Sobre Charlie Watts, su modestia y discreción eran tan célebres como su talento. (Foto: Carsten Rehder / AFP)
Sobre Charlie Watts, su modestia y discreción eran tan célebres como su talento. (Foto: Carsten Rehder / AFP)
/ CARSTEN REHDER
Czar Gutiérrez

El filo de la guitarra corta la noche hasta estrellarse con la batería y generar el primer golpe infeccioso del recital. Eran las nueve en punto cuando estalló “Start Me Up” en Lima, con su famosa ‘reverberación de baño’ y su famoso cambio de letras del ‘start it up’ original. Entonces los cimientos del Monumental de Ate respondieron con un temblor. Y las placas tectónicas de 50 mil almas se rajaron irremediablemente en una noche que nadie olvida. He ahí a diciendo después de la tercera canción: “Hola, Lima; hola, Perú; hola, mis causitas”. He allí al ‘gentleman’ encargado de redoblantes, bombos y platillos refugiado entre sus tambores con el mismo perfil bajo y la misma humildad del niño que había crecido en una casa prefabricada en los suburbios de Wembley.

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Como se sabe, durante su estancia en Lima los Rolling Stones trataron de guardar el perfil más bajo posible. Al día siguiente de su llegada, Watts, Wood y Jagger fueron a comer al restaurante Astrid & Gastón y luego el líder de la banda fue visto desembarcando en Punta Hermosa de un lujoso automóvil negro. Después iría a cenar al restaurante Central. Sobre Watts, su modestia y discreción eran tan célebres como su talento: siempre parecía estar ausente y se manejaba con la levedad de los verdaderos artistas, esos que caminan por el mundo ajenos a su leyenda: la “Rolling Stone” lo coloca como el duodécimo mejor baterista de todos los tiempos.

Elegante y señorial

“Vi a Charlie Watts antes del concierto y antes de tener la suerte de abrir a esa tremenda banda llamada los Rolling Stones”, dice Tavo Castillo, tecladista de Frágil. “Nos llamaron para una foto entre las dos bandas, se le veía ya un caminar un poco encorvado. Pero por otro lado todos mostraban un físico increíble y también muy amables. Pero Watts era tal vez el más parco, aunque siempre el más elegante y señorial de todos. Ahora, su desempeño en el concierto fue impecable. Nunca falseó, nunca dejó de sentirse su fuerza como uno de los ejes base de la banda. Sé que antes de venir se estaba recuperando de un cáncer que lo separó del grupo por un tiempo, pero jamás imaginé que nos dejara tan pronto. Es una gran pérdida, el mundo musical está de luto”.

Castillo no conserva ninguna de esas fotos porque previamente los hicieron firmar un compromiso en cuya base decía que, si querían usarlas para cualquier cosa, les caería una demanda de US$85 mil. Quien sí se hizo muchas fotos y no tiene reparo en publicarlas es Alejandro González, CEO de la productora Kandavu que trajo a la emblemática banda al Perú. “La primera vez que tuve contacto físico con los Stones fue solo con Jagger, en la oficina de su abogada en Londres, para conversar acerca de la gira sudamericana que estuvo a cargo de mi socio Daniel Grinbank”, dice, mostrando una foto en la que aparecen él y su esposa en medio de la formación más emblemática de la historia del rock.

“Llevé [al concierto] una guitarra para que me la firmaran y fue precisamente Charlie Watts quien tuvo la gentileza de cargar ese instrumento hasta cada uno de sus compañeros para que me la firmaran. Esa fue una de las razones por las que pedí el cambio de lugar en esa foto, yo quería estar en el medio de ellos dos. Lo anecdótico es que él mismo se ofreció [a recolectar las firmas]. Yo no se lo pedí. Como te digo, todos ellos son gente muy sencilla y amable. Hace 21 años traigo artistas y con los dedos de la mano tengo recuerdos de artistas con una calidad humana increíble. Los Stones fueron así. Tengo el mejor y grato recuerdo de Mick Jagger y de todos ellos. Muy educados, muy cordiales y agradecidos. Cero pose de estrellas en comparación con otros artistas”.

Mito en vida

Quien también estuvo cerca de ellos, aunque más de Jagger, fue el empresario hotelero José Koechlin. “Lo conocí en 1969 en Ancón. Salimos en la embarcación de un amigo a pasear por el Yacht Club y mantuvimos ese vínculo hasta el año 81 cuando con Werner Herzog estuvimos haciendo ‘Fitzcarraldo’, yo era el coproductor. Entonces fue cuando nos encontramos con Mick por segunda vez”.

Pero no sería la última. “En el 2011 me dijo: ‘Quiero pasar unos días tranquilo con mi hijo Lucas Maurice, quiero estar solo en la selva’. Entonces le ofrecimos el hotel Inka Terra que está en el bajo Madre de Dios. Y cuando regresó en el 2016 para el concierto, tuvo el gesto muy bonito de concertar una cena privada en Central, con mi esposa y cuatro integrantes de su grupo. ¿Y qué es lo trascendente de todo esto? Que Charlie Watts y todos los Rolling Stones se han mantenido activos hasta una edad adulta creando un magnífico sistema de vida y dándonos alegría con una modernidad distinta”.

Como distinta siempre fue su presencia en ese colectivo. Desde haberle dicho alguna vez a Jagger: “Yo no soy tu baterista, en tal caso tú eres mi vocalista”, hasta la sonrisa que nos arrancó en plena pandemia cuando los Stones se reunieron para un ‘streaming’ mundial y Charlie Watts tocaba una batería invisible. O ahora mismo, que cuando todos pensábamos que los Stones eran inmortales, su baterista prefirió convertirse en un mito.

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