FRANCISCO MELGAR WONG
Si no se contabiliza el archivo de partituras musicales que puso a la venta como "Song Reader" (2012), el recién editado "Morning Phase" constituye el primer álbum de estudio que Beck presenta desde "Modern Guilt" (2008).
En este nuevo disco Beck deja atrás la personalidad funky y kaleidoscópica que lo hizo conocido en los años 90 y ha retomado el camino trazado por "Sea change", el aclamado álbum de baladas acústicas que lanzó en 2002. En otras palabras, se trata de un disco de folk adornado con arreglos orquestales, diseñados para que Beck pueda rumiar sus pensamientos más melancólicos y sombríos.
Pero, a pesar de las obvias similitudes, vale la pena señalar que "Morning Phase" no es una simple continuación de "Sea Change".
Si bien en el disco del 2002 Beck describió el duro trance de separarse de su pareja, "Morning Phase" no presupone solo un amor, sino un mundo entero en decadencia, donde las relaciones de pareja son apenas otro elemento más que el tiempo se encarga de descomponer.
Lo interesante es que la perspectiva que Beck usa para describir estos procesos no es una de denuncia o desesperación. Todo lo contrario: "Morning Phase" es un llamado a aprehender con relativa calma toda la información que nuestros sentidos llevan del mundo hasta nuestra mente.
La luz del sol en la mañana, los caminos que llevan de una casa a otra, el color de los árboles y el olor de la hierba, incluso el espacio que la ausencia genera en el lugar donde vivimos, todos son elementos que el cantante muestra para recalcar que uno se halla inmerso en un proceso que incluye tanto la belleza como la descomposición.
La música, obviamente, se presenta a lo largo del disco como aquel elemento con que el oyente cuenta para participar de esta agridulce experiencia.
