Cuando Malikian aprendió a tocar, la guerra civil libanesa ya se había desatado. Las circunstancias lo obligaron a vivir en refugios antibombas hasta que una beca para estudiar en Alemania lo rescató de esa insania bélica. Llegó a Europa a los 15 años, pero tuvo que esperar tres vueltas al sol para recibir oficialmente aquella beca que cambió su destino. “Tenía que buscarme la vida. Desde entonces he aprendido a sobrevivir en cualquier circunstancia y lugar del mundo”, cuenta desde el otro lado del hilo telefónico, en España, donde radica desde hace 20 años. En aquel tiempo trabajó tocando en bodas, clubes, restaurantes y hasta en la calle. Fue esta experiencia la que le enseñó un repertorio que por entonces desconocía y que lo ayudó a descubrir la música de otros estilos y culturas que hoy nutren su carrera.
"Para mí [un concierto] es un momento de trance y de meditación donde tienes el deber de emocionarte tú mismo y transmitirlo al público. Es una cosa bellísima, por eso estoy deseando siempre subir al escenario".
Ara Malikian /Músico Sobre el éxtasis que le provoca estar frente al público y tocar el violín.
—¿Siempre soñó con convertirse en un gran violinista? ¿O esa idea era lejana para usted?
Ni lo pensaba. Sí estaba apasionado con la música y el violín porque fue mi padre el que me transmitió ese amor, pero de niño no me imaginaba poder vivir de mi pasión. Luego, es verdad que al llegar a Europa enseguida esa idea se despertó porque me encontré en un mundo de músicos, me comparaba con otros. Llegar allí fue muy importante porque descubrí que esto era lo que realmente quería hacer con mi vida.
—Su aprendizaje con el violín se inició en Líbano, su patria, ¿le costó dejar el país?
No me costó abandonar mi país porque en medio de la guerra, apenas podíamos salir de casa. Pero cuando dejé Líbano eché mucho de menos a mi familia, a mis amigos, porque llegué a Alemania por una beca del gobierno de ese país que se tardó tres años en finalmente dármela porque era para chicos a partir de los 18 años. Estar solo en un mundo desconocido era duro pero también un aprendizaje a lo bestia.
—En esos primeros años duros por los que pasó, ¿le tocó vivir en carne propia la discriminación?
Era inevitable, sentía mucho prejuicio, primero porque era un libanés en Alemania y también porque estaba en un mundo de la música clásica que es un mundo muy cerrado. Es por esta razón también que llegué a querer dejar la música, porque me sentía muy encajonado. Al principio tenía mucho complejo de ser muy diferente a todo lo que veía. Me avergonzaba mi color de piel, cómo era, pero era en realidad un aprendizaje. Probablemente el asunto estaba más en mi cabeza que en la realidad porque hoy en día no tengo ningún complejo ni prejuicio, sé que hay gente muy prejuiciosa pero también otra que es muy respetuosa de las diferencias. Por entonces yo era muy joven, no sabía cómo gestionar todos esto, me tocaba bastante fuerte el corazón y tuve mucha dificultad. Pero luego me acostumbre.
—¿Cuáles considera que son los hitos más importantes de su carrera?
Al llegar a Alemania fue muy importante aprender la disciplina. Hoy en día soy una persona muy disciplinada porque sin ella uno no consigue tener un nivel necesario para subir al escenario y expresar lo que quiere. Más allá del talento, descubrí cuán importante es la disciplina. Luego el giro más importante en mi carrera fue darme cuenta de que el público es mi aliado y no mi enemigo. En el mundo clásico teníamos el miedo de fallar una nota y del qué dirán si esto pasaba, qué dirán los críticos, los promotores, el manager. Poco a poco, me di cuenta de que quien importa es el público, que viene a vernos para disfrutar, para pasarla bien, emocionarse, dejarse llevar por la música. Entenderlo cambio mi concepto de lo que es un concierto. Para mí, es un momento de trance y de meditación donde tienes el deber de emocionarte tú mismo y transmitirlo al público. Es una cosa bellísima, por eso estoy deseando siempre subir al escenario.
—De las diversas raíces musicales y géneros que ha explorado, ¿cuál diría que ha sido el que más lo ha sorprendido?
El aprendizaje más grande es todo lo aprendido de la música folclórica y tradicional. He aprendido a no pretender tocar de esa manera tan auténtica. Si voy a tocar, tango, flamenco o cualquier otro ritmo tengo que inspirarme en lo que escucho y llevarlo a mi terreno. No voy a intentar ser un purista, al contrario voy a intentar aprender algo de cada género y hacerlo a mi estilo con mi propia personalidad, a mi manera. Eso fue difícil de entender porque son varias etapas. Primero, entender lo que vas a tocar y luego desaprenderlo para hacerlo a tu manera. Ahora no me cuesta aprender músicas nuevas y llevarlo a mi terreno, es muy divertido y me encanta hacerlo.
—Luego de dos años de haber postergado el concierto en Perú debido a la pandemia, ¿ha tenido oportunidad de conocer algo sobre nuestra cultura y costumbres?
Tengo la suerte de tener amigos peruanos. Antes de llegar a vivir a España, hace 20 años, tenía poco contacto con Latinoamérica, pero desde que llegué a vivir a España se me creó un puente hacia ella y conocí músicos peruanos, sobre todo percusionistas que me enseñaron ritmos peruanos, que es lo que me ha interesado mucho y ojalá pueda explorarlos. Conozco también por imágenes la belleza de vuestra tierra que es algo único y mágico, estoy deseando descubrirla y, claro, la gastronomía que ya he disfrutado y está en los diferentes restaurantes del mundo. Debe ser otra cosa disfrutarlo en el propio país.
—Tiene toda una vida dedicada a tocar violín ¿alguna vez ha pensado en la posibilidad de dedicarse a una actividad diferente?
Siempre me he visto junto al violín y nunca me he planteado hacer otra cosa con mi vida. Aunque hace unos años tuve un accidente donde me rompí el hombro, me tuve que operar y durante tres meses tuve la duda de si volvería tocar el violín. Sí, fue allí, cuando por primera vez en mi vida pasaron pensamientos de ese tipo. ¿Si no pudiera tocar el violín qué haría? Y la verdad es que antes de tocar el violín soy músico y si no tocase ese instrumento la música seguiría siendo mi vida.
—¿Hay alguna costumbre libanesa que conserve y practique hoy en día?
Solo conservo el idioma y la música. He vivido en muchos lugares y por eso no me siento muy pegado a una tierra. No me siento de ningún lugar o país, me siento más identificado con las culturas, con la música. Siempre he sido una persona tímida, introvertida, pero cuando estoy sobre el escenario es cuando más libre me siento, pierdo la timidez, me siento más cómodo sobre el escenario que en mi vida real.
—Usted que ha vivido de cerca la atrocidad que significa la guerra, ¿qué opinión tiene sobre la coyuntura bélica entre Ucrania y Rusia?
Creo que cualquier guerra te afecta. La de Ucrania y Rusia nos toca de cerca, pero también nos afectan otras que son iguales de violentas o incluso más y que por razones políticas y de intereses no se visibilizan tanto como esta que ha empezado hace varios meses.
Lugar: Gran Teatro Nacional. Dirección: Av. Javier Prado Este 2225, San Borja. Fecha y hora: lunes 26 de setiembre, 8 p.m. Entradas: Joinnus.com.