Manuelcha Prado en el Parque Universitario, interpretando sus mejores temas. Foto: Rolly Reyna/ El Comercio.
Manuelcha Prado en el Parque Universitario, interpretando sus mejores temas. Foto: Rolly Reyna/ El Comercio.
/ ROLLY REYNA
Diana Mery Quiroz Galvan

Con la mirada adusta que lo caracteriza, pero el alma sensible de un trovador, recorre el Parque Universitario y la casona de San Marcos bajo el sol primaveral. Estos lugares traen a su memoria inolvidables anécdotas de juventud, de aquellos tiempos de despertar social cuando las letras de sus composiciones empezaban a nutrirse de resistencia.

De izquierda a derecha: Percy Prado, Melania Alarcón, Efraín Llamoca y Manuelcha Prado, en Puquio.
De izquierda a derecha: Percy Prado, Melania Alarcón, Efraín Llamoca y Manuelcha Prado, en Puquio.

El “Saqra”, como lo llaman sus seguidores, camina lento, pero seguro. Un selfie por aquí, un autógrafo por allá, son pedidos cotidianos para un músico que ha logrado transmitir como pocos la identidad andina a los migrantes -hijos y hasta nietos de estos-, que habitan la gran Lima.

Fue hace 50 años, allá en su querido Puquio, cuando su tío materno le entregó su primera guitarra. No le importó que estuviera maltrecha, él mismo se encargó de hacerla reparar con un carpintero. El pacto musical había quedado sellado.

Manuelcha (extremo derecha) a los 10 años, junto a sus hermanos y su padrino Max Huamaní.
Manuelcha (extremo derecha) a los 10 años, junto a sus hermanos y su padrino Max Huamaní.

Ese episodio marcó el inicio de una esforzada carrera que este 9 de diciembre celebrará sus bodas de oro en el Gran Teatro Nacional. La fiesta de huaynos, yaravíes y mulizas, al ritmo del instrumento de seis cuerdas, contará con la participación de la Orquesta Sinfónica Nacional y destacados invitados como la intérprete Nancy Manchego y el arpista Luciano Quispe.

A pocos días de su concierto, hablamos con el cantautor sobre algunos hechos poco conocidos de su vida y sus ideas en torno a la música como arma social y la vigencia del folclor peruano.

Imagen paterna

Leopoldo Percy Prado Osorio era un hombre bien plantado, maestro de ocupación y de barba un tanto rojiza. Así, chacchando coca junto a los comuneros, bien emponchado, fumando un cigarro inca y conversando en quechua es como lo recuerda Manuelcha, su hijo.

Con su primera guitarra en Puquio. Su tío materno se la regaló.
Con su primera guitarra en Puquio. Su tío materno se la regaló.

¿Estuvo su padre presente en su vida?

Presente y ausente a la vez. Vivía en Puquio, pero se aparecía de vez en cuando en la casa materna. Nosotros –él y Percy, su único hermano de padre y madre- éramos muy pequeños para darnos cuenta de quién era ese señor.

¿Quién creía usted que era? ¿Un pariente, un amigo?

Siempre lo vi como un amigo mayor, un tío simpático, alguien que tenía algo que ver conmigo.

¿Nunca pasó un buen tiempo con él?

Recuerdo que cuando mi madre decidió contraer segundas nupcias se fue a un pueblo cercano. Y con ella toda la familia. Pero se olvidaron de mí en medio del alboroto. Tenía entre 4 y 5 años. Me vi solo en la calle, llovía. Yo lloraba y gritaba. En ese momento apareció mi padre. Yo llevaba zapatos de siete vidas, de jebe, que usábamos para evitar las lluvias. Pero igual estaba empapado. Me compró un par nuevo y una camisa. Me consoló y fuimos a la casa de su madre, la abuela Victoria, donde me quedé todo un día.

