“Buenas noches, Perú salsero, taurino y bohemio”, dijo Andrés Calamaro y sonaron, como sospechábamos, los acordes de “Bohemio”. Así empezó el concierto que pondría fin a la gira peruana que llevó al cantante a pasear previamente su voz por Arequipa, Cusco y Trujillo la última semana. Lima era su última plaza y, si bien su aparición en el escenario, minutos después de las 21:00, emocionó al público, su alusión a la tauromaquia sorprendió a algunos fans. Sorprender es un decir, pues es bien conocida la afición taurina del cantante, sin embargo, aunque sigue teniendo un público fiel, es cierto que los tiempos cambian.
Pero sigamos con lo que nos convoca: la música. Nos entregamos a ella cantando “Cuando no estás”, “Verdades afiladas”, “Sin documentos” —vaya desmadre que sigue armando esta canción creada durante la época de Calamaro en Los Rodríguez y que el 2023 cumple 30 años desde su lanzamiento—, “Me arde”, “All U need is pop”, “Tantas veces” y “Rehenes”. Hasta ahí todo fue rock y felicidad. Andrés Calamaro le estaba dando al público un buen mix de su prolífica producción, moviéndose entre los ‘greatest hits’ y canciones de perfil más bajo, pero no por eso menores.
Las cámaras de los celulares estuvieron activas y atentas, pero no opacaron la entrega del público. El juego de luces nos regaló una penumbra azul y empezaron a sonar “Los aviones”, cambiando el tono de lo que hasta el momento se había vivido. La melancolía se abrió paso. Entonces ‘Andrelo’ volvió a dirigirse al público. Y dijo: “Más al sur del Perú no hay nadie que entienda a los toros y a la salsa”. Otra vez, Andrés, los toros. Los aplausos se conjugaron con algunos gritos de “Tauromaquia no” que cedieron ante los acordes de “Maradona”.
Siguió “Espérame en el cielo” y luego la popularísima “Estadio Azteca” que la plaza completa cantó entregándolo todo. ¿Cómo no? No es necesario conocer el verdadero Estadio Azteca para sentirnos ese niño que se quedó duro y aplastado al ver al gigante. Hay algo en esa canción que hipnotiza y que Calamaro remata diciendo “Gracias le doy a la vida, gracias le doy al señor/ Porque entre tanto rigor y habiendo perdido tanto/ No perdí mi amor al canto, ni mi voz como cantor”. Aplausos y más aplausos. Gracias, gracias, Andrés por llevarnos al Estadio Azteca. Y entonces, otra vez la discordia. “Quiero competir la gloria del aplauso de ustedes”, dice mientras presenta a sus músicos…y de pronto alude a Roca Rey, el torero peruano mayor. Otra vez pifias mezcladas con aplausos. Pero con él, no es. ‘El salmón’ sigue en lo suyo. Dice “Arriba las manos Lima, esta cumbia es peruana” y suena “Tuyo siempre”. Bailamos.
Los acordes del cover de The Beatles “Nowhere man” preceden una nueva tanda de canciones: “Hong Kong”, “Mi enfermedad”, “No se puede vivir del amor” (no se puede) y “Canal 69″. “Muchas gracias salmones peruanos”, dice. Son las 22:27 y el cantante está sobre el escenario con las manos en dos pianos. Vuelve a tomar la palabra: “Muchas Gracias flacos, flacas y flaques” y suena, por supuesto, “Flaca”. Esto se va a acabar, pienso. Suenan “Alta suciedad” y “Paloma”. Andrés Calamaro hace una reverencia al público, agradece y se despide. Pero no se va. Faltaban “Crímenes Perfectos” y, por supuesto, “Los chicos”, una hermosa forma de decirle adiós a los amigos que se fueron primero.
Y eso fue todo, amigos. O bueno, casi. Tras agarrar la bandera peruana y despedirse de un público devoto, el salmón abandona el escenario. Suena, entonces, música de fondo…taurina. “¡Por qué haces eso!” gritan algunos asistentes. Es lo que hay, diría tal vez el cantante. O, dicho en tono millennial “si saben cómo soy, pa’ qué me invitan”. La verdad es que hubo mucho y para todos los tipos de fans. Andrés Calamaro, a sus 61 años, ya no se guarda nada. Aunque, pensándolo bien, ¿alguna vez lo hizo?