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Camilo Sesto, el baladista extraviado - 4
Jaime Bedoya

Balada, bálsamo baladí, ¿qué nos prepara para una pena? Con tu atormentada letra y orquestación dramática sientas las bases de una educación sentimental portátil y de emergencia. Sucede a la hora del lonchecito o durante la sobadera diaria del transporte público, cuando cual magdalena proustiana sonorizada homogeneizas la expresión afectiva lastimera, edulcorando la banalidad con miel y hiel que así no curen, acompañan.

Su abuelo, el bolero, conjuro musical que logra el prodigio de sacarle brillo a la hebilla de la correa sobre una loseta, fue testigo de cómo la electricidad elevó a su descendencia hacia la grandilocuencia orquestal y el virtuosismo lírico. Pionero en entender y emprender esa travesía de ida y vuelta entre el charco idiomático fue Rafael Martos de España. Ustedes me van a escuchar sentados cuando cante baladas, dijo. Desde América, el inmenso mexicano Armando Manzanero (1,55 m) insufla de hondura bolerística la naturaleza ligera del género. A la vez que pavimenta el camino de otros en crecimiento, caso el brasileño Nelson Ned, el Pequeño Gigante de la Canción (1,12 m). Que Dios lo tenga en lo más alto de su gloria.

EL CANON DE LA BALADA

El parnaso baladístico actual impone nombres: Raphael y una reinvención eterna que ha supuesto exitoso trasplante de hígado. José José, en difícil trance respiratorio que limita su accionar a la presencia compulsiva de un balón portátil a la mano, pero con impecable legado sobre sus hombros cual perenne resaca gloriosa. Roberto Carlos, el brasileño santero y supersticioso, que con una sola pierna ha llegado lejos con espectaculares temas propios. O Julio Iglesias y ese susurro mediocre pero efectivo que ha hecho su mito de amante de seda con un solo perfil (el derecho, aborrece el otro lado de su cara). O El Puma, a pesar de su cursilería miamera que ha mermado, seamos honestos, la sapiencia emocional del intérprete del intachable Dueño de nada.

Y siguen nombres. Pero cualquiera de ellos palidece y tiembla ante el del hijo de una ama de casa y un electricista nacido en Alcoy, pueblo valenciano en España. Hablamos de Camilo Blanes Cortés, conocido al mundo desde la década del 70 como Camilo Sesto, primero con equis según lo ortográficamente correcto, pero luego escrito con ‘s’ solo por joder: Seis eran las letras en cada palabra de su nombre real, 6/6/6, lo que le ha valido difamante asociación satánica que su errático accionar puede haber alimentado. Camilo es raro, no diabólico.

HENDERSON WAS RIGHT 

Cual Galileo auditivo, un muchachito miraflorino que no sabía inglés divisó desde temprano a estos astros portadores de un punzante mensaje cardíaco en su propio idioma, el que se entiende. Allá por 1973 a Jorge Henderson se le ocurrió con absoluto descriterio pedirle a Ricardo Palma de Radio Mirafl ores, jefe de la radio anglosajona por excelencia, un espacio para la balada romántica que apenas asomaba la cabeza. Ni de vainas, le respondió Palma, haciéndolo escuchar la avasalladora batería de un disco a la vez: cómo ESTO va a competir con eso, decía refiriéndose al rumor que tiene por voz Julio Iglesias.

La vida da vueltas. El joven Henderson le hizo un favor extremo a Palma y este le dijo te la debo. La compensación fue un programa de música romántica hispanoamericana. Desde entonces, Henderson ha sido interlocutor y testigo de las grandezas y miserias de todos los grandes. Incluido lo que de indescifrable tiene Camilo Sesto.

DE VALENCIA AL MUNDO

Camilo fue niño cantor de colegio religioso pleno de sotanas durante el franquismo. Su rebeldía adolescente la encauzó a través de la música, incorporándose al grupo Los Dayson, en el que hacía covers de Los Beatles y los Rolling Stones en bautizos de provincia durante los 60. Luego se une a Los Botines (sus integrantes usaban las botas Chelsea que los de Liverpool habían reinventado). El rockero Blanes alterna en esos días con contemporáneos como Miguel Ríos y Joan Manuel Serrat, aún ignorantes de la sideral distancia estilística que los separaría. Durante el servicio militar español, aporreando guitarra de palo, decide hacerse solista.

