Una broma cruel de los niños de su cuadra fue, sin querer, el origen de un nombre que merece ser reconocido como uno de los mejores intérpretes de la Nueva Ola latinoamericana. Era finales de la década del cincuenta cuando el pequeño Santi escuchó que un grupo de muchachos le gritaba que el chino Santiago de la tienda era su padre. Sus ojos rasgados sostenían aún más la burla, que llegaba al clímax con la frase “ahí vas para que tu papá te dé la comida”. Un tío que llegó de San Francisco le dio una gran idea: cambiar de nombre. El momento propicio llegó al mudarse de Magdalena a Jesús María. En su nuevo barrio se presentaba como Jimmy. Así fue como Santiago Rogelio Farfán Holguín, Jimmy para los amigos y Santi para la familia, se convirtió en Jimmy Santi, el sex symbol que triunfó en México durante 20 años.
Aunque pocos reconozcan sus méritos, los números en la carrera del artista no mienten. En 73 años recién cumplidos y 57 de trayectoria ha grabado más de 120 temas, recorrido 23 países durante sus giras y ha participado en al menos 100 fotonovelas. De todo lo vivido, conserva en la mente y el corazón un cúmulo de momentos que rememora en esta entrevista. A continuación, algunos pasajes de su adolescencia, su incursión en la música, el más grande de sus amores y la discriminación de la que fue y sigue siendo víctima en el país que lo vio nacer.
¿Qué recuerdos añora de su niñez y adolescencia?
Esa etapa de mi vida, entre los años 50 y 60, fue maravillosa. Por entonces Lima no era lo que es hoy. La de ahora es una ciudad con todas las etnias, multitud de personas que han llegado de provincias que han copado nuestra ciudad. Cuando yo era chico era una ciudad preciosa. Había que irse en tren hasta Chosica o hasta el Callao. Los muchachos de Magdalena con San Miguel nos juntábamos para irnos todos al cine, jugábamos pelota en la calle, siempre bajo la supervisión de los padres a los que había que obedecer no por miedo sino por respeto.
¿Se le viene a la mente alguna travesura?
Con mis papás empecé a tener algunos problemillas a partir de los 12 ó 13 años porque yo me escapaba a las fiestas del Lawn Tennis. Y para trasladarme desde Magdalena donde vivía hasta 28 de julio debía tomar el tranvía. Así que me acostaba temprano y después salía a tomar el último tren que pasaba a las 10 p.m. para ir a las fiestas de carnavales que terminaba a las 2 ó 3 de la mañana.
¿Y cómo regresaba a su casa?
Caminando o pidiendo aventón. Pero cuando volvía de la fiesta mi papá me daba una buena tunda. A mí eso no me importaba porque ya me había divertido, había usado mi disfraz de carnaval y la había pasado lindo. Es que yo nací artista, siempre buscaba las luces de los escenarios. Otras noches de fin de semana me iba más al centro de la ciudad donde había música, al circo, donde hubiera arte ahí estaba.
Usted proviene de una familia de clase media…
Sí, mi padre era gerente de seguros El Sol, que estaba en la Av. Venezuela. Nunca fuimos ricos, éramos una familia que teníamos para comer, para irnos de paseo a Chosica, a alguna playa. Pero debíamos cuidar nuestra ropa, por eso mi mamá nos enseñó a los cuatro hermanos -Carmen, Gerardo, Jorge y yo-, a lavar. De mi madre aprendí a tener todo impecable y a que todo esté en su lugar. Por eso me gusta el orden y la belleza. Colecciono cosas antiguas, tengo la vajilla completa del lonche de mi abuelita, tengo porcelana de Italia y un montón de cosas finas que he obtenido en los 23 países que visité.
¿También le enseñaron a cocinar?
A lavar, planchar y cocinar. Uno por uno nos metía a la cocina. Por eso cocino bien rico. En México yo era el rey de la causa. Pero de chico, estas labores que mi madre nos enseñó se hacían de la puerta para adentro. Algunos se rebelaban, pero yo era tan buen chico que hasta me quise meter de cura.
