Apenas abrió los ojos a la vida supo que su destino sería de lucha constante. Horas antes de nacer, un antojo de la mujer que la trajo al mundo hizo que su padre se embarcara en una canoa, con tan mala suerte que hasta el amanecer ni un solo pez había picado el anzuelo. Mientras él no se daba por vencido en medio del río, en la chacra de los Páucar Valverde las contracciones de Doña Aquila anunciaban el nacimiento de Dina, la segunda hija de la familia. Sin nadie que traslade a su madre al hospital de Tingo María, fueron los brazos de su hermana Alejandrina, de apenas cinco años, los que la recibieron. Esta es la primera de las pruebas que Dina Páucar, una de las más queridas y exitosas exponentes del folclor andino, tuvo que ganarle al destino.
Días antes de su cumpleaños número 51 y aun con el sinsabor de ver postergada la celebración por sus 30 años de trayectoria, la diosa hermosa del amor -o ‘la negra’ como cariñosamente la llaman- escarba en su memoria para recordar los huaynos que cantaba de niña, revivir su debut en los escenarios junto a una banda de cumbia y, con la emoción a flor de piel, detallar los acontecimientos más significativos de su empedrado camino al triunfo.
¿Es cierto que usted empezó cantando cumbia?
Yo siempre canté mis huaynos, pero en mi pueblo, de muy niña. Cuando llegué a Lima con tantos comentarios lindos de Pintura Roja y Los Shapis, que eran los grupos que todos los provincianos escuchábamos en la capital, empecé a indagar sobre ellos en la compañía de mi hermana Alejandrina. Tenía entre 13 y 14 años. A esa edad ya íbamos a buscarlos y a escuchar su música. Así me nació la pasión por la cumbia tropical andina, como Vico y su grupo Karicia o el Grupo Alegría. De todos ellos, Pintura Roja era el que más me gustaba porque eran voces femeninas, como la de la ‘Princesita Mily’. Quería cantar con ellos, pero era bastante difícil. Ellos eran un grupo inalcanzable para mí, que ni siquiera estaba por nacer artísticamente.
¿Cuándo se le presenta la oportunidad de cantar este ritmo?
Pasaron como tres años y ya vivíamos en Villa María del Triunfo por Nueva Esperanza. Y todas las noches que yo regresaba de trabajar escuchaba que cantaban. Yo me preguntaba ¿qué harán ahí, quiénes serán? Un día cuando regreso de trabajar resulta que mi hermana se había hecho amiga del director del grupo que ensayaba y le había dicho que yo también cantaba. Me contó lo que había pasado y me dijo “negra, hay un grupo que te quiere jalar”. “¿A mí?” le respondí. Me invitaron a un ensayo y preguntaron si sabía alguna canción de Pintura Roja. Obviamente yo sabía todas, así que canté. Como siempre he sido media jaladita me pusieron de nombre la ‘chinita Gigi’.
¿Cuál era el nombre de esa agrupación?
Se llamaban Los Roldis y el director era el ‘chino’ Torres, que ya falleció. Estuvimos juntos tres años más o menos cantando. Un día mi director llegó y nos dijo que tenía una sorpresa. Por entonces, nosotros mismos nos costeábamos nuestros pasajes, algunos los instrumentos que alquilaban, pero ese día eso no nos importó porque íbamos a limpiarle la cancha al Grupo Alegría y a Pintura Roja en el minicomplejo de Surquillo. Para nosotros era un logro porque era salir del anonimato para telonear a los grandazos. Me acuerdo de que era domingo y los eventos empezaban a las 11 de la mañana hasta las 8 de la noche. Fue una linda experiencia, pero también quería cantar huaynos y, la verdad, no vi que tuviera mucho futuro en el grupo. Éramos cuatro voces y yo no resaltaba mucho, así que poco a poco me alejé y empecé a ir a los Portales de Huayllabamba, donde escuché por primera vez en vivo a los maestros Lucio y Tomás Pacheco, Elba Girón, Rubén Cavello.
Usted nació en Tingo María…
Sí, pero me crié en Irma Chico, la tierra de mi padre, a la cual amo con todo mi corazón. Es la sierra de Tingo María.
¿Es en ese centro poblado donde aprende sus primeros huaynos?
Nací escuchando huaynos, a Picaflor de los Andes. Por mis padres que tenían su barcito, una tienda chiquita donde llegaban y cantaban las personas. Para mí cantar huayno era y es mi pasión. No la cambiaría por nada. Si me dicen que cante una balada lo haría pero para experimentar. Lo mío es cantar huayno.
¿Recuerda los primeros temas que empezó a cantar de niña?
Son muchos, entre ellos los de la maestra Mina González “Entre licor y licor”. Cuando me vine de mi pueblo en mi mente cantaba esa canción, pero llorando porque estaba dejando a mi papá y a mi mamá. Recordaba la sonrisa de mi padre, el cabello de mi madre. Me preguntaba a mí misma si estaría haciendo bien o mal. Hay otra canción de la maestra Elba Girón “Yo por ti”, wow, por esas canciones moría. Son tantos los temas de los maestros que siempre que me encuentro con ellos les digo que soy afortunada por tener su amistad. Es tan lindo haberlos escuchado de niña y ahora de grande aun poder apreciarlos en el escenario. Eso para mí es una bendición. También hay una del Picaflor de los Andes, “Pasajero en el camino”. Amo toda la música que es de Huancayo.
