Lo que pasaba dentro del Arena Perú era un tímido reflejo del : problemas con los accesos entre zonas, la disposición de las sillas, e incluso dificultades para conseguir bebidas, al punto de que la cerveza estaba más buscada que en el Mundial de Qatar. Pese a ello, las grandes pantallas LED del recinto intentaban simular una atmósfera veraniega para apaciguar los ánimos. Había que relajarse y ponerse a tono.

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No por nada se trata de la gira bautizada Entre Mar y Palmeras, que trae a Lima a y su 4.40. El primero de dos shows que agotaron sus boletos rápidamente, lo que confirma el impresionante arraigo del músico dominicano en nuestro país: uno que se observa en la diversidad de su público, que agrupa generaciones, gustos diversos, religiones, y que atrajo a parejas, familias completas y un desfile de famosos que aquí no serán nombrados. Y podemos seguir contando.

Fans de Juan Luis Guerra y la 4.40 colmaron el Arena Perú del Jockey el último martes. (Foto: Anthony Niño de Guzmán)
Fans de Juan Luis Guerra y la 4.40 colmaron el Arena Perú del Jockey el último martes. (Foto: Anthony Niño de Guzmán)

A las 9:50 de la noche, tras un DJ set, aparecía en escena Juan Luis con su porte habitual y reconocible a larga distancia. El inicio, con “Rosalía”, marca un tono suave para luego darle paso a la más movida “La travesía”. Esa es la oscilación que define a todo el concierto –y la discografía completa de Guerra–, alternando el merengue y la balada, el mambo y la bachata. Perfecta modulación de velocidades que quizá sean la clave de sus casi 40 años de trayectoria.

Le seguirían “La llave de mi corazón”, “Vale la pena”, “Como yo”, “Kitipun” y luego un momento íntimo en el que las luces del escenario bajan, Juan Luis toma la guitarra y se acomoda en una silla. “Esto en República Dominicana lo llamamos pambiche. Un merengue lento que se lo dediqué a mi eterna enamorada, mi esposa Nora”, cuenta el músico, poniéndose íntimo y afectivo sobre su relación desde 1983 con Nora Vega, la mujer que ha inspirado casi la totalidad de sus composiciones de amor.

Después del entreacto romántico, la gente se reactiva con uno de esos efectivos popurrís que la banda ejecuta con perfecto ánimo: “Razones”, “Ayer”, “Todo pasa” y “Carta de amor” suenan concatenadas de tal forma que nadie deje de bailar. Quien no baila demasiado es Guerra (65 años no se cumplen en vano) pero, valgan verdades, nunca ha sido uno de esos ‘showman’ de gran despliegue físico. Lo suyo se basa sobre todo en una voz que mantiene intacta, muy limpia y bien cuidada.

El dominicano Juan Luis Guerra mostró que mantiene la voz intacta presentando sus mejores éxitos. (Foto: Anthony Niño de Guzmán)
El dominicano Juan Luis Guerra mostró que mantiene la voz intacta presentando sus mejores éxitos. (Foto: Anthony Niño de Guzmán)

“El Niágara en bicicleta” marca un punto bien alto, con un público enganchado a uno de sus temas más populares. Y luego, nuevamente el sube y baja, porque sigue uno de los temas cristianos de Guerra. “Este se lo compuse a Jesús, mi salvador, rey de reyes. Para él no hay nada, nada imposible”, manifiesta con evidente fe antes de entonar “Para ti”.

Tras ello, otro ‘medley’ que incluye varios hits como “La hormiguita”, “Bachata en Fukuoka”, “Bachata rosa” y cierra con quizá la más coreada de la noche, “Burbujas de amor”, que convirtió al escenario en esa metafórica pecera. Un descanso para el cantante, que deja por un momento que su orquesta se encargue de animar al público, y retoma con otros clásicos como “Visa para un sueño”, la muy política “El costo de la vida”, “Ojalá que llueva café”, el perico ripiao “El farolito”, y “Las avispas”, bailada hasta decir basta.

Un receso breve y el barbado cantautor –ganador de casi 30 Grammys, con más de 70 millones de discos vendidos– retoma para una tanda contundente compuesta por tres canciones del “Bachata Rosa”, el disco de 1990 que lo consagró: “A pedir su mano”, la propia “Bachata Rosa” y la infaltable “La Bilirrubina”, estallido y despedida para un show que, aunque este miércoles 23 repite el plato, seguramente se hará extrañar.