Entregada al budismo desde hace más de una década, Regina Alcóver vuelve a esa otra fe suya: el canto. Todos los martes de mayo en La Estación de Barranco. (Foto: El Comercio)
Entregada al budismo desde hace más de una década, Regina Alcóver vuelve a esa otra fe suya: el canto. Todos los martes de mayo en La Estación de Barranco. (Foto: El Comercio)
Maribel De Paz

Arañando los 70 años, Regina Alcóver dice solo temerle al Alzheimer.
En su dormitorio, su propio altar budista es su ancla a la felicidad. No le importa el apelativo de "abuela rockera" y reconoce que su cirugía
estética está tan bien hecha que no se nota. A estas alturas de la vida, afirma, hace lo que le da la gana, y lo que le da la gana ahora es subirse a un escenario y volver a cantar en los setenta, arrastrada por la marea feliz de la nueva ola.

—Sobre el budismo que has abrazado, ¿qué pasó para que llegaras a este cambio?

En realidad siempre estuve en la búsqueda, y ya casi para cumplir 60 encontré esta filosofía de vida. Yo estaba en Buenos Aires cuando recibí el Gohonzon [pergamino de devoción], y las enseñanzas del budismo mahayana son maravillosas. Primero que nada, te instalas en la felicidad, y cuando tú encuentres la felicidad, se la das a los demás. Es nuestro mantra: "Me dedico con devoción a la ley de causa y efecto por medio de la voz". Y a partir de que uno lo comienza a repetir, no es que las cosas cambien alrededor, pero tú adquieres una paz interior
y una alegría más allá de lo que te puedas imaginar. No hay situación que no tenga respuesta a una oración, y no hay situación que uno no
pueda resolver.

—Suena demasiado bueno para ser real.

Es como ponerte unos lentes y empezar a ver las cosas de otra manera: no buscar las dificultades, sino encontrar las soluciones. Pero no quiero decir que porque hagas el mantra ya está. Es un trabajo
que uno tiene que hacer con su vida. Cuando nos entregan el Gohonzon es como que te entregaran tu vida de nuevo, y entonces dices: "A ver qué hago con esto ahora". Para mí fue un renacimiento y un darme cuenta de que mi vida es valiosísima, un templo.

—¿Y qué dejaste atrás cuando el budismo entró a tu vida?

La angustia, la pereza. Nunca he sido muy perezosa, pero entendí cómo la mente es la que tiene que manejar el cerebro, que está preparado para sobrevivir, y cualquier cambio es una amenaza. A mí me apasiona la neurociencia y la psicología. Es más, he empezado a estudiar un diplomado.

—Has dicho que quieres dedicarte a las terapias de pareja, y tú misma has tenido cuatro matrimonios.

Sí, soy reincidente varias veces. No porque me haya ido mal, sino porque quizá las dos personas equivocamos el rumbo. ¿Por qué? Porque yo soy una mujer que no le pertenezco a nadie. Uno no debe
pertenecer, pero así está concebido el matrimonio, o sea, esta es tu esposa, tu propiedad, forever. No tengo ningún problema en afrontar el hecho de que me haya casado cuatro veces. La primera vez éramos muy jóvenes ambos. Yo tenía 18, y lo conocí a los 14 [a Joe Danova], pero fue un gran amor en mi vida. En ese momento no había
programas en los que te descubrían qué fue lo que pasó, y todo pasó…

—¿De forma más humana?

De forma respetuosa, diría yo, lo que me permitió transitar el dolor de la separación. Pero soy una convencida de que en la vida, si no pasaran determinadas cosas, no vivirías lo que te toca vivir después. Y lo que viví después fue el regalo de una hija que amo con toda el alma. Mis dos hijos son un regalo de la vida, y entonces mal puedo decir: "Ay, no, no me hubiera casado". No considero un fracaso haberme separado cuatro veces. Que piensen los demás lo que quieran. Yo me quiero como soy, con mis errores y equivocaciones, y así les enseñé
a mis hijos a quererme.

—¿Hay lugar para el amor a los 70 años?

Por supuesto que sí, pero libre,diferente.

—Hace un tiempo dijiste que es bueno transitar por el sufrimiento para ser feliz.

La felicidad real es respirar, es estar viva, y ver que la vidame permite, a los 69 años, en plenas facultades, ser útil, ayudar a otros, hacer felices a mis hijos, seguir arriba de un escenario. Si quieres ser inquilina del sufrimiento, lo vas a ser toda la vida. La gente me dice que no puedo decir que estoy jugando los descuentos, ¡pero es cierto! ¿Cuánto tiempo de calidad de vida voy a tener? Eso es estar consciente y ser realista, y decir: "Soy una mujer grande". Yo he vivido
separaciones de duelos, he vivido muertes, mi padre se fue cuando yo tenía 4 años y él 26.