¿Cómo era su vida en Tingo María?
Era muy hermoso estar en la selva, en la chacra. Nosotros no teníamos casa en la ciudad, vivíamos en el caserío Santa Rosa de Quesada y para poder mantenernos mi padre cruzaba el río Huallaga. Nosotras desde el otro lado esperábamos a que papá aparezca con los víveres, amábamos que regrese para poder comer pan con mantequilla. Todo era tranquilo hasta la fatídica tarde en que unos desconocidos golpearon a mi padre.
¿Ese fue el incidente que propicia la salida de su familia de aquel pueblo?
Ese episodio me traumó. Cuando vivimos en Tingo María el terrorismo nos golpeó bastante. He visto a familias morir cortadas. Fue terrible. Cada vez que hablo de eso me pongo tartamuda. Ese día no sé a quién buscaban y se la agarraron con mi papá, lo golpearon mucho. Nosotros vivíamos de la agricultura, mi papá cultivaba café, plátano, naranja, maíz, yuca, ese era nuestro sustento. Mamá criaba sus gallinas, patos, que luego vendían en la ciudad cuando crecían. Éramos sumamente humildes como muchas familias en la selva. Recuerdo con nostalgia que vivíamos en una casita donde compartíamos un solo cuarto. En medio de los golpes que esos hombres le daban mi papá, él decía “yo no sé nada”. Pero esos hombres lo amenazaron, “si te encontramos mañana, te matamos a ti y a tus cachorros”.
Imagino que lo único en lo que él pensaba era en sacarlos de ahí.
Esa noche mi papa tomó algo de lo poco que teníamos y nos fuimos en unos ‘mixtos’, unos carros que llevaban mitad carga mitad pasajeros. Llegamos a Huánuco, dormimos en el Tambo, en un paradero. Lo que quería mi papá era irnos a su pueblo, Irma Chico. Tomamos otro ‘mixto’ que nos dejó en Tingo Chico. Allí esperamos que nos traigan caballos para llegar a nuestro destino. Se podía ir a pie, pero eran 3 horas para nosotros que no estábamos acostumbrados a caminar en el lugar. En ese tiempo yo tenía 9 años, mi hermana Alejandrina 14 y mamá estaba embarazada. Esa noche, muy tarde, llegamos a una casa que hasta ahora mi papá conserva. La casa casi no tenía techo, pero mis abuelos y tíos nos dieron colchas, pellejos, mantas para abrigarnos y dormir en un rinconcito. Al día siguiente, en el terreno que le correspondía a mi padre, empezamos a construir las paredes, la tapia le llamamos nosotros, de la que sería nuestra nueva casa.
Irma Chico era muy diferente a su pueblo en Tingo María.
Yo me preguntaba dónde estoy. Irte de la selva a la sierra de la noche a la mañana sin ninguna explicación, pasar de 700 metros a 3700 metros sobre el nivel del mar, me afectó mucho. No llegué a adaptarme, pero ¿dónde iba a ir? Tenía que estar con mi papá. Empecé a usar zapatos de jebe, de siete vidas, cuando siempre usé sandalias o andaba descalza corriendo. Veía como mi cara y manos se empezaban a cuartear, debía usar sombrero. Llorábamos con mi hermana, era muy triste.
¿Cuándo le empieza a rondar la idea de escapar de ese lugar?
Me puse muy rebelde. Un año después le empecé a decir a mi hermana “yo aquí no me quedo”. Quería regresar a mi pueblo, pero no sabía cómo llegar. Me escapé tres veces. Hacía tanto frío. Para pastar a los animales teníamos que caminar hora y media al menos cuesta arriba y llevar protector de hule para la lluvia. Cada vez que regresaba a casa se lo reclamaba a mi hermana, porque en el otro pueblo no era así. La primera vez que intenté escapar fui bien tontita. Me fui por un camino de tierra y mi padre vio mis huellas. Me alcanzó en Tingo Chico y me castigó haciéndome llevar dos calabazas de regreso. Mi mamá me dio con látigo.
¿Y la segunda?
Esa vez decidí irme por donde había pasto para que no encuentren mis huellas. Esa vez llegué más allá, tomé un ‘mixto’ hasta la ciudad de Huánuco. Llegué al jirón Aguilar donde vivía mi madrina Elena Omonte, le conté todo. Ella me llevó a la peluquería, me bañó, me compró ropa, pero a los dos días llegó mi papá. Cuando almorzábamos alguien tocó la puerta y mi madrina me escondió en un cilindro, pero un estornudo me delató. Otra razón por la que yo quería volver a mi pueblo era porque allí se quedó mi perrito, las gallinas de mi mamá. Quería buscar a mis animales. Pero tuve que volver a Irma Chico.
El tercer intento fue el definitivo.
Al poco tiempo de mi regreso llegó mi tío Alipio, que en paz descanse, él hablaba de Los Shapis, del panetón, del fideo, de la comida que era rica en Lima. Yo me preguntaba qué será el panetón. Era primo hermano de mi mamá y estaba casado con la hermana de mi padre. Mi tío vivía en el Callao y yo bien mosca, preguntaba cómo se llegaba hasta allá, qué carro hay que tomar. Le sonsacaba información a mi tío mientras le contaba a mi papá cómo tenía que hacer para llegar a su casa cuando vaya a Lima. Así supe cuál era mi ruta.
