El trinar de los pájaros y un penetrante olor a eucalipto es el primer golpe a los sentidos con el que “Quemar el bosque contigo adentro” sorprende. Escrita por Mariana de Althaus, marca el regreso de la dramaturga peruana a la Alianza Francesa después de más de 20 años. La obra de teatro nos traslada al lugar en el que Aurora (Grapa Paola), Idara (Alejandra Guerra) y Victoria (Macla Yamada) se refugian. En este escenario se desarrolla una trama llena de verdades ocultas y dolorosos recuerdos que giran alrededor de la violencia contra la mujer. Y que su vez, según precisa la directora, “trata de establecer un vínculo, al menos simbólico, entre la violencia contra el cuerpo femenino y la que ejerce el hombre contra la naturaleza”.
Llena de alusiones al fuego que se expande de manera incontenible como símil de la violencia humana que todo lo destruye, la puesta repite una frase que nuevamente golpea con fuerza: “el silencio es el viento que aviva las llamas”. La “herida heredada”, como De Althaus denomina a ese silencio transmitido de una generación femenina a otra, se ha convertido en el principal obstáculo que impide romper la cadena de agresión. Son, precisamente, los secretos entre abuela, madre e hija lo que provoca la tensión en sus relaciones. Se suma a este conflicto la llegada de David (Lucho Cáceres), el padre ausente de Victoria; y una serie de extraños sucesos que hablan de “quemar el cuerpo para liberar el alma”.
"¿Qué tuvo que callar mi tatarabuela, mi bisabuela para que hoy yo pueda tratar de ponerle palabras a lo que ellas no pudieron decir? Esas preguntas son las que recorren toda la obra".
—La violencia de género es, desgraciadamente, cotidiana en el Perú, pero ¿hay alguna razón más específica que te haya impulsado escribir esta obra?
Soy una mujer que vive en un país tremendamente machista. Es inevitable que hable sobre mujeres porque esos son los ojos que me tocaron, miro el mundo desde la opresión que he sufrido como persona. Pero también porque me parecía un tema urgente y necesario que no se ha explorado mucho en la dramaturgia peruana, debido a que aquí las dramaturgas no abundan. Ahora hay muchas más pero cuando yo empecé eran muy pocas y no había lugar para hablar de este tipo de cosas ni para estos personajes. Tampoco para temas como la maternidad o los vínculos entre madres e hijas que por entonces todavía estaban relegados a la zona exclusiva de mujeres de las librerías o del programa teatral.
—¿Influyeron las terribles agresiones contra mujeres y niñas/os que salieron a la luz durante el confinamiento?
Todos nos vimos afectados por la pandemia pero en el caso de muchas mujeres, estas tuvieron que encerrarse con sus agresores. Los índices de la violencia subieron durante la pandemia y hasta hoy no han disminuido, seguimos siendo el cuarto o tercer país del mundo con más violaciones. Tendríamos que estar hablando de esto. Vivimos en una película de terror. Soy consciente de que estoy en una situación privilegiada, pero los niños de este país están en constante peligro y no se me ocurre hablar de otra cosa que no sea la violencia.
—¿El hecho de que hayas elegido a tres mujeres de diferentes generaciones como protagonistas es una forma de enfatizar que la violencia es atemporal?
Exactamente, pero también para ver cómo cada generación la encara. Porque evidentemente nuestras abuelas heredaron el secretismo de estos temas. Ellas tuvieron que admitir la violencia de la mujer como un hecho que tenía que darse y del cual no se podía hablar. No tenían opción de denunciar. La obra explora la violencia como una herida heredada. El hecho de haberlo guardado no la libera ni a ella ni a sus descendientes. Creo que más bien heredamos esas heridas como una tarea pendiente. La obra habla mucho del silencio como ese viento que aviva las llamas. Ese silencio sería algo así como la garantía de que la violencia se va a transmitir de generación en generación y no vamos a poder cortar la cadena jamás. En los últimos años con la tercera ola feminista y el fenómeno del Me Too, las nuevas generaciones tienen la capacidad de denunciar a sus agresores. Eso genera una esperanza y una tarea de responsabilidad con relación a las heridas de nuestras antepasadas. ¿Qué tuvo que callar mi tatarabuela, mi bisabuela para que hoy yo pueda tratar de ponerle palabras a lo que ellas no pudieron decir? Esas preguntas son las que recorren toda la obra.
—El silencio es un patrón que se repite en el tema de la violencia contra la mujer. ¿Por qué crees que no hemos logrado romper con él?
Es que estamos enfrentando a un sistema que tiene estructuras muy sólidas y es una lucha que va a tardar décadas para convencernos a nosotras mismas de que somos dueñas de nuestros cuerpos y que nadie tiene derecho a reprimirlo o a atravesarlo. Las mujeres todavía tenemos muy arraigado el mandato del silencio y la que se atreve a hablar es inmediatamente señalada, revictimizada, estigmatizada. Todavía nos cuesta creernos entre nosotras. El camino está lleno de obstáculos, pero al menos tenemos mecanismos y herramientas reales y más difundidas para escucharnos. Ahora estamos más atentas a lo que le pueda ocurrir a nuestras hijas, a esa señales de violencia. Eso sí marca un cambio que recién estamos iniciando.
—El título de la obra es por demás sugerente. Literalmente hace pensar en que la acción de la que habla podría venir de parte de las víctimas o de los agresores. ¿Cómo se aborda este detalle en la obra?
La obra no responde esa pregunta. La idea es que los espectadores se pregunten ¿a quién estamos quemando? ¿Quién nos está quemando? ¿A quién queremos quemar? La respuesta no es sencilla y conviven varias a la vez, como en todos los fenómenos complejos que tienen que ver con los diferentes tipos de violencias. Somos un país tremendamente violento y tanto hombres como mujeres ejercemos violencia diariamente. Lo que pasa es que el cuerpo de la mujer está más amenazado que el del hombre. Los cuerpos más vulnerables son los de las mujeres y de los niños. Muchas veces somos las propias mujeres las que nos revictimizamos. En un caso de violencia nos preguntamos por qué pasó esto, qué cosa hizo esa mujer, seguramente se vistió provocativamente o por qué se mete ahí si se lo advirtieron. Siempre se trata de encontrar la culpa en la mujer. No podemos negar que las mujeres seguimos diciendo estas cosas. Justamente estamos en esa lucha, en reconfigurar esa mirada patriarcal y machista.
—Tu obra fue elegida para ser parte de un festival internacional. Cuéntanos sobre esta elección.
En Francia, en el pueblo Pont-à-Mousson, se realiza un festival donde actores profesionales leen obras contemporáneas, mayormente europeas recientemente escritas. Este año eligieron “Quemar el bosque contigo adentro”, que tengo entendido es la primera obra peruana que es leída en el Festival de Dramaturgia Contemporánea La Mousson d’été. No pude ir pero la obra pudo estar ahí traducida y leída gracias a la Alianza Francesa. La recepción fue muy entusiasta. Y ahora será leída nuevamente en otro festival francés y parece que también incluirá una presentación.
Lugar: Teatro de la Alianza Francesa. Dirección: Av. Arequipa 4595, Miraflores. Temporada: Hasta el 10 de diciembre. Horarios: de jueves a sábado, a las 8 p.m.. Entradas: Joinnus.