A los 15 años como alumno del colegio Pedro Coronado, ya en Lima.
A los 15 años como alumno del colegio Pedro Coronado, ya en Lima.

Entonces, ¿es desde ese momento que lo reconoce como su padre?

Allí tomé conciencia de que ese señor era alguien especial. Para mí su figura paterna más que presencial fue simbólica. Lejana y cercana. Me quedé con la imagen de un padre casi ideal por esos pocos momentos luminosos que vivimos.

Deduzco que la relación entre sus padres no era buena…

Quiero contarte algo. En una oportunidad vi que mi padre venía con dos gendarmes, montado a caballo. Lo vi pasar de lejos. Él hizo como si no me hubiera visto. Luego me enteré de que iba enmarrocado. Sucede que la bronca con mi madre siempre fue intensa. Lo que yo supe después es que él se había atrasado con los pagos de manutención y mi madre lo había mandado a traer así a Puquio. Ella siempre fue una mujer de armas tomar.

¿Quién fue su figura paterna?

Mis dos tíos, cuando vivía con mi abuela tenía uno que era bonachón, apacible, cariñoso, efusivo hasta las lágrimas y el otro duro, vocinglero y tosco. Eran como cara y cruz. Yo tengo rasgos de ambos. Con mi tío más maloso teníamos ciertas tensiones. En una oportunidad, cuando ya era adolescente le quité el lazo con el que intentaba flagelarme. Ese fue un momento decisivo para lograr cierta independencia con respecto a la tutela familiar y para forjar mi carácter. Un momento de rebeldía importante que espero mantener siempre.

Tempestad 5, agrupación musical que Manuelcha formó junto a su hermano,primos y amigos.
Tempestad 5, agrupación musical que Manuelcha formó junto a su hermano,primos y amigos.

¿Su papá tocaba algún instrumento?

Él era cantor. Sus amigos que recuerdan sus tertulias juveniles dicen que fue un gran cantor. Y a mí me fastidian, me dicen “tú no le llegas ni a los talones”. Él cantaba folclor, pero también había aprendido un poco de música italiana como “O sole mío”. Lo hacía con mucha propiedad porque tenía un maestro italiano afincado en Puquio que enseñaba música. Mi padre fue uno de los tres niños que escogió para inculcarles un repertorio para las veladas escolares.

¿Y supo de sus primeras incursiones musicales?

Se enteró. Mi mamá era la que ponía los frenos. Yo supe que él lo sabía porque cuando vine a Lima me encontré con Félix ‘el gato’ Bendezú, un acordeonista de los Heraldos de Puquio. Él me contó que mi padre le pidió que nos ayude. Tenía como 16 o 17 años, casi terminaba el colegio. Esa fue una de las últimas noticias que tuve de mi padre. En realidad, no supe más hasta su muerte. Tengo algunos poemas escondidos dedicados a él.

El arte como protesta

A finales de los años 90, luego de haber iniciado el rescate de temas olvidados y relacionados directamente con el quehacer de su pueblo y de localidades de la sierra, el maestro de la guitarra andina siente la necesidad de tender un puente intercultural entre las diferentes generaciones de peruanos. Así nace el Proyecto Kavilando, pero el germen de la lucha social a través de la música había empezado mucho antes.

Hubo un tiempo en que usted tocaba en las calles y plazas. ¿De qué época exactamente hablamos?

Cuando ya era universitario de San Marcos, estudiaba Antropología Cultural. Estaba ligado a las reivindicaciones como estudiantes. Posteriormente decido dejar la universidad, porque en esa época la cosa ya estaba muy difícil, y hacer una carrera musical. Pero estuve unido a diferentes organizaciones de derechos humanos, de instituciones sindicales y comunales.

A los 16 años, con el cabello crecido, tras culminar la secundaria. Look que con el paso de los años se convertiría en el sello personal del guitarrista.
A los 16 años, con el cabello crecido, tras culminar la secundaria. Look que con el paso de los años se convertiría en el sello personal del guitarrista.

