Lo que iba a ser una performance en el Brooklyn Bridge Park de Nueva York no pudo concretarse. La pandemia del COVID-19 –que tuvo a la ciudad estadounidense como epicentro– frustró los planes de Pauchi Sasaki y sus músicos, que tenían el encargo de la Americas Society de poner en escena un espectáculo para el Make Music New York, que se celebra como parte de la Fiesta de la Música cada 21 de junio en todo el mundo.
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Entonces había que buscar soluciones dentro de la hoy preponderante virtualidad. “Era la época en que empezaron a salir todos los conciertos por Zoom. Pero la verdad es que ya estaba un poco aburrida de ese formato con los músicos en las cuadrículas de la pantalla, así que propuse hacer un videoclip en cuarentena, me dieron un presupuesto, y contacté a Juan Carlos Yanaura”, explica Sasaki.
Y fue así que Yanaura, artista visual que ha colaborado más de una vez con Sasaki, pensó en el diseño de un video que pudiera reunir a los siete músicos que se encontraban confinados y dispersos entre Nueva York, Ithaca, Berkeley y Lima. La propuesta: que cada uno se escaneara a sí mismo en formato 3D para luego convertir esas nubes de puntos en ilusoria plasticidad.
PARAÍSOS ARTIFICIALES
“Un amigo, Omar Lavalle, ya había experimentado con una grabación 3D en 360° usando la cámara Kinect de la consola de videojuegos Xbox –explica Yanaura–. Pero luego indagué más y encontré que ya se pueden hacer escaneos 3D con el celular. Era más fácil de esa manera, aunque igual tuve que ver qué teléfono tenía cada músico y hacer tutoriales individuales y detallados para que pudieran hacerlo ellos mismos desde el encierro”.
Para la novedosa técnica, Yanaura pidió a los participantes que descarguen aplicaciones como Display.land o Scandy Pro. Con la primera basta grabarse en casa, en 360°, y subirlo al servidor de la aplicación, que te devuelve un 3D bastante liviano. Scandy Pro, en cambio, utiliza una cámara láser especial, llamada LiDAR, pero solo está disponible para ciertos iPhones muy recientes.
Tras recibir los tridimensionales registros por correo electrónico, Yanaura comenzó un trabajo de limpieza y pulido de algunas imágenes con definiciones y densidades monstruosas, además de abundante “basura digital”, como él la llama. Para eso utilizó programas como el Meshmixer (para ordenar el caos en 3D), el Blender (útil para retopologizar texturas) y finalmente el After Effects. “Con un plugin especial, edité todo allí como un video común y corriente. En realidad es bastante fácil de usar. Con otro programa 3D me habría demorado una vida”, dice Yanaura.
De ese proceso de buscar los recursos más prácticos, entre grabaciones caseras y programas de animación, nace un video fascinante. Un espacio etéreo en el que los personajes remodelados digitalmente se encuentran con paisajes de líneas y puntos, en una especie de universo paralelo que bien podría ser símbolo de estos nuevos tiempos: el de una humanidad que se funde frente a la pantalla para existir en la inmaterialidad.
REGRESO A LA RAÍZ
El frenesí tecnológico, sin embargo, no quita que la composición musical sobre la que se construye el video sea una vuelta a hermosos sonidos remotos. El tema se llama “K’uku” (pronunciado como consonante oclusiva glotalizada del quechua) y significa “fruto verde o por madurar”, dice Sasaki. “Hace referencia a la efervescencia de querer volverse fruto. Y siempre lo relacioné con una imagen juguetona. Porque mi música suele ser más densa o dramática, pero quería que esta vez el proyecto me ayudara a ir por otro camino”, afirma.
Ese ímpetu vital no parece casual: todo el proceso de creación de “K’uku” ha coincidido con los primeros meses de maternidad de Sasaki y por eso está dedicado a su hijo Íkam. Ella lo explica: “En abril regresé de París a Lima con mi esposo y mi hijo en un vuelo humanitario, y luego estuvimos en cuarentena en un hotel. En todo ese lapso estuvimos haciendo las coordinaciones para el video y la música, y yo no podía sentarme a componer porque en esos días el bebe no dormía. Entonces ‘K’uku’ ha sido también el mes de entrenamiento para que Íkam pueda dormir. Como madre, una ve llorar al niño y simplemente lo quiere cargar. Así que en parte ha sido un trabajo de distanciamiento”.
Compuesto con un pedal Digitech celeste que hace más de 15 años le regaló el músico Tavo Castillo, Sasaki explica que decidió darle más protagonismo a ese implemento. “Es un pedal que siempre uso, es como mi brazo, parte de mi lenguaje; pero lo he utilizado sobre todo para improvisaciones. En cambio, esta vez decidí que sea para una composición más trabajada. Y así lo fui trabajando y editando hasta que llegó a una forma que me gustó”, explica.
Luego vino la etapa de coordinar con los músicos: Haruka Fujii en la percusión y el quinteto de cuerdas The Knights (Emily Daggett Smith y Nane Iwata en los violines, Kyle Armbrust en la viola, Jane Cords-O’Hara en el cello y Logan Coale en el contrabajo). La voz y la electrónica corrieron a cuenta de Sasaki. “El tema es muy milimétrico, y grabarlo con celulares y desde diferentes lugares del mundo demandó también una etapa fuerte de posproducción. Me pasé una semana completa acomodando notita por notita”. El resultado, por suerte, son ocho minutos que nos conducen a un viaje que parece imposible en el encierro. Pero es posible.
Mira “K’uku”, de Pauchi Sasaki:
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