Roberto Gómez Bolaños y María Antonieta de las Nieves, en el set de El Chavo del Ocho. Para bien o para mal, su humor ha permanecido vigente a lo largo de medio siglo (Foto: Televisa)
Roberto Gómez Bolaños y María Antonieta de las Nieves, en el set de El Chavo del Ocho. Para bien o para mal, su humor ha permanecido vigente a lo largo de medio siglo (Foto: Televisa)
Enrique Planas

Holgados y parchados pantalones que evidencian los tobillos, sostenidos por tirantes sobre una vieja camiseta igualmente remendada. Un par de zapatos descalabados, varias tallas más grandes de lo necesario y, cómo no, la vieja gorra con orejeras. Así vestía el niño más popular de la televisión humorística, desde que hace 50 años, un domingo 20 de junio, se emitía el primer “sketch” de “”, en el programa “” transmitido por la señal de Televisa. Le leyenda del personaje ubicaba su domicilio en el departamento número ocho de una añeja vecindad, pero ningún televidente llegó a ver esa puerta. Más bien lo recordamos refugiado en su barril en el primer patio, rincón donde solía ocultarse para llorar tras tantos coscorrones de la vida.

Han pasado cincuenta años de aquel estreno y, mal que bien, su impacto no ha mermado en el Perú, como ha podido verse en performances y memes en las últimas elecciones, donde no ha faltado quien deposite su voto vestido como el personaje que encarnó Roberto Gómez Bolaños. ¿Por qué el Chavo y su vecindad nos sigue reflejando en su eterna parodia? ¿Qué hay en su humor que permanece por tanto tiempo? Ya la actriz Florinda Meza, compañera de vida de Chespirito, había dejado su respuesta por escrito en el epílogo de “El diario de El Chavo del Ocho” (1995): “La serie pretende divertir y entretener, pero no siempre lo consigue a fuerza de arrancar una carcajada del público, pues en muchas ocasiones es la ternura lo que constituye el elemento principal de la diversión. ¿Y no será precisamente esa ternura el fundamento y la explicación del increíble fenómeno que significa el Chavo del ocho? Porque, por otra parte, ni siquiera es el más chistoso de los personajes que conforman el estupendo elenco del programa, pues en ese renglón destacan fuertemente don Ramón, la Chilindrina o Quico”, señalaba entonces.

Roberto Gómez Bolaños, María Antonieta de las Nieves, Florinda Meza, Rubén Aguirre, Horacio Gómez Bolaños y Edgar Vivar en el Aeropuerto Jorge Chávez el 28 de marzo de 1979, día en que llegaron a Lima. (GEC Archivo Histórico)
Roberto Gómez Bolaños, María Antonieta de las Nieves, Florinda Meza, Rubén Aguirre, Horacio Gómez Bolaños y Edgar Vivar en el Aeropuerto Jorge Chávez el 28 de marzo de 1979, día en que llegaron a Lima. (GEC Archivo Histórico)
/ EL COMERCIO

Está claro que la evidente ternura del programa es una de las claves. Como lo explica el director y dramaturgo David Carrillo, el Chavo forma parte de la educación sentimental de varias generaciones de peruanos. “Los capítulos que más recuerdo, más allá de las risas que siempre se agradecen en aquellos años 80 tan convulsionados, son los que me motivaban pena o ternura: el Chavo acusado de ladrón, despierto a medianoche en la vecindad, o quedándose solo cuando todos se van a Acapulco antes que el señor Barriga lo lleve con él”, dice, reafirmando esa fórmula de la serie mexicana: la combinación de la risa y la ternura.

“Ver una serie que te muestra un niño que nadie adopta, además de familias incompletas, con madres o padres ausentes, y todos sufriendo problemas económicos mientras los niños juegan con lo que se podía, obligados a usar la creatividad, se parecía mucho a la vida de mi entorno de clase media tirando para baja. Como ninguna otra serie, se parecía mucho a nuestra realidad”, añade.

Un fenómeno de masas

En “El diario de El Chavo”, Florinda Meza recuerda la visita del elenco a Lima en marzo de 1979, cuando las miles de personas que acudieron al aeropuerto Jorge Chávez para recibirlos llegaron a derribar la cerca que delimitaba las pistas de aterrizaje. “Al invadir la pista, forzaron un rescate por parte de los elementos de seguridad del aeropuerto para poder sacarnos a bordo de ambulancias que llegaron en nuestro auxilio. El tránsito aéreo tuvo que sufrir un retraso de dos horas, tiempo que requirió el ejército para desalojar (sin violencia ) a las más de 50 mil personas que invadían la pista”, escribe.

