Miki González se siente inquieto. Ya no por haber superado el cáncer dos veces, o por su agitada vida nocturna como DJ de raves de música electrónica, sino por su reciente diagnóstico de TDAH (Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad). A esto se suma un gusto irrefrenable por las tazas de café cargado, que lo mantienen en un estado mental extremo que lo ayuda a enfocarse. Con un Buda a sus espaldas y la computadora como herramienta, González encuentra su centro.
Con una casaca negra y una capucha que cubre parcialmente su cabeza, dos ojos azules resaltan, escondidos detrás de unos lentes de montura ancha. Este estilo distintivo lo acompaña a todos lados, incluso cuando da conciertos. Y su celebración este 22 de junio en el Yield Rock Bar por sus 50 años de trayectoria no será una excepción. Jugando con sus dedos y acomodándose los lentes, explica cómo su déficit de atención ha influido en varios momentos de su vida, una que se balancea entre grandes éxitos y derrotas.
―Ahora que sabes sobre tu déficit de atención ¿Cómo le da sentido este diagnóstico a varios momentos de tu vida?
Es genial. Si a un niño con déficit de atención lo dejas en la naturaleza, sube y baja árboles, explora, pero si le pides que esté sentado cinco horas obedeciendo órdenes, no va a poder. Yo soy así, y de acuerdo a eso busco condiciones que me permitan desarrollarme dentro de mi condición.
―¿Compartes esto con alguien más de tu entorno?
César Calvo es un gran ejemplo, el genio que era nunca se hubiera manifestado sin esa condición. Él enamoraba a todas las mujeres, su vida era un poema. Fue alguien muy importante en mi vida y mi carrera. Personas como él y yo demostramos que se puede sacar provecho a este trastorno.
―¿Cómo le sacas provecho tú?
He creado una zona de confort en torno a esto, no entendida como un lugar agradable para mí, sino donde estoy cómodo y puedo componer. Cuando mezclo momentos de hiperactividad con café cargado me vuelvo un energúmeno, un imbécil total. He maltratado a muchas personas, incluso a mis propios hijos cuando estaba en este estado.
―Ahora que sabes el origen de este comportamiento, ¿Cómo evitas ser así con las personas que te rodean?
Me siento en la computadora porque cuando estoy así es como tener el pie en el acelerador, es demasiada adrenalina. La computadora me ayuda a crear, y sumado a estos efectos, aparece una intención, algo importante porque si estás monse no avanzas en tu trabajo.
―Sobre las decenas de conciertos que has tenido, ¿En cuál aprendiste más?
Fue en el ‘85 cuando mi manager me invitó a participar en el Rock Subterráneo Ataca Lima en la extinta Concha Acústica del Parque Salazar. Yo recién empezaba con un repertorio de rock y me presenté con mi banda. Ahí aprendí a esquivar botellazos mientras tocaba y a respetar la llamada línea del pollo: una parte del escenario donde si te acercas, te ganas su escupitajo. Ese día nos gritaban insultos racistas y casi armamos una gran pelea.
―En ese momento eras rockero, luego pasaste a experimentar con la música y ahora por las madrugadas eres DJ de música electrónica. ¿Cómo te identificas hoy en día?
Es difícil contestar eso porque soy demasiado vanidoso, voy a empezar a hablar de mí y no voy a poder parar de alabarme.
―Tú apareces en varias historias de los inicios de muchos artistas peruanos, al igual que Villa Ruby ¿Qué significa este lugar para ti?
Villa Ruby es un momento importante en mi vida, una gran puñalada por la espalda. Mis colaboradores progresaron en su proyecto y se fueron, me refiero a Mar de Copas. Wicho trabajó 11 años conmigo, Manolo y Toto aprendieron conmigo, me ayudaron a grabar y me casé con la hermana de este último. Éramos cercanos, éramos amigos. Pero me sentí traicionado. Yo sé que tengo defectos, soy arrogante, vanidoso e impulsivo, pero me dolió perder su cercanía. Ese lugar era mi estudio, ahora es emblemático de Mar de Copas, y bueno, es mejor dejar ese asunto ahí…
―Durante las negociaciones para lanzar tu carrera al extranjero, ¿Cómo convenciste a PolyGram para que te firmara?
Mi disco “Akundún” era número uno en Perú y escucharon hablar de mí en el ‘93, a tal punto que firmé un contrato como artista prioritario, que significaba aviones en primera clase, hoteles lujosos y giras a nivel mundial. La tutuma (licor de color ámbar originario de Chincha) fue fundamental en mi viaje a Chile para hablar con los empresarios y terminar de convencerlos de que podía triunfar. Nos pusimos a tomar, tocamos nuestra música y todos dieron el visto bueno.
―Sin embargo, no llegó a buen puerto tu relación con ese sello discográfico. ¿Qué pasó luego de firmar el contrato?
Hubo un problema, el presidente de PolyGram fue removido y entró otra persona. Él revisó los contratos prioritarios, escuchó mi música y no le interesó en absoluto. Yo ya tenía a la banda en México, estábamos en conciertos. No importó, nos liberaron del contrato sin deber plata ni nada. Pero el tiempo me ha dado la razón, PolyGram se equivocó, luego de “Akundún”, los álbumes de “Hojita verde de la coca” y “El Mar” fueron éxitos gigantes, el momento cúspide de mi carrera como artista pop.
―Luego te lanzaste a MTV…
Otra aventura que no salió bien. He tenido grandes momentos, pero los artistas en algún momento saben lo que es perder, y yo he perdido muchas veces. Luego de “Akundún” quise probar con ritmos andinos, saqué el primer sencillo “Hoja verde de la coca”, un reggae mezclado con ritmos cusqueños. Hice un videoclip mostrando cómo leen tu futuro con las hojas de coca, nos tomó varias semanas y esfuerzo. Lo mandé a MTV, donde tenía cuatro videos, pero no me aceptaron porque pensaron que hacía apología a la cocaína y me vetaron. Fue comidilla de la prensa nacional.
―A pesar de todo ello tu carrera continuó
Yo no puedo parar. Puedo alejarme de la industria y tener un perfil bajo como ahora, pero siempre haré música. Uno debe saber hasta dónde va a llegar. Por la edad que tengo, lo mío es la música electrónica, pero me da flojera que me programen a las 4 de la mañana en un rave porque esto de ser DJ solo es una excusa para que escuchen mi música.
―¿Cómo pasas tus días entre la computadora, las fiestas de madrugada y las tazas de café?
A mucha gente le gusta el glamour y el éxito que te da hacer la música, una vez la pierden, abandonan este camino, pero hay otros que son músicos porque es una pasión casi compulsiva, esos tocarán hasta el final, como yo. Últimamente hago colaboraciones con amigos cercanos, solo quiero tener una vida tranquila y divertirme para poder sentirme bien. De esa manera tengo suficientes hormonas de felicidad en mi cuerpo como para no tener que tomar antidepresivos.
Lugar: Yield Rock Bar
Fecha: sábado 22 de junio
Hora: 8:00 p.m.
Banda telonera: Jas