El cantante puertorriqueño Bad Bunny durante su presentación en el Festival de Viña del Mar 2019. (Foto: Claudio Reyes/ AFP)
El cantante puertorriqueño Bad Bunny durante su presentación en el Festival de Viña del Mar 2019. (Foto: Claudio Reyes/ AFP)
/ CLAUDIO REYES
Czar Gutiérrez

Estamos sobreviviendo a una pandemia feroz. A un encierro de más de 100 días. Lo único que faltaba era que el rebrote llegara cantando reguetón, cosa que efectivamente ocurrió: la Sociedad Americana de Compositores, Autores y Editores –la APDAYC de los EE.UU.— decidió colgar la medalla de oro como mejor compositor del año en el cuello de , una persona capaz de escribir, cantar y bailar: “Bla, bla, bla, bla, bla, bla / ey, yo, yo-yo, yo-yo, yo-yo / yo, (la-la-la-la-la-la-la) blow, blow (la-la-la-la-la-la-la)”.

Citamos, por supuesto, el único párrafo reproducible de una copla repleta de letras misóginas, sexistas y violentas. Donde el cuerpo de la mujer queda convertido en un campo de batalla idóneo para la incontinencia, empezando por la verbal. El hecho ocurrió inmediatamente , como si el ente recaudador norteamericano —que nuclea a 670 mil compositores con más de 11 millones de obras registradas— se propusiese despedir al genio italiano enterrando el arte sonoro. Lo cierto es que otorgó ese premio al reggaetonero Benito Antonio Martínez Ocasio (26) en una ceremonia virtual a la que llegó más gente del mismo barrio: Pedro Capó, Jhay Cortez, Darrell, Lunay, Piso 21, Carlos Vives, Marc Anthony y Sebastián Yatra.

BOCA FLOJA

Martínez mutó a Bad Bunny porque le encantaba mirar su foto de niño vestido como conejo y caminando en Vega Baja, suburbio de San Juan que concentra la mayor cantidad de enterramientos indígenas prehistóricos en Puerto Rico. De hecho, su gesto característico —los dos meñiques debajo de los ojos— es el santo y seña para entrar en su templo, antro repleto de acólitos con gorras de visera rígida, pantalones anchos, cadenas, pulseras, relojes, anillos, aretes, prendedores y collares de perro. Todos canturrean al unísono letras de rima floja. Esa que ASCAP acaba de premiar y nos vemos obligados a leer, se trata de informar con la verdad:

En “Qué pretendes”, el Conejo Malo canta: “estas no son horas de llamar / a menos que me lo quieras mamar / contigo no me tiro / porque si no la retro se me embacha”). En “Callaíta” escribe: “ella es callaíta’ / pero pa’l sexo es atrevida yo sé / marihuana y bebida”). En “La canción” dice: “y en el carro, la playa y el motel / en casa de tu pa’i cuando yo te iba a ver / las vece’ que tu ma’i no’ llegó a coger / tú brincando moja'íta, sudando Chanel”.

Ninguna pertenece a su disco debut “X 100pre” (2018), que quiere decir ‘por siempre’, ni a su segundo disco “YHLQMDLG” (2020), que quiere decir ‘yo hago lo que me da la gana’, tal vez porque lo único que le da gana es copular repetitiva, indómita e ingobernablemente en cada uno de esos tour de force que sus plataformas de lanzamiento se empeñan en llamar canciones. En honor a la verdad, debería inventarse una nueva denominación a ese impenitente soliloquio de posiciones sexuales, vidrios empañados y violaciones varias a la Declaración Universal de los Derechos Humanos en frases fracturadas por esta variable residual del raggamuffin, dancehall, calipso, soca y otras sonoridades antillanas en franco proceso de extinción.

A CONFESIÓN DE PARTE…

Le llaman ‘el niño dorado del latin trap’ por las sortijas de oro que pueblan sus manos, esas que hace unos cuantos meses atrás trabajaban empaquetando productos en un supermercado del archipiélago caribeño. Hijo de un camionero y de una profesora, su vida experimentó un vuelco cuando un productor empezó a poblar YouTube con su voz sobre variaciones descafeinadas del trap de Atlanta. Dosis contenidas de dembow, synth pop, ukulele, emo-rap y algo de trapchata convirtieron a Martínez en alguien redituable. Tanto que terminaría junto a Jennifer López y Shakira en el show de medio tiempo del Super Bowl.

También ha pisado la cima del Billboard y tiene un Grammy. Y mientras graba escenas para la serie criminal “Narcos: México” que proyecta Netflix, acaba de ser portada de la Rolling Stone gracias a un acumulado de más tres mil millones de reproducciones de sus videos solo en EE. UU. según Alpha Data. Tal vez por eso se despacha con desparpajo en revistas como GQ: “Tú escuchas una emisora y todas las canciones se parecen desde la 8 de la mañana hasta las 12. En las emisoras entran canciones bien porquería”, dice.

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