El 27 de setiembre, los artistas franceses Philippe Manguin (fotógrafo) y Jessica Moulinet (narradora de cuentos) vieron por primera vez la Amazonía. Llegaron a Iquitos procedentes de Bretaña, Francia, y después de viajar por el río Amazonas durante toda una noche, desembarcaron en Pebas un día después. Se quedaron ahí durante tres semanas en un espacio ubicado a orillas del río Ampiyacu —La Garza Blanca & Experiencia Uitota—, un lugar en el que desarrollaron un programa de residencia artística que les generó nuevos vínculos y los transformó no solo en el ámbito artístico, sino también espiritual.
Ambos venían de una región francesa marcada por el bosque de Brocéliande, una tierra asociada con las leyendas del mago Merlín y el rey Arturo, pero esta experiencia fue distinta. A Manguin la densidad de la selva amazónica le impidió, al inicio, hacer buenas composiciones; a Moulinet el contacto con la gente le hizo ver que se puede vivir al ritmo de las lluvias y del viento.
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“La idea de este proyecto es valorar la cultura del bosque y concientizar sobre su importancia para la vida y la cultura de la gente que vive en estos lugares”, dice Fréderic Robinel, nuevo director de la Alianza Francesa de Lima, institución que, junto con la Agencia Francesa de Desarrollo, promueve este proyecto de residencia cruzada. Tras la visita de los artistas franceses a la selva peruana, se espera que en junio de 2022 dos artistas peruanos amazónicos visiten Francia.
“En Francia es difícil hablar de selva —precisa Robinel—, pero se escogieron a dos artistas de Bretaña, muy relacionados con la naturaleza y con el bosque de Brocéliande. La idea es que a partir de estas experiencias puedan trabajar diversos proyectos artísticos”.
Arte y saber uitoto
En Pebas, Philippe Manguin y Jessica Moulinet desarrollaron un programa intenso. Ellos fueron introducidos en la cultura y el arte amazónico en el taller del artista uitoto Santiago Yahuarcani (Paucarquillo, 1960), cuya obra se caracteriza por recrear la historia, la vida y los saberes de su pueblo, especialmente a partir de los relatos de sus antepasados del clan de la Garza Blanca.
Con Yahuarcani y su familia, el fotógrafo y la narradora francesa aprendieron a cosechar la yuca, a extraer la corteza de la llanchama, un lienzo natural sobre el que se pinta con tintes sacados de las plantas, que ambos residentes también recolectaron del bosque. Luego, recogieron botellas de plástico en una de las playas del río y, además, pudieron fabricar una mandala gigante. Moulinet, en retribución, montó un espectáculo de narración oral, tal como suele hacerlo en el bosque de Bretaña.
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“Volvieron transformados —comenta Robinel—, fue una aventura increíble y eso es realmente lo que llamamos un diálogo entre culturas. Ellos son dos artistas que hacen de todo para promover, proteger y difundir la cultura del bosque en Francia y vinieron aquí a descubrir lo que significa la cultura del bosque en la selva amazónica, la más grande del mundo, y a ver toda la cultura artística que se produce ahí”.
“Lo humano fusionado con la naturaleza”
A Manguin lo que más le sorprendió fue la densidad y variedad de vegetación. “Al inicio, se me complicó un poco para realizar mis composiciones, debo admitirlo”, dice al comentar sobre su experiencia en la Amazonía. Luego, afirma: “evolucionar en este nuevo entorno para extraer imágenes fue un verdadero desafío. La selva amazónica me dio luces muy duras, un sol pleno bastante complicado para manejar gráficamente”.
Cuenta que lleva 12 años realizando trabajos fotográficos y artísticos en Brocéliande, un bosque que tiene cuatro estaciones muy marcadas: “Eso me permite beneficiarme de condiciones de luz muy variadas, que me posibilitan dar un toque muy particular a mis imágenes. Pero, en la Amazonía, me acerqué a otro tipo de imagen, me acerqué más a lo humano en su fusión con la naturaleza”.
“Caminar entre los árboles”
Para Moulinet, el viaje a la selva peruana le recordó lo humanos que somos: “El bosque estuvo ahí mucho antes que nosotros —cuenta— y estará allí mucho después. Nos ofrece todo lo que necesitamos para vivir. Sin él, no estaríamos. No importa de dónde vengamos y la importancia que le demos a nuestras vidas, el bosque y más ampliamente la naturaleza, nos permite ser, existir”.
En la Amazonía, ella percibió dos tipos de personas: “los que han olvidado el vínculo con la naturaleza, y creen que pueden destruir todo, y los que viven (como la familia Yahuarcani) al ritmo de las lluvias y el viento, los que caminan entre los árboles y corren sobre los lomos de serpientes. Hay quienes sueñan las historias de los ancestros para no olvidar nada de su sabiduría y sacarlas a la luz para despertar a los olvidadizos”.
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Lo que la narradora francesa no olvidará será “el aroma de los pinos después de la lluvia, los colores de las orquídeas a primera hora de la mañana, el calor del sol a plena luz del día y las sombras de la noche”. Tampoco “el nombre de la laguna maravillosa y del pájaro que quemó sus alas para traer de vuelta el fuego”. “Santiago Yahuarcani —dice Moulinet— me dio un regalo precioso: la sabiduría de los de su bosque, solo un pequeño destello, una chispa. Me gustaría, a través de las historias que me contaba, despertar la curiosidad sobre la riqueza y sabiduría de su tradición”.
Una tradición de relatos indígenas uitotos que hablan de gigantes mitológicos, barcos fantasmas y ciudades acuáticas que, gracias al proyecto Selvas del Mundo, se unirá ahora a la de los relatos célticos de hadas, magos y castillos que viven en la memoria de quienes habitan el bosque de Brocéliande, un lugar ubicado a miles de kilómetros de la Amazonía.
Más información
Christian Bendayán y Rember Yahuarcani serán los artistas peruanos que en junio de 2022 visitarán el bosque de Brocéliande, en Francia, como parte del proyecto Selvas del Mundo, desarrollado por la Alianza Francesa y la Agencia Francesa de Desarrollo.
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