Hugo Muñoz ‘Pitillo’: “Un payaso nunca se jubila”
Hugo Muñoz ‘Pitillo’: “Un payaso nunca se jubila”
María Fernanda Castro

Cada noche de agosto, Hugo Muñoz se pinta el rostro y sale a arrancar sonrisas. El ‘Pitillo’ original es un payaso que tiene dos hijos y un nieto que siguen sus pasos en las artes circenses, que fabrica sus instrumentos musicales y crea marionetas en su taller del Callao.

Muñoz lleva una vida entre sonrisas y carpas que ya se extiende por tres generaciones.

—¿Cómo empezó a ser ‘Pitillo’?

Mi contacto con el circo se da por 1949, a los 13 años. Empecé como músico. Tenía afición por el circo, por todo lo artístico. Entonces, colaboraba con los circos que llegaban al sitio donde yo vivía, tocando batería, flauta y el pito, ese que me identifica como ‘Pitillo’. Un pito es una flauta artesanal de bronce, no es profesional. Hasta hoy lo uso en el circo. Por ello, me gané el nombre de ‘Pitillo’

—Usted fabrica sus instrumentos musicales. ¿Estudió para ello?

En esa época no había academias como ahora. Los artistas se hacían en el mismo circo, al rigor de la vida en la carpa. Por ello, me entregué de lleno a aprender disciplinas circenses como música y acrobacia.

—¿Quién fue su mayor influencia?

En Chile, había un payaso que se llamaba Tony Carlín. No era de nombre tan grande, pero era un payaso muy bueno. Antes de pintarme la cara, Tony fue el que me gustaba más porque era monologuista, trabajaba muy bonito. En esa época, tocaba en la banda del circo y lo veía trabajar. Nos hicimos muy amigos. “Píntate de payaso y vas a tener futuro, porque a ti te gusta”, me decía.

—¿Y usted con el tiempo también les ha enseñado a futuros payasos?

He pintado a varios muchachos que ahora son buenos payasos. —¿Empezando desde casa? Claro. Tengo dos hijos: Hugo, el ‘Pitillo’, y Marilú, la ‘Pitilla’. Además, el hijo de Hugo, ahora es el payaso blanco en su circo.

—¿Cómo se da esta herencia en la familia?

Mi idea siempre fue que los hijos tenían que aprender a trabajar desde niños: aprender un número, un acto, lo que sea en el circo. Porque cualquier cosa que le pase a uno, ellos tienen un sostén para vivir. Huguito se convirtió en payaso a los 6 años. Él era chiquito, se enamoró de la mujer del contorsionista –en realidad se le dice ‘dislocador’ al hombre que hace estos actos–. La muchacha lo enamoraba y le decía “Yo me voy a casar con un payasito” y él no se pintaba. Los payasos, que son traviesos, un día lo vistieron y lo pintaron. Entró en una comedia grande y ahí fue que le gustó.

—¿Qué necesita un payaso?

Existen dos formas: hay personas que tienen el espíritu cómico que le viene natural y hay a quienes les gusta y lo hacen a pesar de que no les nace y solo aprenden chistes y actos. Pero el que tiene la vis cómica causa risa haciendo cualquier cosa. Y eso pasa en toda profesión.

—¿Qué opina de los circos de hoy?

Mala opinión no tengo. Se deformó un poco el circo clásico por la entrada de muchos artistas de la televisión. Ellos atraen al público solo por su nombre y la gente va, pero a ver lo mismo que hay en televisión. El verdadero circo es con atracciones de artistas como acró- batas, trapecistas, malabaristas y equilibristas.

—¿Cómo era antes?

El circo clásico era diferente. Empezando con que las carpas no eran tan oscuras como hoy. Antes era blanca, hecha de lona o tocuyo. Se colocaban de 2 a 4 mástiles. El piso se llenaba de aserrín y el público se sentaba en sillas plegables de madera. Los artistas vivíamos en carpitas de tela, como unos camerinos. Ahora usan casas rodantes o tráileres. El circo tenía música en vivo con una orquesta y los actos eran más osados, sin el uso de la línea de vida. Además, se usaban animales a los cuales se les cuidaba mucho, como a unos hijos.

¿Ha realizado otros trabajos?

Sí, siempre de payaso. Aquí mismo, en Lima, en compañías de revistas musicales, en todo tipo de espectáculos: cabarets y ‘night clubs’. Había este tipo de espectáculo nocturno, ahora todo es discoteca.

—¿Con qué otros artistas ha trabajado?

Yo he trabajado con casi todos los artistas conocidos de la época: Lucho Barrios, Luis Abanto Morales, Los Kipus, Anamelba, Chalo Reyes. Este último era guitarrista y yo lo vi convertirse en cómico.

—¿Tiene alguna anécdota con alguno de ellos?

Mira, tengo un libro de chistes, es un cuaderno de apuntes. Una vez se lo presté a Pepe Tapia, un cómico chileno, quería llevarse algunas novedades y no me lo devolvió. El día que se iba a ir, me dijo: “Oye, don Augusto me lo ha pedido, para la peña. Después él te lo devuelve”. Como yo conocía a Augusto Ferrando, porque también trabajé en la Peña Ferrando, pensé que no habría problema. Pasaron dos años y tuve que ir a hacerle la guardia varias veces. Hasta que me lo devolvió, pero todo garabateado. Al final de cuentas copié otro. No me quejo, porque todo lo que sea aportar a la comicidad me encanta.

—¿Los payasos se jubilan?

No. El artista nunca se jubila. Nace y muere artista. No se puede dejar.

AUTOFICHA
Tengo 68 años de vida artística y 80 en la tierra. Soy el primer payaso ‘Pitillo’, mi hijo Hugo sigue hoy mis pasos en su circo: el Circo de la Alegría. A él le he aconsejado que sea humilde. Que tenga humildad respecto al público, amor al personaje del payaso haciendo comicidad limpia y que honre el nombre de su padre. Nací en Valparaíso en 1935, viajé por Colombia, Ecuador y el Perú, donde atraparon mi corazón, hasta la fecha. He formado a varios payasos y creo que mientras en el mundo haya mujeres dispuestas a tener hijos e hijas artistas no dejará de existir el circo.

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