En 1971 se consagra con el sencillo Algo de mí: cuatro minutos de su puño y letra que son desgarrador lamento viril ante el amor perdido. Camilo tenía nervio, pinta, voz.

CAMILO EL NAZARENO

Los divos necesitan espacio. Los dioses lo saben. La atmósfera musical española estaba cubierta por la impresionante voz de otro valenciano, el ex lapidario Luis Manuel Ferri Llopis, que bajo el nombre artístico de Nino Bravo copaba con su potencia cantora la demanda de balada. Nino, al volante de su BMW 2800, se estrella en una curva mal diseñada del mojón 95 km de la carretera nacional III y muere con el timón entre sus prodigiosos pulmones. Las disqueras buscan al reemplazo y voltean la mirada hacia Camilo.

Camilo está en Londres a principios de los 70 cuando se topa de narices, aún no operadas, con el opus magnum de Tim Rice, la ópera rock Jesus Christ Superstar. Esto lo tienen que ver en España, piensa y no duda en meterse la mano al bolsillo para ocuparse de los derechos de autor y costos. Rice se alza de hombros. En España manda el generalísimo Francisco Franco desde hace casi 40 años bajo la señal de la cruz. Inviable imaginar un Jesús micrófono en mano.

Jesucristo Superestrella, con Camilo como Jesús y la ignota dominicana Ángela Carrasco como María Magdalena, la puta pía, se estrena en el madrileño Alcalá Palace en noviembre de 1975. El teatro está rodeado de jóvenes ultras, los llamados Guerrilleros de Cristo Rey, que protestan contra la herejía a punto de cometerse. Dos horas y media después el centrismo pop de Camilo Sesto es un éxito y derrota musicalmente al oscurantismo religioso. Sesto se afianza como el puente dramático entre el tufillo profranquista de Raphael y los nuevos vientos de libertad y que soplan. Al final de la temporada Ángela Carrasco confiesa que está embarazada y Franco muere a pocos días del estreno. El Señor actúa de maneras misteriosas.

EL FACTOR CAMILÍN

Junto con el éxito llegan las novias, sucesivas y fotogénicas. La más notoria es la ex mujer del matador Luis Miguel Dominguín, Lucía Bosé. Componen juntos y durante el flirteo Camilo descubre en el hijo de Lucía y Dominguín a una promesa musical y le produce su primer disco, aunque sin éxito. Miguel Bosé sonaba más a Camilo que a Bosé en ese primer disco. Pero siempre se notará la mano indeleble de Camilo en Miguel.

Luego de conquistar Viña del Mar, Camilo llega a Lima, graba una joya musical en el viejo estudio de Santa Beatriz y tiene una racha prodigiosa de melodías que serían la médula de su catálogo setentero. Es el caso de la fábula zíngara Melina (1975), Vivir así es morir de amor (78). Y el mayestático El amor de mi vida (1978), donde un vibrato sintetizado anticipa con ayuda de campanadas a medio camino entre la música clásica de los nacionalistas rusos y las fanfarrias de moros y cristianos del Alcoy natal de Camilo, un himno a la subordinación sentimental:

Me duele más dejarte a ti que dejar de vivir  me duele más tu adiós  que el peor castigo que me imponga Dios.

Llegados los ochenta Camilo ya ha triunfado en el mundo. En el año 83, un accidentado episodio romántico comprende un encuentro sexual con una fan mexicana escondida en la habitación de un hotel en México. Nace Camilo Michel Blanes Ornelas y en el año 87 el español anuncia su retiro para dedicarse a ver crecer a su hijo, maldito por la prensa del corazón ibérica con el infausto apodo de Camilín. La paternidad quiebra y cuestiona el verdadero amor de su vida, él mismo, y Camilo inicia su travesía hacia el corazón de las tinieblas del camilosestismo.

