Un almuerzo con una excompañera de la universidad fue para Lucho Cáceres el inicio de un ciclo de aprendizaje constante que ya lleva 12 años. Sin querer, gracias a Ximena Ramírez, directora del Centro de Rehabilitación de Ciegos de Lima (Cercil), se topó con un mundo que hasta entonces desconocía. “Todos hemos visto alguna vez a estas personas en la calle, pero pocos hemos estado dentro de este universo de sonidos de bastones y personas con gafas. Me dio curiosidad y empecé a indagar”, recuerda. Allí descubrió, entre los numerosos comentarios de los alumnos que habían visto su trabajo en televisión y cine, que solo el 1% de personas nace ciega y que un gran porcentaje pierde la visión en el camino.
Sorprendido por la cantidad de selfies y fotos que le pedían decidió aceptar la invitación de su amiga y empezó a dar algunas clases de actuación. Así nació el Teatro SinVergüenza, conformado por actores ciegos y de baja visión. “Empezamos una hora a la semana, luego se hizo más constante a medida que la confianza crecía en nuestro integrantes. El primer año se nos ocurrió una obra pequeña, el segundo otra para presentarla a los amigos y familiares. Al tercer año empezamos a cobrar cinco soles por entrada. Fuimos creciendo de a pocos hasta que este año ya estamos en un teatro más grande, llegamos al Julieta”, cuenta emocionado. El montaje testimonial “Así nos vemos”, acaba de estrenar su segunda temporada y solo estará disponible hasta el 18 de diciembre.
"Si a mí me hubieran llevado a los 7 u 8 años a ver una obra de este tipo creo que hubiera ido menos indiferente por la vida con la gente que tiene discapacidad visual. Ese es el valor del teatro, te pone frente a un espejo".
Lucho Cáceres / actor y director Sobre la necesidad de darle visibilidad a las personas con discapcidad.
—¿Cuál crees, además del espacio, que es el principal obstáculo para el grupo de actores que diriges?
Quizás sea el único, una vez que conocen el lugar no hay mayor diferencia con los actores con sus cinco sentidos en funcionamiento. Eso lo descubrí en el camino, cuando fui a alguna de las casas de mis alumnos, y es que cuando uno va a su hogar no te das cuenta de que son ciegos porque tienen conocimiento de su propio espacio, no se tropiezan con nada, caminan con rapidez. Es peculiar verlos en su espacio habitual. Eso paso en nuestro lugar de ensayo y donde presentábamos las obras hasta este año. El gran reto ha sido, después de 12 años, pasar a una sala más grande. Ese era nuestro gran temor, aprender a ubicarnos, porque el de Cercil lo conocíamos. Pero para mi sorpresa los chicos exploraron el lugar y se ubicaron rápidamente.
—Me comentaste que los actores de Teatro Sinvergüenza están juntos más de una década, ¿esa es su principal fortaleza?
Como todo esto empezó sin ningún planeamiento, el 70 u 80% está conformado por personas q están desde el primer año. Lo que tiene el Teatro Sinvergüenza es que es un elenco que se conoce muy bien. Hace más de cinco años que no ingresa nadie. Yo trabajo en esta obra más que con los actores con los sujetos, conozco sus limitaciones, defectos virtudes, los roces que hay en el grupo y eso lo utilizamos para hacer nuestras creaciones colectivas y ahora contar nuestro testimonial.
—¿Cómo funcionan estas creaciones colectivas?
Son hechas por nosotros. Nunca hemos hecho alguna de un autor en específico. Esta última es testimonial, pero antes hemos hecho cosas más ficcionadas. Esta vez la obra se trata sobre ellos llegando al teatro, me están esperando y es nuestro primer día de teatro. En ese momento ellos se confrontan y cuestionan sobre si son realmente actores y si están preparados para actuar en un teatro grande. Eso detona en una obra en la que hablan de su propia experiencia e historias. Algo que descubrimos casi desde el inicio es que el humor es un arma potente para exorcizar problemas, para desnudarnos y por eso nuestras obras siempre han tenido una cuota alta de humor. Nuestro principal objeto de risa es la ceguera y a través de ella es que damos a conocer esta discapacidad. Hasta el día de hoy yo no dejo de descubrir cosas sobre la ceguera y quienes la sufren, creo que es por esa razón que continúo con ellos. Ver a mis alumnos reinsertados en la sociedad para mí es una lección diaria.