En ese viaje usted corrió mucho peligro.
Muchísimo. No sé cómo me he salvado. Salí de madrugada de mi casa, con algo de dinero y unas papitas sancochadas que mi hermana Alejandrina me dio para el camino, hasta llegar a la terminal de buses que me traía hacia Lima. Ella ya me había dicho qué decir, pero no me creyeron porque viajaba sola. No sé cómo convencí al chofer para poder llegar a Lima. Esperé a que amaneciera para tomar los buses, la 92 o la 61 pasaban por el Parque Universitario y la Plaza San Martín, eso recordaba que había dicho mi tío.
¿En algún momento de su trayecto hacia Lima, se arrepintió?
Antes el camino desde Huánuco a Lima tardaba como 17 horas porque se recogía muchos pasajeros de La Unión, Huallanca, Chiquián, eso demoraba. Llegamos como a las 2:30 o 3 de la madrugada y me asusté, quería regresar. Pero ya estaba en el caballo, no me podía detener. Además le había prometido a mi hermana que iba a ser alguien en la vida y que cuando regrese le iba a comprar su vestido. Esos eran mis sueños, a eso vine a Lima.
¿Cómo continúa rumbo al Callao, en búsqueda de su tío?
Me quedé dormida y me pasé hasta La Punta. Buscaba cómo volver al Mercado Central del Callao que estaba lejos Estuve todo el día caminando, buscando. Lloraba porque no sabía qué iba a ser de mí. A eso de las 5 de la tarde me di una vuelta más por el mercado y en la puerta de una botica vi a un gordito sentado vendiendo emoliente. Reconocí a mi tío por su pelo crespo y su sombrero de paja. Grité y lo abracé. Al no ver a mis padres, dejó encargada su carretilla y me llevó casi de las orejas a su casa. Allí estaba mi tía Antonia, me abrazó y me preguntó por mi papá. La abracé fuerte y le dije que no me deje. Mi tío decía que mañana mismo me regresaba a mi pueblo, pero mi tía se negó. Todavía tenía una papita que me había mandado mi hermana.
Mientras usted estaba con sus tíos, ¿qué pasaba en Irma Chico? Sus padres la buscaban.
Me quedé seis meses con mi tía y seis meses mi papa sufrió (llora mientras recuerda). No había forma de avisarle a mi padre que yo estaba en Lima, a menos que sea con una carta. Supe que mi padre me había buscado por todos lados. Hasta Huánuco había llegado, pero como me encontraba pensó que el pishtaco me había llevado. Antes se hablaba mucho de eso. Para nosotros no es una leyenda.
¿Y qué pasó con su hermana, cuando descubrieron que ella la ayudó?
Pobrecita, a ella casi la flagelaron para que diga dónde estaba y por la plata que había desaparecido también. Pero Alejandrina nunca habló por temor a que me hagan regresar. Luego mi padre se resignó, pensaba que no me volvería a ver. Finalmente ellos un familiar les dice que me vio en el Callao. Les contaron que estaba vendiendo emoliente con mis tíos y mi papá viajó para llevarme con él, pero yo el supliqué para que me deje quedarme. Yo quería comprarle un poncho nuevo y sus botas de jebe porque él usaba yanquis, andaba con ropas muy humildes, teníamos muchas carencias. Lo convencí, pero con una condición, tenía que quedarme trabajando en una casa. Buscamos trabajo en Jesús María, Miraflores, Surco, pero por mi edad no me querían aceptar. Hasta que por fin cerca al hospital de policía me dijeron que sí. Trabajé en esa casa un año, mi papá había pedido que no me dejen sin salir ni los domingos, solo para estudiar. Hasta le hizo firmar un documento a la dueña
¿Eso se cumplió?
Fue ñanga, una semana después yo ya me había ganado a la señora, soy muy cariñosa. Yo estaba en las reuniones que se hacían en esa casa, iba a comprar al mercado, a la panadería, era libre. Me gané a mi jefa y a todos en casa, me trataban como una hija más. Ellos me enseñaron cómo sentarme y comportarme, me educaron. Yo tomaba el caldo haciendo ruido, ellos me decían “las princesas no toman la sopa así” y me decían cómo. Cuando alguien cumplía años yo les cantaba. Si alguien preguntaba por mí, la señora decía por si acaso ella es mi hija. Fueron lindos conmigo.
Hasta ese momento usted tuvo mucha suerte de encontrar personas que la ayuden.
Definitivamente. Pasó un año y mi papá vino por mí y ya no pude regresar en el tiempo que había quedado. Volví a los tres meses pero ya habían encontrado a otra persona en mi reemplazo. Perdí esa oportunidad.
¿Qué otros trabajos tuvo?
Después de eso pasé por trabajos donde no me fue bien. Empecé a sentir que ya me golpeaba la ciudad. Si no me acostumbraba me iba. Yo pensaba que todos me iban a tratar bien, pero no. Así que mientras intentaba buscar algo adecuado para mí volví a ayudar a mis tíos. Quería trabajar en casa porque era algo menos arriesgado, más familiar. Lo mío era la limpieza no la cocina, que hasta ahora me cuesta un poquito, pero me he actualizado durante la cuarentena. Nunca encontré una jefa querendona como la primera. Otros me hacían comer en la cocina, me maltrataban, esas cosas.
