El "Fin de fiesta" de Kevin Johansen
El "Fin de fiesta" de Kevin Johansen
Daniel Goya

Después de cada respuesta Kevin Johansen sonríe y ríe. Su risa tiene la precisión de un reloj suizo, se deja escuchar siempre al final de lo que dice. Cada idea que cierra a través de la línea telefónica es una oportunidad para demostrar que lo está pasando bárbaro, que está todo bien. Que le gusta ser él, que le gusta ser el Kevin Johansen de hoy y escribir canciones y jugar con las palabras para decir lo que quiere decir. Atrás, muy atrás, quedaron los tiempos en los que se le conocía por musicalizar la telenovela “Resistiré”, atrás también quedaron las épocas de indecisiones y de vivir entre Alaska y Buenos Aires. En la memoria también se quedó el chico de 12 años que estudiaba en la Escuela del Sol, en Buenos Aires, y cuyos compañeros de clases lo veían como un argentino incompleto, más gringo que albiceleste. El cantante que abraza la multiculturalidad musical fue primero, un muchacho expuesto a muchísima diversidad.

Vivió en Nueva York, donde vendió películas de video a domicilio, fue portero de un salón de tango de Manhattan, trabajó en un servicio de catering en un hotel y como guía turístico en el edificio de la ONU. Si uno se pregunta de dónde viene el estilo Johansen, ese que parece no ser un solo estilo, sino muchos sobreponiéndose a la vez, donde los ritmos parecen casarse y divorciarse en el tiempo de lo que dura una canción, basta con saber que antes de los 20 años Kevin ya había vivido en Alaska, Buenos Aires, Nueva York, Montevideo y había trabajado con alemanes, dominicanos, rumanos, haitianos, irlandeses, cubanos y mexicanos.

Kevin Johansen (Foto: Jessica Vicente / El Comercio)
Kevin Johansen (Foto: Jessica Vicente / El Comercio)

— “Algo Ritmos”, tu nuevo disco, al igual que tú, parece no pertenecer a un solo momento y lugar. ¿Cómo fue concebido?

Es un disco grabado en Nueva York, Río de Janeiro y Buenos Aires. “Algo Ritmos” tiene mucho de mí, de mi esencia y habla mucho de los tiempos locos que estamos viviendo. Creo que un disco es un buen motivo para quitarse de la mochila cuatro o cinco cosas importantes que uno quiere decir. Entre esas están obviamente el cambio de paradigma de los derechos igualitarios, entre los géneros, el cambio de paradigma en cuanto a la identidad sexual. Y respecto a las libertades individuales, de eso también hablo mucho en el disco.

— Hay canciones como “tú ve”, “Cuentas claras” y “Solo le dije” que seguramente no podrían haber sonado hace 10 o 20 años y que tienen que ver sobre las relaciones de pareja y los límites entre las partes de una relación.

Sí, hay ciertos manifiestos sobre el amor. Cómo es relacionarse hoy con la pareja, cómo es hoy tener un contrato amoroso, qué es la libertad del otro, qué es la libertad de uno. Dónde empieza y dónde termina la soberanía del cuerpo y de eso hablo mucho en esos temas.

—“Tú ve” es una canción muy honesta que apela a la idea de que por primera vez las parejas, al estar en igualdad de condiciones, pueden decirse las cosas a la cara.

John Lennon siempre se arrepintió de una canción que hizo que hablaba de la posesión de un hombre que creía que su pareja era suya, que le pertenecía. En este cambio de paradigma estamos dándonos cuenta de que nuestro cuerpo es nuestra soberanía y nadie decide sobre mi cuerpo más que yo. Y en todo caso el amor es una decisión. Durante la canción digo “y decidimos amar”, porque la verdad es esa, el amor termina siendo una decisión y una decisión hermosa. Ya luego,si uno quiere sentir pertenencia con alguien, también está dentro de su libertad.

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—Y, en cambio, en canciones como “La gente más linda” hay una opinión sobre lo que se muestra y lo que no se puede ver.

Es un tema que habla de los tiempos de Instagram, que estamos buscando siempre la perfección, queriendo mostrar solamente lo bueno y no dejando que aparezca el lado humano. Se está borrando el lado más imperfecto de nosotros.

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— ¿Tus canciones son una captura de lo que ves a diario o de lo que te toca vivir cada día?