—Cuéntanos sobre algunas de las obras que han montado.
Nosotros partimos de una premisa y empezamos a crear. Una vez hicimos una obra que se llamaba “Crucero de la Isla Buenavista”. Hablábamos de las series y mencionamos el “Crucero del amor”, entonces pensamos qué pasaría en un crucero de ciegos que naufraga. Dentro de la obra, siete de ellos logran llegar a una isla donde pueden ver, allí surge el conflicto: aceptar el rescate y volver al mundo de ciegos en el que vivían. Otra vez estuvimos hablando de juicios e hicimos “Caso cegado”, sobre un juicio a un ciego, Siempre vamos por esos lados, jugando, inventando, pensando, haciendo ejercicios, así armamos la obra por pedazos. Una vez nos juntamos con un grupo de teatro de sordomudos, Teatro en Silencio. Fue una locura, porque faltaba un mes para el estreno y no lográbamos armar una obra juntos. Allí nació la idea del testimonial. Hablando con el director del teatro de ellos decidimos contar lo que nos había pasado, eso fue en el 2018 o 2019 más o menos.
—¿Qué historias de vida has conocido durante este tiempo?
Hay personas cuyo luto por haber quedado ciegos ha sido de tres años en casa, sin salir. Hasta que, bueno, hay que enfrentas las cosas y la vida sigue. Son muchas historias en realidad, pero más que estas lo que he aprendido es a ponerme en los zapatos de una persona que tiene un mundo sin poder ver. Dentro del grupo han existido solo dos personas que nacieron así, es decir ciegos congénitos. Una vez hablando con ellos sobre los sueños me di con la sorpresa de que todos soñaban con imágenes, excepto una o dos. Les pregunté cómo soñaban y supimos que como no tenía ninguna imagen registrada soñaba con voces, eso fue sorprendente y también lo contamos en la obra. En este último proceso han aparecido cosas nuevas, tengo una alumna que ya tiene como 10 años con nosotros y recién me doy cuenta de que usa lentes que parecen a medida. Le pregunté por qué los usa y me dice que esos les permiten ver sombras, eso la ayuda mucho. También he descubierto el mundo de la baja visión, hay algunos que tiene un puntito de luz y me ha costado mucho integrarlos al grupo porque no son ciegos del todo. Y lo gracioso es que los ciegos los discriminan, eso es parte del humor.
—¿Cuál crees que es el principal aporte de la actuación en las personas ciegas?
Lo principal que le ha dado el teatro como arte a los miembros de este grupo es recuperar la confianza que se ve mermada por la pérdida de la visión o cualquier discapacidad. Sobre todo en un medio hostil como es Lima. Creo que es muy diferente ser ciego aquí que por ejemplo en Madrid. Somos una ciudad muy agresiva, la indiferencia es enorme. Si el solo hecho de salir a la calle y hacer sonar un claxon ya es terrible para nosotros, nos aturde, imagínate lo que le hace a una persona ciega. Nosotros hemos hecho muchos ejercicios en las calles. Puedes poner a una persona ciega en la calle por 15 o 20 minutos solo y son pocos quienes le ponen le hombro para cruzar, así el lugar esté lleno. Allí radica la importancia de la obra, dar visibilidad a este grupo de personas. Si a mí me hubieran llevado a los 7 u 8 años a ver una obra de este tipo, te lo digo fuera del marketeo, creo que hubiera ido menos indiferente por la vida con la gente que tiene discapacidad visual. Ese es el valor del teatro, te pone frente a un espejo. Por eso creo que algo va a cambiar en las personas que vayan a ver la obra. Vamos a conseguir por lo menos un poquito más de empatía.
Lugar: Nuevo Teatro Julieta. Dirección: Pasaje Porta 132, Miraflores. Horario: de jueves a domingo, 8 p.m. Hasta el 18 de diciembre. Entradas: Joinnus