“La gente puede decir mil cosas de Lucía, pero tienen que convivir conmigo para saber realmente quién es Lucía Magdalena de la Cruz Cuya”, nos dice la criolla apenas nos encontramos con ella en su casa de Chorrillos. En el patio, tres elefantes hechos de marfil y madera, nos dan la bienvenida. Están dando la espalda como mandan los ritos para atraer la buena suerte. Al fondo, un pequeño altar completa las efigies que rigen las creencias y devociones de la intérprete. “A los elefantes les sobo la espaldita y les rezo a mi Divino Niño y a mi Cruz de Motupe”.
Lejos de la imagen transgresora con la que se le identifica, aunque con algunos chispazos de altivez y buen humor, Lucía de la Cruz nos deja ver su lado más sensible, ya sea recordando su pasado o viviendo a flor de piel su presente. Entre sonrisas, risas y llanto, las imágenes de su abuelo, de su madre y la de Percy García, el gran amor de su vida, se vuelven más nítidas que nunca.
Usted se autodefine como la mejor cantante de música criolla…
Yo no me he definido así. Me lo han dicho miles de seres humanos. Entonces, yo digo, una se puede equivocar, dos también, pero muchas no. Dos de las seis grandes del Perú, Eloísa Angulo, la soberana de la canción peruana; y la reina y señora de la canción criolla, María Jesús Vásquez, me dijeron que yo soy la mejor voz que tiene el Perú. Y yo les creo.
¿Quién descubre su talento para el canto?
Fueron mi madre y mi abuelo. Él era un hombre que salía a recoger vidrio molido con un burro que teníamos y que se llamaba Omelencó.
Ese es un nombre peculiar.
Sí, porque a mi abuelo Fortunato siempre le gustaron las guarachas. Soy descendiente de españoles por mis bisabuelos. Antes de salir mi abuelo me llamaba con un silbido. Yo tenía 5 ó 6 años, me ponía una manta encima de la carreta y nos íbamos cantando.
Entonces, él le enseñó sus primeras canciones. ¿Recuerda algunas?
Sí, eran canciones más españolas que valses. De Joselito, de Marisol, de Pedrito Rico, cantaba canciones como “tengo una cartilla en el colegio, papel y pluma…”. A mi abuelo le gustaba que yo cantara “Granada”. Cuando terminaba de hacer su trabajo yo le decía, ¿tú me vas a pagar algo? Me daba 20 centavos y a las seis de la tarde hacía la mazamorra cochina que a mí me gustaba. Él gritaba ‘Luchi’, así me decía, y yo iba corriendo.
Pero fue su madre quién la lleva por primera vez a la radio.
Mi mamá me llevaba todos los sábados a Radio Mundial, al Club Infantil de Maruja Venegas que estaba en Jirón De la Unión. Ella me decía “cállate la boca que te voy a llevar aunque tu papá no quiera”. Yo me cambiaba a escondidas y cuando mi papá se daba cuenta preguntaba “¿a dónde vas a llevar a esa muchacha? A la perdición, a la vida bohemia”. Por entonces yo no sabía que mi padre era cantante. Tocaba guitarra, cantaba precioso, tenía una voz bella, pero era borracho y pescador. Después de la pesca, los tragos, los amigos.
¿A esa edad recibió su primer pago?
Sí, por eso cuento mi trayectoria desde los seis años. Mi primer sueldo fue un sol. Ese sol lo dividíamos para muchas cosas. Cuarenta centavos costaba el monto de menudencias. Con ese sol mi madre cocinaba. Porque como mi papá era pescador decía “ya vengo, Maruja” y agarraba su bote que se llamaba Julia, el nombre de mi hermana mayor, y no sabíamos cuando volvía.
Ese sol ayudaba, pero no alcanzaba…
Mi mamita lavaba ropa y mi hermana Manuela planchaba. Con esa platita también me compraban mis vestido de bobos, mis medias cubanas, mis zapatos blancos y mi listón. Así me iba a Radio Club Infantil. De ese programa salieron muchos artistas talentosísimos.