Siempre, dentro de una buena canción, puede haber un mensaje de empatía. En la música siempre hay canciones que son oportunistas y canciones que son oportunas. A mí me gustan las oportunas; las oportunistas pueden ser divertidas y hasta pueden coincidir con lo que la gente necesita escuchar y de allí sale un ‘one hit wonder’ que después nadie recuerda. Los temas que perduran son los que marcan tu tiempo. Siempre parafraseo un dicho: “Pinta tu aldea y será universal, pinta tu tiempo y serás atemporal”. De allí viene el tema de la canción oportuna y no oportunista. La canción oportuna es eso: retratar tu época de la forma más fiel posible, de la forma más personal posible, y quizás esa canción tenga chance de perdurar en el tiempo. Ese es el sueño de todo cancionista, nosotros queremos la eternidad a través de nuestras canciones.

— En la búsqueda de formas personales, ¿qué influencias surgen en tu trabajo?

Todas. Kurosawa decía que el verdadero artista no desvía la vista. Es una gran frase porque uno se siente muy pequeño, muy cobarde, cuando ve esa frase porque uno dice “me la paso desviando la vista”, porque hay cosas que no me gustan, o hay una noticia en el noticiero que me parece desagradable y desvío la mirada. En realidad, el desafío del artista es mirar todo. Mis hijos me muestran desde canciones de trap, o urbanas, cosas que se escuchan ahora y que quizás yo no escucharía por mí mismo. Y también me gusta escuchar cómo están producidas, cómo están hechas, hay un montón de cosas interesantes. Pero luego uno tiene la responsabilidad de ponerle su propia onda.

Hablando de reggaeton, hace poco en los últimos Latin Grammy muchos se quejaron por no aparecer en las nominaciones

Da un poco de risa, porque son los que realmente más atención están recibiendo. Un poco en broma, es como un millonario quejándose. Pero sí entiendo el reclamo de que existen subgéneros. Ya no es solo reggaeton, ahora hay trap, existen subgéneros y tal vez eso es lo que estaban pidiendo, que se divida y amplifique los estilos y los sub estilos que están surgiendo dentro de la música urbana y me parece súper válido como cualquier otro. Son fenómenos que tienen su tiempo. Yo fui testigo de lo que se escuchaba a principios de los noventas en Nueva York, porque viví 10 años, el dance hall jamaiquino fue un poco el padre del reggaeton y después empezó uno que se llamaba El General, un dominicano, a rapear en español y varios más siguieron y allí empezó a formarse el género urbano que después se llamó reggaeton y a mí me parece buenísimo, me parece un género muy interesante para abordar.

— El reconocimiento te llegó después de los 30 y has dicho que eso fue una bendición. ¿Por qué lo consideras así?

Porque probablemente creo que, como a muchos, toda persona de 20 años pierde un poco la brújula, pierde un poco el eje cuando se encuentra con la fama y los halagos. Yo siempre trato de humanizarlo porque conozco colegas que han tenido la fortuna de que les fue bien muy jóvenes y algunos de ellos no supieron pilotear su vida. Yo creo que no lo hubiera podido pilotear muy bien. Entonces, sí, agradezco que me tocó después de los 30 y lo pude disfrutar y darme cuenta de que hay una atención que es pasajera y luego hay una atención que uno busca respecto a lo que uno hace y que puede ser larga, porque esto de hacer canciones es algo que uno puede hacer hasta los 90 años y llegar bien.

— ¿Qué le viene a la cabeza cuando recuerda que se acerca la fecha de tocar nuevamente en Lima?

Lo primero que es un gran honor llegar al Teatro Nacional de ustedes. Es uno de esos lugares donde uno deja caer un alfiler y se escucha todo. Qué mejor para un músico que tocar allí y sentirse obligado a dar lo mejor, o equivocarse lo menos, y presentar “Algo Ritmos”.

—¿Al momento de escribir canciones confías en tu primer instinto o eres de corregir y editar y cambiar?

Trato de ser fiel a esa primera emoción. Pero a veces se te puede acabar el amor por esa idea y darte cuenta de que no era tan genial como pensabas. Cuando uno es grande, sabe esperar. Leonard Cohen decía “yo sé esperar”, porque un cancionista es como un pescador: tiene que estar esperando y en algún momento surgirá la idea.

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