Baja el telón de un año, pero a manera de aplauso, la tradición obliga a los acostumbrados balances. Esta ocasión, sin embargo, en lugar de hacer una relación de lo visto, invitamos a los mismos protagonistas a sumar puntos de vista para analizar el ansiado retorno del público a las salas; en qué quedaron las promesas del “teatro híbrido”, entre otras tendencias de una temporada teatral en la que las mujeres brillaron y la reflexión política fue una constante.
No fue un regreso fácil. Si bien, como confiesa Ebelin Ortiz, actriz que sacudió conciencias en su papel de Billie Holiday en “El ocaso de una estrella”, ella y muchos tenían la esperanza de que los espectadores llegarían en tropel a ver espectáculos en vivo, la realidad fue más bien tímida.
“Todos los que tenemos oficio teatral tenemos inculcada la prudencia”, nos confía el actor y director David Carrillo. En efecto, en un año en que reabrir completamente las salas con el aforo total fue el objetivo de un gremio con desbordantes expectativas, los cuidados se convirtieron en la norma. “Tenemos que garantizar que vamos a estar bien para la función de hoy y que habrá función mañana”, afirma.
Según la periodista e investigadora de teatro Carina Moreno, tras iniciar el año con los festivales Temporada Alta y el FAE Lima, desde marzo fuimos testigos de una frenética sucesión de temporadas. “Todo lo que no se había podido estrenar en el 2020 o el 2021, se presentó este año. La oportunidad se daba al volver lentamente al aforo al 100%. Atrás quedó el “teatro híbrido” o el “teatro virtual”. Así, el exceso de demanda hizo que, para el público, fuera difícil seguirle el paso a los estrenos. “Cuando querías ver una obra, ya estaba en sus últimas funciones”, comenta.
Como explica Marco Muhletaler, director del Centro Cultural de la Universidad Católica, lo que se ha dado es un cambio en el público tradicional. “Tras dos años de actividad virtual, todavía este año vimos al público mayor temeroso de volver a las salas. Pero hemos visto a un público más joven motivado a ir al teatro. Creo que esta es una buena noticia dentro de todo”, explica.
Sin embargo, apunta Muhletaler, el optimismo vivido tras la reapertura se dio de bruces en el último trimestre del año. “En lo que debió haber sido un tiempo de recuperación y consolidación del teatro como un espacio seguro, se vio golpeado por la inestabilidad política. Cuando creíamos que habíamos sorteado parcialmente el escollo de la pandemia y volvíamos a ver una asistencia más estable y constante (aunque todavía lejana a la del 2019) la agudización de la crisis política volvió a desenfocar la demanda”, lamenta.
La directora y dramaturga Vanessa Vizcarra lo ha visto de cerca: “Hemos vivido una ola, inmediatamente se abrieron los aforos la gente salió a la calle y llenó las salas, unas semanas después bajó mucho el entusiasmo y se deprimió la afluencia del público. La inestabilidad económica y política en la que estamos nos tiene “secuestrados””, explica la artista, que espera empezar el nuevo año con la esperanza de una estabilización urgente de la actividad cultural.
Y como señala el director Alberto Ísola, que cumplió en el 2022 medio siglo en escena, más allá de reconocer que aún existe en el público el temor de asistir a espacios cerrados, esto agrava el principal problema del teatro peruano: “la creación de un público constante e interesado”, afirma. A continuación, el gremio escénico tiene la palabra.
Vanessa Vizcarra (Actriz, directora y dramaturga).
—¿Cómo los coletazos de la pandemia afectaron el retorno al teatro presencial?
Hemos vivido una ola, inmediatamente se abrieron los aforos la gente salió a la calle y llenó las salas, unas semanas después bajó mucho el entusiasmo y se deprimió la afluencia del público. Sobre eso, la inestabilidad económica y política en la que estamos nos tiene “secuestrados”. Se empieza el 2023 con la esperanza de que se estabilice un poco la vivencia cultural.
—¿Crees que las posibilidades del “teatro híbrido”, fue una ilusión? ¿Hemos vuelto al teatro como siempre lo hemos conocido?
Un aspecto positivo de las expresiones virtuales/audiovisuales ha sido el alcance que han logrado. Discursos que se hubiesen limitado a la presencialidad, han sido vistos en muchos mas lugares, del país y el extranjero. Eso aumenta las posibilidades de intercambios e internacionalización.
Una de las notorias huellas del periodo pandémico es la variación en cómo organizamos las temporadas, principalmente la escena independiente se ha desmarcado de los rígidos horarios tradicionales y prueba nuevas opciones de horas y días. Eso permite saca más provecho a las pocas salas teatrales pero requiere de mejores estrategias de comunicación con el público.
—Es evidente la presencia de las mujeres en los mejores montajes que hemos visto en el año. Pero más allá de esta presencia en aumento, ¿Qué es lo que está diciendo el teatro que antes no había dicho?
Nuestro teatro se hace cada vez mas “nuestro”. Aumentan los textos y creaciones nacionales (aumenta también su variedad) versus lo extranjero. Se amplia la diversidad de quién genera y re genera el discurso. El teatro responde a los movimientos sociales, acá y en todo el mundo; y a pesar de que a veces parece que lo hace lentamente, siempre está cambiando en reflejo de la sociedad en la que existe. Nuestro teatro está hablando de las experiencias individuales e identitarias. Pequeños discursos personales que rebotan con lo social y delinean experiencias únicas y valiosas. Aumentan los unipersonales, la autoficción y la creación a partir de hechos reales.
