Puede que lo más distintivo de y su banda sean sus peinados. Él con sus características trenzas, el guitarrista Craig Ross con sus rizos bien definidos, la baterista de frondoso afro, y la otra guitarra que, si bien no muestra la cabellera, la cubre con un sombrero de ala ancha de medio lado para confirmar el derroche de estilo. Como si para ser miembro de la agrupación fuera prerrequisito lucir una cabeza bien distinguible.

Lo cierto es que el show comenzó alto con su clásica “Are You Gonna Go My Way”, buen ejemplo del pop-rock guitarrero al que Kravitz le ha ido agregando y extrayendo –según sea el caso– las dosis de blues, funk y R&B que hicieron reconocible su discografía. Porque de todo eso hay en su música, pero sobre todo de pop-rock. No hay por qué ocultarlo.

El espectáculo en general, que tuvo lugar en el Arena 1 de la Costa Verde de San Miguel, destacó por sus buenas pantallas, juegos de luces y efectos visuales. Componentes necesarios para resaltar el despliegue escénico del músico que, a sus 60 años, se mantiene en envidiable forma y sabe que es uno de los elementos principales a sacar provecho.

Veo que tengo muchas propuestas de matrimonio hoy”, dice Kravitz en referencia a los múltiples cárteles con el clásico “Marry Me” (cásate conmigo). Cosa que él responde con su desgarbada sensualidad, con un “los amo” dicho en correcto español, y con una serie de recursos y efectismos típicos del “fan service”. El neoyorquino lo hace sin empachos, conectando cada tanto con un público que delira frente al más mínimo guiño personal.

Estoy muy feliz de estar aquí con ustedes –continúa Kravitz con su bien ensayado castellano–. Todos juntos somos energía. Somos vida. Somos amor”. Y empalma con “I Belong To You”, el tema que dedica a Dios, mirando al cielo, y exhibiendo una fe que en los últimos años ha ido incrementando y ganando espacio dentro de su discurso.

Más adelante, otra fan satisfecha: una señorita con una pancarta que dice “te tengo tatuada”, y que Kravitz hace subir al escenario para darle un abrazo. “Muchas gracias, mami”, le dice con tono de galán antes de mandarla de nuevo a sitio.

“Estoy muy feliz de estar aquí con ustedes –continúa Kravitz con su bien ensayado castellano–. Todos juntos somos energía. Somos vida. Somos amor”

Y así transcurren las casi dos horas de show: “It Ain’t Over ‘Til It’s Over” es una de las más coreadas de la noche. “American Woman” –clásico cover de The Guess Who que ha vuelto casi suyo– también pone a rabiar al respetable. Y casi para terminar, su emblemática “Fly Away” desata los cánticos generales en el recinto.

El final con “Human” –canción no tan popular, sacada de su último álbum, “Blue Electric Light”– se siente un poco anticlimático, así que tras una falsa despedida, la banda vuelve al escenario para cerrar con “Let Love Rule”, esta sí tremendamente popular, perteneciente a su disco debut del mismo nombre, de 1989. Es una versión extendida, que le permite a Lenny incluso bajarse del estrado y pasearse entre el público. El momento perfecto para la felicidad de señoras sobreestimuladas, melómanos con ganas de pogo y curiosos en busca de tocar al menos con un dedo los bíceps de un cantante que sabe cómo ofrecer un espectáculo para las masas. Su tarea está cumplida.