—¿Cuáles son esos recuerdos imborrables de tu padre de esa temprana edad?

De cuando venía de trabajar a las cuatro de la mañana y me despertaba para jugar. Él era cantante, brasileño, y me cantaba, y mi mamá le rogaba que no me despierte. Mi papá era mi vida, mi yunta, mi amigo… Y nos mandamos mensajes. Parece loco, pero sé que
hay otra dimensión, varias dimensiones en las que están nuestros seres queridos. Yo me contacto con él y me manda energías. No me parece justo que se haya ido tan pronto. Hubiera sido feliz viendo a su
nieto cantar, viéndome a mí en un escenario, pero bueno, tengo que dar la vuelta y decir: "Gracias que lo tuve".

—A propósito de este show,has dicho que es renovar la vida también.

A través de la música, que entra a tu cerebro sin colador y te conmueve y te lleva a tu juventud. Con los años yo me di cuenta y soy una agradecida de eso, de que las personas no solamente me quieren porque les gusto como actriz o porque les guste "Mi muñeca favorita"," La novicia rebelde" o"Los Pérez Gil". Lo que les gusta es que formo parte de una juventud, formo parte de su vida.

—¿De alguna forma es eso una responsabilidad para ti?

Hasta ahora me he portado bien, solo me he casado cuatro veces. Pero eso no le ha disgustado a nadie, porque sigo siendo la misma o mejor:
más abierta, sin miedos. No hay cosa más linda que envejecer feliz.

—¿Qué representa Oswaldo Cattone para ti?

Es el hermano que me hubiera gustado tener. Parece mentira que en el año 72 estábamos en Buenos Aires haciendo una novela juntos, "Mi dulce enamorada", y él me perseguía en el set y me decía: "Che,  cuando vaya a Lima hacemos teatro?". Yo pensé que era una cosa que se le había ocurrido al azar, pero en el 74, en Lima llego al canal para conocer a mi galán y era Oswaldo. No podía creerlo, y me dijo: "¿Ahora sí hacemos teatro?". Y hace más de 40 años que nos queremos.

—¿Qué papel no volverías a hacer?

El de idiota [la risa de Regina estalla]. Sí, sí, sí, uno debe tratar de mejorar como ser humano y, por lo menos, darse cuenta. Ya viviste, y tienes tantas experiencias en la vida que errar ahora es como una
sinrazón.

—¿Qué haces ahora que no hacías de joven?

Hacer lo que me da la gana.

—Como ponerte la casaca de cuero para salir a cantar.

¡Sí! Me han dicho que no diga abuela rockera, ¡pero soy abuela, pues! Y tengo el control remoto de mi vida, y eso le digo a la gente: ten tu propio control remoto para tu vida, saca lo que no te gusta, dile chau a la tarjeta de crédito que estás usando mal. Mira la relación que tienes,
disfrútala, renuévala. Busca caminos y ventanas distintas, lee más, ¡y no pierdas tanto tiempo mirando el celular! Si yo tengo una pareja
ahora, libre, por supuesto, si está con el celular todo el día, es problema de él. Yo ya he sobrepasado esa historia, me supera el hecho de tener que enseñarle al hombre que amo. Si vive en su nube, en su nube se queda. No me cambia la vida. Y primero que marido no volvería a tener. Como se dice: busco al hombre de mi vida, marido
ya tuve.

—¿Qué es lo que ya no soportas en un hombre?

Ser la mujer de. No soy la mujer de nadie. Siempre estuve de mamá en la casa, de cuidadora de suegros, porque tengo una vocación de servicio grande; pero ahora necesito toda esa fuerza para cuidarme a mí, para tener un espacio que quiero, un lugar que me gusta, mis horas benditas. Y cuando uno aprende a tener ese espacio, a tener el control remoto de su vida, dejas de ser pasajero para ser conductor.

—¿Y qué te hubiera gustado hacer que ya no es posible?

Creo que he hecho de todo, pero me hubiera gustado envejecer con Joe. Me hubiera encantado que el amor, ese tipo de amor, me durara hasta vieja.

—Dices que te gustaría morir viva.

No quiero morir con Alzheimer o algo que no me haga darme cuenta de qué está pasando; pero todavía voy a tardar, no te creas, todavía voy a jorobar un tiempo más.

FECHAS

Fechas: Todos los martes de mayo.
Hora: 8 p.m.
Lugar: La Estación de Barranco.
Dirección: Av. Pedro de Osma 112.
Entradas: Teleticket

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