Más allá de alguna exageración producida por la nostalgia, lo que recuerda Meza demuestra la fiebre que produjo la serie en nuestro país desde sus primeros años de transmisión y a lo largo de los 20 años que encarnó al personaje y las posteriores repeticiones. Gómez Bolaños, el humorista más querido en toda Latinoamérica, no volvería al Perú hasta el año 2008, para presentar su puesta en escena “11 y 12”. En la entrevista que el actor nos diera en aquella segunda visita, recordaría aquella fiebre producida por su personaje: “Tengo excelentes recuerdos del Perú, uno de los países que más ambicionaba conocer. Las culturas de México y del Perú son las más parecidas y distinguidas por su pasado precolombino. Cuando estuvimos allá, sentimos la gran amabilidad de la gente. Por ejemplo, en Cusco, ciudad a la que por varias razones llegamos muy tarde, todos soportaron estoicamente, esperando horas para recibirnos. Fue un cariño muy generoso que no se puede olvidar”, afirmaba entonces. El humorista fallecería el 28 de noviembre de 2014, causando multitudinarias despedidas en todo el continente.

En los días previos a sus presentaciones el elenco aprovechó para conocer la ciudad. En esta imagen Roberto Gómez Bolaños juega con un grupo de niños peruanos en un parque de Lima. (GEC Archivo Histórico)
En los días previos a sus presentaciones el elenco aprovechó para conocer la ciudad. En esta imagen Roberto Gómez Bolaños juega con un grupo de niños peruanos en un parque de Lima. (GEC Archivo Histórico)

Admirado en todas partes, salvo en casa

Y, sin embargo, en su propio país, Chespirito no contó con esa admiración popular. El escritor y periodista Fabrizio Mejía Madrid, a propósito de la publicación de su libro “Nación TV”, nos explicaba que una de las causas de la relación amor/odio entre la sociedad mexicana y el humorista se debía a su acrítica relación con Televisa, medio televisivo rico en intrigas políticas. En efecto, las tras generaciones de la familia Azcárraga, responsable de telenovelas llenas de estereotipos y noticieros censurados, fue responsable de un tráfico de influencias que va desde el fútbol hasta el culto religioso. Para ejemplo, un botón: Televisa ha construido dos íconos de México: el Estadio Azteca y la nueva basílica de la Virgen de Guadalupe. Los dos con el mismo arquitecto, Ramírez Vásquez, quien también diseñó el logotipo de la televisora.

En su libro, Fabrizio Mejía Madrid hace un retrato del cómico menos inocente del que se conoce fuera de su país. “Chespirito rompió el cerco diplomático tendido por el Estado Mexicano contra las dictaduras de Pinochet, Videla y Franco. Presentó su espectáculo en estos tres países afirmando que él era simplemente un comediante. Pero eso sirvió para romper el cerco comunicativo y lograr allí la expansión de Televisa”, señala el escritor.

¿Por qué mientras gran parte de América Latina la repetición de sus capítulos se siguió viendo hasta hace dos años, en México se le tuvo tal tirria hasta su muerte? “En México, Chespirito no tuvo ni la décima parte de la importancia que tuvo en América Latina y España. El actor fue respaldado por un monopolio televisivo bastante odiado, y se le critica que confunda el humor mexicano con el humor del pastelazo”, añade.

Esa es parte de la historia amarga de Chespirito. Siempre se quejó de la indiferencia que en los últimos años el Televisa mostró hacia él, además de reclamar siempre a las instituciones culturales cierto reconocimiento literario por lo que había escrito para televisión. “Cuando lo conocí en su estudio -recuerda Fabrizio Mejía-, me dijo señalando sus libretos: “Yo escribí todo esto y el imbécil de Juan Rulfo solo dos libros. ¿Quién me lo reconoce?”, comentó.