—¿Cuáles son los tres mejores montajes o experiencias escénicas que hayas vivido este 2022?
Como experiencia post pandémica me gustó mucho “Trucos para ver en la oscuridad”. Un enfrentamiento directo a lo vivido en los últimos años, desde nuestro ser teatrero, limeño, femenino, en las siempre creadoras palabras de Mariana Dealthaus, evocadas por la gran Alejandra guerra.
Me encantó ver En mi salsa - Crónica de un viaje a la raíz, unipersonal de Diego Zuñiga, dirigido por Beatriz Heredia, que además de contar sobre sus/nuestras mezclas, mestizajes, migraciones, me hizo pasar un rato de fiesta y celebración, y de teatralidad muy bonita y bien lograda.
Mi mejor momento teatral de este año ha sido ver a mi hijo Lorenzo Molina protagonizar junto a su padre Gonzalo la obra Hamnet, dirigida por Lucho Tuesta. Un texto y montaje simples y directos para dejar relucir el vínculo afectivo- presente y heredado, real y simbólico- entre dos hombres, padre e hijo.
Otros montajes que se quedan en mi memoria, La inquilina, Aquellos dos, Sobre lobos, Lo malo.
Urpi Gibbons (Actriz, directora)
—¿Cómo los coletazos de la pandemia afectaron el retorno al teatro presencial?
Este año hemos sentido que el teatro ha salido a comerse los escenarios con voracidad: entre montajes que se quedaron en el tintero, reposiciones importantes para reimpulsar las salas, y la necesidad fuerte de comunicar, ha habido realmente muchísimo. Creo que ha sido resultado de las convulsiones que hemos vivido. Lamentablemente el coletazo tanto económico como de salud (y tal vez la “falta de costumbre” de ir al teatro) ha hecho que no todo lo presentado haya tenido suficiente público.
—¿Crees que las posibilidades del “teatro híbrido”, fue una ilusión? ¿Hemos vuelto al teatro como siempre lo hemos conocido?
Yo personalmente siento que el hibrido (en el sentido de ver y hacer teatro desde casa trasmitido por zoom) fue una ilusión, un refugio de resiliencia. Sin embargo, no diría que hemos vuelto al teatro como siempre lo hemos conocido sino a un teatro mejor, revalidado por su poder presencial y que ha probado sus mixturas para empoderarse más aún en lo que es. El teatro y la tecnología, por otro lado, sí creo que está siendo explorado aún sin límites, pero dentro de la experiencia presencial.
—Es evidente la presencia de las mujeres en los mejores montajes que hemos visto en el año. Pero más allá de esta presencia en aumento, ¿Qué es lo que está diciendo el teatro que antes no había dicho?
Las mujeres hemos callado demasiado por mucho tiempo y eso tenía que cambiar. Además de ello el teatro le está diciendo BASTA a muchas ideas viejas arraigadas que no van más.
—¿Cuáles son los tres mejores montajes o experiencias escénicas que hayas vivido este 2022?
Como experiencias teatrales me quedo con la clases maestras de actuación (Conferencia sobre la lluvia), y de dirección (Tristeza y alegría en la vida de las jirafas) de Alberto Ísola, los gritos de verdad en las obras de Mariana De Althaus y exploraciones jóvenes (La Maldita compañía, Teatro Físico de lo que he podido ver). No puedo dejar de mencionar el coraje hacer un musical íntegramente peruano como La Mariscala. Bravo.
Mateo Chiarella (Dramaturgo y director)
—¿Cómo los coletazos de la pandemia afectaron el retorno al teatro presencial?
Vivimos una suerte de “La vida es sueño” a la inversa. Perder la libertad, para retomarla. Los espacios públicos se repotencian porque entendemos que los espacios públicos -y de convivio- son parte de nuestra salud. Eso no quiere decir que todo esté andando bien. Aún tememos estar con el otro, hay dolor por la pérdida, asociaciones culturales cerradas y una política cultural que no termina de despegar por una clase política que para afiatarse necesita que seamos un país inculto.
—¿Crees que las posibilidades del “teatro híbrido”, fue una ilusión? ¿Que hemos vuelto al teatro como siempre lo hemos conocido?
Creo que el valor de lo presencial no anula los hallazgos de lo virtual. No éramos una sociedad boyante en experiencias teatrales multimediáticas. Pero en México, Argentina o Brasil, -mucho de ello impulsado por las nociones el teatro posdramático y previamente del happening-, ya se venía experimentando desde hace mucho con el cruce de lenguajes. La necesidad de estar con vida, teatralmente hablando, se tradujo para muchos de nosotros en el trabajo virtual; y al margen de su permanencia, yo creo que con ella se ha abierto una enorme posibilidad artística.
—Es evidente la presencia de las mujeres en los mejores montajes que hemos visto en el año. Pero más allá de esta presencia en aumento, ¿Qué es lo que está diciendo el teatro que antes no había dicho?
