Hace 10 años, Pablo Aguado (Sevilla, 1992) estaba aún toreando novilladas. Diferentes situaciones del destino le hicieron postergar su incursión real en el , hasta que el 2017 recibió la alternativa de manos de Enrique Ponce. En el camino se dio tiempo para graduarse en Administración de Empresas. Su talento y su estilo lo han hecho destacar en el último lustro. Ya sabe lo que es salir en hombros en Valladolid, Nimes, Arlés, Granada o Sevilla, o torear en México, Ecuador o Perú.

Tras una de las tardes más importantes de su carrera, en mayo del 2019, el diario español El Mundo, tituló: “Pablo Aguado, el nuevo rey de Sevilla: cuatro orejas, Puerta del Príncipe y una faena para la historia”. Delante de Morante de la Puebla o Andrés Roca Rey, compañeros de cartel aquel día, Aguado tuvo su jornada consagratoria bajo 32 grados de calor, ante una Maestranza repleta. “Y sonó la hora de Pablo Aguado, una sinfonía, un diálogo eterno con Pepín Martín Vázquez. De una belleza histórica –escribió el periodista especializado Vicente Zabala de la Serna-. La faena de su vida, de la feria y de muchas ferias. Olía a torero, olía a Sevilla. Madrugaron las medias verónicas el garbo presentido, ensayaban las muñecas vuelos y giros. Aguado fue luz y entendimiento, la precisión exacta en la altura”.

Recibiendo vivas de “¡Torero!”, al final de aquella faena, Pablo Aguado fue cargado en hombros por una multitud a través de la Puerta del Príncipe. Hoy llega a Lima a compartir ese talento que, según confiesa, trabaja día a día.

A pesar de que las críticas a la tauromaquia parecen encontrar cada vez más eco, sus promotores y seguidores insisten en reivindicarla como arte. Antes de la tarde que protagonizará en Lurín junto a Joaquín Galdós, Pablo Aguado nos cuenta porqué torea, porque para él el toreo sí es arte y cuál es el mayor éxito para un torero.

-¿Cómo evalúas tu temporada?

Ha sido una temporada de mucho crecimiento personal y profesional, en la que tanto el inicio como el final han sido muy importantes. Me he quedado con un sabor de boca muy positivo de cara al año que viene. Personalmente, ha sido importante para aprender a superar situaciones contrarias, ser más maduro en eso, también en saber soportar la presión y la responsabilidad. Saber que cada vez que te caes hay que volver a levantarse.

Y, profesionalmente, he tenido un crecimiento técnico como debe de ser en los toreros año tras año, porque tenemos la obligación y el deber de ir avanzando en nuestra tauromaquia.

-En los últimos años, tu forma de torear ha acaparado más atención, sobre todo tras tu performance en la Puerta del Príncipe el 2019. ¿A qué cualidades tuyas crees que se debe esta atención a tu estilo?

Bueno, pues quizá por ser fiel a mi forma, a lo que yo siento, y priorizar eso por sobre lo que está considerado políticamente correcto.

Pablo Aguado  es considerado uno de los más destacados toreros españoles en la actualidad. (Foto: Arjona)
Pablo Aguado es considerado uno de los más destacados toreros españoles en la actualidad. (Foto: Arjona)

-Llevas el toreo en la sangre casi desde el primer recuerdo de tu vida, considerando que tu abuelo fue ganadero. ¿Qué recuerdos tienes de tus primeros días?

Bueno, mi carrera ha sido un poco peculiar, tardía, pero sí tengo recuerdos de niño. Mi primer recuerdo taurino ha sido escuchar cosas sobre toros en casa. También, en la ciudad en la que vivo, Sevilla, se respira tauromaquia por todos lados, por lo que fueron el entorno y la afición de la familia lo que me dio aquellos primeros recuerdos. También tengo en la memoria la primera vez que fui a los toros en el Puerto de Santa María siendo muy niño. Ahora, la primera vez que jugué a ser torero, con una muleta y un capote, fue antes de ir por primera vez a una corrida.

-¿Qué tan difícil te fue pasar del sueño de ser torero a ser uno de verdad?

Profesionalmente empecé muy tardío para lo que suele ser normal. Después de jugar al toro y de incluso torear y e ir a la escuela desde niño, un poco después lo dejé de lado quizás llevado por la juventud y otros intereses más propios de la edad. Luego, cerca de los 19, 20 años, retomé. Y no es que fuera a decir “Pues venga, quiero ser torero”. Vuelves a ir al campo, vuelves a prepararte, poco a poco te vas adentrando y la vocación te va absorbiendo sin que tu un día digas “Quiero ser torero”.

-”Torear es un estado de paz en la guerra”, dijiste en una entrevista hace unos meses. ¿Cómo puede desarrollarse esta idea de “paz”, considerando las críticas que hay hacia la violencia de la tauromaquia?