¿Qué lo hace inclinarse a seguir los votos?
Tenía como tres familiares que habían seguido ese camino, uno llegó a ser cardenal de Lima, otro fue obispo y yo me apegué mucho a la religión. Estudié en el colegio Salesiano, aprendí el latín y el italiano, allí me empezó a gustar la idea de ser cura. Estudié un año para ser sacerdote, quería ser santo. Oraba tanto de rodillas que me operaron de los meniscos. En mi convalecencia los muchachos de mi barrio iban a verme con amigas. Entre ellas estaba Teresa Alva, una chica que me encantó y ya no quise volver al seminario (risas).
¿Cuándo empieza a cantar?
Al colegio llegó un padre alemán. Él nos ponía en fila a los alumnos de secundaria y nos hacía entonar las notas musicales. Escogió a 50 y formó el coro polifónico del colegio que fue a cuatro voces y muy famoso por la época. La primera voz era yo, ahí es que ya me dediqué a cantar. Me aprendí el “Ave María” de Schubert y los sábados iba a cantar a los matrimonios en latín. Me regalaban 50 soles. Era bien popular, tanto que mis amigos me esperaban hasta la hora en que salía porque al frente de donde yo cantaba vendían papitas rellenas a 20 centavos, y como yo salía con mi platita nos íbamos a comer con toda mi mancha. Eso era los fines de semana.
Y de lunes a viernes, ¿qué hacía para entretenerse?
Cruzando el monumento a Bolognesi yo iba a un edificio azul donde vivía Haydee Hoyle a quien yo le decía tía, pero en realidad era gran amiga de la familia. Ella estuvo casaba con el compositor peruano Carlos Valderrama que fue muy famoso en Perú y Argentina con la canción “La pampa y la puna”. Como iban muchos artistas a su casa, yo después del colegio me iba hasta allá a tomar lonche y cantábamos con mi primo Carlitos que tocaba guitarra, Miguel Reyna Farge en el piano y otro amigo más.
¿Por esos años es que da el salto del coro de su colegio a la pantalla chica?
Yo ya estaba en quinto de secundaria cuando en un canal había un concurso llamado “El que estudia triunfa” y fui representando a mi salón en Historia Universal. Yo ya soñaba con viajar y triunfar como artista. Me acuerdo de que iba a escuchar a Enrique Guzmán a la rockola que estaba en la esquina de mi casa. Bueno, participé en el concurso, pero me preguntaron si hacía algo más. Dije que cantaba, y con mi grupo que estaba ahí entoné “Volaré”, con tanta suerte que el maestro argentino Enrique Lynch que trajo la nueva ola al Perú y tenía artistas como Gustavo Hit Moreno, Pepe Miranda y Jorge Conti, estaba viendo el programa. A las 7:30 p.m. aparecí yo cantando. Hay que ser modesto pero no cojudo, yo he sido muy guapo, me hicieron un primer plano y el maestro llamó al canal a preguntar por mí. Me dijo “¿vos cantaste ‘Volaré’? ¿qué edad tenés?” Recién iba a cumplir 16. “Te espero a las 10 de la mañana en Sonoradio”.
Imagino que ni usted mismo creía lo que estaba pasando.
Llegué a mi casa como loco y le dije a mi papá. No sé cómo hice para convencerlo y fuimos a la cita. Salí con contrato bajo el brazo. Al poco tiempo, en noviembre de 1963, grabamos el primer disco de 45 con “Mira cómo me balanceo” (canta “siempre amacándonos…). Ese fue mi primer boom durante todo el verano. Al otro lado del disco estaba “Donde nace la vida” que era una balada. Así la gente me empezó a conocer. Justo por ese tiempo un amigo productor, Lucho Aguilar, empezó a hacer las matinés para las promociones y empecé a cantar ahí. En el cine Tauro, en el cine Callao que se llenaba de gente. Me sentía una estrellita en ese lugar, pero la verdad es que recién había sacado mi disco y no me conocía nadie.