Es una pregunta difícil, porque habría que saber qué se está haciendo teatralmente en cada rincón del país, para saber qué es lo que mueve a los artistas después de esta tragedia. Somos un país fragmentado, con diferentes visiones de nuestro futuro y eso se debe traducir en el teatro de cada quién. Pero que no nos asombre, que a muchos, y eso quizás más que antes, lejos de cualquier narrativa, lo único que deseamos por ahora sea recobrar la esperanza, o simplemente, sonreir y hacer sonreir en medio del dolor.
—¿Cuáles son los tres mejores montajes o experiencias escénicas que hayas vivido este 2022?
Me ha encantado ver los monólogos de muchos de mis compañeros. Y desde mi lado, he disfruto todo lo que ha venido, el trabajo con el Programa de formación de públicos del GTN, Teatro por un pacto social con el Goetthe y Aranwa, Timón en el CCPUCP y la UPAO; Jugadores; El Ocaso de una estrella y La Mariscala. Todas experiencias muy felices.
Marco Mühletaler (Director del Centro Cultural de la Universidad Católica)
—¿Cómo los coletazos de la pandemia afectaron el retorno al teatro presencial?
Yo diría que hemos visto un cambio en el público tradicional de nuestra sala. Tras dos años de actividad virtual, todavía este 2022 hemos tenido un público mayor temeroso de volver a las salas. Seguramente los usuarios más regulares no, pero sí aquellos que no tenían al teatro como uno de sus planes habituales.Sí hemos visto un público más joven motivado a ir al teatro. Creo que esta es una buena noticia dentro de todo.
Nosotros reabrimos la sala en febrero del 2022 con muchas restricciones de aforo, pero no fue sino hasta inicios de octubre que pudimos ofrecer el 100% de localidades. Esto vino, además, con el levantamiento de la obligación de uso de mascarillas. Con el relajamiento de las restricciones el público también se fue sintiendo más cómo y seguro. Aquellos que habían decidido no entrar a una sala cerrada fueron perdiendo el temor. Con ello, tuvimos varias salas llenas de público, con aplausos muy generosos.
El último trimestre del año, que debío haber sido un tiempo de recuperación y consolidación del teatro como un espacio seguro, se vio sin embargo golpeado por la inestabilidad política. Cuando creiamos que habíamos sorteado parcialmente el escollo de la pandemia y volvíamos a ver una asistencia más estable y constante – aunque todavía lejana a la del 2019 – la agudización de la crisis política volvió a desenfocar la demanda.
—¿Crees que las posibilidades del “teatro híbrido”, fue una ilusión? ¿Qué hemos vuelto al teatro como siempre lo hemos conocido?
Pienso que el teatro virtual cumplió una función necesaria. El subidón que nos dio al inicio explorar nuevos medios y lenguajes nos hizo creer que lo híbrido podría ser interesante. Es decir, mezclar lo mejor de los dos mundos. Pero, en el fondo, siempre estuvimos seguros de que lo que realmente queríamos en el teatro era volver a los escenarios. Ha sido muy interesante ver este año más de un montaje que ha hecho el ejercicio de volver de lo digital/virtual al escenario, a la experiencia en comunión que tiene el espectáculo en vivo.
Confieso que no he visto una experiencia verdaderamente híbrida en el teatro que me haya volado la cabeza.
Cuidado con una trampa: pensar que teatro híbrido significa tener una temporada en el teatro, con público en la sala y, además, tener una versión grabada disponible para quienes prefieren verla desde casa. Eso no teatro híbrido. Es otra cosa. Responde más a una cuestión de mercado y de democratización de contenido que a una búsqueda estética, narrativa y de experiencia.
Es pronto para poder diagnosticar y entender el impacto que estos años de virtualidad han impreso en las y los creadores: en su manera de contar las historias, en los elementos que utilizan para hacerlo, las narrativas, las estéticas, etc. Ago habrá quedado, de eso estoy seguro. Pero pienso que recién estamos viviendo tímidamente el reecuentro con el público, en las salas, con presupuestos muy ajustados e intentando recuperar confianza y colocar al teatro otra vez como una opción segura y completa.
Es evidente la presencia de las mujeres en los mejores montajes que hemos visto en el año. Pero más allá de esta presencia en aumento, ¿qué es lo que está diciendo el teatro que antes no había dicho?
Pienso que el teatro en Lima, desde mucho antes de la pandemia, ha tenido a las mujeres como protagonistas de muchos de los montajes más memorables. A diferencia de otras disciplinas o artes, en nuestra ciudad, la voz femenina es muy poderosa en el teatro y, me atrevo a decir, se ha puesto al frente de la búsqueda de nuevos lenguajes y nuevas maneras de hacer. La exploración de lo documental y ahora de la autoficción ha sido principalmente llevada adelante por mujeres. Es curioso, pero esta misma tendecia la vemos en el cine. El documental es predominantemente de las mujeres, mientras que la ficción de los hombres. Es seguro que en el cine hayan también otros elementos de la industria en juego, que en el teatro no se dan de la misma manera.
Aun a riesgo de equivocarme – y sin afán alguno de caer en los clásicos lugares comunes – me atrevo a explicar este hecho de la siguiente manera: las mujeres tienen una mayor capacidad de exponer su sensibilidad y mostrarse a sí mismas sin la necesidad de filtros. Los hombres, por el contrario, nos sentimos más seguros escudados tras la metáfora de la vida que nos ofrece la ficción.
No cabe duda de que este año el teatro ha vuelvo a lo escencial y, en esta vuelta hemos podido ver más de una puesta íntima despojada de artefactos y artilugios que puedan “proteger” a las creadoras y los creadores.
