Enrique Planas

Hemos vuelto al estudio de , aquella casona reconvertida en academia de danza, que resiste en medio de las nuevas construcciones en Jesús María. Se escucha el piano llevar el paso de las bailarinas y bailarines en ensayos, ajenos al estrépito de los edificios en construcción, allá afuera. El Premio Luces a la Trayectoria que le entregamos a la maestra de 87 años deberá encontrar un rincón en la vitrina, entre medallas tan importantes como la de Comendador de la Orden del Sol del Perú, o el reconocimiento de la Royal Academy of Dance de Londres.

Lucy Telge: "La vida sin ballet no existe" #VideosEC
Previo al estreno de “La Bayadera”, la maestra de generaciones de bailarines nos recibe en su estudio. El Premio Luces a la Trayectoria coincide con los 40 años del Ballet Municipal.

Hace ya meses que la vida intensa ha regresado a su estudio de ballet. Telge nos recuerda que la pandemia la obligó a cerrar las puertas de la institución por dos dificilísimos años. Sin embargo, los alumnos volvieron poco a poco, y hoy la actividad vuelve a recuperar la misma cantidad de alumnos antes de la emergencia sanitaria.

Para Lucy Telge, la alegría de mantenerse trabajando es suficiente premio. El efecto, el reflector teatral que nuestro trofeo replica dirige su luz no solo en la bailarina y maestra limeña, sino también en los 40 años que cumple el Ballet Municipal, institución por ella fundada, así como en el inminente estreno de “La Bayadera”, el 29 de marzo (el día de su cumpleaños 88), y cuya romántica historia reabre las puertas del Teatro Segura, tras años de refacciones. “Me parece mentira lo rápido que se ha pasado la vida”, admite la maestra de generaciones de bailarines.

La maestra Lucy Telge con alumnas, a fines de la década del sesenta.
La maestra Lucy Telge con alumnas, a fines de la década del sesenta.

—¿Cuán rápido?

Parece que hubiera pasado un instante desde el momento en que dudaba en emprender una compañía de ballet, un proyecto que, para mí, era algo demasiado grande. Sin embargo, con la ayuda de tanta gente pudimos lograrlo. Y ya ves: ¡han pasado 40 años!

La Orden del Sol entregada a la maestra Telge, junto con imágenes de sus inicios. (Foto: Richard Hirano)
La Orden del Sol entregada a la maestra Telge, junto con imágenes de sus inicios. (Foto: Richard Hirano)

—El Ballet Municipal se fundó en el gobierno municipal de Eduardo Orrego en 1983. ¿Cuáles fueron los primeros retos?

En esa época, tenías solo al Ballet Nacional, que hacía danza moderna, y a nuestra academia, dedicada al ballet clásico. Siempre me gustó el clásico, más que el moderno. Con mis alumnas ya presentaba obras completas, como “Coppelia” de Arthur Saint-Léon o “La fille mal gardée” de Dauberval. Ellas me animaban para hacer una compañía de danza, pero yo no me atrevía a hacerlo. Sin embargo, un día me llamaron de la municipalidad para decirme que las academias ya no podrían bailar en el Teatro Municipal, ni en el Segura ni en La Cabaña. Solo los grupos profesionales tendrían esos espacios. ¡Y yo no sabía qué hacer! Aquellas eran entonces las únicas salas donde podía producir mis espectáculos. Pensé hablar con el alcalde para interesarlo en tener un elenco propio en el teatro. Me decían que no había plata en la municipalidad, que no me aceptarían el proyecto, pero yo decía: “Tengo los bailarines, las coreografías, la música, las escenografías. Lo tengo todo”. Fui a decirle al alcalde Orrego que no necesitábamos que nos pagaran, que lo que queríamos era usar el teatro y que podíamos usar el nombre de Ballet Municipal. A él le encantó la idea y así comenzamos, con cinco chicas y cinco muchachos en el elenco.

— ¿Cómo ha sido la convivencia con las distintas gestiones municipales? ¿Con cuáles alcaldes se llevó mejor?