Durante esos años. ¿dónde quedó su sueño de convertirse en artista?
En ese tiempo empecé a escribir mi primera canción “Falso amor”, aunque no sabía casi nada sobre eso. Escuchaba baladas y en ellas me inspiraba, escribía letras sueltas y esa canción se quedó por mucho tiempo en mis cuadernos. Justamente estos días he estado acomodando tantas canciones que he escrito y que no tienen música.
Hasta entonces nunca había subido a los escenarios.
Todavía. Después de un tiempo llega a Lima mi hermana Alejandrina, con ella empecé a trabajar y lo hacíamos por un mismo sueldo porque queríamos estar juntas. Después nos fuimos a vivir a Nueva Esperanza, donde ella hasta ahora vive, cerca al cementerio. Allí es donde nace Dina Páucar como cantante, con Los Roldis.
¿Cómo recuerda su primera experiencia cantando en público?
Fue en el paradero número 5 de Nueva Esperanza, en un local pequeñito para unas 150 personas. Algunos decían “no pasa nada” (ríe). Eso me frustró un poco. Pero yo siempre digo que las cosas negativas que me han pasado han sido mi impulso para seguir, prepararme más y demostrar que sí puedo. Dentro de mí decía “voy a ensayar mucho y la próxima semana será mejor”. Yo era muy tímida. Si un chico me miraba yo ponía los ojos en el piso. Ese día no sé qué pasó, creo que me olvidé la letra y me pifiaron.
A los 19 años quedó embarazada, eso postergó todos sus planes.
Pasó mucha agua bajo el puente. Cuando quedé embarazada mi hermana se molestó. Yo ya estaba estudiando cosmetología, tenía muchos sueños por cumplir, quería cantar y tener una profesión. Habían pasado nueve años y no había logrado nada. Pero no renuncié solo lo puse en stand by. Estaba segura de que tarde o temprano lo iba a lograr.
¿Qué hizo para hacer de esos sueños una realidad?
Antes para convertirte en cantante tenías que grabar un disco y tener tus propias canciones. Así que yo empecé a buscar entre mis cosas para encontrar las canciones. Allí fue que encontré esa primera canción que no había terminado, “Falso amor”.
¿Esa canción formó parte del disco que usted misma se financió?
Así es, mi hermana me ayudó solventar algunos gastos. Mi hijo y mi disco nacen casi juntos. Él nace en diciembre del 89 y en junio de 1990 hago mis primeras grabaciones para “Mi tesoro”, mi primer trabajo que se lo dediqué a mi hijo.
¿Qué tal le fue con esa producción?
Uy, jajaja. Yo no tenía dónde difundir mi casete, pero haberlo grabado fue mi fortaleza y mi alegría. Llegué de sorpresa donde mi hermana y se lo enseñé. Me compré una casetera nueva para hacerle escuchar. Preparé una reunión familiar, me compré mis cervecitas y puse mis canciones, casi todas de mi autoría. Como ninguna productora quería grabar conmigo, nadie apostaba por mí, puse Producciones Musicales Dina Páucar. Hice una caja de casetes, me quedé misia. En ese entonces 400 copias costaban 200 dólares, mi hermana me prestó esa plata. Pero la verdad, no vendí ni un solo casete. Creo que más fue por falta de promoción, no tenía donde hacerlo, no tenía shows. Hasta que decidí comprar un espacio de una hora en la radio. En ese tiempo sonaba muy fuerte radio Agricultura y la música andina la pasaban solo en las emisoras AM.
¿Quién le da la idea de incursionar en la radio?
Fue gracias a una amiga muy querida, podría decir una de mis descubridoras, la huarochirana Rosa Vásquez Cuadrado. La hora costaba 1500 soles, que era un platal para mí. Nuevamente corrí a que mi hermana me presté dinero. Yo seguía trabajando y cantando en pequeñas fiestas y lugares. Rosita me vendió la mitad de su hora y ella era la que hablaba y pasaba mi música junto a la de otros artistas. Un día ella no fue a la radio, creo que lo hizo a propósito. Mi hora iba de 3:30 a 4 de la tarde y se llamaba Una cita con Dina. La dueña de la radio me dio la noticia de que mi amiga no vendría y yo me tendría que hacer cargo. Me dio una lista de saludos y anuncios. Prácticamente me abrieron el micrófono de la radio a la fuerza para que empiece a hablar. Así fue como hice mi programa cerca de dos años. Como dice la canción todo empezó como jugando
¿Su conexión con los oyentes fue inmediata o tardó?
La gente de provincia afincada en Lima me escuchaba y me pedía enviar saludos, luego empezaron a preguntar cómo hacían para auspiciar mi programa. Esa radio era muy sonada todos los grandes estaban ahí. Y yo estaba dentro junto a Perlita de Huaral, Mina González, Alicia Delgado. Me invitaban a los eventos, me auspiciaban tiendas de motores, de abarrotes, no me pagaban mucho, pero era algo.
Después de tres años por fin logra presentar al público su primera producción “Mi tesoro”. Pero ocurre un incidente que la sorprende. Cuéntenos qué pasó.