¿Hasta qué edad trabajó allí?
Hasta los ocho años. Luego pasé al programa del Capitán Adams. También pertenecí a Cachirulo y sus cuatronautas. Me acuerdo que estábamos en canal 4 y en el 5 ya estaba el Tío Johnny. Con el tío Johnny estaban las más pitucas, Betita Gianotti, Iradia Valdivia; con Cachirulo estábamos Raquel Bejarano, Gladys Mercado, Doris Caballero y yo. He pasado una época muy linda desde los seis años hasta ahorita, pero nunca termino de aprender, de conocer.
Siendo menor de edad, a los 15 años, empieza a cantar en peñas. Con Eva Ayllón.
Eva es menor que yo, así que era ella la que cantaba al lado mío, que es diferente. La historia de Eva y mía es muy linda. Yo cantaba en Rinconcito Monsefuano, Eva había ido en dos oportunidades al canal 4, cantó dos temas y no pasó nada. Me dijo que quería cantar, me contó su historia y la llevé a mi casa. Recuerdo que también la llevé a la peña el Tondero, llegó con su hermana Rosita y Patty chiquitita. Nos hicimos amigas.
Se ha comentado mucho sobre una supuesta enemistad entre ustedes.
Cualquier periodista, cualquier persona puede decir que no me llevo con ella, que no conversamos, que no reímos juntas, que no nos tomamos un vino. Nosotros nos dejamos de ver como 30 años. Ella se fue a EE.UU. se casó. Estaba embarazada iba a tener a Carlitos y nos desvinculamos. Yo ya me iba a Europa. Pasó lo del problema de las visas, y ya no pude ingresar a EE.UU.
Hablando de ese tema, ¿aún no le levantan el impedimento de entrada a ese país?
Hace unos meses, entre octubre y noviembre, me llegó una carta. Yo pedí un perdón de gracia hace tiempo y en la carta me dicen que ha sido aceptado. Pero yo no quiero ir así porque sí, yo quiero ir cuando me contraten.
Desde su adolescencia ganó tantos festivales que empezaron a llamarla ‘La reina de los festivales’. ¿Cuántos ganó en total?
Veintisiete y con los mejores temas. Las primeras canciones fueron “Moreno de sol y luna”, de Domingo Maquiavelo; luego grabé “Vieja Limeña” de Polo Campos, con esa canción ganamos como cuatro trofeos. Luego vino “Quiero que estés conmigo”, “Perdón por adorarte”, “Yo perdí el corazón”. Fue Guido Monteverde quien me puso ese apelativo.
¿Qué opina de las nuevas voces que están apareciendo en el Perú? Susan Ochoa, por ejemplo.
Mientras los jóvenes evolucionen en la música, enhorabuena. Eso es lo que nosotros deseamos. Pero, la verdad, es que casi no hay nuevos artistas. ¿A ver dime quién? Imitadores de Manuel Donayre y del ‘Zambo’ Cavero. No. Queremos que destaquen y sean libres al cantar. Como Susan Ochoa ¿A quién imita? A nadie. Es ella misma y se está haciendo sola. Y está en buenas manos, en las de Eva.
Usted se casó, por primera vez, bastante joven…
A los 20 y me quedé viuda a los 21 ó 22. Una bala perdida mató a mi esposo en un toque de queda. Con él tuve a mi primer hijo, pero tengo cuatro: Michelle, Christian, Enith y Xiomara.
Después de tantas idas y venidas en su vida amorosa. ¿Aún considera que Percy García es el gran amor de su vida?
Lo es. Es difícil enamorarse dos, tres, cuatro veces. Yo solo me enamoré una vez y fue de Percy. Mi primer esposo me encantaba, tenía ojos bellos, lo quise mucho, pero no fue amor. Después que terminé con el señor Wong, padre de mis hijos Christian y Enith, me volví a casar. Viví cosas preciosas con Percy. Murió muy pronto, pero me dejó algo precioso que es Xiomara.