Cientos de admiradores se congregaron en las afueras del Aeropuerto Jorge Chávez para recibir al elenco del programa “El Chavo del 8”. (GEC Archivo Histórico)
Cientos de admiradores se congregaron en las afueras del Aeropuerto Jorge Chávez para recibir al elenco del programa “El Chavo del 8”. (GEC Archivo Histórico)
/ EL COMERCIO

Pues no será un reconocimiento literario como el que se le puede rendir al autor de Pedro Páramo, pero el que merece el ausente Chespirito por los 50 años de su personaje tampoco debe menospreciarse. El crítico y escritor José Carlos Yrigoyen, recuerda de niño los textos en los que se advertía que el Chavo era un mal ejemplo para la niñez. Y sin embargo, los años han pasado y queda claro que pocos productos televisivos en Latinoamérica han reproducido con tanta autenticidad las taras de nuestro subdesarrollo: el humor violento, la viveza contra la norma, la precariedad de los desposeídos, como el creado por Gómez Bolaños. “Reírnos con él, bajo ese prisma, puede ser culposo, pero señalarlo con severidad resulta hipócrita. Si algo le rescato son sus juegos de palabras, basados en repeticiones y variaciones constantes. Muestran que Chespirito era un autor de oficio consumado y alguien que conocía bien las posibilidades del lenguaje, que lo suyo no debería catalogarse de mero slapstick tercermundista”, afirma.

El elenco realizó en total 5 presentaciones en el coliseo Amauta durante tres días, el viernes 30 de marzo una función por la noche, el sábado 31 una función por la tarde y el domingo 1 de abril 3 funciones para alegría del publico peruano. (Foto: GEC Archivo Histórico)
El elenco realizó en total 5 presentaciones en el coliseo Amauta durante tres días, el viernes 30 de marzo una función por la noche, el sábado 31 una función por la tarde y el domingo 1 de abril 3 funciones para alegría del publico peruano. (Foto: GEC Archivo Histórico)

La vecindad, un micromundo

La dramaturga Mariana de Althaus se suma a este íntimo homenaje: “El Chavo del ocho es un micromundo que refleja las dinámicas de cualquier grupo humano obligado a convivir: nuestra dificultad para escuchar al otro, la violencia hacia el pobre, la envidia hacia el rico, los choques reiterados de que no impiden, sin embargo, la aparición de la generosidad y la empatía que restablecen el orden y nos reconectan con la esperanza”, señala.

Para la escritora, para nosotros los peruanos, decepcionados siempre por nuestros desastrosos “padres de la patria”, no es extraño que nos duela tanto Don Ramón, el único padre de la serie, humillado e inútil, o la Chilindrina, que nos conecta con nuestra criollada, o doña Florinda, quien refleja nuestra necesidad de “blanquearnos” o de subrayar nuestro poder maltratando al que tiene menos. “La serie resiste las evaluaciones actuales de lo políticamente correcto porque los estereotipos duelen, no hay malos ni buenos, todos ejercen violencia porque son víctimas de algún tipo de desamparo o de opresión”, advierte.

“Tal vez el único que sí es solo víctima es el Chavo, la herida de la serie, el agujero negro que absorbe todas las violencias y frustraciones de los demás. Los televidentes depositamos en él toda nuestra orfandad y nuestra capacidad para resistir a la adversidad con ingenuidad y dulzura”, añade De Althaus.

El Chavo del 8 fue emitida como serie independiente el 26 de febrero de 1973 por Canal 8 y finalizó el 7 de enero de 1980. (Foto: Televisa)
El Chavo del 8 fue emitida como serie independiente el 26 de febrero de 1973 por Canal 8 y finalizó el 7 de enero de 1980. (Foto: Televisa)

Una visión de la armonía latinoamericana

Para el dramaturgo Eduardo Adrianzén, la vecindad del Chavo resulta la visión idealizada de lo armónica que “debería” ser la sociedad latinoamericana: un capitalista bonachón que perdona la renta y deja que se viva a sus costillas, un vago simpático que hace una virtud de su derecho a la vagancia, una clasista con aires de duquesa tan pobre como todos, un niño engreído pero que siempre es derrotado, un niña picara e ingeniosa que se auto-educa a falta de modelos adultos, un profesor paciente y bondadoso, una “bruja” a la que jamás vemos hacer maldades... y al medio de todos, un niño desamparado al que todos cuidan con no poca disimulada ternura.

“El Chavo es la fantasía del ‘latino’ del genial Gómez Bolaños, un maestro de la manipulación sentimental. Tan, pero tan brillante e inteligente, que durante 50 años nos hizo aceptar como “normal” ser una sociedad conservadora e impermeable al dinamismo de los cambios sociales”, alerta el guionista de “El último bastión”. El humor “blanco” y los arquetipos del Chavo tienen esa ambivalencia del mejor melodrama: perennizar los ideales conservadores, hábilmente disfrazados de critica social. Y todo sin querer queriendo”, añade.

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