Jaime Guardia. (Foto: USI)
Jaime Guardia. (Foto: USI)
Enrique Planas

Verlo tocar el charango resultaba hipnótico. Sentado, el corpulento músico parecía inmóvil. Los dedos de la mano izquierda moviéndose muy suavemente sobre los acordes, mientras la derecha rasca las cuerdas con delicado frenesí. El charango permanece acunado sobre su pecho. Zapateaba apenas, inclinando la cabeza sobre el instrumento, como si buscara algo que nosotros somos incapaces de escuchar. De lejos, parecía un gigante hurgando en el corazón de una muñeca.

Instrumento pequeño pero poderoso: como el que le regalaron de niño para interpretar sus primeros yaravíes en el pueblo de Pauza, Ayacucho, donde nació el 10 de febrero de 1933.

", integrante de la Lira Paucina, está considerado como el mejor charanguista del Perú", escribió José María Arguedas en febrero de 1962, en El Dominical de El Comercio. Dos años después, el escritor le dedicaría así su fundamental novela "Todas las sangres": "A Jaime Guardia, de la Villa de Pauza, en quien la música del Perú está encarnada cual fuego y llanto sin límites".

Antonio Muñoz Monge, investigador del folclor, explica que a finales de la década de los cuarenta Guardia decidió tentar suerte en Lima. "Llegó a la capital a los 16 años con la gran oleada migratoria andina y en pleno auge de los coliseos, donde una creciente población provinciana se reencontraba con sus costumbres, música, potajes y tradiciones. Por entonces reinaba la música huancaína alegre y bailable, pero el joven Guardia, poco a poco, introdujo el yaraví, melancólico, triste", escribe.

Guardia conoció a Arguedas en 1952, solo tres años después de llegar a la capital. Enfrentaba entonces a un público provinciano y migrante que no siempre quería un huaino tan tradicional como el que él traía. Un día decidió participar en un concurso organizado por Radio Nacional en el Coliseo Lima, ubicado en la calle Pomabamba, en Breña. Quedó en segundo lugar, pero del encuentro con el autor de "Los ríos profundos", jurado del certamen, nacería una relación de admiración, respeto mutuo e investigación. De la mano de Arguedas, Guardia ingresó al departamento de folclor de la Casa de la Cultura en 1964, donde entró en contacto con el doctor Josafat Roel Pineda. Con el destacado folclorista, recopiló grabaciones, información sobre fiestas y entrevistó a intérpretes de todo el país.

Como señala Muñoz Monge en un artículo publicado en El Dominical en el 2009, fueron dos las cartas que Arguedas dejó antes de morir. Una estaba dirigida al rector de la Universidad Nacional Agraria donde enseñaba y la otra a sus estudiantes. En ella, pedía que su entierro fuera acompañado por los músicos Jaime Guardia, Máximo Damián y José Durand. El deseo fue cumplido.

LA VOZ DE LA TRADICIÓN
Guardia, quien se encontraba internado desde hace un mes en el hospital Edgardo Rebagliati tras presentar complicaciones respiratorias, falleció en su casa en Chorrillos, ayer por la mañana, el mismo lugar en el que, a pedido del propio músico, se velan sus restos hasta hoy. Será enterrado en el cementerio de Santa Rosa, en Chorrillos, a las 4 p.m. A lo largo de su vida, siguió el consejo del maestro Arguedas: ejecutar la música andina como él la había escuchado de niño. "La música que escuchó en su infancia marcó mucho su trabajo", señala la compositora Pepita García Miró. "Desde muy joven supo que la música sería su camino, aunque en su familia no estaba bien visto que se hablara quechua o se tocara el charango".

Defensor del huaino tradicional, Guardia era muy crítico con los folcloristas actuales. En una entrevista de Jorge Paredes, periodista de esta casa, el maestro lamentaría las modas musicales: “Los jóvenes están fusionando el huaino con lo foráneo y eso no es bueno porque a la larga se pierde la cultura nuestra". Pocos, como sus colegas Manuelcha Prado o Raúl García Zárate, se salvaron de sus críticas. "Es bueno que existan músicos tradicionalistas que defiendan los ingredientes puros. La intención de Guardia siempre fue ser fiel a lo que él recibió", señala García Miró.

Jaime Guardia y Pepita García Miró. (Foto: El Comercio)
Jaime Guardia y Pepita García Miró. (Foto: El Comercio)

Recuerda al maestro(Pepita García Miró)

Desde el 2003, la cantante, compositora y estudiosa musical empezó a reunirse con don Jaime Guardia para aprender a cantar huainos. "Lo conocí cantando con su charango. Me pareció muy especial lo que él hacía. Me impresionaron su dignidad, su claridad, su inteligencia. Era un hombre muy profundo, una persona que sabía lo que tenía", recuerda.

Con los auspicios de la Universidad Católica, ambos grabaron estas canciones en desaparición en el disco “Encantos andinos” (2009), que recogió temas propios de Jaime Guardia, así como huainos, carnavales ayacuchanos y yaravíes arequipeños que acunaron la infancia del maestro. Un segundo volumen fue grabado en Barcelona y presentado en París, en el 2011.

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