Para Andrés Parra (Cali, 1977), la actuación fue su refugio, el escape de un mundo en el que, desde niño, sentía que no encajaba. “No entré para ser famoso ni para salir en televisión, entré para desaparecer”, confiesa. Años después, sin proponérselo, su interpretación de Pablo Escobar en la exitosa serie “El patrón del mal” lo catapultó a la fama y lo consagró como actor. Pero cuando su papel de Hugo Chávez no tuvo la misma acogida, la frustración lo invadió. Atrapado entre el peso de sus logros y las expectativas no cumplidas, cuestionó su amor por aquel arte que lo había salvado en su infancia. “Me deprimí, me llené de rabia, pensé en retirarme”, asiente.
Experiencias como estas, además de un divorcio, luego de ocho años de relación, motivaron al actor colombiano a crear “Venga que si es pa’ eso”, stand-up Comedy en el que comparte sus vivencias e invita al público a reflexionar, reírse de los problemas y convertir el dolor en una fuente de crecimiento personal. El espectáculo se presentará en Lima el 5 de diciembre en el Teatro del Pentagonito.
“Es un ejercicio de catarsis, un experimento íntimo en el que comparto mi viaje a través de complejos, traumas, heridas de infancia, inseguridades, salud mental y depresión. Existe una tendencia a pensar que quienes aparecen en televisión tienen una vida perfecta, y este show busca derribar ese mito de manera contundente”, afirma Parra Medina.
¿Es posible tenerlo absolutamente todo y sentirse infeliz?
Así es, y yo soy la prueba de ello. Durante años, culpé a la vida por mis problemas, pero redescubrir el amor por ella fue una experiencia hermosa. Ahora que viví este cambio, deseo que más personas tengan la oportunidad de experimentarlo también.
¿Cómo lograste reconectar con ella?
Siempre tuve miedo al divorcio. Mis rupturas de noviazgo eran dramas que me dejaban al borde de la UCI. Pensaba que si eso era así en una relación, no iba a poder soportar la pérdida de un matrimonio. Curiosamente, el universo parece que me oyó (ríe): me divorcié.
¿Qué pasó cuando te divorciaste?
Es increíble lo que le espera a uno después de que atraviesa su mayor miedo en la vida, pero no lo sabemos. Creemos que ahí termina todo y resulta que después está el paraíso (ríe), pero antes hay que pasar por el infierno porque el paraíso no es gratis.
¿Cómo describirías ese infierno?
Es doloroso, hay que rendirse y entregarse. Sin embargo, al atravesar ese canal de parto, uno renace como una persona nueva. Tengo la fortuna de no haberlo aprendido en libros, sino de haberlo vivido en carne propia. Antes de esta experiencia, no tenía conexión con el mundo espiritual, religioso o el yoga; solo me interesaba hacer dinero.
Para este espectáculo tuviste que explorar tu pasado y tu vida, lo que a menudo implica abrir viejas heridas. ¿Cómo ha sido ese proceso de búsqueda?
Ha sido profundamente sanador. Descubrí que una de las claves de la sanación es permitirnos sentir esos dolores una vez más. Es un dolor que necesitamos atravesar. Si seguimos diciendo: “A mí no me hables de eso”, la herida permanecerá latente. Enfrentar esos recuerdos de mi niño interior, vulnerable, rechazado y abandonado, removió muchas cosas, pero también desató un fenómeno hermoso: esa sensibilidad hizo que emergieran otros recuerdos.
¿Tuviste una infancia difícil?
No, y eso lo descubrí después de mucha terapia. A menudo, asociamos una infancia difícil con padres abusadores, abuso sexual, condiciones económicas extremas o altos niveles de violencia. Sin embargo, existe una categoría más sutil que también produce heridas. Estas provienen de cómo el niño interpreta los eventos. A mí no me pegaron, no me insultaron ni me violaron; pero hubo muchas experiencias que interpreté a mi manera.
El Perú fue el primer país fuera de Colombia donde hiciste cine (“El elefante desaparecido”). ¿Conservas algún recuerdo especial de tus visitas a nuestro país?
El año pasado viajé con mi hijo a Machu Picchu por primera vez, y fue una experiencia maravillosa. Pasamos cinco días allí, disfrutando cada momento. Además, ahora tengo la costumbre de mambear (chacchar) coca y siempre la traigo de Perú. Mi conexión con Perú es profunda, Recuerdo también la ola de imitadores de Pablo Escobar en Perú y tuve un encontronazo con Laura Bozzo, quien amenazó con demandarme y quitarme a mis hijos (ríe). Algo curioso es que, en Colombia, el DirecTV llegó tarde, así que teníamos la Perubólica, solo entraban canales peruanos. Crecí viendo “Patacláun”, telenovelas y a Christian Meier.
¿Es verdad que conocerlo fue como conocer a Anthony Hopkins?
Claro que sí y también a Salvador del Solar. Fue como haber llegado a Hollywood porque eran mis actores de infancia, crecí viéndolos y luego trabajar con ellos, fue gracioso.
Han pasado más de diez años desde el estreno de “Escobar, el patrón del mal”, y la gente te recuerda por ese personaje. ¿Fue un punto de inflexión en tu vida?
Cambió todo de manera drástica. Fue como ganar el Mundial de Fútbol y desde entonces solo he ganado torneos locales.
¿Qué cambios generó?
Si no hubiera interpretado “El patrón del mal”, no habría realizado una película en Perú ni una serie en Chile. Hoy, tampoco llenaría teatros ni tendría un millón de seguidores en Instagram.
¿Esperabas que tu interpretación de Hugo Chávez en “El Comandante” tuviera el mismo éxito?
Al interpretar a Escobar, contaba con la ventaja de la ingenuidad y la inocencia; no sabía lo que iba a suceder. En cambio, al asumir el papel de Hugo Chávez, era más ambicioso. Creí que este personaje me llevaría a Hollywood, pero resultó ser un rotundo fracaso. Fue un duro golpe, me deprimí, me llené de rabia y pensé en retirarme.
¿Pensaste en dejar la actuación?
Sí, porque había puesto todas mis expectativas, energías y emociones en ese proyecto. Nunca había experimentado un fracaso real, o si lo había hecho, no lo había percibido, porque antes no esperaba tanto. Con Chávez, esperaba todo.
¿Por qué decides ser actor?
La actuación vino a salvar a un niño gordo, al que le hacían bullying, que no encajaba y quería desaparecer. Encontré en la actuación una manera de no estar presente, y en el teatro el refugio perfecto. No entré a actuar para ser famoso ni para salir en televisión.
¿En qué etapa de tu vida te encuentras?
En la más consciente, y también en la más feliz. La consciencia te trae mucha paz y felicidad.