Karin Elmore (Coreógrafa y directora cultural de la Alianza Francesa)
—¿Cómo los coletazos de la pandemia afectaron el retorno al teatro presencial?
La Alianza Francesa ha sido el primer centro cultural en abrir el teatro en mayo del 2021; al principio hemos funcionado con sólo el 30% de aforo, mucha cautela y doble mascarilla. Eso nos ha permitido reconquistar a nuestro público, hasta lograr llenar el teatro con nuestros últimos espectáculos.
—¿Crees que las posibilidades del “teatro híbrido”, fue una ilusión? ¿Hemos vuelto al teatro como siempre lo hemos conocido?
Pienso que se han desarrollado otro tipo de experiencias que me parecen más interesantes que el teatro por zoom o transmitido por streaming. Han aparecido algunas nuevas formas que se mantienen hasta ahora vigentes, como el autoteatro, las experiencias sonoras, danza para los vecinos, entre otras. Estas formas son experiencias personales, o para pequeños colectivos, que calan más en las personas que mirar obras en la pantalla de tu computadora.
—Es evidente la presencia de las mujeres en los mejores montajes que hemos visto en el año. Pero más allá de esta presencia en aumento, ¿qué es lo que está diciendo el teatro que antes no había dicho?
El teatro es siempre un espejo de la realidad, lo que está sucediendo ahora, es resultado de alguna manera del movimiento Me too, y de las denuncias de la violencia de género, de la violencia doméstica, de las violaciones de niñas y niños; está saliendo a la luz todo este horror que nos toca vivir a las mujeres todavía, en pleno siglo XXI. No es que haya más violencia ahora, es que se está denunciando en las redes y en las calles; ha habido siempre la misma violencia contra las mujeres, y mucho más.
De todo eso habla el teatro hoy, además de la memoria, de la discriminación racial, de la migración, del medioambiente y de la exclusión social.
—¿Cuáles son los tres mejores montajes o experiencias escénicas que hayas vivido este 2022?
“El Misántropo de Molière” dirigida por Jean-Pirre Gamarra, co producida por la Alianza Francesa de Lima. “Molière malgré lui”, de la Nouvelle Compagnie de Théâtre Populaire, dramaturgia y dirección de Valentin Boraud, presentada en el teatro de la Alianza Francesa el 25 de octubre y “Quemar el bosque contigo adentro” escrita y dirigida por mariana De Althaus, obra también co- producida por la Alianza Francesa.
Jorge Villanueva (Director teatral y actor)
—¿Cómo los coletazos de la pandemia afectaron el retorno al teatro presencial?
Ha sido muy duro el tema de la regulación de las normas con respecto a los aforos. Mientras se permitía el aforo total en los vuelos, donde tienes a una persona por horas de horas sentada a tu lado, en los teatros la regulación era muy estricta, perjudicando enormemente a muchos teatros. Felizmente se derrogó la norma ante nuestros pedidos. Varios centros culturales y agrupaciónes artísticas firmamos un documento. Nuestro grupo de coordinación en el whatsapp se llamaba “Unión Teatral”.
—¿Crees que las posibilidades del “teatro híbrido”, fue una ilusión? ¿Que hemos vuelto al teatro como siempre lo hemos conocido?
No ha sido una ilusión. Ha sido una experiencia que ha marcado y abierto nuevas posibildades creativas y tecnólogicas y que de una u otra manera nos ha marcado a todos consciente o inconscientemente. Puede no gustarte el “teatro virtual”, pero de todas maneras ha influído de alguna manera en nuestra subjetividad ahora que hemos regresado a la presencialidad y lo que nos espera en el futuro.
—Es evidente la presencia de las mujeres en los mejores montajes que hemos visto en el año. Pero más allá de esta presencia en aumento, ¿qué es lo que está diciendo el teatro que antes no había dicho?
Pues en estos tiempos tiktokeros, de posverdad, de consumismo feroz y tantos otros males que vivimos como sociedad, el teatro se convierte en uno de los pocos espacios que quedan para volver a nuestra humanidad. El cambio de paradigmas está ante nuestros ojos en los temas que está tocando nuestro teatro, hablando más que nunca de temas como el machismo, racismo, clasismo, derechos civiles, contaminación, etc. Está siendo político y cuestionador.
—¿Cuáles son los tres mejores montajes o experiencias escénicas que hayas vivido este 2022?
Una experiencia teatral intensa que viví este año fue el segundo festival internacional de arte y comunidad de Puckllay en Lomas de Carabayllo. Participaron grupos teatrales locales junto con invitados de ecuador, argentina, brasil, españa. Fue una semana de montajes, talleres, intercambios en un festival descentralizado que apuesta por lo comunitario y el aporte del arte como pieza clave en la formacion de los niños y jóvenes.
Por otro lado me emociona ver que tantos jóvenes directores estén haciendo un teatro con la más alta exigencia y profesionalidad, entre ellos Herbert Corimaya (frenesí), Jenifer A. Woytkowski (Jauría), Renato Piaggio (el hombre sin memoria). Sólo por mencionar algunos. Por ultimo, un montaje que vi y que me impresionó muchisimo fue Hermanas, dirigida por Pascal Rambert.
Eduardo Adrianzén (Dramaturgo)
—¿Cómo los coletazos de la pandemia afectaron el retorno al teatro presencial?
