Electrónica y vanguardia desde Lima Norte: Wilder Gonzales Agreda posa con su teclado Behringer UMX 250 en una calle de Los Olivos. (Foto: Leandro Britto)
Electrónica y vanguardia desde Lima Norte: Wilder Gonzales Agreda posa con su teclado Behringer UMX 250 en una calle de Los Olivos. (Foto: Leandro Britto)
Juan Carlos Fangacio Arakaki

Tiene más de 90 producciones publicadas, entre álbumes, ‘singles’ y compilaciones. Una prolífica actividad que se remonta a los años 90, cuando ya empezaba su devoción hacia las propuestas más experimentales y de vanguardia. Wilder Gonzales Agreda (Lima, 1977) comenzó a escuchar y difundir bandas de shoegaze como My Bloody Valentine o Slowdive cuando aún no tenían prácticamente calado alguno por estas tierras, y luego fue conduciéndose hacia el post-rock y la electrónica, tras la senda de Spacemen 3, EAR (Experimental Audio Research), Autechre, Seefeel y Aphex Twin.

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“Era música que creaba anticuerpos en la gente –cuenta sobre esas épocas pre-Internet, YouTube o Spotify–. Si te ibas a Colmena o Galerías Brasil podías encontrar esas grabaciones, pero todavía existía un apego muy fuerte hacia lo hecho en los 80. Los seguidores del new wave marginaban a la música electrónica experimental, decían que no tenía alma, que era artificial. Recuerdo incluso que los Dolores Delirio nos alucinaban como los ‘loquitos efecto’, los ‘loquitos delay’. Se imponía esa actitud”.

Así, la suya es una tendencia a la radicalidad sónica que se mantiene permanente actualizada y sin complejos. “Yo en realidad soy un no-músico –afirma–. No sé de acordes ni de escalas. Me siento frente a la computadora y toco y compongo por intuición. Por eso me dedico sobre todo a los sonidos, más que a las armonías. Registro todo en una computadora y me pongo a cortar y pegar, como una escultura de sonido. Se puede decir que en la vida real las canciones nunca existieron, porque las voy armando dentro de la máquina”.

Wilder Gonzales Agreda en el Festival Aloardí en Rotterdam (Países Bajos), el 2017. (Crédito: Caro López)
Wilder Gonzales Agreda en el Festival Aloardí en Rotterdam (Países Bajos), el 2017. (Crédito: Caro López)

ROMPIENDO CÁNONES

Es a partir de ese proceso que también se han construido sus dos últimos álbumes, publicados ambos entre mayo y agosto de este año. El primero se titula , en directa alusión a que es una producción beneficiaria de las líneas de apoyo económico del Ministerio de Cultura. Un disco que se caracteriza por una experimentación más hermética, como en “Huangáscar 5743”, marcado por las disonancias y efectos como sacados de un videojuego; o “Cuyes en mi techo”, que introduce al escucha a un plano atravesado por continuas reverberaciones.

El segundo de los recientes álbumes de Gonzales Agreda es y de alguna manera contrasta con el anterior. Hay aquí una concepción más “tradicional” (si cabe el término), con estructuras más cercanas a la canción propiamente dicha e incluso la inclusión de su voz. Los temas que lo componen oscilan entre los ecos enigmáticos de “Serapio 7 Balas” y la crítica sociopolítica de “Butes”: una remezcla entre la mitología griega, el libro y la teoría musical de Pascal Quignard.

La producción y lanzamiento de “Patrocinado por el gobierno” y “Rojo” fue posible gracias a los estímulos para la cultura ya mencionados: S/7.500 que le permitieron a Gonzales adquirir equipos teclados como el Korg Electribe 2 o el Behringer Odyssey, y que se sumaron a un arsenal compuesto por un Korg Volca FM, un Waldorf Rocket, un Kawai K5000W Workstation, entre otros aparatos a los que entrega su impulso creativo.

Wilder Gonzales Agreda y sus dos álbumes más recientes: "Patrocinado por el gobierno" y "Rojo", ambos publicados este 2021. (Foto: Leandro Britto)
Wilder Gonzales Agreda y sus dos álbumes más recientes: "Patrocinado por el gobierno" y "Rojo", ambos publicados este 2021. (Foto: Leandro Britto)

EN LOS MÁRGENES

Es en Los Olivos desde donde este hombre y sus máquinas producen los viajes sonoros descritos líneas arriba. Un bastión que reivindica con particular énfasis (no por nada tiene un par de discos titulados “Lima Norte Metamúsica” y “Los Olivos”) como parte de un discurso bien enraizado en la idea de lo contracultural.

“Como decía Bowie: la vanguardia está en los márgenes. Y yo todavía encuentro ese espíritu de innovación y de vanguardia acá en Lima Norte. Algo que percibo es que mucho de lo que antes era ‘underground’ ahora se ha vuelto más ‘fashion’, digamos. Por eso estoy en contra de esas pasteurizaciones de un discurso que en un principio pudo haber sido rompedor y rupturista, pero luego está domesticado”, asegura Gonzales, fiel a su coherencia.

Es en esa línea que arremete contra los falsos radicalismos. “Yo veo que se vende mucho como experimental a bandas o sonidos que solo son indie rock. Liquidarlo Celuloide, por ejemplo, es una buena banda. Pero no es por ningún lado experimental pues. Y en cambio lo verdaderamente experimental ni se conoce”, asegura, antes de recomendar algunas propuestas locales que, considera, merecen mayor atención.

“Yo destacaría a Christian Galarreta o Evamuss, peruano que vive en Holanda; Brageiki Vega, que ha publicado con mi sello Superspace Records; Carlos Mancha, un músico de Ayacucho que acaba de sacar el disco ‘Flat Fill’; los arequipeños de Paisaje 3; Paruro, que es un ‘man’ que viene de los 90; Hipnoascensión, también de mi sello; y algunos nuevos como Les Replicants, o bandas de Lima Norte como Drixner, que vienen de Zapallal, y Habo, de San Martín de Porres”, apunta con entusiasmo melómano y voraz. Como para no decir que en el Perú se sigue haciendo más de lo mismo.

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