No tienen videoclips recientes que muestren sus rostros, ni grandes fotos tampoco. Últimamente, en sus conciertos se presentan apenas como siluetas recortadas sobre un paisaje brumoso y atravesado por luces de colores. Y en la sala de Zoom a través de la que conversamos, tienen la cámara apagada.
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Quien nos atiende en realidad es solo Alex Scally, una de las dos mitades de Beach House (la otra es Victoria Legrand). “Primero que nada, debo decir que a mí me encantan las entrevistas cara a cara –advierte el músico–. Es increíble sentarte a conversar en una habitación. Pero en el Zoom, ver a la otra persona por la cámara es muy incómodo, es horrible (risas)”.
“No es que nos estemos escondiendo”, responde Scally cuando le preguntamos por esa elusiva presencia de cara al mundo. “Pero no necesariamente creemos que la forma en que lucimos tenga mucho que ver con nuestra música. Esta viene de un lugar muy interno, y es allí adonde nos gustaría que la gente llegue también. No es que no queramos ser vistos, sino que nuestras apariencias o la ropa que vestimos no son tan importantes para el arte que creamos”, afirma.
No es ni una pose ni una estrategia de marketing. Evadir la tiranía de la imagen es en el caso de Beach House una decisión perfectamente coherente con su proyecto creativo, que se ha asentado –dentro de los márgenes del dream pop y el shoegaze– como uno de los más aclamados de la música contemporánea. Lo dice la crítica especializada, que se ha rendido de forma casi unánime ante cada uno de sus ocho álbumes de estudio. Y lo muestra una fiel legión de seguidores con la que conecta de una forma muy íntima y especial.
CULTO Y DEVOCIÓN
Discos como “Teen Dream” (2010), “Bloom” (2012) o “Depression Cherry” (2015) perfilaron una propuesta sonora basada en la ensoñación y el ruido, junto a una lírica refinada, mucho más cercana a la poesía que a una narrativa cerrada o literal. Su más reciente producción, “Once Twice Melody”, publicada en febrero último, es también la más amplia y ambiciosa de toda su discografía: 18 canciones y casi 1 hora y media de duración que delatan un trabajo de composición expansivo.
¿Cuánto de lo compuesto en total quedó descartado del álbum?, le preguntamos a Scally para indagar más sobre el proceso del álbum doble. “No es que descartáramos algo, en realidad, solo que hubo cosas que no terminamos. Calculo que estuvimos trabajando en unas 30 canciones. Pero ha sido un álbum indulgente. Teníamos que hacerlo de esa manera porque queríamos un mundo completo allí. Y no creo que volvamos a hacer un disco como ese otra vez. No es un álbum tan enfocado, sino más bien uno que va a la deriva, ensoñador, que puedes escuchar por partes y perderte en sus diferentes tonos, ánimos y pequeñas historias”, explica.
“Once Twice Melody” es también el disco que está trayendo a Beach House para su primer concierto en el Perú, el próximo 8 de noviembre. Un show que incluirá algunos de los temas que la han convertido en una banda de culto, predilecta de un nicho bien definido de melómanos, pero que seguro también atraerá a quienes hayan escuchado en alguna plataforma la hipnótica tonada de “Space Song”, una de esas canciones que mágicamente se viralizan en el mundo del ‘social media’.
“No tenemos ningún problema con las redes sociales –dice Scally consultado sobre la sorpresiva popularidad del tema en cuestión, muy usado en melancólicos videos consumidos al paso–. Para nosotros es muy positivo que una canción se difunda por TikTok teniendo en cuenta que nunca vamos a sonar en la radio. No somos una banda de radio, así que es genial estar allí”.
TWO OF US
Formados en Baltimore –la ciudad de “The Wire”– en el 2004, Beach House han sido siempre Scally y Legrand, una asociación musical enigmática por su obra, pero también en términos de la relación que mantienen. ¿Es más difícil que permanezca unida una banda solo de a dos? ¿Cómo lidiar con la tensión inevitable dentro de un dueto creativo? ¿Qué hacer cuando se asoma la sombra de la ruptura?
“Para mí la creatividad es tensión –contesta Scally–. Creo que es eso, literalmente, cosas que friccionan entre sí. Por suerte, entre Victoria y yo no tenemos grandes desacuerdos respecto a cómo debe sonar algo. Lo que buscamos, el lugar final, es algo que compartimos instintivamente. Imagino que esa es la razón por la que hemos estado juntos como banda tanto tiempo”.
“Donde muchas veces surgen los problemas es cuando sientes que algo no está listo o completo aún, pero no sabes por qué. Eso es difícil, es una lucha. Pero creo que nada se puede conseguir sin una lucha. Nada está hecho para que simplemente ocurra o para extraerlo del éter. Y no hay fricción ni tensión cuando tratas de sacar algo del éter”, agrega.
SENTIMIENTOS COMPARTIDOS
Reacios a enunciar abiertamente sus influencias, a lo largo de su trayectoria los miembros de Beach House han ido dejando ciertas pistas sobre aquellas obras que, quizá indirecta o inconscientemente, han ayudado a moldear su sonido: las ásperas melodías de My Bloody Valentine, el cine del hace poco fallecido Jean-Luc Godard, el retorcido romanticismo de “El fantasma de la ópera” o la introspección literaria de la brasileña Clarice Lispector.
Pese a todo, según reconoce Scally, las apreciaciones que pueda recibir su música se ubican más cerca de sus oyentes que de ellos mismos. “Yo diría que solo tratamos de transmitir la experiencia humana a través de nuestras canciones. Lo que no puedes hacer es evitar qué tipo de emoción proyectará tu música en la gente. No puedes decirle a alguien cómo sentirse”, afirma. ¿La nostalgia es algo que les disgusta? “No sé si nos gusta o nos disgusta –responde–. Pero creo que no es el mejor de los sentimientos humanos. Todos lo sentimos incluso cuando no queremos sentirlo. Hay algo un poco triste en eso de quedarse prendado de cosas que probablemente nunca vuelvan a ocurrir”.
Tras una larga gira mundial, Beach House está a un mes y medio de comenzar su recorrido por Sudamérica, con escala en Lima incluida. ¿Es su audiencia estadounidense muy diferente a la europea o a la latinoamericana? “Es una pregunta difícil. Hay públicos más tranquilos y calmados, y otros más vivaces y expresivos. Depende de muchas cosas: el clima, el momento del año, el tipo de recinto. Cada noche es diferente”, afirma Scally.
Y entonces, ¿prefieren al público ruidoso, o más bien al sereno y contemplativo? “Ambos son geniales de alguna manera –afirma, diplomático–. Además ahora somos más viejos y aquellos días en que teníamos opiniones tajantes se acabaron. Hoy simplemente somos felices de tener un público que nos siga”.
Beach House se presentará el martes 8 de noviembre en el Anfiteatro del Parque de la Exposición. Últimas entradas disponibles en Joinnus.com.
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