Atiende más a las sensaciones que tiene uno cuando se siente delante de un toro, que no es siempre, pero cuando llega ese momento congenias con él, te acoplas y sacas lo que llevas dentro. Lo definí así porque la guerra es una metáfora de tener delante a un animal que puede quitarte la vida en cualquier momento y la paz es ese estado en el que entran tu cuerpo y tu mente cuando te estás parando frente a un toro, cuando lo lógico y lo normal sería salir corriendo. En esa “paz” se te olvido todo el mundo, el mundo alrededor se para, solo estas tú, el toro, tu concentración, tu intimidad. Una intimidad muy pública, por cierto, porque es sacada hacia el exterior en forma de expresión artística.

-Hay también una cuestión natural de supervivencia…

Sí, quizá sea un aliado. La supervivencia, que la traduciríamos en el miedo. Creo que sería un grandioso aliado. No sé por qué, mientras más miedo se pasa, después las cosas suelen salir mejor o tú te sueles encontrar mejor. El miedo te hace pasar muy malos ratos en la previa, pero cuando sale el toro se transforma en sentirte torero, porque te das cuenta de que todas esas preocupaciones que tenías antes las has superado y te creces. El miedo te dispara los niveles de atención y todo eso, para poder sacar lo que llevas dentro, es fundamental.

-¿Cómo afrontas las críticas? Me imagino que debe ser difícil para alguien realizar con pasión una actividad que, aparentemente, es cada vez más rechazada…

Las críticas a la tauromaquia nos creemos que ahora están más presentes que nunca, pero no es así. Toda la historia del toreo ha estado sometida a la crítica, a la controversia. Incluso, hace poco, en otra entrevista, comentaba que, en España, que es el país taurinamente más fuerte, durante una época estuvieron prohibidas las corridas en todo el territorio. Qué momento hemos vivido. Después, creo que son críticas muy demagógicas. Hace poco veía en Internet un video de combates de lucha libre en los que salen los dos ensangrentados y casi muertos y me da grima que se diga que los niños no pueden ir a los toros, pero sí puedan ver esas imágenes. Toda la crítica está fundamentada en mucha demagogia. Nos llaman “asesinos”, cuando somos los que mantenemos el toro de lidia, los que más lo amamos. Además, las críticas generalmente vienen de gente que no ha pisado el campo nunca jamás y que desconoce totalmente el mundo animal, así se llamen “animalistas”.

-Uno de los conceptos más polémicos para muchos es llamarle “arte” a lo que hacen los toreros. ¿Cómo explicarlo?

Pues, normalmente, el que niega el arte en una corrida de toros es porque vive con esa idea preconcebida de negar la tauromaquia sea como sea, de no tener la capacidad de tener la mente abierta al análisis y después al juicio. Además, suele ser gente que nunca ha vivido una corrida de toros. La tauromaquia como arte no te la voy a defender ahora yo, porque viene defendida por toda la historia del toreo y por intelectuales de primer nivel. Digo que cuando gente así percibe el arte en una corrida de toros, algo habrá, no van a estar todos equivocados. Y, además, hay otra cosa que es muy clara: cuando a una plaza van 25 mil personas durante 30 días seguidos -como puede ser el caso de Madrid, por dar un ejemplo-, será que hay algo más que la muerte de un animal. 25 mil personas no van a eso, van a ver una creación artística. Solo el arte defiende la tauromaquia y solo el arte hace que haya tanta gente y tanta afición que se desviva por una corrida de toros.

-Hace unos días indultaste a un toro. ¿Qué condiciones tienen que darse para que eso suceda? ¿Por qué no es la constante?

Las condiciones son que el toro sea bravo en su máxima expresión. Y dentro de la bravura hay mil calificativos o detalles muy precisos que los definiría muy sencillo: que es tan bravo el animal que, en la lucha con el hombre, se ha merecido vivir. Y, por tanto, tener la oportunidad de transmitir esa bravura de por vida a sus hijos. Además, se da la particularidad de que somos amantes del toro bravo, así que su nombre nunca se olvida y perdura en la historia de quien lo vio. Es un privilegio del que pocos animales pueden gozar. Obviamente, ese toro no vuelve a salir al ruedo. Se queda en la cinta de ganadero con un montón de vacas y morirá de viejo y atendido y mimado como el que más.

-Paralelamente al toreo, te diste tiempo para titularte en Administración de Empresas. No es algo común. ¿Por qué hacerlo? ¿Es aplicable esa formación académica a la tauromaquia?

