Diego el Cigala: tradición y fusión del flamenco
Diego el Cigala: tradición y fusión del flamenco
Santiago Bullard

Diego Ramón Jiménez, mejor conocido como Diego El Cigala, se ha forjado una reputación como el más universal de los gitanos. Cantaor de larga carrera, su compleja figura reúne las muchas contradicciones que dan al flamenco su dinamismo, la nostalgia que se respira en la cadencia de sus acordes.

Acusado por unos y aclamado por otros a raíz de su afán por experimentar con la fusión del flamenco con otros géneros, El Cigala se encuentra en Lima, donde dará un concierto mañana miércoles. Como todos los otros shows de su gira Cigala y Piano, este lo dedicará a su mujer, Amparo Fernández, quien falleció el pasado 19 de agosto.

—¿Cómo ha ido la gira hasta ahora?

Ha sido un éxito. Ahora vengo de Colombia, y la verdad es que ha sido bárbaro. Espero que la noche del miércoles [mañana] se repita la historia aquí en Lima.


—¿Qué te empujó a hacer una gira acompañándote solo con un pianista? 
Creo que es una fórmula que me deja hacer las cosas que me gustan, cosas que quiero hacer. El piano es un instrumento muy versátil, y eso hace que sea más fácil pasar del tango al bolero, y después al flamenco. Además, me gusta mucho cómo suena la mezcla de voz y piano. Es una cosa muy bonita, sencilla, pero muy completa.


—Como figura, hace pensar en el disco “Lágrimas negras” (2003), que grabaste con Bebo Valdés y que fue con el que te hiciste conocido en Latinoamérica.
Bebo es lo mejor que me pudo pasar. “Lágrimas negras” marcó un antes y un después en mi vida y en mi carrera. Sin ese disco yo hoy sería un cantaor más de los muchos que hay. Fue Bebo el que me abrió esa puerta. Pero esta gira es algo distinto. Seguro cantaré algo de “Lágrimas negras”, pero habrá también muchas otras cosas. Además, el pianista que viene conmigo, Jaime Calabuch, es gitano, y por eso tiene un estilo diferente al de Bebo o su hijo, Chucho, que son cubanos. Lo bueno es que lo mismo te toca un flamenco que una clásica.


—Con Bebo descubriste el bolero, pero luego has experimentado con muchos otros géneros caribeños y con el tango. Hay quienes dicen que hace ya mucho que abandonaste el barco del flamenco.  
Yo diría que soy de los pocos que se están quedando en ese barco. La fusión ha sido siempre parte de la esencia del flamenco. Empezando por Camarón [de la Isla] y Paco [de Lucía], que lo revolucionaron todo en los años setenta. Piensa en “La leyenda del tiempo”: los gitanos, cuando escucharon ese disco, pensaban que Camarón se había vuelto loco, con todos esos teclados y baterías… 25 años después fue nombrado como una obra maestra del flamenco.


—Y luego están Paco de Lucía, que introdujo ritmos e instrumentos nuevos al flamenco, o la banda de Kiko Veneno, que lo fusionó con el rock... 
El flamenco es un género que se adapta muy bien a todas las músicas. En cambio, a los otros géneros les cuesta mucho más adaptarse al flamenco. ¿Qué te puedo decir? El flamenco es como un templo… a mí me gusta decir que es un estado de ánimo.


—Algo así decían Miguel Ríos y Joaquín Sabina del blues: que es un estado mental.
Exactamente. El blues, además, tiene una esencia similar a la del flamenco: es una música de la tierra, del pueblo, de la gente...


—Tu disco más reciente, sin embargo, se llamó “Vuelve el flamenco”. 
Es un homenaje a Paco de Lucía, y lo hice en parte para callarles la boca a todos los que pensaban que yo ya no iba a volver de los boleros y los tangos. Yo soy flamenco hasta la médula, porque el flamenco es una actitud, una forma de vida. Además, tenía ganas de reencontrarme con la guitarra de mi buen amigo Morao, que toca como los grandes.


—¿Ya has definido cuál será tu próximo proyecto?
Estoy grabando un homenaje flamenco a la salsa, que saldrá el próximo año. Para mí, es un lujo poder cantar las canciones de Héctor Lavoe, de Celia Cruz, de Tito Puente, de Johnny Pacheco… Porque la salsa es algo enorme, fue una hecatombe en los años setenta. Te juro que daría uno de mis dedos por haber vivido ese momento.


—Ahora llevas tres años viviendo en República Dominicana. ¿Cómo ves la situación que se vive en España?
Lo que veo es que hay un estancamiento terrible. No solo en lo laboral, sino también en la cultura y en la música. Vivo fuera de España, pero soy español, viajo allá todo el tiempo, y es como si no hubiera nada. 


—Ese estancamiento cultural del que hablas, ¿tuvo algo que ver con tu decisión de dejar el país?
En parte, porque uno se cansa de vivir rodeado por tantas presiones. En República Dominicana estoy como un marrano en el lodo, bajo todos los días a la playa y parezco Tom Hanks en “El náufrago”.  


—¿Crees que también el flamenco se ha estancado?
En España sí, porque tiene muchas limitaciones. Pero, en general, el flamenco pasa por su mejor momento, porque se ha hecho universal. Aquí en Lima, por ejemplo, hay un circuito muy bueno, con escuelas de baile y músicos tremendos, como [el guitarrista] Ernesto Hermoza.


—Empezar esta gira debió haber sido muy duro, tras el fallecimiento de tu esposa… Esa misma noche diste un concierto en Los Ángeles.
Al principio pensé que no iba a poder hacerlo. De hecho, me negaba a subir al escenario, pero también sabía que tenía que hacerlo. Por ella. Porque ella lo hubiera querido así. Toda esta gira va por Amparo.

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