La única vez que no siguió las señales que el destino le puso en el camino, perdió la oportunidad de continuar su carrera musical en México, junto a Los Panchos. Corría el año 1976 y cuando aún retumbaba en sus oídos las lapidarias palabras de su padre afirmando que nunca podría vivir de la música, Manuel Ortiz hizo realidad uno de sus mayores sueños: compartir escenarios con Alfredo Gil y ‘Chucho’ Navarro, en reemplazo de Ovidio Hernández, primera voz del famoso trío.
Aunque confiesa que le faltó “decisión y valor” para irse del país, esa experiencia lo impulsó a recomponer la desintegrada agrupación fundada en su adolescencia. Tras varios intentos fallidos, la estabilidad llegó con Luis Silva y Modesto Pastor. Empezaron así tres décadas de éxito prolongado para Los Morunos.
Con todos los recuerdos aún frescos en su mente, Ortiz confiesa que hace casi un año atravesó “por el golpe más fuerte” de su vida: un infarto cerebral que le ha hecho replantear su continuidad en el trío que forjó su trayectoria musical.
¿Cuál es el motivo real de su retiro?
Yo estuve trabajando normalmente hasta el año pasado, el 10 de marzo exactamente, actuando en una función particular me dio un malestar que al final terminó en un infarto cerebral. Esto hizo que me internaran en el Hospital militar y luego empecé mi proceso de rehabilitación. Gracias al cuidado de mi esposa, hermanos, amigos he logrado recuperarme y desde hace unos meses ya estoy trabajando, pero para casas particulares casinos, por ejemplo. Trato de no exponerme mucho porque todavía no tengo mi vitalidad normal. Y no quisiera q la gente me viera y dijera que el moruno ya no canta más. No quisiera que vean al artista deteriorado, quiero que me recuerden bien.
¿Cuánto tiempo estuvo internado?
Primero dos días, porque como no tengo seguro ni social ni privado, unos amigos hicieron unos trámites para llevarme a otro lugar. Allí me hicieron los análisis, los neurólogos, el tratamiento. Estuve dos semanas internado. Fue algo muy fuerte, lo más fuerte que me ha pasado.
¿Nunca le había pasado nada parecido?
Hace como 20 años me dio otro infarto, pero era joven. Recuerdo que salí cantando. El doctor me dijo, ”es que entonces tu cuerpo tenía también 20 años menos”.
Con este susto cómo avizora el panorama para los Morunos?
Quiero seguir con Los Morunos musicalmente, sí, pero quiero encontrar una voz joven que pueda seguir con mis compañeros, alguien a quien yo pueda guiar.
Entonces, ¿está buscando un sucesor?
Algo así. Pero yo podría ir a ver las funciones, podría cantar eventualmente con ellos. Así ya no tendría la necesidad de estar hora y media en un concierto. Yo quisiera encontrar un muchacho para formarlo a la manera como estoy haciéndolo con los otros dos chicos que tocan conmigo. Por ahora necesito estar más sereno, más tranquilo.
Antes de ser parte de Los Morunos, usted ya había formado un trío. ¿Cuándo sucedió?
Fue en el colegio, como estudiante del José María Eguren de Barranco. El primer trío ya con el nombre de Los Morunos fue también más o menos en esa época, cuando todavía usaba uniforme.
Usted ha contado que encontrar a los integrantes de ese primer trío fue una feliz coincidencia.
Tenía 16 años y eran como las cinco de la tarde. Iba en bicicleta a visitar a una amiga para conversar en la puerta de su casa, cuando vi a dos jóvenes veinteañeros en una esquina, de cuclillas y tocando su guitarra. Me llamó la atención y me fui acercando de a poquitos. Uno de ellos era un japonesito y el otro su amigo peruano. Estaban molestos porque el compañero que cantaba no había venido. Me vieron interesado y me invitaron a cantar. Cante hasta las 11 de la noche. Después de ese día, repetimos nuestra reunión muchas veces hasta que al final los tres nos hicimos muy populares en el barrio.
Remontándonos a algunos años antes de ese episodio, ¿recuerda cómo descubre que lo suyo es el canto?