Como te dije antes, mi carrera es algo peculiar, por lo tarde que empecé. Antes de dedicarme profesionalmente a ella llevaba la vida de cualquier persona normal: fui al colegio, iba luego a la universidad. Tuve la suerte, porque es una suerte, de poder estudiar y acabar la carrera. Por eso, siempre defiendo que el torero de hoy en día puede estar perfectamente formado y se pueden compaginar las dos cosas. La idea arcaica del torero que lo es para salir de la pobreza o no pasar hambre, gracias a Dios, en la sociedad actual no es común, y hay tiempo para todo. Es aplicable mi formación académica a mi carrera, porque, hablando fría, profesionalmente, desvinculando mucho el tema artístico, el torero también es una empresa y tienes tus trabajadores, tus relaciones humanas entre ellos, tienes que ser líder, dirigir, administrar. Al fin y al cabo, un torero es también una pequeña empresa y se maneja como tal. Mi faceta empresarial está ahí, como pequeños conocimientos que, sin darte cuenta, se aplican, pero que tampoco suponen una ventaja sobre nadie, porque aquí lo que manda es lo que uno haga en la plaza y eso no se enseña en ninguna carrera (risas).

-”Toreo a expensas de mis sentimientos” has dicho también. ¿Cómo se entiende esta frase, cuando muchos consideran que el nervio o la emoción son claves a la hora de torear?

Yo lo traduzco en ganas, en actitud, en querer. Eso también es un sentimiento. Al fin y al cabo, lo que los toreros hacemos delante de un toro suele corresponder a nuestro interior, a nuestra forma de ser. Ya lo dijo Belmonte, que se torea como se es, y es una de las mayores sentencias de la tauromaquia. Y, aparte, también se torea como se está. Cuando hay rachas malas en lo personal, se nota al final en la plaza, y cuando somos felices en la vida, también se nota en positivo delante de un toro. Eso quiere decir que se torea a expensas de los sentimientos.

-Que difícil debe ser eso, dejar todo atrás antes de salir al ruedo…

Sí, sobre todo antes, porque una vez que estás delante del toro se te olvida todo, pero hasta llegar ahí también tiene uno que estar bien. Tu mente se pone delante del toro de forma positiva, si en las previas estás de forma positiva. Pero si tienes una preocupación, una discusión, un problema familiar, como lo comentas, es muy duro. Es duro vivir o torear a expensas de los sentimientos, porque cuando te anuncian en una corrida tú no sabes cómo te vas a levantar ese día o si el día antes tendrás un mal día o si lo vas a tener bueno. Y eso, sicológicamente, es muy duro. El pintor tiene la suerte de pintar cuando está inspirado, el poeta de escribir cuando lo siente. Nosotros tenemos una fecha, un día, una hora. Y tienes que procurar estar bien en ese momento. Cuando te anuncian te quedan muchas dudas. ¿Cómo estaré? ¿Cómo me levantaré ese día?

-¿Cuál es tu mayor temor?

Mi mayor temor es perder la ilusión por estar delante de un toro, algún día perder la ilusión de ponerme delante de un toro porque pienso que no seré capaz de jugarme la vida.

-¿La muerte no lo es?

No pienso en ella.

-¿Qué es para ti lo más importante de convertirte en un torero exitoso?

Pues tener la suerte de no trabajar nunca (risas). Entiéndeme que lo digo en el sentido de vivir siempre de lo que siento, eso creo que es un privilegio. Había una frase que decía: “Dedícate a lo que sientas y no trabajarás nunca”. Pues, quizás, de llegar a ser un torero como dices, lo más bonito es vivir de la profesión que amas.

-En este momento de tu carrera, ¿Cuáles son tus expectativas más importantes? ¿Qué es lo que más quieres lograr en corto o mediano plazo?

Hombre, pues llegar a torear de forma que no exista presión, responsabilidades, y solo haya sentimiento, “disfrute”, así, entre comillas, y no haya obligaciones. Pero eso no va a llegar nunca. Por suerte, no va a llegar nunca. No te podría decir una plaza en la que quiero estar, porque una vez que tienes al toro enfrente se te olvida lo que hay de la barrera hacia atrás y ya no es importante. La expectativa es día a día ser feliz con lo que haces delante del toro. No cabe duda, además, que la expectativa también se aplica a este domingo, y eso conlleva poder expresarme en una tierra tan bonita como es Lima, como es Perú, con la afición que hay ahí, con un compañero al que respeto y admiro mucho, en su tierra, con su gente. Creo que se dan todas las condiciones para que sea una tarde muy bonita y en la que cada uno de los dos toreros podamos dar todo lo que llevamos dentro y la gente pueda salir feliz de la plaza, que es lo más importante, y lograr el mayor éxito de un torero: que se le recuerde.

Además…
La corrida del arte: Pablo Aguado y Joaquín Galdós

Fecha: domingo 11 de diciembre

Lugar: Plaza de Toros La Esperanza Dirección: Av. Buena Vista, Fundo La Esperanza, Lurín

Hora: 3 p.m. Entradas: Teleticket

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