Como ya era un poquito más conocida, me alentaron a celebrar mi aniversario y presentar mi casete. Era mi aniversario número tres y me acuerdo que mi papá había traído carne para hacer pachamanca. Se avizoraba que ese día el lugar iba a reventar. Eran como las tres de la tarde de un domingo, ya había bastante gente porque yo lo había anunciado en la radio. cuando veo que se acercan unos policías que vienen con una señora que me señalaba y gritaba “ella es”.
¿Quién era?
Prefiero no decir su nombre porque está delicada de salud. La cosa que es que me dice que estoy utilizando un nombre que no es mío. “Pero si yo me llamo Dina, como mi productora”, les digo yo. Me piden documentos y no los tenía conmigo, los había olvidado en mi casa. Yo vivía en Villa María del Triunfo y el evento se estaba realizando en el Cono Norte, en Los Olivos. Me llevaron detenida a la comisaría de Sol de Oro y todo se fue al diablo. Todo fue pérdida. Esta señora se llamaba también Dina y decía que yo estaba utilizando su nombre, aunque su nombre artístico era otro. Ella decía que era una de las estrellas de Prodisar.
Empresa en la que luego usted trabajaría.
En mi cabeza se había quedado el nombre Prodisar, una empresa que tenía a los mejores artistas del folclor, entre ellos Doris Ferrer, Elmer de la Cruz, Sósimo Sacramento, Dany Mendoza. Averigüé que hacían eventos en Huayllabamba y fui un sábado con dos amigas que me ayudaban. Hicimos nuestra cola, entramos y vimos que junto al escenario estaban sentados varios artistas. Un hombre se nos acercó y nos dijo “si les compras unas cervecitas te acercas y les hablas”. Mi amiga se fue corriendo a comprar, nos acercamos, me presenté y les dije que yo también cantaba. Ellos me dijeron que la señora que me hizo el problema ya había cantado. Allí me enteré de que Prodisar tenía 5 horas en radios como Unión, Agricultura, Inca, Cora. Antes del año logré trabajar con ellos.
¿Cómo lo logra?
Por entonces conseguí por primera vez viajar a Ayacucho, pienso que seguramente alguno de los casetes que regalé habrá llegado allá, la cosa es que la canción “Tonto” y “Falso amor” empezaron a sonar en esa ciudad. Me pusieron el marco musical y viajé sola, fue el promotor que me llevó Bachi Gamarra, quien me puso el nombre de la ‘diosa hermosa del Amor’. Ya en Ayacucho fui la telonera de los artistas de Prodisar y de regreso viajé con ellos en el avión, Willy Alvarado, el coordinador de Prodisar, me dijo que había cantado lindo. Y me invita a abrir el show en otra presentación. Emocionada fui con mi mamá y mi hijo, pero no nos hicieron caso. Esperé horas y me fui decepcionada. Bachi me dio la idea de entregarle al propio Samuel Dolores, dueño de Prodisar, mi casete.
¿Pudo hacerlo personalmente?
No, pero intenté tres veces. Había tanta gente que quería hablar con él que desistí. En ese tiempo yo ya vivía en Habich, tuve un problema con mi hermana. Discutimos porque llegaba tarde los sábados y domingos que tenía que cantar, así que me fui a vivir sola con mi hijo. Yo sabía que si no persistía me iba a sentir fracasada. No tenía ni donde dormir, pero estaba en un departamento. Un día contacté con un centro comunitario y dejé mis datos para que me avisen si alguien me llamaba para un contrato o de la radio. Hasta que una vez tocan fuerte a mi puerta y me dicen que tengo una llamada de Prodisar, de Samuel Dolores. En ese tiempo no tenía mucho que ofrecerle a mi hijo, cuando no cantaba hacía cualquier trabajito, lavaba, limpiaba, lo que salga. Así que salí corriendo y llegué justo cuando el señor Samuel llamaba, me citó un martes para poder conversar. Salté hasta el techo, estaba feliz. El día pactado me dijo que le habían hablado bien de mí y que iba a escuchar mi música, que vaya olvidándome de mis polladas y de todo lo que hacía porque ya no estaba para eso. Qué haría un espacio para mí y que me llamaría.
Por fin le daban una oportunidad.
Pero no me llamaba pues, así que lo hice yo. Semanas después firmé un contrato por 5 años, te juro que ni me fijé cuánto me iban a pagar ni nada porque yo solo quería trabajar allí. Por eso no me había dado cuenta de que mi bolo era solo S/40, por actuación, que era prácticamente solo para mis pasajes. Desde entonces mi música empezó a sonar un poquito en las radios. Eso para mí era una bendición.
Con la prohibición que le hicieron de ir a otros lugares a cantar usted perdía ingresos.
Me dolió un poco eso, pero me habían dicho que si se enteraban de que volvía a hacerlo no cantaba más con ellos. Antes de mi debut en Prodisar, me despedí de mis amigos, con los que cantaba y me reunía los lunes en la casa del folclorista, en Habich, donde nos buscaban para contratarnos para cantar en cumpleaños y polladas. Debuté un 20 noviembre en los portales de Huayllabamba, nunca en mi vida había visto tanto público junto. Subí al escenario y canté “Falso amor”, pero antes de terminar me bajaron del escenario. El señor Samuel me llamaba, me dijo “qué fría eres”, me remedó cantando. Me sentí humillada, todos los que estaban allí se mataron de la risa. Quería que la tierra me trague. Me fui a mi casa, lloré mucho y me compré creo que cuatro botellas de cerveza y yo solita me las tomé. Pero vuelvo a decir, cualquier cosa mala que me ha pasado me ha dado impulso para mejorar. Me acordé de aquella vez cuando me pifiaron y me prometí que algún día quienes se burlaron de mí me iban a rogar para que me quede en su empresa y que me pagarían lo que realmente valgo.