Siempre quise cantar, desde q tengo uso de razón. Pero mis padres me decían, tienes que estudiar. Como ahora le pasa a mi nieto que le gusta el fútbol y quiere dejar todo por dedicarse a eso. La vocación de cantar siempre fue parte de mi vida. Yo salía al parque Salazar, me sentaba en algún banco de cemento y cantaba solito, cuando no había gente.
¿Cuándo recibe sus primeros aplausos?
Había momentos en la escuela primaria en que los maestros salían y nos dejaban con uno de los alumnos a cargo. Yo me sentaba atrás, en la última carpeta. Una de esas veces estaba tamborileando en una las carpetas y empecé a cantar con un amigo, pero de repente él se quedó callado y yo seguí. Había entrado el profesor. Me puse nervioso, pero cuando él se me acerca solo me dice que cantaré en la actuación del Día de la Madre. La canción que el maestro eligió era una que le gustaba a su novia, “Ruega por nosotros” se llamaba.
Su talento vocal es innato, pero nunca estudió canto…
En cuarto o quinto de primaria una profesora, la señorita Pagazza habló con su hermana, que era por entonces la directora del Conservatorio de Música, para que me escuche cantar. Ella me esperaba frente a un piano. Cuando me oyó me dijo “dile a tu papa que tienes una beca para estudiar en el conservatorio”. Estaba feliz, pero tenía que comprarme un piano. La respuesta de mi padre fue “no tengo plata para comprarte uno. Ponte a estudiar”.
Otra rama del arte que domina es el dibujo y la pintura. ¿Logró perfeccionar esa destreza?
Aunque no pude estudiar en el Conservatorio, sí llegué a ingresar a la Escuela de Bellas Artes. También ingresé a la universidad en la carrera de Ciencias Económicas. Intenté pero no pude terminar. Siempre tenía en la cabeza lo que me habían dicho desde niño, “de la música no vas a poder vivir”. En los primeros años con Los Morunos fui taxista para mantener a mi familia. Hubo un tiempo que me decepcioné de la música, tuve que dedicarme también a otros oficios.
Eso ocurrió en los años setenta, ¿a qué se dedicó entonces?
Retirado de la música, busqué un empleo. Llegué a ser jefe de un almacén de confecciones. De repente me vi frente a un escritorio enorme con una serie de libros muy grandes y códigos que identificaban las prendas que allí se hacían. Todos los sábados se reunían el jefe de ventas, de cobranzas, de promoción y yo estaba siempre ahí, pero aburrido.
Hasta que llegaron Los Panchos a Lima. ¿Cómo logra ser parte del trío?
Una tarde en el trabajo tomé el periódico y vi que este trío llegaba a Lima. Era el año 1976. Yo tenía amigos de toda la vida que tocaban la guitarra, uno de ellos era compadre de Alfredo Gil, un ingeniero que tocaba el requinto y le gustaba como yo cantaba. Con él y un grupo de músicos fuimos a saludar a Los Panchos que estaban alojados en el Hotel Bolívar. Allí me escuchó cantar Alfredo Gil, ‘Chicho’ Navarro, Luis Gatica y otras personas reunidas. Justo en ese momento estaba enfermo la primera voz de Los Panchos, Ovidio Hernández. Todo fue una coincidencia. Ese fin de semana ya estaba cantando con ellos.
Y en algún momento le ofrecieron quedarse?
Sí. Ellos me dijeron, nosotros no vamos a abandonar a Ovidio él es la primera voz, pero si en algún momento él o alguno de nosotros no pudiera tú vas a estar con nosotros allá en México y nosotros vamos a impulsar tu carrera. Querían que me abra campo allá, que aproveche esa oportunidad. Me iban a dar una habitación y un coche. Pero yo tenía muchos problemas aquí, mis hijos estaban chicos.
¿Usted cree en el destino?
Claro, esa vez, el destino también intervino. Como en el parque cuando conocí a mis primeros compañeros de música. Por eso he llegado a la conclusión que tengo que hacerle caso a mi intuición.
Como ahora que busca una nueva voz para Los Morunos.