¿Hubo algún obstáculo por parte de sus padres?
Todo iba bien hasta que me salió un contrato para Chile. Mi papá no me quería dejar ir. Así que casi me tuve que ir de gira escapándome, salía gordo de casa y regresaba flaco. Un amigo me regaló una maleta y ahí iba dejando la ropa que sacaba de casa. Mi mamá siempre me apoyó. Después empecé a cantar en el teatro de revistas del Perú, en el Bijou. Allí conocí al señor Claudio Montes quien creyó en mí. Él me llevó a Chile y Argentina y me fui casi un año. Conocí a Libertad Lamarque, grabé en los programas más conocidos. Luego regresé y me presenté en el Hotel Sheraton donde creían que yo era argentino, se me había pegado el acento. Mi empresario, que no era nada tonto, decía que los peruanos no quieren a los peruanos, me decía que no diga que era de aquí, que solo hablara de mis triunfos. Los periodistas me decían Jimmy Del Santi (ríe). Después me contrataron para el Embassy que era un lugar precioso.
¿Es verdad que también cantaba música criolla?
Yo empecé cantando valses en Radio Nacional y baladas en Radio Victoria, donde tenía que cantar en vivo. Cuando iba a tomar lonche con mi tía y tocaba con mis primos yo le rogaba a ella que me deje cantar en su programa. Hasta que me dio chance y cuando terminé de cantar yo solito me aplaudí. La gente que estaba presente se mató de risa. Yo quería aparecer donde sea porque tenía unas ganas terribles de triunfar.
¿Cómo conoce a la vedette Mabel Luna?
Cuando ella llegó al Perú yo la fui a recoger al aeropuerto con flores y bombones por insistencia de unos periodistas. Inventaron que yo estaba con ella, pero en ese momento solo trabajábamos juntos. Ella ya era una estrella.
¿Usted la conquista o es el conquistado?
Resulta que éramos amigos, pero yo en realidad babeaba por ella, sobre todo cuando la veía con su bikini y con esas piernazas. Era una belleza, todo natural. En agosto más o menos, cuando el clima se pone medio feo en Lima, se enfermó. Mabel vivía en el Hotel Crillón y la fui a visitar llevándola flores, pero ella estaba hablando con su novio. Como me dijo que la espere me senté a los pies de la cama. Ella estaba con un negligé negro que la transparentaba toda. Y las hormonas se me empezaron a revolotear. Primero le hice unos masajes en los pies mientras ella hablaba por teléfono y poco a poco fui subiendo. Llevaba dos meses sola en Perú. Ya te imaginas dónde terminamos.
Ella era mayor que usted.
Me llevaba como seis años, cuando eso pasó yo tenía 19. En realidad, ella fue la mujer que me enseñó a hacer el amor, a ser un verdadero hombre, a refinarme. Me mudé con ella al hotel. Cuando terminamos la temporada en el Bijou un empresario de Ecuador vino a contratarla y ella no se quería ir sin su pibe, o sea yo. Así que nos contrataron a ambos. Viajamos a Ecuador, donde grabé otro disco y me comparaban con Enrique Guzmán. Otro empresario nos llevó a Panamá. A ese país también llegó el gran César Costa y me preguntaron si podía hacer un mano a mano con él. Acepté encantado. El teatro se llenó y fue tanto el alboroto que a él lo tuvo que sacar su seguridad personal y yo salí por delante, con todas las panameñas encima. Terminé cantando sobre un auto. Yo estaba feliz.
¿Cuándo se le presenta la oportunidad de ir a México?
Después de todo lo que pasó en Panamá el chileno Augusto Monsalve me ofreció irme a trabajar a México. Vio a la que ya era mi esposa, Mabel Luna, y nos llevó a los dos. Yo debuté en Monterrey y Mabel en la capital. Ella tenía contrato permanente y yo mientras tanto estuve en el norte con un contrato temporal. Me presenté en el programa “Muévanse todos” que al final se hizo tan conocido que se lo llevaron al DF, donde se llamó “Siempre en Domingo”.
