Carlos Gassols no tiene la más mínima intención de salir a la calle. Incluso, evita, en la medida de lo posible, tener contacto con su familia que vive en los pisos superiores de su casa, quienes cada vez que tienen que entregarle algo, utilizan una paleta especial. La distancia social no es juego para un hombre que este noviembre cumple 91 años.
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Quien estuvo a punto de jugar por Universitario de Deportes, quien recorrió gran parte de Latinoamérica como actor y miembro más joven de la Compañía Infantil Hermanos Gassols, puede dar testimonio de que la crisis del coronavirus es, sin dudas, la más difícil que le ha tocado vivir. El testimonio es vital, teniendo en cuenta que el hombre de tablas ha vivido gran parte de la historia reciente del país.
El Comercio charló telefónicamente con él para pedirle sus recuerdos de otros momentos duros que le tocó vivir a él y al país, ya sea como ciudadano o como actor. Pero que no se confunda nadie: Gassols ve luz al final del túnel. “Yo veo el vaso medio lleno –afirma–. Creo que vamos a salir de esto. Esto no significa que deje de tener preocupaciones. Nuestra sociedad es muy informal. Tenemos que aprender a obedecer sin que eso nos haga sentir disminuidos. Hay que hacerlo en beneficio de los que tienen la legítima esperanza de tener hijos, o de los que ya los tienen y desean darle un mundo mejor”.
Desde su casa de Surco, Gassols recuerda algunos de los momentos más difíciles que tuvo que vivir y cómo salió adelante, una forma, quizás, de repasar la historia reciente del Perú y las dificultades que siempre enfrenta el arte.
LA LLEGADA DEL CINE
”Mi éxito con la Compañía Hermanos Gassols fue una excepción. El teatro quedó muy dolido con el ingreso y el éxito del cinematógrafo, que trajo consigo el furor por el cine –inicia Gassols–. Eso le quitaba público a las manifestaciones teatrales, y la tendencia se ha mantenido por mucho tiempo. En paralelo, heredamos el problema de que la mayoría de medios de comunicación nunca se interesaron por la cultura, y menos por el teatro. Por la situación, mi señora, Hertha Cárdenas, y yo nos refugiamos en dos cosas que pagaban muy poco: los radioteatros, y luego la docencia. Juntábamos esos dos puchitos para sobrevivir y de allí mismo sacábamos para la producción de nuestros espectáculos”.
LA TELEVISIÓN
”Tuve la suerte de producir telenovelas. Eso fue un alivio económico. Yo hacía locuciones para sobrevivir, hasta que Daniel Camino Diez Canseco, que en paz descanse, me llamó para dirigir en el canal 4 un programa de media hora –recuerda Gassols–. Todavía no existía el videotape, así que era en vivo. Allí hicimos una serie de novelas importantes que Enrique Victoria, mi compañero desde niños, adaptaba. ‘Rebeca’, ‘Cumbres borrascosas’, ‘Doña Bárbara’ fueron algunas de ellas. Las hacíamos para que duraran veintitantos minutos y se estrenaban una vez al mes. Eran varias las dificultades que existían: cámaras inmensas, un set muy pequeño, pero nos las arreglábamos encontrando efectos, haciendo fotomurales para sugerir cosas. Ya luego vino el croma... Recuerdo que, cuando llegó la televisión, pensé: “Al fin ha llegado un medio para culturizar a la gente”, pero no pasó mucho tiempo y se hizo evidente que no era para eso. Y agarramos la mala costumbre de, por ejemplo, decir ‘aperturar’ en los noticieros. Me desespera”.
“La única vez que yo pude hacer, en televisión, algo importante, fue en el canal 7 durante la época de Velasco. El programa se llamaba ‘Lima de ayer… Esa desconocida’, y se grababa en Barranco, en una casa que era un monumento histórico con una huerta venida a menos, con una gran cocina que parcialmente tenía techo, un fogón donde se cocinaba, y un batán porque recuerda que antes no habían licuadoras. Allí filmábamos. El programa abarcaba desde 1920 hasta 1930, por lo que tuve que reunir una serie de libros y revistas de la época, y recordar el modo de hablar de mi abuela, mi tía, mi mamá, sus terminologías, las costumbres. Los capítulos duraban una hora y mostraban a los mismos personajes en diferentes situaciones: el enamoramiento, los carnavales, las penas y los fantasmas, los temblores, hasta cuando se tomaban los purgantes”.
EL TERRORISMO
”La siguiente gran crisis fue la del terrorismo. Eso fue terrible –sostiene–. Los que hacíamos teatro solíamos poner lamparitas o utilizábamos los generadores de luz que solo ciertos lugares tenían como, por ejemplo, el Teatro Segura. Allí yo estrené “Los inquilinos del buque”, y recuerdo que habían días en los que no se podía hacer función porque el público se ausentaba. Hubo una función en la que, cuando ya faltaba una canción para terminar, se fue la luz y se prendió el generador que iluminó el escenario con una luz plana. Yo era el director y también actuaba, así que alguien del elenco me preguntó qué haríamos. ‘A pulmón’, le respondí. Y así fue, y la gente ni cuenta se dio. Cuando terminamos, el público aplaudió tanto que tuve que acercarme, agradecer y advertirles que en ese momento se había cortado la luz, y salieran con cuidado porque afuera todo estaba oscuro. Eso de decir “Cuídate” después de hablar con alguien viene de esa época, de saber que en cualquier momento podía haber una explosión, y ahora con esta crisis se está volviendo a decir”.
EL CORONAVIRUS
”Los limeños y los citadinos no hemos vivido muchas crisis que sí le tocaron a las personas del interior del país o los que viven cerca de los ríos. Ahí está el dengue, el Fenómeno del Niño y las inundaciones –explica–. Pero esto es lo más fuerte que nos ha tocado vivir. Yo la he pasado dentro de mi casa, en mi escritorio, con el teléfono a la mano porque a través de mi programa en Radio Nacional y un dictáfono que también hago, trato de seguir aportando. Siempre tuve la necesidad de lograr que este mundo sea un poco mejor de lo que lo encontré”.
LOS FEMINICIDIOS
”En el último programa que hice para Radio Nacional, di una propuesta para que vaya desapareciendo el feminicidio. El hombre tiene una complexión ósea superior a la de la mujer, y, con excepciones, es más fuerte. Somos muy cobardes al abusar de eso cuando hay una disputa con las mujeres. Eso puede terminar en feminicidio o en una situación en la que la mujer no hace más que aterrarse, sin saber cómo defenderse. Por eso creo que ellas deben recibir clases de defensa personal desde el colegio. Se les debe enseñar cómo evitar el pánico y qué hacer para escapar de los momentos de agresión. De la misma forma, los colegios deben dictar teatro en los primeros años de estudio. Eso les enseñará a niños y niñas que son iguales, que pueden hacer cosas juntos, y habrá empatía, respeto y amistad desde pequeños”.
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