Cual ave Fénix irrumpe en los noventa con tres muestras más de que aún tiene veta romántica que compartir con su feligresía, ya madura pero siempre incondicional. Camilo presenta esa súplica sin atenuantes que es Perdóname, luego Amor mío qué me has hecho (91), ya usando infame peluca y exceso de maquillaje. Los comentarios sobre su menguante virilidad empiezan a proliferar, tomándose como premonitorias canciones como Piel de Ángel (75) que ahora se pasa a llamar A escondidas, confesión cantada de un amor proscrito. Su impronta de galán fronterizo se defiende gracias al sincretismo logrado antes en esa fusión entre balada romántica y telenovela –los dos grandes cauces de educación sentimental hispanohablante– cimentado en 1980 cuanto compone la canción del melodrama en el que Lucía Méndez hace de otra puta con corazón, Colorina.

Camilo pone toda la carne en el asador y combustiona en público sus demonios, sometiéndose a inopinadas operaciones estéticas faciales bajo la consigna equívoca de “mi cara es mi ofi cina”. El resultado es un plastificado niño viejo de pelo falso y arrastrado hablar. Entra en un período misántropo, enclaustrado en su mansión de Torrelodones, de donde no sale porque afuera dice que hay muchas moscas. La infecta televisión basura española se mete con la precozmente desordenada vida privada de Camilín, afectada por rumores de la vida íntima del padre con peluca, con alocuciones arteras tipo en principio su existencia no debió haber padecido más trauma que el haber tenido a Camilo Sesto como padre, que no es poco. En el 2001 Camilo se somete a un trasplante de hígado, tal como Raphael y Jorge Henderson. La casualidad no existe.

CAMILO EN CAÍDA LIBRE

El último gran acertijo en el extravío actual de Camilo es su reiterado anuncio de despedida. El primero fue en el 2008 bajo el rótulo de Gira del adiós: Camilo pura vida. Lo canceló. En el 2013 en un rarísimo asalto en su mansión perpetrada por una versión rural de La naranja mecánica, le sustraen electrodomésticos, joyas y la peluca adorada. Al año siguiente reemprende la Gira del adiós, ahora llamada Todo de mí. En el ínterin sufre una caída doméstica y se lesiona el hueso calcáreo del pie izquierdo. Operado y sedado emprende su segunda despedida y así llega a Lima en el 2014. Jorge Henderson lo presenta por todo lo alto en el escenario del Jockey Club. Pero a los quince minutos de show deja el micrófono ante el desconcierto del respetable. Henderson se hace del micro y le pega un capotazo al divo cubriendo su salida con la lealtad propia de un trasplantado a otro. Logra interceptarlo tras bambalinas para decirle por la ventana del auto en que huye, con respeto pero con verdad, muy mal, Camilo, muy mal.

Al día siguiente el español invitó a tomar desayuno al periodista peruano al hotel Meliá de la avenida Salaverry. Camilo se desahogó: el frío de Lima le había entrado por los pies y Camilo no había podido ser Camilo.

Jorge, estoy en tus manos, se encomendó Camilo a Henderson recreando en Salaverry el Getsemaní de Jesucristo Superestrella.

¿CAMILO VUELVE?

Camilo cumple siete décadas y reaparecerá el día de su onomástico para un anuncio. Será la presentación de Camilo 70, en alusión a su década prodigiosa y a su edad. Henderson, que ante la muerte súbita de Juan Gabriel ha visto renacer el interés y apego por la balada, ha estado en estos días virtualmente atrapado en radio Felicidad, la web, el Twitter, el Facebook, el periscope, atendiendo pedidos de radioescuchas que quieren romanticismo, del antiguo, el de siempre, ya mismo en sus vidas a la vena por todas las vías posibles: la balada romántica no ha muerto.

La valla está aquí arriba dice Henderson empinándose y señalando la travesía de las cenizas de Juan Gabriel, polvo cósmico rumbo al Noa Noa que hay en las estrellas. Camilo o nos sorprende o se afianza en el sacrificio pagano donde el personaje devora a la persona, sino trágico del artista que autopsia su corazón cortado por la tersa navaja de su propia voz.

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