Cada vez que se rompía algo en el colegio, era su culpa. Sea lo que sea, hasta las tardanzas o chacotas del salón, ella era a quien señalaban. Bettina Oneto era constantemente acusada por los profesores de ser la causante de las desgracias de la institución. Pero ella recuerda que siempre fue inocente y, peor aún, sabía la razón del ensañamiento: era hija del famoso Carlos Oneto ‘Pantuflas’.
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Repitió el quinto de primaria en el Rosa América de Pueblo Libre, y su mamá la tuvo que cambiar al Santa Isabel, otro colegio del distrito. “Ya no me aguantaban. Más que movida, era una niña normal. No he sido buena en matemáticas y siempre me tenían castigada”, afirma Onetto.
La actriz se reconoce como una niña traviesa, de esas que regresaban al salón luego del recreo y, para hacer una broma y entretener a sus amigas, se llenaban la boca de dulces para no poder responder las preguntas del profesor. “Lo hacía de pendenciera”, agrega.
Cambiarse de colegio le cayó bien. De hecho, fue una chica popular porque cantaba, y representaba al colegio con el equipo de voleyball. “El deporte me tranquilizó. Pero lo que no hacía era entrar a matemáticas –recuerda Oneto–. Como el colegio era una casa antigua, me escondía en la tina del baño, me echaba y no me encontraban. Y cuando el profesor se daba cuenta donde estaba, yo le respondía que no necesitaba saber de números porque me iba a casar con un millonario. ‘Pero para eso tienes que saber de dinero’, me decía, y yo le respondía que iba a contratar a un contador. ‘Pero tienes que aprender…’, insistía, y yo le decía que no, porque iba a tener una empleada. ‘Pero tienes que saber cuánto es el vuelto que te va a traer’, seguía, y terminaba diciéndole ‘ay, no joda, profesor’”.
Oneto cumpliría su promesa y, tres meses después de terminar el colegio, se casó.
¿Ya conocías a tu esposo?
Somos primos de segundo grado. Él era mayor que yo por diez años. Terminé el colegio, me casé y me fui a vivir con él a Toronto. Hace poco falleció el papá de Shantall (su hija).
Él era baterista de Los Mad’s, ¿no?
Sí, también de Los Shains y de varios grupos. Él radicaba en Inglaterra, luego en Nueva York y, cuando ya éramos enamorados, en Toronto. Él iba y venía. Cuando me casé, lo hice por poder, junto a su papá. Todos los invitados eran gente de televisión que me llevaban varios años. Te hablo de Roberto Moll, Carlos Victoria, Reinaldo Arenas, Hernán Romero. Yo paraba con ellos porque mi papá era el presidente del Sindicato de Actores. Después, cuando crecí, me dijeron que yo era guapísima, que todos querían conmigo, pero como era hija de ‘Pantuflas’, nadie me decía nada. Yo andaba detrás de ellos porque eran guapos y conocidos, y mi papá siempre los recibía en los domingos en la casa, con parrillada y piscina.
Si te movías entre estrellas de la televisión, ¿cómo es que Richard 'Bimbo' Macedo logró conquistarte?
Me enamoró un tipo que vivía afuera, y por eso era muy moderno en cuestión de vestimenta y música. Traía lo último. Nos enamoramos. Hace poco, cuando él ya estaba enfermo, recordamos estas cosas. A nosotros nos invitaron al matrimonio de Gerardo Manuel, que fue en una iglesia de Pueblo Libre, por el Queirolo. También asistió Richard, que había venido de Inglaterra, y allí me vio más señorita. Tenía 14 años, pero tenía cuerpo de grande, mis piernas eran bonitas y siempre usaba minifalda, así que le llamó la atención ver a la prima crecida. Así fue que empezamos a salir. Luego se volvió a ir de viaje, regresó por una temporada, y se fue a Canadá. Seguimos el romance por carta, por teléfono, hasta que me mandó a pedir y me fui.
¿Hubo reparos de la familia?
Sí, claro. Al comienzo no querían. Mis padres me ofrecieron el cielo y la tierra, viajes, un carro… Bueno, el carro sí me lo llegaron a dar, así que iba con él al colegio, aunque a veces me recogía Joe Danova y me traía a mi casa. Pero mis padres no estaban de acuerdo, pero yo quería ese mundo y pensaba que si no me casaba me iba a morir.
En algún sentido, ¿crees que ser la hija de ‘Pantuflas’ te trajo problemas?
No, al contrario. La gente siempre ha sido muy amorosa conmigo. Solo sentí eso en el colegio. Siempre me echaban la culpa de todo.
¿Envidia?
No sé. Algunas profesoras fueron malitas conmigo. Si iba con un libro que no era del colegio, me lo quitaban… Cosas así. La gente cree que una es sobrada, creída, pero no, siempre tuve buenas amigas.
