Le enseñó a David Bowie a tocar la viola, produjo los álbumes de debut de leyendas como The Stooges y Patti Smith, y alguna vez participó en el estreno de una obra para piano de 18 horas de duración. John Cale es, además, el último sobreviviente de los miembros fundadores de The Velvet Underground, el grupo que, según Brian Eno, motivó a todos los que compraron su primer disco a fundar una banda. Pero Cale no tiene tiempo que perder añorando la época dorada de la vanguardia del pop. “Solo pienso en el futuro”, nos dice su voz rugosa al teléfono desde una habitación de hotel en Los Ángeles.
El músico galés se toma en serio la tarea de reinventarse con cada nuevo proyecto: hace unos días lanzó “M: FANS”, una placa en la que reelabora las canciones de su álbum de 1982, “Music For A New Society”, arropándolas con un sonido electrónico en el que se dan cita su longeva pasión por el experimentalismo y su nuevo amorío con el hip hop.
—¿Por qué decidiste revisitar esas viejas canciones?
En la época en la que grabé “Music For A New Society” lo que realmente me importaba era saber si podía salvar mi vida a través de la música. Y la idea no era escribir canciones para un álbum, sino improvisarlas. Quería ponerme en una situación límite porque estaba atravesando una crisis de identidad: la regla era que todo se armaría mientras estuvieran corriendo las cintas. Cuando volví a escuchar el material durante las sesiones de remasterización del disco, me sorprendió descubrir que muchas de esas pequeñas ideas que se habían colado en medio del caos de verdad funcionaban.
—Has aprovechado la ocasión para desarrollar un sonido electrónico que contrasta con tus anteriores trabajos.
Es que me enamoré del hip hop. Ese género se ha convertido en el estándar de calidad para toda la industria. Los discos suenan mucho mejor. Además, las grabaciones digitales surgidas de la manipulación de ‘samples’ han forzado una evolución en la técnica de composición de las canciones. Antes trabajábamos con una secuencia en la que se alternaban un verso, otro verso, un puente, el coro, etc., pero esa estructura está desapareciendo. Ahora hay veces en que ya no sabes dónde está el coro y me interesa ver hacia dónde se dirige ese proceso.
—Vienes del mundo de la música clásica. ¿Qué te motivó a pasarte a la filas del rock?
Cuando llegué a Nueva York me encontré con toda la explosión de Los Beatles y me di cuenta de que había pasado por alto mis años de adolescencia. Todo lo que recordaba de esos años eran cosas como “Rock Around the Clock” de Bill Haley y la música de Elvis. Entonces veía lo que estaba sucediendo y pensé: ahora puedo ponerme al día, ahora puedo hacer rock and roll y puedo aportar algo distinto, como las ideas vanguardistas con las que estaba trabajando. Porque no le veía el sentido a tocar rock and roll si simplemente íbamos a hacer lo mismo de siempre.
—Y entonces conociste a Lou Reed.
Realmente estábamos interesados en hacer algo nuevo. Lou estaba teniendo problemas para conseguir que la gente acepte sus letras. Él siempre me decía “nadie quiere grabar mis canciones”. Y entonces un día le respondí: “Hagámoslo nosotros mismos”. Nuestro acercamiento a la música involucraba mucha improvisación y ambos estábamos interesados en el mundo del arte. Así empezó. Pero creo que perdimos demasiado tiempo en pequeñas disputas sin importancia. Además, obtuvimos demasiada publicidad muy pronto y no supimos manejar la presión.
—Has publicado una autobiografía. ¿Qué tema fue el que más te costó explorar?
Mi madre, probablemente. Verás, la forma en la que lidié con la escritura de ese libro fue peculiar: se basó en muchas grabaciones. Quería poner mi voz en el libro, y la manera más sencilla de hacerlo era sentarme y hablar. Entonces hablé de muchas cosas. Pero había ciertas partes de la historia que no estaba seguro de poder realizar con este estilo conversacional, así que tuve que sentarme a escribirlas. Una de ellas era mi relación con mi madre. Ella hubiera preferido que me dedicara a otra profesión. No creía que podría hacer dinero como músico. En cierto sentido, toda mi carrera ha sido una larga pelea para demostrarle que estaba equivocada.
—También has tenido que luchar en ocasiones para imponer tus ideas musicales. ¿Consideras que el espíritu de creatividad radical que se gestó en la época de la vanguardia se ha agotado?
No. Creo que el hip hop ha tomado la posta. Esos músicos han transgredido más reglas que nadie. De hecho, no veo a muchos compositores clásicos tratando de salirse del molde. Y los artistas que se dedicaban al arte performático se volvieron una especie de fauna exótica para el deleite de las élites. En mi opinión, la vanguardia tiene mucho que ver con la idea de luchar para encontrar tu propia identidad en un mundo hostil, a veces no teniendo nada más que la violencia de qué hablar. Eso es lo que pasó luego de la Segunda Guerra Mundial con la generación de Boulez, Cage, etc., y eso es lo que está pasando con el hip hop.
—En octubre de 1979 ingresaste por única vez al estudio de grabación con David Bowie. ¿Qué recuerdos conservas de esa colaboración?
Eso fue algo que sucedió en camino a una fiesta en el Mudd Club [una discoteca ubicada en el barrio de TriBeCa, en Nueva York]. En abril de ese año habíamos tocado juntos en un concierto de Philip Glass y Steve Reich que se llamó “The first concert of the eighties”. Recuerdo que David llevaba un kimono negro y que interpretamos juntos una canción mía, “Sabotage”. Le enseñé a tocar la parte de viola. Era la primera vez que él tocaba el instrumento… Fue muy valiente de aceptar hacerlo frente al público. David era despreocupado, fácil de tratar. Pero la idea de parar en el estudio fue una frivolidad que se nos ocurrió en el momento y que no dio los resultados que esperábamos. Debes tomar en cuenta que estábamos yendo al Mudd Club. Cuando vas al Mudd Club solo estás interesado en dos cosas: el alcohol y las mujeres.
Más información:
Lugar: Gran Teatro Nacional (Av. Javier Prado Este 2225, San Borja). Fecha y hora: Martes 1 de marzo a las 9 p.m. Entradas: En Tu Entrada de Plaza Vea y Vivanda.