También hizo un primer desnudo…
Fue a mediados de los sesenta en la revista para mujeres Eva. Tenía nombre, pero no identificación, como se dice. El escándalo que provocaron esas fotos en zunga me ayudaron. Luego me compré un carro chiquito y cuando me reconocían me gritaban “órale, pendejo”. En México, pendejo es algo así como cojudo.
Luego posó para Playgirl.
Eso fue mucho después, en el 78, después de mi gira por Rusia. Me dieron 10 mil dólares. Tenía con qué y cómo posar desnudo, así que no me pareció mal. Además, no tenía familia allá. Playgirl me contacta a raíz de las portadas de la revista Eva.
¿Quién lo descubre como actor de fotonovelas?
En el tiempo que llegué al DF, después de dejar a mi mujer me iba de estación en estación para que me tocaran un disquito en las radios de México. Me quedaba hablando y como soy un gran conversador les caía bien. También conocí un lugar muy exclusivo al que se entraba con llave de oro donde trabajaba Lola Beltrán y Olga Guillot y de pianista estaba Armando Manzanero. Ahí empecé a ser parte del espectáculo, le caí muy bien a Olga y a Lola, ellas fueron mis madrinas. Era el Cuid de las calles de Puebla, la zona rosa. Era pequeño, pero muy elegante. Me vio Ramón Inclán y me contrató para las fotonovelas. Así empecé mi carrera.
Verónica Castro fue una de las actrices con las que trabajó, ¿cómo la recuerda?
Eso fue como al año de haber entrado a las fotonovelas. Yo ya era una figura cuando Verónica Castro era modelo del programa de Manuel ‘el loco’ Valdés en su programa “Operación jaja”. Un día que me invitaron a su programa la vi y dije qué bonita. Cuando la compañía estaba buscando un nuevo rostro para las fotonovelas la recordé, fueron y la contrataron. En la primera fotonovela que tuvo, ella posa con tres hombres, uno de ellos fui yo. Hice como 100 fotonovelas.
También fue parte de una película.
En “Santo contra la mafia del vicio” canté “Por ese palpitar”. Está en You Tube y también sale Mabel. En Monterrey, cuando recién llegué a México, me hospedé nada menos que en la casa de Pedro Infante, viví en un cuarto del tercer piso, donde él tuvo su biblioteca, durante tres meses. Su primera esposa María Luisa León me contó toda la vida de su marido.
En México su matrimonio con Mabel Luna termina. ¿Qué pasó?
Yo tenía como 31, estaba más guapo que nunca y ella ya trabajaba poco. Yo que siempre fui flaquito me veía de 25 y ella que siempre fue bien papeada ya parecía de 40. Entonces me comenzó a celar y celar cada vez más. Cuando íbamos a algún lugar si una mujer me miraba mucho ella me hacía un lío. “Si quieres te la traigo, hijo de puta” me decía. “Así putearás cuando no estás conmigo”. Se volvió tan insegura que llegó un momento en que me encerré. Ya no tenía ni amigos.
¿Fue usted quién decidió separarse?
Me separé cuando aún le tenía mucho amor. Sufrí como un perro. Le dejé todo, solo me llevé un maletín. Ya no soportaba el encierro, no soportaba nada. No la odiaba, pero yo quería vivir. Me estaba destruyendo, tomaba pastillas para dormir. Si yo salía a un show a las 12:30, ella sacaba cuentas y decía que llegaba en media hora al local. El espectáculo empezaba a la 1 y 15, era una hora de show, a las 3:30 ya debía volver a casa. Me esperaba despierta. Un día me demoré con un amigo tomando un café y me hizo un escándalo. Hasta que una vez me demoré más y no me quiso abrir la puerta, y… no me quiero ni acordar. Ese fue el final. Me acuerdo de que estaba de moda la canción “Procuro olvidarte” y yo lloraba en las calles con esa canción. La amaba con toda mi alma.
