Suele llenar teatros, pero también plazas. Para el argentino Ernesto Suárez, el teatro es “una forma de contar historias en los barrios”, hermosa definición que revela el compromiso de un profesional de 83 años, comprometido con las tablas. “En los barrios trabajo gratis”, aclara. “Creo que es nuestra obligación. Los actores queremos vivir de lo que hacemos, pero no podemos olvidar que esto es también un trabajo de extensión: el teatro debe llegar a todas partes. Por eso, mi trabajo es a la vez profundo y simple”, dice.
Para él popular “flaco” Suárez, recorrer las calles o presentarse en cárceles, es una “devolución” a la vida. “Yo nací en cuna de barro, sin padre, con una madre que lavaba ropa ajena, en un barrio muy humilde de Mendoza. Mi trabajo esta mezclado entre el teatro de sala y el de calle porque no quiero perder mi identidad. Una de las frases que más me moviliza es la que dice: el que se olvida de donde viene, nunca sabe dónde va”, advierte. “Hay que seguir peleando para que el Estado abra más salas, más espacios para jóvenes y viejos. Pero nosotros debemos también acudir a los lugares donde el teatro no llega”.
Un compromiso que tuvo un alto coste en su vida. “Por trabajar en los barrios, junto con los curas tercermundistas, me amenazaron de muerte varias veces”, recuerda. En 1976, Suárez salió de la Argentina con lo que él llama, irónicamente, “la beca Videla”, aludiendo al responsable del sanguinario golpe de Estado en la Argentina. Tuvo que huir con su pequeña hija y su esposa “hasta el lugar donde me alcanzó lo que tenía”. Lima fue una de las primeras ciudades que lo acogieron, aunque su primer encuentro fue difícil, con días durmiendo a la intemperie en el Parque Universitario. Poco después conocería a colegas inolvidables: al director Alonso Alegría, a los jóvenes miembros del grupo Telba, a Jorge Chiarella y Celeste Viale. Partió luego al Ecuador, donde dirigió al elenco de la Universidad Católica del país norteño. En este país formó la mítica compañía El Juglar, gestora de grandes artistas, lo que le ha valido el reconocimiento de ese gobierno. Viajó a Europa a nutrirse de las lecciones de los grandes maestros, trabajó con el histórico Odin Teatret, con cuyo elenco trabó profunda amistad.
“Me siento orgulloso de decir que en mis obras hemos hablado, cuando nadie hablaba, de temas como el machismo, el maltrato a la comunidad homosexual, la reflexión sobre el cuidado a nuestros adultos y adultas mayores. No se les huye a los temas que incomodan, se los enfrenta, se los muestra y qué mejor mientras a más gente se pueda.”
Una vida para contarla
“Lágrimas y risas”, nombre del espectáculo unipersonal que presenta hoy en el Teatro Ricardo Blume, de alguna manera sistematiza su extensa experiencia vital, partiendo de textos de autores como Calderón de la Barca, Juan Draghi Lucero, Darío Fo, Juan Rulfo y Gabriel García Márquez. El espectáculo aborda su niñez, sus primeros pasos en el escenario, sus viajes y los años de exilio. Un espectáculo basado en la gestualidad y la magia de la narración escénica.
El teatro de Suarez parte de la sátira. Su gran influencia son los juglares medievales, muchos de ellos sacerdotes jóvenes que salían de su claustro para contar historias en plazas y parques, desafiando a autoridades. Muchos serían excomulgados, lo que da cuenta del miedo de las altas jerarquías eclesiásticas al poder de la risa.
Su referente más inspirador es el incombustible Chaplin. “El hacia reír contando historias trágicas. Yo creo mucho en el humor como herramienta”, explica el maestro, cultor de la improvisación como sinónimo de creatividad. Y es sobre esta técnica para la creación escénica que el argentino desarrollará un taller especializado este fin de semana en el espacio de la Asociación Aranwa.
Suárez es un referente en distintos países de Latinoamérica. Ha sido multipremiado y distinguido como Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Mendoza. El Instituto Nacional del Teatro, por su parte, lo incluyó en la lista de los 20 imprescindibles del teatro argentino. Para el icónico actor y director, su teatro debe alejarse de toda pose intelectual, aunque también debe hacer reír y pensar a su público. “A veces camino por la calle y no puedo pasar por la cantidad de gente que me detiene para saludarme. Sé que soy querido. Sé que mi sello es haber regalado sonrisas y quién se puede olvidar de alguien que te haga reír, pero además reflexionar”, señala.
Un hombre con 60 años de carrera teatral enseña lo esencial. Y para él, lo esencial es hacerle comprender al actor o a la actriz que son ellos los que hacen el espectáculo. “Sobre el escenario, es el actor el que tiene que recrear. No el director ni el autor”, afirma enfático.
Lugar: Teatro Ricardo Blume, jr. Huiracocha 2160, Jesús María.
Día y hora: Martes 19, 8:00 pm. (Única función)
Taller: Sábado 23 y domingo 24, de 10:00 am a 1:00 pm. (Con inscripción)
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