme creatividad y sentimiento a la hora de dejar el corazón en cada solo (Mosquera).
Entre las canciones incluidas en el primer disco oficial de Almas Inmortales destacan temas como "Gitana", "Lejos de ti", la balada "Mensajero de los cielos" y la monumental "Siervo de la inmundicia", tema que ha sacado chapa de himno del metal peruano.
Pero también están "Patraña potestad", "Ancestros del tiempo", "La maldición de la pirámide" y "Falso monasterio". Todas ellas evocan años grandiosos, de cuando las bandas eran parte de una hermandad mayor, bajo el gusto común de un estilo de música que además era un estilo de vida. Almas Inmortales representa, pues, una de las piedras angulares de esa música que tuvo la virtud de generar un sentimiento compartido por miles de peruanos.
Los que vivimos esa época sabemos de lo que se trata. A los más jóvenes, pues les recomendamos este disco. Apenas lo vean, lleven una copia. No se arrepentirán.
Ahora solo esperamos la edición del primer disco de Óxido. Las grabaciones ya se realizaron. Es cuestión de esperar un poco más.