Este 2022 el teatro volvió con fuerza. Vi salas llenas y entusiasmo. Quizá porque las temporadas son más cortas, que no aumentó el precio, o que el público joven ansiaba ver a su generación en tablas. No importa: en números relativos el teatro no perdió público, a diferencia del cine, que sí.
—¿Crees que las posibilidades del “teatro híbrido”, fue una ilusión? ¿Que hemos vuelto al teatro como siempre lo hemos conocido?
Creo que el “teatro en video” fue una solución urgente de muchos compañeros desesperados por perder su fuente de trabajo y mantenerse activos. Hubo cosas interesantes, pero francamente fueron más cercanas a lo cinematográfico que a lo teatral. Lo bueno: descubrió a colegas con mucho talento para el audiovisual
—Es evidente la presencia de las mujeres en los mejores montajes que hemos visto en el año. Pero más allá de esta presencia en aumento, ¿Qué es lo que está diciendo el teatro que antes no había dicho?
Sin duda es una corriente a nivel mundial en todo occidente, y genial bajo todo punto de vista: si el 50% del mundo es femenino, al fin es hora de que temáticas y sensibilidades sean paritarias en toda la creatividad
—¿Cuáles son los tres mejores montajes o experiencias escénicas que hayas vivido este 2022?
Difícil escoger. Autores peruanos: “El enemigo” de Daniel Subauste, “El hombre sin memoria” de Jorge Bazalar, “El fuego que hemos construido” de María Fernanda Gonzalez, “Monstruo de Armendáriz” de Malcom Malca, y el reestreno de “Entre lobos” de Mariana Silva. Mención especial al excelente musical “La mariscala” de Gonzalo Polar y Chino Sabogal. Autores foráneos: “El ocaso de una estrella” de lanis Robertson, y “El cuidador” de Harold Pinter.
Carina Moreno (Periodista, gestora cultural)
—¿Cómo los coletazos de la pandemia afectaron el retorno al teatro presencial?
El teatro local inicio el 2022 con los festivales Temporada Alta y el FAE Lima que fueron el comienzo, desde marzo, de una frenética sucesión de temporadas. Todo lo que no se había podido estrenar en el 2020 o el 2021, se presentó este año y no me refiero solo a Lima. La oportunidad se daba al volver lentamente al aforo al 100%.
—¿Crees que las posibilidades del “teatro híbrido”, fue una ilusión? ¿Que hemos vuelto al teatro como siempre lo hemos conocido?
Atrás quedó el “teatro híbrido”, una iniciativa que tuvo poca repercusión en el 2021 o el “teatro virtual”, que fue el signo del 2020. Para el público fue difícil seguir el paso de los estrenos en 2022, cuando querías ver una obra, ya estaba en sus últimas funciones.
—Es evidente la presencia de las mujeres en los mejores montajes que hemos visto en el año. Pero más allá de esta presencia en aumento, ¿Qué es lo que está diciendo el teatro que antes no había dicho?
Creo que la pandemia nos hizo volver los ojos hacia “adentro” y el teatro fue una forma de sanar heridas nuevas y antiguas. Una reconciliación con el pasado personal, local, nacional. La cantidad de propuestas presentadas en el 2022 nos permitió también tomar conciencia de la gran presencia de las mujeres en la producción, dirección, actuación en el teatro peruano.
Ebelin Ortiz (Actriz)
—¿Cómo los coletazos de la pandemia afectaron el retorno al teatro presencial?
Pues, previo a la pandemia empezó a hablarse de él “boom teatral”, que pienso no fue tal. Sin embargo creo que estábamos ya en las seis cifras como asistentes. Poco si tenemos en cuenta que Lima tiene una población de más de 10 millones de habitantes. Hoy no solo nos hemos visto afectados por el remanente del COVID, también la situación política nos ha quitado público. Nos hemos quedado también con la sensación de que en casa estamos más seguros. Yo tenía la esperanza de que los espectadores saldrían corriendo a ver cosas en vivo. Y lo digo desde mi ser espectador, pero no ha sido tanto así. Ya volveremos a llenar, de eso estoy segura.
—¿Crees que las posibilidades del “teatro híbrido”, fue una ilusión? ¿Que hemos vuelto al teatro como siempre lo hemos conocido?
Creo que la afluencia de público en este formato ha bajado, no es fácil concentrarse frente a una pantalla y “estar ahí” más de una hora sin distraerte con el móvil, más aún si este es tu espacio de trabajo también. Hemos estado mucho tiempo en casa como para seguir en ella en nuestros momentos de diversión. Sin embargo, hay formatos que llegaron a quedarse.
—Es evidente la presencia de las mujeres en los mejores montajes que hemos visto en el año. Pero más allá de esta presencia en aumento, ¿Qué es lo que está diciendo el teatro que antes no había dicho?
La revolución llega desde las artes, el teatro dice lo qué pasa en la sociedad, nos confronta con ella, es su espejo. Quizá podamos vernos mejor, podamos escucharnos más, podamos ser más compasivos…, quizá estemos en ese proceso de cambio para mejor.
—¿Cuáles son los tres mejores montajes o experiencias escénicas que hayas vivido este 2022?