Pero al poco tiempo de ser parte de Prodisar llega su primer gran éxito.
Más o menos ya era el año 1994 me dijeron que rescindirían mi contrato si no grababa una producción que ellos iban a preparar. Empecé a buscar canciones hasta que por fin grabé. Dentro de esa producción estaba “Qué lindo son tus ojos”. Ese tema tiene su historia.
¿Qué pasó?
No fue grabada dentro de la producción. Estaban “Desdicha de amor” “Tu recuerdo”, Amor incomparable” “El amor de mi vida”, “Mío” y tantas otras. Después de 20 días de haber grabado uno de mis músicos, Elmer Jesús Estela, me invita a una reunión en su casa para festejar mi nuevo disco. Fui escucho que canta “Qué lindos son tus ojos”. Me dijo que era suya. Me armé de valor y llamé a don Samuel, pero me colgó diciéndome que no podía disponer a cada rato de las salas. Insistí varias veces, hasta que cuando me tocó fecha de pago volví a decirle, me escuchó y a los días tuve que grabarla en menos de una hora. Era el patito feo de la producción, pero cuando la escucharon se convirtió en mi carta de presentación. Pasó de ser el último tema para convertirse en el número 1. Eso fue un 7 de junio de 1994 y ese mismo mes empezó a sonar con fuerza en las radios.
Supongo que con ese éxito sus bonos subieron.
No, yo seguía cobrando 40 soles por bolo, no podía reclamar, prácticamente no tenía derecho a nada. Si te cuento cuánto me pagó por esa producción no me vas a creer. 100 dólares, 350 soles. Don Samuel me dijo solo “te estoy pagando porque has puesto la voz, yo he pagado al artista, a los músicos, yo te estoy promocionando, es lo que te corresponde”.
¿No se sintió explotada?
Ya estaba allí y me estaba codeando con todas las superestrellas. Empezaron a llevarme por primera vez al Cusco, empecé a conocer Trujillo, Huancayo, Huánuco. Unos años después escuché que se habían vendido 160 mil copias del disco.
Ese tema también fue objeto de una denuncia.
En el año 2000 me denuncian por haber cantado ese tema y el supuesto compositor me pedía un millón de soles. A Elmer Jesús, quien me dio el tema, lo denunciaron por usurpación. Pero como el señor Samuel me había dicho que yo solo había puesto mi voz, el disco era su producción no la mía. Finalmente fue empresa quien se encargó de pagar las regalías al compositor. Hasta que apareció Waldo Apaza yo siempre creí que Elmer él era el compositor. Diez años duró el juicio. Al final me absolvieron. Esa canción ya la habían grabado otros artistas como Abencia Meza.
¿Cuándo se desliga de Prodisar?
A pesar de todo, yo siempre le voy a agradecer al señor Samuel haberme albergado en su empresa. Rescato que me hizo nacer verdaderamente como artista, yo había nacido unos años antes pero pataleando. Quizás fue injusto no valorarme, pero yo estaba contenta de cantarle a Perú y visitar sus ciudades. Cuando decido dejar la empresa él se molestó conmigo, ahora ya somos amigos. Yo ya no me sentía contenta allí. Todo empezó en 1997 cuando fuimos a Atacocha, Cerro de Pasco, habían vendido un show, pero solo fuimos dos artistas y ese no había sido el trato. Justo era mi cumpleaños, y tuve que cantar desde las 9 ó 10 de la noche hasta las 4 de la madrugada, porque no aceptaron a César Torres, el artista que me acompañaba. ¿Y sabes quién animaba? Mi esposo. Por ese entonces, mi bolo en provincia era 120 soles, en Lima seguía en 40 soles por show. De los 7 mil soles que cobró solo me dieron 120. Fue Rubén quien me dijo que debía reclamar, que merecía más que eso. Ahí nacen las discrepancias con la empresa. Yo me retiro en una navidad de 1999. Yo le tenía mucho amor a la empresa, pero eran injustos conmigo. En esa Navidad el señor Samuel llegó molesto porque yo había grabado en una producción sin que él lo supiera. Fue por necesidad porque me pagaban muy poco y necesitaba el dinero. Además yo estaba sin contrato como un año, pero seguía trabajando.
Era su oportunidad de exigir mejoras.
Rubén ya me había preparado. Me dijo mínimo por show en provincia debes pedir 500 soles, además de pasajes y comida. Nosotros ya vivíamos juntos y hasta el carrito de segunda que nos habíamos comprado lo utilizábamos para los shows y gastábamos de nuestro bolsillo. Para Lima, tenía que pedir mínimo 300 soles. Yo sabía que no iba a aceptar. Cuando no sentamos a conversar, me gritó. Quiso que firmara un documento en presencia de sus abogados, pero yo no quería cometer el error de la primera y quería ver qué decía el contrato. Era un contrato indefinido y no quise firmar sin la presencia de mi propio abogado. Le echó la culpa a Rubén. Mientras él gritaba yo salí y allí finalizó nuestra amistad por varios años.
