KISS durante su presentación en Lima (Foto: Javier Zapata para El Comercio)
KISS durante su presentación en Lima (Foto: Javier Zapata para El Comercio)
/ JAVIER ZAPATA
Ricardo Hinojosa Lizárraga

Este concierto había comenzado mucho antes del momento en el que abrieron las puertas del Arena 1 de la Costa Verde la noche del miércoles. Este concierto arrancó, en realidad, con el anuncio de que Kiss incluiría Lima en End of the Road, el tour en el que esta banda incendiaria y explosiva formada hace casi 50 años se despediría de los escenarios del mundo. Desde que se supiera que la cita sería en mayo del 2020 –que luego se reprogramó para noviembre del mismo año-, sus seguidores fueron preparándose a su manera. Compraron polos, repasaron las letras, armaron grupos de WhatsApp para comprar las entradas juntos, reunieron a la mancha con la que más disfrutaron esta música o prepararon Playlists en Spotify con las canciones que esperaban cantar en la noche definitiva de en Lima. Tal vez, porque el verdadero inicio de este último concierto fue la primera vez que los escucharon en un cassette, un LP o un CD, saltando por los aires de una habitación empapada con su hard rock.

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Pero llegó la pandemia y, con el suspenso del mundo, llegó también el de la música en vivo. Mucho ha cambiado ya en las vidas de los miles que asistieron al concierto anoche, pero una cosa se mantiene inquebrantable: su pasión por el rock. Quizás una fiesta electrónica o un concierto del reguetonero de moda sean capaces de rebasar records de asistencia, pero la diversidad etaria del público que se ve en los conciertos de rock es ya digna de análisis más amplios. Podía verse pequeños de 6 o 7 años, ataviados con sus respectivas gorras, vinchas o polos del grupo, esperando con genuina expectativa el inicio del concierto. Muy posible consecuencia de padres rockeros que han hecho bien su trabajo. También había adolescentes, jóvenes, veinteañeros, treintañeras, incluso septuagenarios de ambos sexos, con polos, vinchas o maquillados a la manera de Paul Stanley (70 años) o Gene Simmons (72), incombustibles factótums del mastodóntico proyecto musical que el mundo conoce como KISS y que llegó a Lima a revalidar su condición de leyendas de la música contemporánea, más allá de pirotecnias, maquillajes y vestuarios extravagantes. También más allá de los “puristas” que alguna vez se atrevieron a subestimarlos por ellos.

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Concierto de KISS en Lima. (Video: Javier Zapata)

El cielo está en llamas

Su presentación, sin embargo, no estuvo exenta de suspenso. Aunque el concierto estaba programado para las 9 de la noche, a esa hora la gente seguía ingresando al recinto y las colas se extendían por una Costa Verde sumergida bajo una ola de automóviles, impaciencia y cláxones. Fue precisamente el tráfico el argumento que la producción del evento anunció por los altavoces como motivo de la demora. Mientras tanto, KISS abandonaba su hotel ya vestidos para el show. Peregrinos extraterrestres, visitantes de un planeta de guitarras y amplificadores, dispuestos a la colonización definitiva.

La razón de la demora se supo más tarde: el ingreso de la gente se retrasó para solucionar unos problemas con la infraestructura que dejaron al público y a los propios músicos de Frágil –formados solo 3 años después que KISS, teloneros estupendos de los Rolling Stones en su visita a Lima- con la enorme decepción que significó no poder presentarse, a pesar de haber sido anunciados como ‘opening act’ de lujo. Tavo Castillo, tecladista del grupo, le dijo a El Comercio que no pudieron presentarse debido a “un problema del andamiaje que KISS tiene para hacer todos sus shows. Ellos estaban probando la estructura y al momento de forzarla reventaron varios pernos. Ese fue un problema que, digamos, hizo que cambiaran esa parte de la estructura, justo al momento en el que nosotros teníamos que hacer el show”. El emblemático músico peruano añadió que el fallo en la estructura sucedió alrededor de las 6 p.m., casi dos horas antes del horario previsto para que Frágil salga al escenario.

Más allá de ese momento complicado, los intérpretes de Avenida Larco, Animales o El Caimán recibieron el cariño y el respaldo del público cuando se confundieron entre ellos con la misma expectativa: disfrutar a KISS en Lima después de 13 años. Eso fue durante la gira Alive/35, el 14 de abril del 2009, ante 35 mil personas, en el Estadio Nacional. A las 10 y 30 de la noche del último miércoles 4 de mayo, Stanley y Simmons, acompañados, como desde hace casi 20 años, por Eric Singer en la batería y Tommy Thayer en guitarra, se reencontraron con el Perú.

Rock and Roll toda la noche

El calentamiento musical previo fue preciso: Judas Priest, Motörhead, ACDC, Pantera o Iron Maiden sonaron en los parlantes con la seguridad de que cualquier asistente a un concierto de KISS era un potencial seguidor también de esos grupos. Otro emblema del género, Led Zeppelin, le puso la cortina previa a la aparición de KISS con su clásico Rock and Roll. “It’s been a long time since I rock and roll/ It’s been a long time since I did the stroll/ Let me get it back, let me get it back...” canta Robert Plant en su arranque, una letra indudablemente simbólica en una noche como esta, mientras el cuarteto iba entrando al escenario para traer toda la furia eléctrica al borde del mar peruano con Detroit Rock City, a la que le siguió sin respiro una Shout it out Loud que, a juzgar por la reacción del público, llevaban dos años esperando con las gargantas afiladas. Afinadas, no tanto. Pero se ganaron mil puntos por el entusiasmo.

“No comprendo bien el español, pero comprendo sus sentimientos y mi corazón es suyo”, dijo un emocionado Paul Stanley tras ambas canciones, en sus primeras palabras hacia la gente, una feligresía emocionada que supo corear todos los temas como plegarias necesarias para una noche poderosa e incendiaria. Los efectos de fuego y explosiones que acompañaron el concierto retumbaron la noche en Magdalena y San Miguel por igual. Deuce, War Machine, Heaven’s on Fire y I Love It Loud continuaron sellando el pacto eterno entre KISS y sus seguidores. Singer y Thayer tuvieron tiempo para que sus magníficos solos de batería y guitara, respectivamente, dejaran serias dudas entre quienes aún extrañan a Eric Carr y Ace Frehley, los legendarios y queridos ex miembros del grupo.

En las dos horas y media que duró esta ceremonia de rock y energía, hubo tiempo para Lick it Up, Calling Dr. Love, Tears are Falling o Love Gun, también para los vuelos de Paul Stanley de lado a lado del escenario –acompañado por la bandera peruana-, para la sangre y la lengua de Gene Simmons, para el lanzamiento de grandes globos o pica pica rojo y blanco y, por supuesto, para interpretar con juvenil ímpetu los clásicos inevitables que siguen sonando tan frescos como potentes: la hermosa Beth y los hits I Was Made for Loving You y Rock and Roll All Nite. No hubo tiempo, sin embargo, para God Gave Rock and Roll to You II, aunque su ausencia en el set list fue un maravilloso pretexto para reivindicarla cantándola en el regreso a casa, aún con el concierto vibrando en los oídos. Siguiendo la enseñanza de KISS hacemos, precisamente, lo que dice esa canción: “God gave rock ‘n’ roll to you/ Gave rock ‘n’ roll to you/ Put it in the soul of everyone” (“Dios te dio el rock’n’roll/ Te dio rock ‘n’ roll/ Ponlo en el alma de todos”).

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