De hecho tiene que ver con tres espectáculos que he hecho este año. “Victoria a través de mí”, que tiene como pretexto un concierto de canciones de Victoria Santa Cruz donde hablo de racismo y discriminación. “El ocaso de una estrella” que vuelve a tocar el tema antes mencionado y al que sumas la misoginia. Y “la cenicienta”, que desde el lado de la madrastra hay un llamado a no contarnos más cuentos.
David Carrillo (Actor y director teatral)
—¿Cómo los coletazos de la pandemia afectaron el retorno al teatro presencial?
Todos los que tenemos oficio teatral tenemos inculcado la prudencia. Cuidarse es una palabra común para el artista escénico. Tenemos que garantizar que vamos a estar bien para la función de hoy y que habrá función mañana. Desde siempre, desde antes de la pandemia, era común que tratemos de no enfermarnos y de no exponernos a situaciones que pudieran hacer que no podamos dar función.
¿Cómo hicimos para regresar a dar funciones?: pues con prudencia, de a pocos, con aforos reducidos y con temporadas muchísimo más cortas, tratando de cuidarnos entre todos, ya que público y actores respiramos el mismo aire. En mi caso, lo primero que hice este año, en febrero, fue “El mueble (o todas cosas que nunca nos diremos)”, donde Cécica Bernasconi y yo, trabajamos a solas, digamos “en equipo mínimo”, por eso los dos dirigimos y actuamos. Los dos juntábamos a ensayar y no había nadie más en el Teatro de Lucía. Esa fue nuestra forma de cuidarnos y garantizar al público que cumpliríamos con la temporada.
—¿Crees que las posibilidades del “teatro híbrido”, fue una ilusión? ¿Qué hemos vuelto al teatro como siempre lo hemos conocido?
Creo que estuvimos hasta acá de lo virtual, nos hartamos. A pesar de las estimulantes exploraciones que tuvimos y vimos en eso que fue el teatro tecnomediado, la calidad del servicio de internet en el Perú no estuvo a la altura de nuestro teatro. Ha sido difícil hasta seguir ofreciendo talleres virtuales pues sentía que el público ya solo quería que todo sea presencial. Ojalá que nos amistemos con ese canal, pues ofrecía una democratización del espacio y las oportunidades de tener contacto con públicos a los que no llegamos físicamente.
—Es evidente la presencia de las mujeres en los mejores montajes que hemos visto en el año. Pero más allá de esta presencia en aumento, ¿Qué es lo que está diciendo el teatro que antes no había dicho?
El teatro suele ser progresista, porque siempre hay una interpelación para el público entre la ficción que ve y la realidad que vive, y para nosotros entre la ficción que vivimos y la realidad que vemos. Incluso el teatro clásico que buscaba que la ficción siempre regrese al status quo lo hacía a un status quo mejorado de alguna manera.
Los que enseñamos actuación y debemos buscar obras teatrales para que monten nuestros alumnxs nos damos cuenta de una tremenda contradicción desde el teatro clásico hasta el teatro moderno y es la siguiente: En los talleres de actuación es usual que haya muchísimas más alumnas que alumnos y la mayoría de obras clásicas y modernas el reparto es mucho más masculino que femenino. O sea, que siempre tenemos que hacer malabares para que nuestras alumnas encuentren papel. El teatro contemporáneo tiene clara esta injusticia. Y ya se escribe de otra manera, con otra proporción en el reparto, inclusive con otra narratividad, ya no tanta obsesión por el viaje del héroe. Algo que aprendí del olfato comercial de Osvaldo Cattone es que si la obra no le gustaba a las mujeres del público estaba destinada al fracaso.
Ahora creo en que el teatro es femenino o no será.
La cartelera teatral del 2022 me ha resultado muchísimo menos frívola que la de los años anteriores a la pandemia. Al parecer solo sobrevivieron los proyectos programados para el 2020 y 2021 de la gente que tenía realmente algo que decir y persistieron en ello.
—¿Cuáles son los tres mejores montajes o experiencias escénicas que hayas vivido este 2022?
Me resulta muy difícil nombrar tres. Para mí, estas fueron las obras que destacaron entre los 25 montajes que pude llegar a ver.
“Jugadores” – Hermoso empezar a ver teatro este año, viendo en presencial a cuatro actores mayores (de la edad que la pandemia prohibía que trabajaran por ser vulnerables).
“El fuego que hemos creado” – El Británico produciendo con todo a una dramaturga nueva y darle escena a un elenco completo de jóvenes valores desconocidos para el gran público en un montaje realista y sensible inspirado en una caso de nuestra absurda y asesina realidad social y laboral. Gran trabajo de dirección de Patricia Biffi.
“Trucos para ver en la oscuridad” – Mariana de Althaus se autoficciona y se deja encarnar por Alejandra Guerra, quien además es un personaje secundario en a trama, para contarnos como sobrevivió como teatrista a la pandemia gracias a la existencia de eso que se cuchicheaba pero que no se debía revelar: el teatro clandestino. Una propuesta teatral que fue una forma de abrazarnos entre colegas y amantes del teatro.
“El collar” – El Británico comienza a usar su auditorio para propuestas teatral más alternativas con este maravilloso debut dramatúrgico de Airam Galliani, quien actúa también al lado de Fiorella Luna, para mostrarnos un día en la vida de ¿una mujer? ¿dos mujeres? ¿muchísimas mujeres? sometidas a la presencia de un hombre. Bello texto dirigido con precisión por Carla Valdivia, donde destaca el trabajo físico de las actrices en lograr sincronía precisa logrando ser una y todas a las vez.