Sin empresa de por medio, ¿cómo inicia su carrera en solitario?
Rubén jugó un papel muy importante. Ya teníamos 4 años juntos, aunque en la empresa teníamos prohibido enamorarnos, nos queríamos a escondidas. Cuando don Samuel se enteró de mi relación me dijo o Prodisar o Rubén. Rubén se retiró para estar tranquilos. Siempre me decía cuando regreses a Prodisar te van a abrir la puerta para que entres con tu carrazo. Teníamos nuestra platita ahorrada, pero Rubén taxeaba, nosotros somos guerreros. Una de las primeras cosas que hicimos fue celebrar mi décimo aniversario por todo lo alto. Él ya conocía cómo se hacía esto, había aprendido en la empresa. Lo celebramos en los Portales de Huayllabamba, por primera vez estuve sola en ese local, convocamos a Los Ecos, para hacer una combinación diferente. Y reventamos por primera vez un local es para 4 mil personas. Vendimos más de 800 cajas de cerveza, las entradas eran populares, nunca hemos cobrado caro. Fue maravilloso, a pesar de que el dueño de Prodisar me había dicho que iba a desaparecer como todos los artistas que salían de su empresa.
Ustedes fueron uno de los primeros del folclor en hacer grandes shows.
Rubén siempre decía que el folclor era minimizado con conciertos chiquititos. Rubén ya pensaba en grande. Ponía pantallas gigantes, mi nombre con luces, empezó a hacer de mi nombre una industria, bien loco. Me acuerdo de que una vez hizo un evento en Chincha y cuando estábamos llegando lo primero que vi fue mi nombre enorme en la pared. El valora mucho mi trabajo y yo el suyo.
Ahora que menciona que el folclor andino era minimizado, usted alguna vez se ha sentido discriminada por cantar huaynos?
Entre nosotros los artistas no. Pero entre la gente, el público, siembre ha habido discriminación. Lo he sentido, sobre todo, cuando aparecieron las redes sociales. Lo he vivido en carne propia, me he deprimido, he llorado mucho cuando he leído comentarios absurdos, insultos. Me decía palabras feas como serrana, chola de “m”. Antes yo leía todo hasta que aprendí a borrar, a bloquear o darle mis redes a otras personas para que depuren los comentarios. En las redes es donde he sentido mucha discriminación y racismo contra personas de la sierra.
¿Es partidaria de la fusión o del folclor puro?
Hasta en las comidas los sabores se han fusionado. Ahora hasta al ceviche le echan mango. Tú dices no, pero si lo pruebas es rico. Igual pasa con la música. Hasta los trajes. Lo que sí no estoy de acuerdo es que hayan recortado las faldas tanto que hasta se te ve el alma. Las generaciones de ahora han cambiado eso. Yo canto huayno con arpa. Los grandes de la música andina, como Doris Ferrer, Alicia Delgado, Elmer de la Cruz lo cantan así. Huaynos románticos, bailables, cada uno a su manera, como Mina González, Rubén Cavello, Flor Pileña y otros maestros. Yo no pongo saxo ni violines, ni teclado, yo sigo manteniendo esa dulzura de la música andina desde hace 30 años, desde mi primera producción. No me ofendo por lo que puedan decir.
“Volveré” es otro de sus grandes éxitos y fue además el tema de la miniserie que en el 2004 hicieron sobre su vida. ¿Fue difícil convencerla de que exponga así su vida?
A mí me propusieron hacerme esta miniserie porque un tiempo antes yo había ido a Pucallpa por la fiesta de San Juan y llegaron más de 20 mil personas esperándome. Ese evento lo organizaba Rubén, nos acompañaban Juanecos, Ruth Karina, pero yo era el plato fuerte. Cuando estábamos en el hotel Rubén me dice que hay un muchacho que me está esperando. Era Mathías Brivio de “Cuarto Poder”. Él estaba sorprendido por la cantidad de gente que me seguía. Me dijo que Luis Miguel estaba en el Jockey con 2 mil personas y aquí 10 veces más. Me hizo un reportaje bien bonito. Fue el primero que me hicieron. Después de eso mi teléfono no paraba de sonar. Y apareció en mi puerta Michelle Alexander queriéndome hacer una miniserie. Acepté, pero antes pedí permiso a mis padres, a mi hijo. Tenía que decirles porque ellos iban a ser parte de la historia que se iba a contar. Pasó algo, yo pequé de inocente. Cuando me iba a Tarapoto, los urracos me abordaron y me hicieron grabar una invitación para el lunes, fecha del estreno de la miniserie y a la misma hora. Cuando estoy llegando al aeropuerto, veo que tenía un montón de llamadas de un número desconocido. Era Baruch Ivcher que me llamó la atención “cómo vas a hacerte harakiri, vas a competir contigo misma. Mañana cuando regreses un carro te va a esperar”. Al llegar al canal el señor Ivcher me hizo entender lo que había hecho y me preguntó “¿Cuánto te han pagado?”. Me dijo vamos a comer y me dio el cheque de 5 mil soles de regalo.
¿Usted colecciona muñecas? He visto fotos suyas con estos juguetes.
