Hace 10 años, exactamente un 12 de mayo del 2011, un sueño tan hermoso como necesario se hizo realidad. Partió del loable interés del tenor Juan Diego Flórez por lograr el desarrollo humano y social de los niños y adolescentes desfavorecidos del país a través de la música. En Manchay (Lima), Chao (La Libertad), Caballococha (Loreto) o Andahuaylillas (Cusco), lugares donde la pobreza y el olvido se han convertido en las notas más tristes para su población, Sinfonía por el Perú ha llegado para dar alegría y esperanza. Estas son algunas de las localidades que, a lo largo y ancho del territorio peruano, forman parte de los 26 núcleos de este programa social, del cual se desprenden elencos de coros y orquestas que le han cambiado la vida a más de 30 mil personas.
Desde Austria, donde acaba de ser parte de la reapertura de la Ópera de Viena con su participación en “Faust”, de Charles Gounod, Flórez nos comenta sobre la necesidad que tienen los artistas de estar frente al público “para dar lo mejor de sí mismos”. Aprovechamos la ocasión para preguntar al tenor sobre el importante trabajo que desarrolla Sinfonía por el Perú, su amor por la música de Chabuca Granda y los 200 años de independencia que el Perú está próximo a cumplir.
¿Cómo podría resumir el poder de la música como elemento transformador en la vida de los niños beneficiados por este programa y en la suya en particular desde que decidió dedicarse a ella?
Cuando comencé a estudiar música y a cantar me sentía mejor. En el colegio tenía mejores resultados y creo que en general era una persona más sociable y alegre. Sin embargo, el poder transformador de la música en el caso de los niños y jóvenes de Sinfonía por el Perú va más allá. En Sinfonía, entendemos la música como un elemento transformador de los niños, de sus familias, que a su vez impacta en la comunidad y finalmente en la sociedad. La música los hace sentir importantes, les da autoestima y se sienten capaces de realizar sus sueños. Creo que la pobreza no solo debería entenderse como falta de recursos, sino también como falta de autoestima y de estima pública. Muchos de nuestros niños y jóvenes se proyectan hacia una vida profesional, sea en la música o fuera de ella. La comprobación de esa capacidad de poder llegar a metas no antes imaginadas es algo que te cambia la vida para siempre, sobre todo a una niña o niño de Manchay o del Agustino.
La segunda producción de Sinfonía por el Perú es “Trialogando”, en la que usted une su voz a la de Chabuca Granda. ¿Cuál es el siguiente tema a lanzar?
El proyecto “Trialogando” es una iniciativa que realizamos desde Sinfonía por el Perú en homenaje al centenario de Chabuca Granda, a quien considero una de las compositoras y figuras más importantes del Perú, y a quien llevo en el corazón desde muy pequeño. Mi padre era un excepcional intérprete de sus canciones, y me alegra poder realizar este homenaje en beneficio de este programa. Se trata de una producción que será presentada en los próximos meses - -ya se lanzaron dos temas “Bello durmiente” y José Antonio”- y por ello no quiero adelantar muchos detalles, pero estoy seguro de que será un regalo para todos los peruanos en el marco de nuestro bicentenario.
¿De las canciones de la cantautora que forman parte del disco cuál es su preferida o le trae algún recuerdo en especial?
A pesar de no haber podido conocer a Chabuca Granda personalmente, la siento muy cercana y admiro mucho su capacidad narrativa tan expresada en sus frases musicales. Ella tuvo una evolución en su estilo compositivo, así que hablar de Chabuca Granda es hablar de varios tipos de canciones y estilos. Ella también puso en valor la música afroperuana e internacionalizó nuestra música criolla. Entre las canciones que más amo, se encuentran “El puente de los suspiros”, “María sueños”, “Bello durmiente” y, por supuesto, “La flor de la canela”.
Respecto a la pandemia, ¿cómo ha vivido este último año, tiempo en el que el Covid-19 nos ha quitado tanto?