Lucho Castañeda fue quien más nos ha apoyado. El alcalde Belmont también, igualmente Jorge del Castillo. Fue el doctor Barrantes quien nos dio, por primera vez, un presupuesto anual fijo para los chicos. Antes lo que hacíamos era repartir las ganancias de la taquilla. Más tarde, el Ballet Nacional empezó a hacer clásico también, y muchos de nuestros bailarines se fueron atraídos por un sueldo fijo. Estábamos dando “El lago de los cisnes” por primera vez y era tal el éxito que nos dieron más fechas en la temporada. ¡Y justo entonces se fue parte del elenco!

—¿Y cómo hizo para evitar “naufragar en el lago”?

La única primera bailarina que decidió quedarse fue Patricia Cano y ella me hizo las seis funciones siguientes. Asimismo, las chicas del cuerpo de baile pasaron a ser solistas. Se trabajó muchísimo esos días y felizmente todo salió bien. De allí en adelante, algunos alcaldes nos han apoyado más, otros menos.

—Siempre ha habido una épica detrás de su trabajo...

Los alcaldes siempre han estado muy dispuestos, pero la parte monetaria es difícil. No es lo mismo que el trabajo con la ópera, por ejemplo, cuando Enrique Bernales y Luis Alva se juntaban, conseguían cantantes, producían su temporada y se separaban hasta el año siguiente. Con el ballet hacer eso es imposible: se planifica durante todo el año, se trabaja para que el cuerpo de baile se mantenga regularmente en forma. El ballet no puede parar.

—Un elenco es como un ser vivo, siempre renovándose. ¿Cómo se vive la profesionalización del bailarín?

El estudio del ballet exige, por lo menos, entre ocho y diez años para poder entrar a un cuerpo de baile. Comienzas haciendo los papeles más simples y, poco a poco, según tu rendimiento, vas subiendo de categoría: de practicante pasas a ser cuerpo de baile, luego solista, primer solista y finalmente primer bailarín. La carrera del bailarín es corta, pueden seguir hasta determinada edad. ¡Pero es tan gratificante trabajar en lo que a uno le gusta!

—¿Cuál fue la época más difícil para el Ballet Municipal?

Hemos tenido tiempos muy difíciles. En la época del terrorismo, la gente iba con linternas en la cartera para lidiar con los apagones. Si se iba la luz, las encendían mientras esperaban que encendieran el grupo electrógeno. Hubo tiempos en los que no nos querían dar el teatro. Nos dijeron que nos iban a hacer un teatro en el Parque de las Aguas, cosa que nunca sucedió. Pero, a Dios gracias, siempre hemos tenido personas que nos han dado la mano para seguir adelante.

—¿Cuál es el secreto para renovar el público del Ballet Municipal?

Lo que ha ayudado a formar público han sido las temporadas que hicimos yendo a bailar en la plataforma de un camión a las afueras de Lima. No te imaginas la cantidad de gente que fue al teatro después de eso. De otra forma no habrían podido conocernos. También nos han ayudado mucho las redes sociales. Asimismo, mucho depende también de los títulos que ofrecemos. Los espectáculos más populares son “El lago de los cisnes”, “Cascanueces”, “Bella durmiente”, “La cenicienta” o “Romeo y Julieta”. Pero hay muchos otros ballets que son lindísimos, “La Bayadera”, por ejemplo. Hemos querido ponerla en razón de nuestros 40 años para que la gente se dé cuenta de lo bella que es. Clive Barnes, un crítico de ballet muy importante en Nueva York, decía: “Si yo supiera que voy a morir, y antes puedo ver un ballet, sería ‘La Bayadera’”.

—¿Finalmente, por qué cree que es importante la danza en nuestras vidas?

He estado metida en el ballet desde los 3 años. Para mí, la vida sin el ballet no existe. Físicamente, es bueno practicarlo porque te da una seguridad enorme en tu cuerpo, te da mayor conocimiento de tu musculatura. Y mentalmente, porque trabajar en lo que a uno le gusta es lo ideal.

SEPA MÁS

Todos los ganadores de los Premios Luces 2022 serán anunciados en nuestra edición especial del próximo domingo 19 de marzo.


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