¿Recurrió a la terapia?
Absolutamente. El médico me dijo si tú no te separas te vas a destruir. Yo tenía hasta ganas de suicidarme. Me decía a mí mismo “si yo no he hecho nada, ¿por qué pasa esto?” Fue muy grande nuestro amor. Yo cumplo años el 5 de mayo y ella el 6. Mabel fue el amor de mi vida.
No tuvo hijos con ella, pero sí uno antes de conocerla.
Mi hijo Eduardo lo tuve con una amiga de mi tía Haydee, que también era mayor. Eso fue por la época en que salí de gira a Argentina y Chile. Mi mamá y mi hermana ayudaron a criar a mi hijo. Ya tengo cuatro nietos y dos bisnietos.
Hace unos años alguien salió en la televisión a decir que usted era su padre.
A lo largo de mi carrera, de repente me salían hijos por Monterrey, por Torreón, por Coahuila. Pero es que cuando la leche se derrama salpica a muchos lados. Las mujeres me perseguían y en ese tiempo no se usaba condón.
Hablando de sus fanáticas, ¿qué anécdota al respecto nos puede contar?
Una vez terminando la actuación en Mérida, cuando ya era muy famoso, me sube la seguridad a mi habitación, cansado me quito la ropa y me baño. Salgo desnudo, me acuesto y prendo la tele. De repente una mujer sale de debajo de mi cama y me dice “te estaba esperando para que me des un autógrafo”. Grité asustado, casi me da un ataque. Supongo que conocía a alguien para que haya logrado burlar la seguridad. Era una muchacha humilde, le di el autógrafo y luego se fue. En Mérida tengo mi club de admiradoras más grande.
¿Cuál es el país más lejano que ha recorrido?
Rusia. Era enorme cuando era la Unión Soviética. Fui dos veces en los 70, me dieron 30 conciertos en verano. En Armenia cuando terminé un concierto la traductora me dijo que había un señor que quería saludarme y agradecerme por cantar sus canciones. Se me acercó un chaparrito y me habló en francés, era Charles Aznavour. En ese tiempo yo cantaba “Venecia sin ti”, versión en español. Fue él quien me llevó a París, ahí me quedé casi un año.
A mediados de los años ochenta usted regresa al Perú. ¿Por qué vuelve si le iba tan bien en México?
En setiembre de 1985 un terremoto destruye todo México. Allí tenía un edificio de cinco pisos donde había invertido toda mi fortuna, pero con ese sismo se hundió. Yo estaba en Veracruz por un show para la fiesta de la patria y allí me entero de que hubo un terremoto en el DF. Cuando volvieron a transmitir las estaciones de la ciudad vi que todo había quedado destruido. Salí corriendo, me fui el hotel y alisté mis cosas. Estaba prohibido transitar, nadie podía ir a México. Me fui a la carretera y poco a poco, a dedo, llegué al DF a medianoche. El sismo había destruido toda la zona donde yo vivía. Me fui a la casa del cantante Homero que radicaba allá y su mujer que estaba en Perú informó que mi madre tenía cáncer en el estómago y que los médicos decían que no había más que hacer. Viajé con un boleto de regreso que una de las cantantes de Rully Rendo me vendió. Fui volando al Hospital del Empleado a ver a mi madre. La operaron y me dijeron que le quedaban cuatro meses. Le dediqué mi vida y me duró ocho años más. Murió de flebitis.
Luego se reinserta al mundo artístico en Lima…
Empecé con las “Utilísimas”. Ahí me metieron el “Chin chin”. A cada rato me pedían esa canción y “Sabor a salado”. Ya me tenían harto con eso.
Lo redujeron a esa canción cuando usted ha grabado más de 120 temas.
Es que hay unos insectos en las radios que no te tocan nada si no les pagan. Cómo estaría yo de desesperado porque no me tocaban en las emisoras que hace más de 10 años grabé un disco de cumbia que me quedaron bien bonitas. Lo llevé a las radios y me preguntaron “¿cuántas quiere que toque? Aquí está la lista de lo que cuesta”. Agarré mi disco y me fui.
