Todos quieren codearse con Ricky Martin, desde Christian Meier, quien lo invitó a su boda, hasta cada una de las personas que, bailando, recordaron tiempos más románticos y de festejo en el Estadio Nacional el último viernes.
“¡Yo no sé qué es sinfónico, pero viva Ricky!”, grita una señora entre el público luego de profesar su amor incondicional al intérprete de “La mordidita”, emocionada al presentir el inminente comienzo, pide que empiece por el tema “Volverás”, pero Ricky prefiere iniciar el gran concierto con “Pégate”, tema que saca lo mejor del cantautor: su performance escénica.
Al ritmo de instrumentos de cuerda, aire y percusión, dirigidos por el segundo hombre más elegante sobre el escenario, Ezequiel Silberstein, el cantante puertorriqueño hace su gran entrada. “Y esta noche quiero fiesta / Hoy no habrá mal que por bien no venga / Unamos los corazones / Hoy todos somos multicolores”, dice la letra de la canción.
Sin detenerse, continúa el tema “Volverás”, mientras el “¡Sí!” eufórico de la señora se pierde entre los gritos del público. Ricky cambia de ropa, pasa a un bividi negro y ceñido. Aunque la versión original es más romántica, la orquesta añade una aura nostálgica iluminada por cientos de celulares en el Estadio Nacional mientras. Se vuelve inevitable para el público no poner su mano al pecho, cerrar los ojos y cantar a todo pulmón.
“Esta es una buena manera de empezar el año. Los amo con todo el corazón. Aquí, en esta noche recordaremos momentos románticos y de festejo. Ahora vamos a regalarles lo que soy: mi música. Te amo Perú”, profesa Ricky Martin antes de encender la noche con “La bomba”, las trompetas y congas resuenan y el público responde con pasos de salsa.
Además de festivo, el regreso de Martin es, sobre todo, un paseo por más de 40 años de trayectoria musical. Eso cobra sentido al ver un público conformado en su mayoría por señoras con bandanas de “Ricky Martin”, acompañadas del familiar de turno que comienza a entender el porqué del título “Rey del pop latino”.
Una ventaja de este nuevo formato es que lo sinfónico acerca al cantante a las personas. “¿Esa no es de Arjona, mamá?”, comenta una joven con un polo de Pink Floyd. Su madre solo tiene ojos para Ricky, quien ahora viste un traje blanco que se pierde entre la niebla artificial que lo envuelve mientras movimientos precisos y energéticos recuerdan que, además de cantante, es bailarín. Su paso por las tablas del teatro le enseñó que, si quería seguir siendo considerado el mejor, solo cantar no es suficiente.
Una vez concluido el tema “Asignatura pendiente”, la fiesta sigue con “Lola, Lola” o “María”, hasta el esperado tema “Livin’ la Vida Loca”, que empieza con una explosiva entrada de las trompetas y los instrumentistas de cuerdas para luego presentar a un Ricky desatado, que no puede contener su energía, que salta y corre por todo el escenario. “¡Es la canción de Shrek!”, menciona la joven a su madre, que para estas alturas del concierto, ya es completamente de Ricky. Una noche para recordar, en todo el sentido de la palabra.
La presentación continúa con temas de sus primeros discos. No es hasta “La Copa de la Vida”, que el Estadio Nacional vuelve a gritar al unísono. El primer gran eco que presencia el recinto a comienzos de este año, lo que augura el éxito que Martin repite en diferentes países bajo el formato de una noche sinfónica.
Luego de casi ocho minutos de canción, una versión extendida que la presencialidad puede ofrecer, la noche parece acabar con un agradecimiento especial a la orquesta, sus colegas internacionales y nacionales, además de recordar que Perú es uno de sus lugares favoritos. Se apagan las luces, pero a pesar de casi dos horas de concierto, el público pide más.
Los sonidos de los instrumentos de cuerda se alzan progresivamente, Ricky viste su cuarto juego de ropa de la noche, mientras sus manos se encuentran entrecruzadas en su pecho, da inicio a “Tú Recuerdo”, un guiño para la sensación que dejará al concluir el tema, despidiéndose definitivamente con la mano en alto y un simple “Gracias Lima, los amo”. Luego de cantar veinte temas, solo bastaba ese par de palabras para conseguir las palmas de todo el Estadio Nacional, en una noche inolvidable que cumple con los 13 años de espera.
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