Chabuca Granda estrenó "La flor de la canela" un 21 de julio de 1950. (Foto: Archivo Historico de El Comercio)
Chabuca Granda estrenó "La flor de la canela" un 21 de julio de 1950. (Foto: Archivo Historico de El Comercio)
Czar Gutiérrez

Perfumada de magnolias, rociada de mañanita, el tranvía la ha traído de Barranco a la Plaza Dos de Mayo. Tiene 30 años, los ojos azules y acaba de llegar a la fiesta del cantante criollo José Moreno. En medio del jolgorio, en su memoria persisten las palabras del historiador Raúl Porras Barrenechea que pedía piedad para el viejo puente, el río y la alameda, eternos damnificados de una ciudad donde nunca llueve. Entonces abandona momentáneamente la fiesta, se asoma al balcón y dice: “Déjame que te cuente, limeño”. Enmudece por unos segundos, aparece y, como aclarándole el soliloquio, agrega: “Esa era la frase que faltaba para terminar la canción”. Y se reintegra a la jarana.

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Era el 7 de enero de 1950 y seguro ya había escrito la parte correspondiente a su musa. “Por la solera de esta señora negra, elegantísima, Lima tendría que alfombrarse para que ella la paseara de nuevo”, diría en el célebre programa “A fondo” de la televisión española. Letrista notable, construye metáforas redondas: las canas son los jazmines, las rosas son los rubores en el rostro. “A ella le debo todo. Dicen además que la canela es el talismán de los gitanos en España y yo doy fe. Y cuando pido que Lima se alfombre de flores para que Victoria Angulo baje al llano abandonando el trono de su propia nobleza, estoy pidiendo lo mismo para todos los hombres de color que ya echan raíces profundas en la historia. Mi gente, mis amores”.

CANELA EN FLOR

La memoria es un ensueño que se evoca. El recuerdo es un perfume. También hay derrames de lisura y aromas de mistura. Y así, espléndidamente engarzada entre sus tropos, la canción quedó expedita para perpetuarse sobre acetato. Pero en esa Lima criolla, alegre y jaranera, antes llegaría el cumpleaños de doña Victoria. La había conocido en casa de su amiga María Isabel Sánchez-Concha, intrépida jovencita y cómplice en el ardid con sus amigos José Gálvez y Carlos Rodríguez Hübner: sería la encargada de escribir esas encendidas cartas de amor al poeta español Juan Ramón Jiménez, que terminó perdiendo la cabeza por Georgina Hübner, su inexistente admiradora detrás del charco. Pero, claro, ese es otro tema.

Lo cierto es que atravesó el Puente de Palo, hoy Santa Rosa. Llegó al Rímac. Encontró el callejón donde vivía la insigne lavandera y, llenando sus pulmones con la risa de la brisa del río, se la cantó por primera vez. Era un 21 de julio de 1950. “Yo canto como un perro, o como un gato si quieres. Las canciones de otros con esta voz de San Bernardo no me atrevo a cantarlas, pero las mías, ¿por qué no? Y como soy una bisagra con swing, me lancé”, recordaría después. Tendrían que pasar tres años para que sus amigos Los Morochucos la transformen en el lado ‘A’ del 45 r.p.m. que lanzó sin éxito Sono Radio. Era un vals extremadamente sofisticado para la época. Pero cuando Los Chamas la volvieron a llevar en el lado ‘B’ de otro disco en 1954, rompió fronteras y echó a volar.

La replicaron en Chile Vicente Bianchi, Rey Silva, Los Huasos Quincheros y Paz Undurraga. Antonio Prieto en Colombia, Aníbal Troilo en Argentina, Dolores Pradera en España, Sonia y Miriam en México. Después brillaría en las voces de Irma Dorantes, Yma Sumac, Pérez Prado, Lucha Reyes, Bola de Nieve, Pedro Vargas, Raphael, Julio Iglesias, Rocío Jurado, Plácido Domingo, Raúl di Blasio, Carlos Mancinelli, Lola Flores, La Lupe, Los Chalchaleros, Savia Andina, María Martha Serra Lima, Juan Diego Flores, Caetano Veloso y siguen firmas. En 2017 estuvo nominada a un Grammy Latino en la voz de Rubén Blades y, entre homenajes y reversiones, hay setecientas flores de canela solo en Spotify.

Y RECUERDA QUE

“Un día me llama Chabuca y me dice que no quería celebrar su cumpleaños en su casa sino bajo el puente, allá por el cementerio, por donde vivía doña Victorita. ‘¿Me acompañas?’, me dice. Y yo ‘por supuesto’. Entonces nos fuimos en su auto chiquitito hasta esa zona de Maravillas, Barrios Altos. Y allí, en un pequeño callejón conocí a ‘la flor’ y a su hermano, a quien Chabuca le dice ‘déjame que te cuente, moreno’. Es una canción poética, fina, toma distancia de esos valses que denostaban a la mujer. Adecenta el criollismo y reconoce que los negros éramos elegantes y virtuosos lejos del cliché de ser buenos en la cocina, el deporte y la lujuria. ‘La flor de la canela’ es la recuperación de la belleza”, señala nuestra excepcional Susana Baca.

Chabuca Granda compuso "La flor de la canela" basándose en la historia de Victoria Angulo Castillo.   (Foto: Archivo Historico de El Comercio)
Chabuca Granda compuso "La flor de la canela" basándose en la historia de Victoria Angulo Castillo. (Foto: Archivo Historico de El Comercio)

“Tiene versos perfectos”, decía su amigo César Calvo. Pero ella lo negaba. “Tengo imágenes poéticas, pero yo soy letrista”. Si Pinglo saca al valsecito peruano del gueto barrial, ella le otorga ciudadanía universal: cambia su estructura, le insufla otra épica y hace que salga de conquista allende los mares a partir de su canción insignia, suma de sonoridades donde concurren el espíritu libertario de Conny Méndez y Tom Jobim para un tema que antes de ser declarado Patrimonio Cultural de la Nación ya era el segundo himno nacional patrio. “Si no supiera que después hay vida eterna, no habría podido vivir esta”, dijo alguna vez. Tal vez por eso sentimos que Chabuca no se ha ido, que solo se mece en un sueño.

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