“El ocaso de una estrella” – Gran trabajo actoral de Ebelin Ortiz que logra el reto de ser Billie Holiday y el director Mateo Chiarella logra meternos en la intimidad de un club de jazz para asistir al último concierto de la cantante.
“Tristezas y alegrías en la vida de las jirafas” – Alberto Isola ha celebrado todo este año sus 50 años de teatro, pero en mi opinión este fue la punta de la celebración, pues como director logró su montaje más inspirado en años, con mucho de sus temas y estilos que son su sello: teatralidad, metateatralidad, un niño que sobrevive, feminismo, juego escénico, una sabia mirada infantil del absurdo mundo adulto. La mejor dirección en años.
“Los monstruos” – Un atípico musical con uno de los finales más incómodos que recuerde. Lo que logra Erika Villalobos con su interpretación actoral y musical es de otro planeta.
“La mariscala” – Tal vez el espectáculo más ambicioso de este año. Para mí fue casi cerrar el año con la esperanza de ver un gran teatro como el Municipal con aforo completo con un gran elenco de más de 20 personas y músicos en vivo.
“Quemar el bosque contigo adentro” – Una obra madura de Mariana de Althaus, inspirada tanto en su texto como en la dirección, creando un entorno salvaje lleno de follaje y hojas y a la vez curativo con olor a eucalipto. Y con cuatro excelentes actuaciones.
Alejandra Guerra (Actriz)
—¿Cómo los coletazos de la pandemia afectaron el retorno al teatro presencial?
Creo que el teatro presencial ha regresado con mucha fuerza como resultado de los dos años de confinamiento. Ha habido un encuentro muy bonito entre los que hacemos teatro y un público que necesitaba regresar a las salas, se ha sentido esa urgencia y re valoración de ese espacio tomado por la pandemia.
—¿Crees que las posibilidades del “teatro híbrido”, fue una ilusión? ¿Qué hemos vuelto al teatro como siempre lo hemos conocido?
El “teatro Virtual “fue un acto de resistencia necesario por la coyuntura. Fue un ejercicio que surgió como respuesta a una necesidad de seguir creando y que tuvo cierta respuesta de un público también sediento por consumir teatro. No lo llamaría teatro porque no creo que lo sea pero si un experimento a través de una plataforma audiovisual para continuar contando historias. Me parece que era igual un espacio con muchas limitaciones pero que nos ayudó a no desconéctanos del todo con el teatro.
—Es evidente la presencia de las mujeres en los mejores montajes que hemos visto en el año. Pero más allá de esta presencia en aumento, ¿Qué es lo que está diciendo el teatro que antes no había dicho?
Ha sido un año de mucho protagonismo para las mujeres No se exactamente que se está diciendo ahora que no se decía antes, puede ser que haya más urgencia por contar ciertas cosas que los años de confinamiento han ayudado a visibilizar. Creo que en ese sentido el teatro se ha politizado aún más acá en el Perú , cosa que ya estaba ocurriendo mucho en otros países como Chile, Uruguay, Argentina.
—¿Cuáles son los tres mejores montajes o experiencias escénicas que hayas vivido este 2022?
Este año me toco hacer 3 montajes al hilo lo cual nunca me había pasado en toda mi carrera y fue brutal pero también muy enriquecedor. Empecé con Trucos para ver en la oscuridad de Mariana de Althaus, un unipersonal de autoficcion sobre la vida en pandemia , luego Tristeza y Alegría en la vida de las jirafas una obra bellísima de Tiago Rodrigues que dirigió Alberto Isola donde tuve el reto enorme de construir el personaje de una niña y finalmente Quemar el bosque contigo adentro también de Mariana de Althaus una obra durísima pero bella que trata el tema de la violencia de género. Entre las obras qué haya visto, destaco Conferencia sobre la Lluvia, un trabajo maravilloso actoral de Alberto Isola con el hermoso texto de Juan Villoro; y Hermanas de Pascal Rambert con Lucia Caravedo y Denise Arregui de Pascal Rambert, un tour de force con un texto tremendo.
Alfonso Santisteban (Dramaturgo y actor)
—¿Cómo los coletazos de la pandemia afectaron el retorno al teatro presencial?
Los coletazos de la pandemia resultaron un rebote. Los proyectos y las ganas embalsadas hicieron rebazar la oferta que, felizmente, en gran medida, el público absorvió. No sé cuánto dure esto.
—¿Crees que las posibilidades del “teatro híbrido”, fue una ilusión? ¿Qué hemos vuelto al teatro como siempre lo hemos conocido?
El teatro a distancia no creo que regrese. Lo vivimos como una limitación y eso lo condena. El teatro grabado tiene algunas posibilidades porque permite acceso a gente que está lejos o a quienes no pudieron ver una obra. Pero tampoco soy entusiasta con esto. El híbrido propiamente dicho, puede ser interesante como experimentación y de hecho algunas obras que se hicieron a distancia en la pandemia y que se han hecho ahora presenciales guardan algo de esto (Pétalos de Arena de Vichama, Limpiar la sangre de Nishme Sumar).
—Es evidente la presencia de las mujeres en los mejores montajes que hemos visto en el año. Pero más allá de esta presencia en aumento, ¿Qué es lo que está diciendo el teatro que antes no había dicho?