¿Cómo termina involucrándose con hombres mucho más jóvenes que usted?
Después de Percy me di cuenta que la vida no era nada fácil. No creía en nadie. Así que comencé a jugar, a burlarme de los hombres. A utilizarlos. Me gustaba alguien y preguntaba por él lo llamaba y venía. Y nos hacíamos novios. Pero ojo, me costaba mucho irme a la cama con ellos. No soy promiscua. Un besito, abrazos, una agarradita, pero ahí no más.
¿Y actualmente tiene novio?
No. La verdad, siendo sincera, no sé por quién decidirme. Tengo tres pretendientes. Soy bien mala suerte. No me animo porque uno tiene 27, los otros treinta y tantos. No me puedo decidir. Yo quiero un hombre de más de cuarenta pero que sepa lo que quiere y piense bien. Ahora los de 40 piensan como los de veinte. Ya no sé qué hacer, así que prefiero quedarme sola. La verdad, ya estoy cansada.
¿Qué es lo que la desgasta?
Cuando voy a un lugar y la gente me agobia. Estoy así en capucha, con lentes y me dicen Lucía una foto. Mira lo que me han hecho (muestra algunos moretones en sus brazos). Por agarrarme. A veces he llegado al extremo de tener que empujar yo también. Pero ya no puedo. Me dicen “he venido desde lejos, Lucía. Por favor, una foto”. Y yo le digo, ya, ven, déjenlo pasar. ¿Y sabes lo que hace? Tres, cinco, diez fotos. No te pases (risas).
¿Cómo va su salud? Me contó que hace unos días tuvo que ir a una clínica de emergencia.
Sí, soy diabética. Pero todo empezó hace unos días cuando mi hermana Julia me dijo “hermanita, ya quiero descansar”. Ella es la única hermana que me queda y yo la quiero mucho. A partir de ese día empecé a sentir presión en el pecho. El sábado en el segundo local que fui ya no soporté más, me ahogaba. Me llevaron al hospital, me inyectaron algo para calmarme, tenía la presión baja.
¿Qué le diagnosticaron?
Una doctora, muy linda se me acercó y me dijo, “¿Lucía quieres llorar?” Sí, le dije, pero quiero llorar bastante y no quiero parar. Al día siguiente me fui a la clínica y me dijeron que tenía una depresión. A mis hijos les dijeron que no me dejen sola. Yo a veces quiero irme, agarro mi carro y me voy lejos. A llorar sola (rompe en llanto). Y me acuerdo de todo, de todo. Se me nubla todo y le pido a Dios que me ayude. Yo amo mucho a mi hermana, he sido muy pegada a ella porque yo he sido la menor.
Quizás necesita un tiempo solo para usted.
Dentro de poco voy a recibir la plata que gané en “El valor de la verdad” y me voy a ir a Cuba. Perdonen que haya llorado, pero necesitaba hacerlo. Desde que empecé a tomar mis pastillas estoy mejor. Por eso te pedí mil disculpas por haberte cancelado la otra vez. Pero aquí estoy hablándote mi verdad, lo que realmente siente Lucía.
Usted ha dicho que no se arrepiente de nada. ¿Está segura?
De nada. Es muy tarde para poderme arrepentir de algo. No puedo remediar nada. Quizás Lucía ha cambiado mucho, muchísimo. Pero no puedo retroceder el tiempo. Soy tal como soy, Y si algún día tuve un error, una falta, he pedido perdón a dios. Al único. El resto no me importa. Yo soy del mundo.
Más información
“Lucía 60”: Lugar: Teatro Peruano Japonés.
Dirección: Av. Gregorio Escobedo 803, Jesús María.
Fecha: El 15 de febrero.
Hora: 8 p.m. Entradas. Teleticket.