Ha sido un año de mucha incertidumbre y preocupación, pero al mismo tiempo, la desaceleración del ritmo de presentaciones y conciertos me permitió estar más tiempo con la familia y pensar en nuevos proyectos relacionados a mi carrera. He estado muy enfocado en el trabajo con el equipo de Sinfonía por el Perú, que tuvo la titánica tarea de atender a miles de niños de forma virtual, pues durante el 2020 tuvimos que cambiar todo nuestro formato de clases y presentaciones. No obstante, con el esfuerzo de maestros y familias logramos cerrar el año atendiendo a 6 mil niños. El COVID-19 ha tenido un gran impacto en la niñez y juventud, producto del cierre de las escuelas y la generación de más pobreza. En este contexto, Sinfonía por el Perú ha brindado soporte virtual dentro de los hogares de nuestros beneficiarios, impartiendo conocimiento y alegría, pero también, dando respiro y alivio a las familias.
A menos de tres meses de cumplirse el Bicentenario del Perú, ¿qué reflexión social y musical resulta ineludible para usted?
Creo que el Perú llega a su bicentenario con el reto de construir un país con más justicia e igualdad para todos, especialmente para nuestra niñez y juventud. Estoy convencido de que la música tiene esa capacidad transformadora. Mi experiencia de vida y los 10 años de trabajo en Sinfonía por el Perú me han demostrado que la inversión más valiosa que podemos hacer es la formación de una ciudadanía con valores. La música, y en general el desarrollo de nuestras diversas expresiones culturales, no son solo un medio para difundir el arte o para disfrutar de él. La música, además, permite que los niños puedan superar obstáculos, desarrollarse integralmente y convertirse en mejores personas. En este bicentenario, pensemos en los niños más necesitados e invirtamos en más educación y cultura para que ellos puedan transformar nuestro país en un lugar mejor para vivir y prosperar.
Son más de 30 mil niños a los que Sinfonía por el Perú les ha cambiado la vida en estos 10 años, ¿cómo evalúa lo conseguido?
Son 10 años entonando una Sinfonía por el Perú. Estamos muy contentos por esta década de trabajo que nos ha permitido impactar en la vida de miles de familias a través de la práctica colectiva de la música en las numerosas orquestas y coros a lo largo del país. Nuestras evaluaciones de impacto desarrolladas por GRADE muestran con datos concretos el efecto positivo de nuestra labor en los diferentes núcleos de Sinfonía por el Perú. Esos resultados nos dan la certeza, de que allí, donde está presente Sinfonía, la música adquiere un rol central, propiciando nuevas ilusiones y sensibilidad en los beneficiarios, generando entornos saludables de convivencia, así como fortaleciendo valores tan relevantes y necesarios como el respeto, la tolerancia, la colaboración, el trabajo colectivo y la solidaridad.
¿Cuáles son los próximos desafíos?
Asegurar la presencia de Sinfonía por el Perú en las zonas más vulnerables, impactando en muchas más vidas y así colocar al Perú como un referente mundial en el campo de la música y la transformación social. Evidentemente esto requiere un trabajo persistente, que consiste en buscar la mayor eficiencia de la organización, como también la mejora constante de nuestros programas artísticos y de formación en valores ciudadanos. Por otra parte, es necesario seguir ampliando la red de patrocinadores y socios estratégicos que hacen posible nuestra labor.
¿Qué zonas donde Sinfonía no ha llegado aún o ha llegado poco es la próxima prioridad del programa que lidera?
Sinfonía por el Perú está presente en más de 10 regiones a nivel nacional. Una de nuestras prioridades es fortalecer los programas que tenemos y que están dirigidos a las poblaciones más vulnerables del país. Ejemplo de ello es nuestro programa de educación especial para niños y jóvenes con habilidades diferentes; o nuestra intervención en el distrito de Caballococha, Iquitos, zona tensa de frontera que busca desarrollar un modelo pedagógico intercultural para el rescate de patrimonio oral y el desarrollo de competencias musicales. Este proyecto nos ilusiona mucho y queremos extenderlo a otras zonas de la Amazonía del país. De igual forma venimos trabajando en la adecuación del modelo de clases para zonas rurales andinas, donde no tenemos acceso a internet, pero sí contamos con módulos de enseñanza. Este año también potenciaremos el programa de Lutería, que consiste en la construcción y el mantenimiento de instrumentos musicales, una herramienta para la inserción laboral de jóvenes en Andahuaylillas y en el Rímac.
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