Cuando Mark David Chapman asesinó a John Lennon a las 11 p.m. del 8 de diciembre de 1980 cargaba dos objetos de gran importancia en su persona: el revólver con el que realizó los tiros fatales y una copia del libro “El guardián en el centeno” (“The Catcher in the Rye”) de J.D. Salinger. Según reportes, cuando fue arrestado por la policía, el asesino estaba ojeando páginas de la novela, una obsesión que, junto a su admiración por los Beatles, lo había acompañado durante años. En el libro Chapman había escrito “Esta es mi declaración”.
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Solo unas horas antes, Lennon se encontró cara a cara con Chapman, que en ese momento era solo un fan que le pidió un autógrafo a las afueras de su hogar en el icónico edificio del Edificio Dakota de Nueva York, al costado de Central Park. “Fue muy amable conmigo”, recordó el hombre que le quitó la vida. “Irónicamente, fue muy amable y muy paciente conmigo. La limusina estaba esperando... pero él se tomó su tiempo conmigo y empezó a escribir y firmó mi álbum. Cuando me preguntó si necesitaba algo más le dije, ‘No, no señor’. Y él se alejó. Un hombre muy cordial y decente”.
Chapman y la novela
Publicada en 1951, “El guardián en el centeno” trata de un joven de 16 años de nombre Holden Caulfield, quien revela varias circunstancias de su vida, comenzando con su expulsión del colegio un año antes y sus deambulaciones por Nueva York. La narración en primera persona del libro permite explorar el mundo interior del protagonista, quien se muestra como un personaje en completo rechazo de la sociedad y con una obsesión por la ‘falsedad’ que ve en las personas que han pasado a la adultez.
Es indudable que la novela afectó profundamente a Chapman, quien según un artículo de People de 1983, intentó emular la vida de su personaje principal; incluso hasta el punto de intentar cambiarse legalmente su nombre a Holden Caulfield.
En una carta escrita a mano y enviada al New York Times un año después del crimen, Chapman escribió que “este extraordinario libro (‘El guardián en el centeno’) contiene muchas respuestas” y que “todo su esfuerzo estaba apuntado” a que más personas lo leyeran.
Es de notar que aunque antisocial y con evidentes dificultades emocionales, incluyendo fantasear brevemente con matar a una persona, Holden Caulfield no sucumbe ante sus impulsos homicidas en “El guardián en el centeno”. Sin embargo, la novela se ha ganado una mala reputación por haber estado en posesión de personas personas que mataron o intentaron matar a alguien. Además de Chapman está el caso de Robert John Bardo, quien mató a la modelo Rebecca Schaeffer; y John Hinckley Jr., quien intentó matar al presidente Ronald Reagan en 1981.
El pasado del asesino
La elección de John Lennon para la víctima de su declaración no fue fortuita. Durante su juventud, Chapman había albergado una gran admiración por los Beatles e incluso, cuando tenía 14 años, tuvo un viaje psicodélico después de tomar LSD que lo hizo pensar que era el propio Lennon. Sin embargo, el autor de “Imagine” lo habría decepcionado en 1966 después de comentar que su agrupación “era más grande que Jesús”; una gran ofensa a ojos del asesino, quien era cristiano.
En 1977, cuando Chapman tenía 22 años, fue expulsado de la universidad y abandonó a su prometida para viajar a Hawái, donde consideró suicidarse. Fue en las costas de la isla donde leyó la una biografía de Lennon que lo terminó de convencer de que era un ‘falso’, tal como esos personajes que tanto Holden Caulfield detestaba en la novela de Salinger.
Sin embargo, cuando ya estaba en custodia policial, Chapman reveló que consideró matar a otras personas, incluyendo el entonces gobernador de Hawái George Ariyoshi, el conductor de televisión Johnny Carson, la viuda de John F. Kennedy, Jackie Onassis, la actriz Elizabeth Taylor y el actor George C. Scott.
Chapman también fantaseaba con matar a su padre, un veterano al que acusa de violencia doméstica. “Iba a volar a Atlanta, infiltrarme en su casa y meterme en el cuarto y lo iba a encañonar y decirle lo que pensaba de él. Y él iba a pagar lo que estaba haciendo a mi madre... ¡iba a hacer volar su cabeza!”. El asesino también consideró como su víctima al ex Beatle Paul McCartney, empresa que desistió al enterarse que Lennon era más accesible.
“No se porqué lo elegí, exactamente”, dijo en grabaciones con los detectives y psiquiatras que lo analizaron luego del asesinato. “Pero estaba ya cansado del mundo, y pensé que si mataba a este tipo, todo terminaría para mí. Sería una especie de solución para todo.”
Contra las objeciones de su abogado, Chapman decidió declararse culpable del crimen y rechazar la defensa por demencia que habían preparado sus representantes, afirmando que Dios dio la recomendación. Durante la sentencia, cuando le preguntaron si quería declarar algo, citó quizás la frase más famosa de Holden en “El guardián en el centeno”:
“Muchas veces me imagino que hay un montón de niños jugando en un campo de centeno. Miles de niños. Y están solos, quiero decir que no hay nadie mayor vigilándolos. Sólo yo. Estoy al borde de un precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan a él. En cuanto empiezan a correr sin mirar adónde van, yo salgo de donde esté y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Vigilarlos. Yo sería el guardián entre el centeno. Te parecerá una tontería, pero es lo único que de verdad me gustaría hacer. Sé que es una locura.”
El escritor Daniel Stashower da una teoría alternativa a la razón por la que Chapman mató a Lennon. En un artículo para el American Scholar titulado “En primera mirada al Holden de Chapman: Especulaciones de un asesinato” (1983), Starshower lanza la hipótesis de que el asesino quiso preservar la inocencia de quien fue su ídolo -tal como Holden Caulfield quería preservar la de los niños- quien en aquella época estaba saliendo de su estilo de vida hermético para volver a los escenarios y el mundo de la música. Sin embargo, esto se contradice por lo que dijo el criminal después.
Chapman recibió una condena de 20 años de prisión a cadena perpetua y hasta la fecha se le ha negado la libertad condicional en once ocasiones. Es interesante notar que en la documentación más reciente el asesino ya no menciona el libro de Salinger como la razón del crimen, sino la búsqueda de “gloria”.
“En ese tiempo pensaba que él tenía todo este dinero, vivía en este hermoso departamento y él hacía música representando un estilo de vida más cauteloso, un estilo de vida más generoso”, dijo Chapman según transcripciones publicadas por ABC News. “Me dejó molesto y celoso compararlo con la manera en que yo estaba viviendo en ese tiempo. Había celos ahí.”
“Fue solo para la gloria propia”, dijo Chapman en otro momento. “Fue nada más que eso. Se redujo a eso. No hay excusas”.
“Tú lo llamas gloria, otros lo llamarían infamia”, le señaló uno de los miembros de la junta de libertad condicional.
“La infamia trae gloria”, respondió Chapman.
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