Jimena Salas

La principal intención de quienes asistieron anoche al Parque de la Exposición fue sacarse el clavo, tras la cancelación del espectáculo de 2013, producto de una infección estomacal contraída en Lima que acabó por indisponer al artista. No obstante, olvidado todo rencor pasado, la noche del 19 de diciembre el Anfiteatro lució un lleno total, con una multitud expectante por reencontrarse con su ídolo, Steven Patrick , quien, como buen inglés, habría de iniciar la velada exactamente a las 9:30 p.m.

El show, como era de esperarse, contó con una producción sencilla, en la que destacó principalmente una pantalla gigante que sirvió para ilustrar el discurso melódico del ex vocalista de The Smiths. La calidad vocal de ‘Moz’ y la destreza de sus músicos fueron más que suficientes para conmocionar a los fanáticos, quienes se entregaron por completo a una noche de pop melancólico unido al ya conocido manifiesto antisistema.

Si bien el motivo del encuentro fue la presentación de su último disco, “World Peace is None of Your Business”, el setlist incluyó una selección de temas de toda la trayectoria de Morrissey. Así, el público pudo corear desde temas imprescindibles de The Smiths como “How Soon is Now?” y “This Charming Man”, pasando por algunos de los primeros hits en su carrera solista (“Everyday is Like Sunday”, “Suedehead”), hasta canciones nuevas como “The Bullfighter Dies” y la extraordinaria “Kiss Me a Lot”. La pegajosa “First of the Gang to Die” fue, sin lugar a dudas, una de las que más exaltó a la audiencia, que la bailó y vibró hasta el último segundo.

Por supuesto, , tomada de un cover del dúo Simon & Garfunkel titulado “If I Could”, que acabó por saldar cualquier deuda pasada con la fanaticada peruana. La introducción al tema no pudo ser mejor: “Esta es una canción que tengo muchas, muchas ganas de cantar”, dijo el británico antes de que sonaran las primeras notas que hicieron delirar a la audiencia.

El cantante se mostró cercano al público, iniciando la tocada con la mano en el pecho y lanzando un “My Lima” que despertó el alarido general. Después de eso, sus intervenciones fueron breves y concretas, como suelen ser, para compartir sus impresiones acerca de temas que son ya habituales en sus presentaciones: la crítica a la monarquía inglesa y a la autoridad política y policial, las corridas de toros y, por supuesto, el veganismo. Este último tópico es el bastión sobre el que se sostiene “Meat is Murder”, una canción infaltable en su repertorio, que llegó acompañada de un video visceral, impresionante e incómodo que busca concientizar sobre la crueldad de la industria alimentaria. Quienes asistieron al concierto anterior en Lima, ya lo habían visto en 2012, pero no por ello resultó menos intenso.

La noche concluyó con “The Queen is Dead”, que no preparó a la audiencia para la despedida, pues una vez que el cantante y los músicos dejaron el escenario, las barras no cesaron hasta pasado un buen rato. Solo la presencia de los técnicos, que terminaron de repartir las uñas y baquetas que se habían quedado en el escenario, fue suficiente para comprender que ya no habría encore.

Sin embargo, tanto para los fanáticos de su música como para sus seguidores en el activismo, Morrissey cumplió con las expectativas y, probablemente, las superó con un concierto de casi dos horas de duración que permitió ver que el cantante se mantiene en su mejor forma. El saldo es la esperanza de volver a verlo, una vez más, para oír nuevamente sus canciones colmadas de carga ideológica, sus agradecimientos en mal castellano y, sobre todo, su insuperable voz. 

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