¿Participó activamente en ellas?

Siempre guitarra en ristre. Tocando y componiendo algunas canciones de corte social.

¿Quiénes lo acompañaban?

Nos juntábamos con otros muchachos a hacer música. Recuerdo que en una oportunidad nos juntamos con Martina Portocarrero –folclorista e investigadora-y con ella recorrimos Lima. Yo como su guitarrista y ella como cantora. Por entonces, ya tenía cierta presencia en el canto social.

¿Considera que aún existe el canto social como usted lo llama?

Siempre ha existido y seguramente seguirá existiendo. Pero de acuerdo a la época ha ido variando. Recuerdo que nuestra opción era cantarle a la vida y condenar todos los excesos violentistas. Esa era y es nuestra misión hasta ahora.

¿El arte como arma de protesta?

Sí, pero no de insultos ni chabacanería, eso está muy lejos de ser arte. El artista protesta con su poesía, con su música, a un nivel elevado.

Durante su primer concierto en Lima en el Teatro Segura.
Durante su primer concierto en Lima en el Teatro Segura.

¿Como hacía usted con el Proyecto Kavilando?

Desde allí nunca nos parcializamos. Más bien acusamos la situación difícil por la que pasaba el país, denunciamos las injusticias sociales pero intentamos hacerlo con calidad y altura.

Han pasado 20 años desde entonces, ¿cree que aquellas injusticias por las que protestaba han disminuido en algo?

Creo que el mundo ha involucionado. Ha entrado en un franco proceso de involución desde hace como cuatro décadas atrás. Se han ido perdiendo valores, principios, el amor a los clásicos, a la búsqueda de la verdad, se ha relativizado todo, tanto que ya no hay una orientación clara de hacia a dónde vamos.

¿Qué tema de Kavilando considera que continúa tan vigente como cuando la escribió?

Podría ser “sentado bajo una cruz cavilando/ sobre el desorden sin par de este mundo/ busco rendijas de luz a la vida/ busco rendijas de sol en la historia... Vaya mi canto a los niños/ vaya mi voz al humilde/ venga el frescor del rocío/ y venga el pajarillo herido.

De la guitarra al canto

Manuelcha es arrancado de su terruño por su madre en el afán de esta por darle una mejor educación. Contrariamente a lo que ella esperaba, en Lima su hijo formaría su primera agrupación llamada Tempestad 5, junto a su hermano Percy, primos y amigos. El tiempo se encargaría, luego, de señalarle su verdadero camino musical.

Usted empieza tocando guitarra, luego compone y más tarde anima a grabar su voz. ¿Cómo se da este proceso?

Todo empieza con una necesidad interna de expresar lo que estaba revoloteando en mi mente y en mi corazón. Mi primera canción fue “Trova de Amor”, a los 15 años. La hice en Puquio dedicada a una linda chica a quien le daba serenata a la medianoche. Decía así: “Cuando en una noche triste/ voy a cantarle a mi amada/ las cuerdas de mi guitarra/ quieren gemir de dolor/ es que saben que yo canto/ a un amor como ninguno/ a este amor incomparable/ a este amor que nace en Puquio/ allá donde renace el sol.

Y seguramente fue correspondido luego de entonar ese romántico tema…

Sí, fue una época bellísima. Fue un amor hermoso porque yo había sido arrancado de mi querencia, tenía que estar en Lima, ella se quedaba. Iba por temporadas a verla. Allí funcionaban las cartas, era todo muy romántico.

¿Ese amor pudo vencer la distancia y el tiempo?

Éramos adolescentes, creo que la inmadurez nos alejó. Yo la perdí, lo acepto. Creo que fue un poco la soberbia del universitario, del conocimiento. En algún momento la descuidé y me dio mi pateadura. Pero nos guardamos cariño. Yo pregunto por ella y ella por mí. Todos los años viajo a mi pueblo.

