A propósito de Katrina Kunetsova
A propósito de Katrina Kunetsova
Redacción EC

No es usual que una pieza teatral abiertamente provocadora resulte también valiosa en términos dramáticos. Muchas veces, el precio del impacto inmediato o las ganas de incomodar se convierten en el principal objetivo de la obra en cuestión, dejando de lado los aspectos verdaderamente teatrales. 

"Katrina Kunetsova y el clítoris gigante” es una excepción. Se trata de una obra peruana, escrita y dirigida por Patricia Romero, y presentada con éxito en el taller Sala de Parto que anualmente promueve el teatro La Plaza. Es más, se estrenó oficialmente el año pasado y hoy vemos la reposición.

“Katrina Kunetsova” es a todas luces una obra fuerte, controvertida y que apela a un tema sensacionalista como eje dramático. Pero el tratamiento es todo lo contrario. La acción de desarrolla con buen tacto, narrado en primera persona durante gran parte de la obra. La fuerza no está en las imágenes ni en una provocación visual, sino en un relato humano, divertido y conmovedor al mismo tiempo. Finalmente, el tema puede ser considerado sensacionalista –después de todo se trata de las confesiones de una actriz de cine porno– pero la obra no lo es. Puede tener algún momento violento pero no necesariamente sensual.

A este efecto tan ambiguo contribuye la interpretación de Kareen Spano como Katrina. Una actuación entregada, honesta y sin duda muy sentida. Spano, que no es una actriz
multifacética, ha encontrado en este personaje el vehículo perfecto de lucimiento para su registro. Su identificación es tan contundente que se extiende al comportamiento sobre el escenario antes que la obra comience, cuando recibe a los espectadores, y en los momentos que la luz falla o suena un celular en la platea. Ella es el espectáculo.

Por supuesto, la dramaturgia es una delicia, y en su sorprendente planteamiento está el corazón de la obra. El tono del relato, el crescendo de la historia y el dolor del testimonio componen una pieza única en nuestro teatro. El discurso puede ser excesivo para cierto sector del público, y no lo culpo, porque el testimonio relatado es demoledor. En su aparente candidez denuncia el machismo, la discriminación y la intolerancia.
Pero la riqueza del arte está justamente en esa variedad de posibilidades expresivas y “Katrina Kunetsova y el clítoris gigante” será dura pero no es ofensiva. Es audaz
pero no es vulgar y mucho menos procaz. Es una pieza que se sitúa en la otra orilla, sin duda.

El montaje es discreto y en cierta medida eso ayuda a crear una atmósfera desprolija, carente de encantos. Esa atmósfera podría ofrecer un mejor marco de lucimiento a la protagonista si contara con la iluminación adecuada pero no es así. En muchos momentos Katrina aparece en penumbras y no es lo más indicado. Tenemos que verla, en cada uno de sus movimientos. Eso, y algunos elementos de utilería que no son necesarios para el desarrollo de la obra, son los puntos disonantes dentro de una obra bien construida.

Tampoco me convence del todo los episodios en los que aparecen los diferentes hombres que significan algo para la protagonista. Es cierto que confieren movimiento a la obra pero no necesariamente nos dan más información. El testimonio de Katrina ya es contundente en primera persona. Pero tal vez este punto sea una apreciación más personal que objetiva.

Katrina Kunetsova y el clítoris gigante” es una toda una experiencia teatral. Nos lleva a tomar contacto con una sensibilidad diferente que afirma una identidad y una verdad que puede o no gustarnos.

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