El relato que se desarrolla en Papá Huayco de Alfredo Villar (Lima, 1971) tiene como argumento central la vida del más icónico cantante de música tropical peruana, Lorenzo Palacios Quispe, más conocido por todos como Chacalón. Lejos del tono objetivo y documental de su anterior libro –el imprescindible Yawar Chicha– en Papá Huayco, Villar nos ofrece una novela polifónica, una especie de epopeya chicha contada por las voces de sus principales protagonistas, una suerte de evangelio de la cultura popular que recrea la biografía del intérprete de “Muchacho provinciano” como la vida de su salvador y mesías.
En contraste con una narración tradicionalmente histórica, la elección de presentar la vida de Chacalón a través de un elenco privilegiado de narradores le permite a Villar ingresar en las subjetividades de quienes lo conocieron y recrear al protagonista de la novela no sólo como artista, sino también como hijo, hermano, esposo y amigo, consiguiendo unificar las diferentes facetas de una personalidad dinámica y compleja. A lo largo de sus más de doscientas páginas, conocemos al Chacalón hijo de una pareja de artistas folclóricos, al Chacalón palomilla cargador de mercadería en La Parada, al Chacalón capaz de acabar con la primera formación de la Nueva Crema a cambio de mejores contratos, al Chacalón que habiendo alcanzado el éxito no repara en ofrecer su propio dinero cuando alguien de su barrio lo necesita.
Pero la riqueza de Papá Huayco no se agota en la articulación coral de la vida de Lorenzo Palacios Quispe, sino en el uso de su biografía para mostrar cómo fue el surgimiento de la música chicha en el Perú. En el segundo y tercer capítulo de la novela (“Busco una nueva vida en esta ciudad”, “Carpa Grau”) accedemos a los principales eventos de la historia de la música chicha a través de las voces y perspectivas de sus principales protagonistas (Vico Karicia, Víctor Casahuamán) cuyos discursos en primera persona nos ubican en el lugar y el momento en que ocurrieron los hechos con la inmediatez y la emoción de quien los está viviendo por primera vez. El hecho de que Villar sea uno de los más meticulosos investigadores de la música tropical peruana nos hace pensar que lo más probable es que todo lo que nos cuentan estas voces sea cierto.
Si bien el último capítulo del libro termina en una nota casi mesiánica –como en el evangelio, el protagonista encarna la figura del hombre/dios que muere para redimir a su pueblo– el hecho de que su resurrección ocurra como en una suerte de mural chicha le añade un fresco toque pop al final de la novela. Sólo una apreciación antes de cerrar este comentario sobre “Papá Huayco”, si bien la idea de usar múltiples voces para narrar esta historia puede haber surgido del afán de hacerle justicia a una personalidad colosal y expansiva, Villar ha conseguido también otra cosa: articular la voz de la población migrante que llegó a Lima a mediados del siglo pasado, mostrando sus penas, luchas y dolores, pero también, como hizo Chacalón, su alegría, su fiesta y su triunfo.
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