LA CARRERA
Teniendo en cuenta tu locuacidad, puede sorprender que tu primer papel en la televisión haya sido interpretando a una sordomuda
Claro, fue en una serie o telenovela producida por Hernán Romero, y me dieron ese papel porque prácticamente recién comenzaba. Recién había regresado de Toronto porque, como te podrás imaginar, mi matrimonio no duró nada. Yo era virgen y muy joven. Salí embarazada súper rápido, a los dos o tres meses, y no duró. Era chica y muy engreída. No estaba lista para vivir eso. Él era un hombre, era vivo y tenía chicas. Ahora me doy cuenta. Entonces llamaba a mi papá y él me decía que me regresara, y así hice, con mi Shantall chiquita que todavía no caminaba. Nunca pensé en estudiar algo. Me era más natural ser actriz o trabajar en el espectáculo. Hay chicos a los que les preguntas qué quieren ser y te dicen doctores, veterinarios o astronautas. Yo no. Cuando volví era guapa y pensaron que podía actuar, pero como no estaban seguros, me pusieron de una mucama sordomuda. Tuve la suerte de comenzar con grandes. Pienso en Lola y Pepe Vilar como mis maestros, en Gloria María Ureta. Era tremendo trampolín. Además de eso, hacía “Teatro como en el teatro”, que es lo que a mí me ha dado tablas.
En una entrevista reciente dijiste que habían cosas de las que te arrepentías con respecto a tu humor en la televisión. ¿Mantienes esa idea?
Creo que no es arrepentimiento, porque tanto las cosas buenas como las malas te sirven para el futuro, como experiencia. Pero sí hago un mea culpa porque me siento responsable de ser una de las primeras que se empezó a salir del libreto. En el teatro está aceptado improvisar, pero dentro del personaje y sin olvidarnos que hay una pared negra, que es el público. Eso, por ejemplo, no pasaba cuando trabajaba con Ricky Tosso. Hago un mea culpa porque me siento responsable de que la comicidad haya tomado otro rumbo. Hoy por hoy, la comedia es del día, se hacen chistes sobre lo que le pasó a Fulano o Zutano, o de lo que hacen los políticos, y yo no la manejo. No veo mucha televisión, tampoco. A veces pongo el noticiero, pero luego cambio a Netflix o Youtube. No quiero sonar sobrada o soberbia, no me gusta la comedia como está ahora. No hay programas cómicos, a excepción del de JB, a quien no entiendo ni un carajo.
¿Por qué no?
Porque no estoy al día con lo que pasa. Y porque, además, no hay libreto. Por ejemplo, si mi gran amigo Ernesto Pimentel me invita a hacer un sketch, no puedo, porque él lo inventa en el momento.
Otra de las cosas que dijiste fue que te arrepentías de hacer chistes con referencias a tu vida, llevándolos a un lugar, digamos, vulgar.
Mira, yo digo lisuras, sí. Se me salen porque así hablo, incluso a mis nietos, pero no es grosero. La gente se ríe, se identifican porque muchas mamás hablamos así. Entonces, lo uso como chiste. Pero en realidad, no soy una persona vulgar. No me pelo en la calle. No tengo conflictos con nadie.
Quizás decir lisuras en la televisión sea distinto.
Claro, pero allí no las digo. En todo caso, yo soy una actriz, aunque muchas personas puedan creer que soy una payasa o una vieja loca. La gente se encariña con uno porque piensa que es así. Cuando salgo a hablar en la televisión salgo arriba, a hablar fuerte, porque si salgo como soy, más tranquila, van a pensar que estoy enferma. Mira, mis unipersonales están más pegados a cómo era mi madre. Ella era muy graciosa dentro de la familia, en los almuerzos contaba lo que le pasaba y exageraba, y todos se reían. Pienso que he agarrado ese personaje y lo uso.
¿Cómo eres tú?
Más tranquila. Tengo que estar en grupo para hacer locuras, subirles la falda a mis amigas, pero es entre nosotras. Yo tengo escrito todo lo que hago sobre el escenario, no son cosas que se me ocurren en ese momento. Ahora, cuando me hacen entrevistas, sé lo que la gente está esperando de mí y, apenas se prende la cámara, empiezo con “¡Cómo están…!”. Pero yo no hablo así. ¿Te imaginas que vaya en minifalda a hablar con el director del colegio de mis hijos? ¿O a buscar al entrenador de fútbol de mi hijo? En mi casa soy una persona normal, limpio, resondro a mis hijos. Incluso, en el mercado tengo que hablar despacito porque si no la gente empieza a mirarme.
¿Cómo describirías tu voz?
Bastante criolla, bien de barrio. A veces la gente quiere ponerme una etiqueta de irresponsable, de loca, de drogas, y jamás he sido así.
¿Nunca te preocupó que a tus hijos les pasara lo mismo que a ti en el colegio y que los molestaran por tener una mamá famosa?
Creo que no. Formé sus personalidades. Te diré que mi papá y mi mamá no me corrigieron mucho. Cuando me casé era virgen, y nunca me habían hablado del tema.
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