En retrospectiva, ¿cree que regresar al Perú fue un error?
Para mi carrera fue lo peor que pude haber hecho. Pero fue lo mejor que hice por mi familia porque amaba a mi madre y creo que ella valía una carrera. No me arrepiento. Soy feliz con lo que hice, pero debo reconocer que no debí regresar a Perú. Me molesta ver que a los artistas los traten como a perros. Ahora Apdayc ha aprobado un bono de 200 soles. ¿Qué puede hacer un artista con hijos con eso? Nada. Aquí nadie se opone a la tiranía de tantos ladrones. En vez de llevar a la cárcel a los que roban en plena emergencia, los dejan libres. La corrupción es asquerosa. Esas cosas me dan pena.
Usted también denunció que le robaron.
Sí, a la mujer de Carlos Alberto Villanueva la amaba como a una hija. Ella, Elena Herrera, vio que había plata en mi cuenta y se quedó con más de 150 mil dólares. Todavía estamos en juicio, pero como no había dirección para notificarlos dieron el caso por cerrado. Los puse como socios de una promotora cuando ellos no pusieron nada. Lo hice para ayudarlos. Les daba el 20% de las ganancias, pero se llevaron todo. Nunca me hicieron tanto mal. Ahora están en New Jersey y tienen hasta un programa de radio que se repite en Ventanilla.
Hace poco inauguró un restaurante. ¿Se va a adherir al protocolo sanitario dictado por el gobierno?
Solo estuvo abierto un mes porque llegó el coronavirus. Recién me estoy acoplando a este rubro no pienso abrir ni hacer delivery. Tendría que estar detrás de todo, de la desinfección, de las normas. Así que D’ Santi’s tendrá que esperar un tiempo para buscar otro lugar.
Siempre se ha hablado de las cirugías que tiene y de lo mucho que cuida su apariencia…
Para este país yo soy un mostrito. Yo vine con los pantalones pitillo, delgadito, bailando, cantando y cuando entré a un canal y busqué camerino para maquillarme me dijeron que para hombres no había. Yo me maquillé igual porque iba a salir en un programa. Usaba arete, estaba más cuidado que ahora, con mascarilla, con las mejores cremas, ¿qué saqué de todo eso? Nada. En vez de ser referente de algo, la gente empezó a decir que era homosexual y me embronqué con más de 20. Ahora los chicos reality se depilan se cuidan el cutis, el cuerpo, etc. A mí esta sociedad homofóbica me odiaba por cómo me vestía, porque era bonito.
¿Por envidia?
Sí. ¿Sabes qué pasa? Que los peruanos somos envidiosos. Ser hermoso no se usaba. Antes se decía el hombre mientras más feo más hermoso. Ahora las cosas han cambiado mucho, aterricé en mal tiempo. Pero ya me adapté a Perú. Después de casi diez años, después de la muerte de mi madre, para qué iba a regresar a México. Ya no. Aquí ya había pegado el “Chin Chin”, soy mister Chin Chin para la mayoría. Pero la gente que va a mis conciertos se queda con la boca abierta por lo que ven y escuchan.
¿Tenemos a Jimmy Santi para rato?
Bueno yo siempre he dicho que cuando la voz me falle me retiraré. Todo llega. Cuando pase me retiro y nunca más. Por ahora espero recuperar al menos una parte de mi dinero sustraído. Y quiero viajar, volver a muchos lugares. Me encanta Europa, pero quiero estar en mi México querido unos meses. Tengo mil invitaciones. Ahora me iba a ir a Barcelona por Semana Santa, tengo boleto para Cuba y se fregó. Tenía contrato en Sacramento en julio, pero ya fue. Solo me queda no amargar mi existencia por la injusticia del país y por tanta perdición que hay en la televisión. Antes de morirme quiero hacer mi disco completo de valses.