Cambiando de tema. Usted ha pasado por diferentes etapas musicales. ¿Con qué tema cree que su público lo identifica más?

Depende de los estratos sociales. La gente campesina me identifica con “Expreso Puquio Pérez Albela”. La de clase media con “Trilce”, “Trova de Amor”, “Lucero”, con temas un poco más sentidos. Los muchachos de las nuevas hornadas con “Síndrome colonial” o “Cavilando”.

Muchos lo consideran como uno de los máximos exponente dela guitarra andina…

La cumbre guitarrista le corresponde a Raúl García Zárate, quiero apuntar ese detalle. Él totaliza la experiencia musical andina en la guitarra. Y yo también intento totalizar esa experiencia inmensa que tiene nuestro país, pero, la verdad, me he ido un poco por las ramas.

Usted ha ido un poco más allá, precisamente ese es su mérito.

No sé si más allá pero sí me he interesado por canciones que tienen que ver con la vida social y, por otro lado, hurgo en grupo, me uno con otros músicos. No soy un guitarrista de concierto nato como era el doctor García Zárate. Tengo algo, pero también veo otras posibilidades.

Él fue uno de sus maestros…

Es a pedido de él que empiezo a cantar. Sucedió cuando nos juntamos en una tertulia, yo estaba cantando y él también. Me dijo “tu cantas con sentimiento, cuando grabes pon dos o tres canciones con tu voz”. Y así lo hice.

Algunos dicen que las raíces del folclor andino se están perdiendo, ¿está de acuerdo?

En parte. Hay muchísima música andina, desde Ecuador hasta Bolivia, al norte de Argentina, un poco en Chile. En el Perú es más intenso. Existen mil y una manifestaciones de fiestas patronales tradicionales, pueblerinas, allí está la esencia de nuestra música andina, ese es el gran depositario. Desde el punto de vista mediático muchos artistas han fusionado y adaptado nuestra música. Y es en ese proceso de adaptación que han trastocado muchos elementos, Muchos se molestan por eso. Me pasó cuando hice Kavilando.

Pero la fusión es inevitable, porque todo va cambiando…

Es cierto. Tengo una anécdota. Un tradicionista dirigente cusqueño me llamó la atención por el disco Kavilando. Yo le di dos discos del proyecto y le dije dáselos a tus hijos, pero deja que los escuchen sin influenciar en ellos. Luego pregúntales qué opinan. A los 15 días me llama y me da las gracias porque a sus hijos que ya no querían escuchar música andina se habían enganchado con el disco.

Con sus hijas, Trilce y Lucero,.  a cada una de ellas le compuso un tema.
Con sus hijas, Trilce y Lucero,. a cada una de ellas le compuso un tema.

¿Qué opina sobre la relativamente nueva música andina que se oye en Lima?

Yo no despotrico contra ella. Es más cuando recién salieron las dinas o sonias yo las defendí de los críticos puristas porque ellas también son andinas. Es más, la música de ellas es más pentatónica que la música ayacuchana, que es una fusión de la pentatonía y lo diatónico.

En estos 50 años ¿cuál ha sido el norte que ha dirigido su vida musical?

El pilar fundamental es la identidad de nuestra cultura, nuestra historia, nuestra gente, nuestras costumbres. El otro es fluir en el arte. Eso implica rescatar los sonidos más sencillos y hermosos a través del madero que habla, que es la guitarra. La perseverancia y la lucha contracorriente, también han sido importantes. A los hombres que tenemos cierta sensibilidad, humana, social, artística, nos corresponde luchar contra la corriente. Esa corriente es de involución, violenta, de corrupción institucionalizada.

Más información

“Manuelcha Prado, 50 años”

Gran Teatro Nacional (Av. Javier Prado Este 2225, San Borja). El 9 de diciembre, 8 p.m. Entradas: Teleticket.

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