Sin duda vivimos un momento de auge respecto a la presencia de las mujeres en el teatro pero también del discurso feminista. Más que temas, lo que es nuevo son los puntos de vista desde las voces de mujeres. Los trabajos de Mariana Silva, Mariana de Althaus, Anabelí Pajuelo son ejemplos de esto.
—¿Cuáles son los tres mejores montajes o experiencias escénicas que hayas vivido este 2022?
No soy amigo de los rankings ni los podios de ganadores. Solo diré que este año he visto, como no recuerdo haber visto antes, muchos espectáculos interesantes, algunos realmente extraordinarios, en lo que considero una explosión de teatro. Confío en que dure porque lo que veo hoy en nuestro teatro – creadores y espectadores- es gente joven y, sobre todo, del teatro independiente.
Alberto Ísola (Actor, director teatral)
—¿Cómo los coletazos de la pandemia afectaron el retorno al teatro presencial?
Por el lado bueno, la cartelera del 2022 fue nutrida y de altísima calidad. Todos los proyectos que se detuvieron por la pandemia se acumularon en un año. La oferta superó ampliamente la demanda, como de costumbre. Pero más aún. Por el malo, todavía existen temores de asistir a espacios cerrados con mucho público. Y eso agrava un tanto más el que para mí sigue siendo el gran tema por resolver para el teatro peruano: la creación de un público constante e interesado.
—¿Crees que las posibilidades del “teatro híbrido”, fue una ilusión?
Fue una fase. Y en su momento, acabó por agotarse. Pero dejó algunas cosas buenas también: la posibilidad de llegar a públicos que normalmente no van al teatro, por distancia o por falta de costumbre. Creo que la alternativa de transmitir una función semanal directamente por streaming debería ser considerada por l@s divers@s instituciones y grupos.
—¿Hemos vuelto al teatro como siempre lo hemos conocido?
Yo creo que sí, en sus luces y en sus sombras. Quizás ahora valoremos más su carácter específico y apostemos por montajes más esenciales, más poéticos.
—Es evidente la presencia de las mujeres en los mejores montajes que hemos visto en el año. Pero más allá de esta presencia en aumento, ¿Qué es lo que está diciendo el teatro que antes no había dicho?
Creo que, después del enclaustramiento, estamos redescubriendo lo que significan las relaciones, en vivo y en directo, en toda su complejidad, pero al mismo tiempo en su necesidad. Sartre dijo que “el infierno son los otros”. El cielo también, aunque sea más difícil y menos frecuente.
—¿Cuáles son los tres mejores montajes o experiencias escénicas que hayas vivido este 2022?
Por motivos de trabajo y de salud, vi muy pocas cosas. No sería justo elegir tres. Pero quiero resaltar un trabajo que nos recuerda lo que realmente es el teatro: un espacio donde contamos nuestras historias, donde nos ponemos en el lugar del otro, donde nos reflejamos y reflexionamos: Así nos vemos en el Teatro Julieta, una creación colectiva del grupo SinVERgüenza, conformado por actores ciegos y de baja visión, dirigidos por Lucho Cáceres. Si alguien duda sobre el poder y la urgencia del teatro, ver este espectáculo es una declaración de fe. En el teatro, y en la vida también.
Mariana de Althaus (dramaturga y directora)
—¿Cómo los coletazos de la pandemia afectaron el retorno al teatro presencial?
Todo el primer año los teatros se vieron afectados por la regulación estatal que sólo permitía llenar el 40% del aforo. El apoyo de la empresa privada a la Cultura y especialmente al teatro también bajó. Hicimos obras con ingresos de taquilla bajos, los teatros y grupos tuvieron que bajar muchísimo el costo de sus producciones y los artistas ganamos menos. Pero a inicios del 2022 se ha visto un aumento del público, sobre todo joven, que empezó a llenar las salas como una respuesta al prolongado encierro y exceso de virtualidad.
—¿Crees que las posibilidades del “teatro híbrido”, fue una ilusión? ¿Hemos vuelto al teatro como siempre lo hemos conocido?
El teatro virtual fue un salvavidas pandémico. Ha desaparecido y sólo volverá si vuelve a haber otro encierro prolongado.
—Es evidente la presencia de las mujeres en los mejores montajes que hemos visto en el año. Pero más allá de esta presencia en aumento, ¿Qué es lo que está diciendo el teatro que antes no había dicho?
Yo no creo que haya aumentado el número de mujeres en los puestos de dirección y mucho menos en dramaturgia. Menos del 15% de las obras que se han puesto este año fueron escritas por mujeres. No mucho más fueron dirigidas por mujeres. Sí me parece que hay un aumento de obras que visibilizan discriminaciones o violencias de género, aumento que corresponde a una tendencia mundial. Pero casi todas son obras de hombres.
—¿Cuáles son los tres mejores montajes o experiencias escénicas que hayas vivido este 2022?
“El fuego que hemos construido” de Maria Fernanda Gonzalez y dirigida por Paty Bifi me pareció una obra muy bien hecha y con un contenido urgente y potente. En cuanto a riesgo y aporte en la propuesta formal, el montaje de Jean Pierre Gamarra de “El misántropo” de Moliere y el de Alberto Isola de “Tristeza y alegría en la vida de las jirafas” me parecieron muy interesantes
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