No he planeado por ahora ponerle fin a los Morunos. Quiero encontrarle un integrante más para poder seguir. O quizás me recupero completamente y continúo, no lo sé. Pero tengo la intuición de que aquí no termina todo. Los Morunos siguen. Además, ya estamos coordinando nuevas grabaciones.
Retomando los años setenta, entonces es tras la llegada de Los Panchos y su participación con ellos que retoma con fuerza la música.
Me levantó la autoestima, me renovó totalmente. En ese tiempo mi matrimonio ya se había deshecho. Así que me dediqué a buscar músicos y formar nuevamente el trío. Llamé a Rafael Amaranto, pero él ya estaba metido en la música criolla, también llamé a Cato caballero, guitarrista de Lucho Barrios, pero tampoco aceptó. Pensaban que el bolero era algo que ya había pasado de moda. Pero ya el destino había decidido que iba a conocer a Lucho Silva, un requinto maravilloso. Fue él quien trajo a Modesto Pastor. Estuvimos más de tres décadas juntos.
Con tantas idas y venidas con Los Morunos, ¿su historia tuvo alguna propuesta para ser llevada a la pantalla chica?
Antes de que me dé el infarto cerebral vino una productora. Pero cuando quisimos elegir a quién pudieran interpretar a Lucho y Modesto me di cuenta que ellos tenían unas características peculiares. Modesto tenía una cantadita, un dejo inusual. Él era de Huamachuco, pero había vivido en Trujillo y Chimbote, tenía además una salida graciosa para todo. Y Lucho era otra personalidad, era un tipo muy caballero, puntual, elegante, callado, muy circunspecto. Me pusieron dos actores muchachos que no sabían ni agarrar la guitarra, así que dije no. No podemos improvisar.
¿En algún momento pensó que el fin de Los Morunos había llegado?
Cuando falleció Lucho Silva, la primera guitarra. Pero nuestros contratos seguían y la gente inclusive nos recibió con mucho más cariño. Encontramos otro integrante, como Lucho quiso. Cuando se fue Modesto pasó lo mismo. Y yo sigo porque tengo un compromiso con el recuerdo de ellos y conmigo mismo. Porque Los Morunos son mi vida. Mi esposa me dice, el día que tu dejes de cantar en público yo te voy a permitir que cantes en la casa todo lo que quieras. Ella sabe que el canto es mi pasión.
En tiempos donde el reggaetón y la salsa están copando las radios, ¿por qué cree que un cantante joven debería inclinarse por el bolero? ¿por qué insistir con este género?
A quien venga a reemplazarme le quiero decir esto: Los Morunos hemos instituido aquí en el Perú cuatro décadas del bolero romántico, del bolero bonito, esa es la escuela que hemos dejado. Hay personas que siempre nos han escuchado y sus hijos también, y los hijos de sus hijos. Cuando fui a Europa por primera vez en 1996 se me acercó un muchachón de 40 años, peruano con su esposa europea y sus hijitos. Se puso a llorar en mi hombro recordando que en su casa nos escuchaba. Eso hemos sembrado. Cuando voy por la calle me dicen por ti conocí a mi esposa, oye esa la canción de mi aniversario, con esa tema amisté con mi esposa. Todas esas cosas me animan, esas muestras de cariño y respeto. Y pensar que mi padre me dijo que nunca iba a ser nada con la música.
¿Cuál es la canción con la que usted se identifica en estos momentos?
Hay un par de canciones que me han dado mucho. Una que no es mía “Motivos” y otra que sí compuse “Apaga la tele”. Pero particularmente me gusta mucho una canción que le hice a mi madre “Mamá Estelita”. En la radio me piden mucho esta canción, hasta llorando. Otro tema es “Bailemos nuestro bolero”, compuesta para mi esposa.
¿Habrá sorpresas en el concierto de este 14 de febrero?
En realidad, soy yo quien está esperando una sorpresa. Estamos citando a cantantes jóvenes para que la gente los escuche y vea. Estoy haciendo la convocatoria por la radio e internet. Vamos a ver que pasa. El destino nos puede dar una gran sorpresa.
Más información:
Lugar: Teatro Peruano Japonés. Dirección: Av. Gregorio Escobedo 803, Jesús María. Fecha: El 14 de febrero. Hora: 8 p.m. Entradas: Teleticket y boletería.