Lo que pasa, es que yo vine muy niña a la capital de Lima, y nunca jugué con muñecas. Mi vida ha sido trabajar y trabajar. Soñaba siempre con tener una muñequita, mi mamá me hacía pero eran de trapo. Esto se lo conté un día a mi madrina de bautizo, que fue a los 40 años porque quería casarme con Rubén, pero hasta ahora no se ha podido. Para Navidad ella me regaló una muñeca que trajo de Estados Unidos, muy bonita, a la que le puse Carito Coral por mi hija mayor que se llama Diana Carolina. Por primera vez, a mis 40 años jugaba con muñecas. Empecé a coleccionarlas por eso.
¿Cuántas muñecas tiene?
Muchas, en realidad. Son las que me han ido regalando con el pasar del tiempo. En algunas fotos salgo con cinco que tienen el nombre de mis hijos Tatiana, Diana Alejandro y Jacky. Y Junior que es el hijo de Rubén, al que quiero como si fuera mi propio hijo. Esas son las que más quiero porque los representan a ellos. También conservo una de las muñecas que hicieron con mi nombre tengo otras, nueve son de artesanos cusqueños.
Hablando de muñecas, hace varios años sacaron una con su nombre e imagen.
Sí pues. Cerca de festejar una Navidad le llega la propuesta a Rubén. Yo decía, “asu, qué chévere”. Pensaba en mis niños, a los que siempre ayudo. Ya me imaginaba regalándoles el juguete, porque desde hace 23 años por cada show hago una bolsita para ellos y con mi producción buscamos zonas donde hay necesidad. En Ventanilla, Villa El salvador, San Juan, Vitarte, Huaycán, o mandamos juguetes al Cuzco, Arequipa, Huancayo. Por eso las muñecas me hacían mucha ilusión. El señor Manuel Celada, de los Karibeños, fue el encargado de hacerlas, pero fue un abuso más. Hicimos el trato y él me ofrece muñecas como regalías. Yo quería 1500 para regalar, pero no aceptaron porque decían que se gastaba mucha plata. Éramos muy inocentes Rubén y yo, o idiotas, perdóname la palabra, pero es que no acertamos en esas cosas. Después me enteré de que vendieron miles de miles de muñeca a diez dólares, como 900 mil. Y a mí me dieron solo 200 muñecas como regalía y ni un sol.
Este año cumple 30 años de carrera. ¿Cómo pensaba celebrarlo antes de que el Covid-19 llegue al Perú?
Todo se nos quedó en el aire. Yo lo celebro normalmente en noviembre. Los artistas ya estaban contratados porque esto se prepara con mucha antelación para que salga bien. Pero ahora sabemos que hasta el próximo año recién se podrá hacer espectáculos, a menos que encuentren una vacuna, que está difícil.
¿Cuántos conciertos cancelaron con el inicio de la cuarentena?
Nosotros paramos una semana antes del decreto que paralizaba todo. Teníamos que tocar en Arequipa, Puno, Juliaca, Tacna. Cancelamos todo porque empezamos a ser conscientes de lo que hacerlo significaba. Nos hemos quedado con los pasajes comprados. Giras internacionales, Brasil Chile, Bolivia, por el día de la madre en Italia. Todo quedó postergado.
También tenían planeado sacar un nuevo álbum.
Este año yo tendría que estar sacando el número 24 de mi carrera. Nosotros no vendemos discos, sacamos nuevos trabajos para mantenernos vigentes. Mi primera producción, como te conté, es casi toda de mi autoría. En la segunda solo tengo tres canciones mías; en la tercera, dos; en la cuarta una, y así. Yo no tenía cuando sacar una producción netamente con mis obras musicales como hice al inicio, pero desde hace años vengo haciendo canciones. Tengo más de 150 patentadas en Apdayc. Así que me dije por qué no hacer una producción íntegra con mis temas. Me siento capaz, mis canciones también pueden gustar. Lo han hecho “Mi recuerdo”, “Volveré porque te quiero” “Sonríe para mí”. De repente no tanto como “Qué lindo son tus ojos” o “Volveré” porque son vallas muy altas. Pero para mí fue una gran satisfacción poder cantar mi tema “Falso amor” con la Sinfónica Nacional y el maestro Fernando Valcárcel. Él la escuchó y me dijo que era un tema muy lindo y lo incluyó en la presentación que hice en el Gran Teatro Nacional. Luego la tocamos en el Cervantino de Guanajuato y en el Palacio de las Bellas Artes de México, en el 2015. Fue un regalo muy especial por mis 25 años de trayectoria Ya tenía casi todo listo, los 12 temas, pero llegó este enemigo invisible. Solo nos queda esperar.
¿Dentro de todas las experiencias que ha tenido hay algo que quisiera cambiar?
Yo creo que todo está bien. Las cosas deben venir con sazón y desazón. No todo tiene que ser color de rosa. Mi vida personal está bien, no puedo ser injusta. En el lado artístico he hecho lo que he podido con amor y cariño.
¿Cuál es el recuerdo que más atesora de su infancia?
A pesar de haberme retirado a tan temprana edad del seno de mi padre y de que me hubiera gustado disfrutarlo más, siempre me recuerdo con mi hermana lavando la ropa en el río, paseando, bañándonos, siendo libres y felices. Son momentos inolvidables, los guardo con mucha nostalgia.
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