El más ecléctico y experimental de los nuevos cantautores peruanos, Carlos Cruzalegui, se ha revelado, entre sus contemporáneos, como el más capacitado para renovar las tradiciones locales del folclor y la nueva canción latinoamericana. En sus manos, géneros como el huayno, la balada, el vals criollo y la música afroperuana se fusionan con el rock, el jazz, el pop, la “world music” e incluso la más moderna música electrónica para encontrar nuevas posibilidades sonoras y expresivas.
Con una trayectoria que apenas supera los cinco años y una discografía que recién se acerca a las veinte canciones, Cruzalegui se las ha arreglado para sorprender a sus oyentes con cada uno de sus lanzamientos. Desde su primer sencillo, “Línea imaginaria”, hasta el más reciente, “Para qué”, el cantautor peruano ha logrado actualizar el folclor latinoamericano con estructuras de pop, armonías de jazz, texturas orquestales y pulsos electrónicos, además de letras cargadas de metáforas y enunciadas con contornos melódicos que combinan, a veces en menos de una estrofa, las tesituras de Chabuca Granda, Mercedes Sosa, Elis Regina, Omara Portuondo y Joni Mitchell, generando, a partir de esta mezcla de influencias, una voz que no le pertenece a nadie más que al propio Cruzalegui.
Si bien en canciones como “Miro (me conecto)” y “Algo nuevo”, Cruzalegui ya se había deslizado por los derroteros de la música electrónica –combinado el jazz, el drum & bass, el synth pop y la música andina–, su nuevo single, “Para qué”, producido por el ex bajista de Temple Sour, Rulolo, enfatiza el interés del cantautor peruano por los sonidos programados.
El resultado de este proceso es la canción más experimental de toda su discografía. “‘Para qué' es una exploración que habla de esos momentos donde me sentía drenado socialmente de tanta interacción social, de tanta empatía, de tanta búsqueda”, señala el cantautor. “Es, tal vez, un lado que normalmente no muestro tanto, pero con igual carga de belleza”. El hastío al que se refiere Cruzalegui se articula en la canción a través de graves notas de sintetizador que establecen un duro y acotado círculo armónico, sobre el cual el cantante enuncia una de sus letras más difíciles: “¿Para qué dejar la puerta abierta?/¿Para qué hacer caso a la conciencia?”. Hacia el minuto y medio, un enajenado e hiperactivo pulso de drum & bass presiona a la canción, creando una atmósfera ansiosa y claustrofóbica donde la voz del cantante se distorsiona, como si estuviese siendo empujada por fuerzas invisibles que la someten y la dominan. “Más allá/abriré otra puerta”, canta, pero la imagen que evoca no es más que un deseo; mientras tanto, la realidad y el encierro continúan.
“Para qué” podría ser la canción más oscura de toda la discografía de Cruzalegui, pero esto no quiere decir que se trate de un fracaso artístico. Todo lo contrario. La naturaleza ominosa de la música y el abatido estado de ánimo de la letra se combinan con elocuencia para dar forma al tema de la canción: la desesperación de hallarse encerrado y el anhelo de libertad que este mismo encierro provoca en el prisionero. El hecho de que Cruzalegui no tenga miedo de expresar estas emociones y recurra a las herramientas musicales que mejor se acomoden a ellas –aunque el resultado sea oscuro, vertiginoso y exigente con el oyente– no hace sino confirmar su verdadera estatura artística, la cual, como lo confirma esta canción, no hace más que seguir creciendo.
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