Patricia Barreto encarna a la niña símbolo de la resistencia al nazismo. En su diario dejó un notable testimonio de sobrevivencia, pero también de esperanza. La acompañan
Laura Adrianzén, Minou Adolph, Ricardo Goldenberg, Gonzalo Tuesta, Lilian Nieto, Gerardo García Frkovich, Magali Bolívar y Martín Velásquez. (Foto: El Comercio)
Patricia Barreto encarna a la niña símbolo de la resistencia al nazismo. En su diario dejó un notable testimonio de sobrevivencia, pero también de esperanza. La acompañan Laura Adrianzén, Minou Adolph, Ricardo Goldenberg, Gonzalo Tuesta, Lilian Nieto, Gerardo García Frkovich, Magali Bolívar y Martín Velásquez. (Foto: El Comercio)
Enrique Planas

Dos años escondidos en “la casa de atrás”", la sección tapiada de la fábrica situada en el canal Prinsengracht 263, en Ámsterdam. No pueden salir. Prohibido hacer ruido para evitar poner en alerta a los
trabajadores. Y menos mirar por la ventana.

Solo a partir de las 6 de la tarde, finalizado el horario laboral, pueden hablar entre ellos, intercambiando temores y esperanzas. Y siempre el miedo a ser descubiertos por agentes de la Gestapo está presente. 

Con Patricia Barreto interpretando a la icónica niña judía , el director Joaquín Vargas lleva a escena la obra de los dramaturgos estadounidenses Frances Goodrich y Albert Hackett, enfocándose en las tensiones de un grupo sometido a tal presión anímica.

Recordemos que, como escribía Ana en su diario, la casa era habitada además por su padre Otto (Gerardo García Frkovich), su madre Edith (Magali Bolívar), su hermana Margot (Laura Adrianzén), así como por tres miembros de la familia Van Daan, Hans (Ricardo Goldenberg), Petronella (Lilian Nieto) y Peter (Martín Velásquez), y el dentista Albert Dussel (David Carrillo). Fácil adivinar que la claustrofobia motiva gran parte de los conflictos de la obra.

"Hemos estado trabajando en el lado más feo de los personajes", afirma el director. "El ser humano tiene una enorme capacidad tanto para la bondad como para la maldad. Normalmente nos comportamos siguiendo una ética y una moral, pero conforme vamos sintiendo la presión, aquello que nos regula va desapareciendo y va imponiéndose el egoísmo. Comienza a salir la personalidad real de cada uno".

Así, lo que comienza siendo una ligera incomodidad en la convivencia, se puede convertir en una guerra declarada por quien se come el pedazo más grande del pan.

TIEMPO PARA ASOMBRARSE

Al conflicto de la difícil convivencia se suma el de la escasez. Un problema que los peruanos que vivieron los años 80 recuerdan bien.

"En las conversaciones que hemos tenido con los actores se repite un patrón: cómo llegamos a acostumbrarnos a tales condiciones de vida", explica Vargas. "Yo recuerdo cuando explotaba una bomba cerca de casa. Las primeras me alteraban. Luego solo me preguntaba dónde habría sido. Al final, la costumbre me hizo perder el poder valorar cada instante de lo que estaba sucediendo. Así, pierdes la capacidad de discutir u oponerte porque te acostumbrabas y te amoldas". 

Sin embargo, destaca Vargas, en el caso de la joven Ana Frank sucede todo lo contrario. "Ana no se amolda. Ella escribe: ‘Lo único que tenemos que hacer para cambiar el mundo es empezar, no tenemos que esperar nada’. En el acto de leer y de escribir su diario, ella encuentra una liberación. Ello la hace madurar y cambiar su modo de razonar frente a estas terribles circunstancias".

Así, mientras el resto de cautivos comienza a darse por vencido, a mostrar los aspectos más oscuros de su personalidad, Ana es la única que mantiene la esperanza. "Lo que pretendo demostrar es cómo esta chica de 14 años desarrolla un pensamiento distinto en medio de una situación extrema", afirma. 

Sin duda, este espectáculo de terrible escasez y conflictos domésticos nos hará recordar nuestras propias miserias. Carencias tan olvidadas, que hoy nos exaltamos ante la falta de figuritas deportivas para nuestro álbum. Apunta Joaquín Vargas: "Ana nos dice que no podemos perder la perspectiva de las cosas. Siento que cada vez más lo superficial, lo banal, lo efímero es lo que prima. Ella nos recuerda que no podemos perder nuestra capacidad de asombro. La idea de esta obra es removernos, que entremos al teatro y salgamos distintos, preguntándonos el porqué de las cosas".

Ana es un ejemplo de cómo el carbón, sometido a enormes presiones, puede convertirse en diamante. Por ello, el luminoso diario que ella escribe clandestinamente puede influir tanto en los demás.

El mismo inicio de la obra lo afirma: el señor Otto Frank, padre de Ana y único sobreviviente de su familia de los campos de concentración, al leer recapacita y descubre un nuevo sentido a su vida: publicar aquel diario, conservar la casa que los refugió por dos años y compartir con las siguientes generaciones un urgente mensaje: ¿cuánto conocemos realmente los padres a nuestros hijos? "Debemos dedicarles tiempo para llegar a saber quiénes son", escribió.

MAS INFORMACIÓN

Lugar: Teatro Mario Vargas Llosa, Biblioteca Nacional del Perú. Dirección: Av. De la Poesía 160, San Borja.
Temporada: desde el 12 de abril, de jueves a domingo, 8 p.m.
Entradas: desde 40 soles.

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