Mientras Regina Alcóver (Lima, 1948) se embarca con determinación en la consecución de las metas que tiene pendientes, al teatro, su gran amor y escenario de tantas memorias, solo espera regresar para despedirse. Con el telón descendido, tomó la firme decisión de no alzarlo nuevamente.
—¿Qué representa el Premio Luces a la Trayectoria para tu carrera? ¿Cómo lo recibes?
Representa la huella que dejo a mis nietos. Espero poder verlos triunfar en la música. Nicole ya lo hizo, Fabián ya empezó en el mundo artístico y Abril está estudiando. Son los tres mayores. Me parece maravilloso que hayan heredado de su papá, de su abuelo y bisabuelo, que era mi padre, el amor por la música. Recibo el premio con una alegría enorme. El día de la ceremonia disfruté, salté, brinqué y aplaudí tanto que mis manos se quedaron rojas. Parecía una joven de quince años [ríe].
—¿Cómo describes tu extensa trayectoria artística de más de 60 años, que comenzó a los 8, interpretando pequeños papeles en radionovelas?
Como un gran aprendizaje y una experiencia increíble, audaz. Hice de todo. En la vida siempre hay que atreverse. Empecé desde muy niña, en la radio, luego de convencer a mi abuela que me llevara. Era tan chica que me tenía que subir a una cajita para poder llegar al micrófono.
_¿Cuál fue tu primer sueldo?
Diez soles, y pedí monedas porque el billete me parecía poco (ríe). El dinero se lo daba a mi abuela para los gastos de la casa. Pagábamos S/ 140 de alquiler.
—¿Cuál fue tu motivación para comenzar a trabajar en la radio a una edad tan temprana?
Porque mi abuela me dijo que el lechero no nos regalaba la leche, ni el frutero la fruta, ni el panadero el pan. Desde el momento en que empecé a aportar, sabía que tenía derecho de tomar un poco de la leche que había en la casa. Eso me hacía sentir muy bien.
—¿Cómo llega la actuación a tu vida?
De casualidad, cuando mi hermana no puede actuar porque le da un dolorcito de barriga y yo la reemplazo. Como salían en vivo, necesitaban a alguien urgente, y yo me ofrecí. No había forma que me digan que no. Luego me quedé trabajando en Panamericana TV en programas musicales, y en telenovelas. Hice “Simplemente María”, “Vivir Contigo”, “El adorable profesor Aldao”, “Más mujercitas”. Allí me quedé a trabajar con mi tía Elvira (Travesí), con Gloria María (Ureta), Liz (Ureta) y toda la familia. Luego, dije: “Acá tengo competencia, mejor me voy a cantar porque ellas no cantan”. Y eso hice.
—¿Así empiezas con la música?
Así es, allí conozco a Joe (Danova, padre de su hijo Gian Marco). Tenía 15 años. Tres años después nos casamos y a los 21 tuve a Gian Marco. La primera vez que canté en el programa “Cancionísima” fue con él, el tema “Cómo te extraño mi amor” de Leo Dan.
—¿Cómo nació el amor?
Era mi ídolo, dormía con la foto de su long play debajo de mi almohada (ríe). Vivía enamorada de él, imagínate lo emocionaba que estaba cuando trabajamos juntos. Fue precioso, muy lindo.
—Joe falleció a los 50 años de cáncer, cuando ustedes ya estaban separados. ¿Llegaste a despedirte de él?
La vida me regaló estar ahí. Su esposa me hizo el favor de que fuera con Gian Marco, en la madrugada, y nos despidiéramos con una oración. Se lo agradeceré eternamente.
—Junto a Osvaldo Cattone consolidaron una sólida alianza profesional y amistosa que perduró por más de 25 años. ¿Podrías compartir algo sobre la relación que construyeron juntos?
En 1972 estábamos en Buenos Aires haciendo una novela juntos, “Mi dulce enamorada”, y él me perseguía en el set y me decía: “Che, cuando vaya a Lima hacemos teatro?”. Yo pensé que era una cosa que se le había ocurrido al azar, pero en el 74, en Lima, llego al canal para conocer a mi galán de “Me llaman Gorrión” y era Oswaldo. No podía creerlo. Éramos como hermanos. Digamos que parecía que habíamos nacido juntos porque éramos muy parecidos. Aprendí mucho de él porque amaba el teatro con locura y pasión. Nos llevábamos tan bien y teníamos mucha química que la gente pensaba que teníamos un romance. Muchas veces escuché en la platea decir: “Mira, cómo se aman”. Trabajamos juntos hasta el 2019.
—¿Cómo te dejó su partida?
Devastada. Fue como una bajada de telón durísima. No tuve ánimo ni ganas de volver al escenario. Posiblemente, antes de decidir si me voy o me quedo, en un futuro, haré un espectáculo musical contando nuestra historia. No será en el Marsano.
—Antes de ese espectáculo de despedida, ¿no volverás a levantar el telón?
No puedo porque es muy fuerte que él no esté y lo que nos pasó. Al menos hoy no.
—¿Piensas regresar a la televisión? ¿Volverías a “Al fondo hay sitio”?
La televisión la tengo en stand by, pero a “Al fondo hay sitio” no volvería porque son muchas horas de grabación. Eso lo tengo claro. Admiro a todos los que hacen esta serie, los quiero mucho, fue una experiencia muy grata para mí; pero pienso que es muy lindo poder elegir.
—¿Qué elegiste?
Elegí hacer radio, que me da mucha vida. Llevo 16 años en las cabinas de Radio Felicidad, al frente del programa “Regina y tú”, de lunes a sábado, por las mañanas, y estoy feliz.
—También exploraste en la composición de temas infantiles, cuéntame sobre esa faceta.
Le compuse varias canciones a Yola, por ejemplo “La marcha de la escoba”. Ella aprovechaba que vivía cerca a mi casa para pedirme temas, y los quería para ese mismo día [ríe]. Fueron épocas hermosas.
—¿Hay algo que te hubiese gustado hacer y que ahora ya no puedes?
Me hubiese encantado hacer “Peter Pan”. Como siempre he sido chiquita y flaquita hubiese volado por el escenario de una manera genial con mi arnés (ríe).
—¿Qué recuerdos significativos guardas como madre de Gian Marco, uno de los cantantes más prominentes del Perú en la actualidad?
El momento más lindo para mí con Gian Marco fue cuando era chiquito, tenía dos años y le compré su primera guitarra. Le dije que se la daba con una condición: que cuando sea famoso me lleve a un teatro importante en Argentina para aplaudirlo. Me lo prometió. Siempre se lo recordaba. En el 2016, me escribió para decirme que me estaba mandando un pasaje para Buenos Aires, para ir al Teatro Gran Rex. Cumplió su promesa. Ese fue el momento más lindo de mi vida.
—Gian Marco decidió darse una nueva oportunidad en el amor con Juliana Molina. ¿Cómo recibiste la noticia?
Realmente, lo que me gusta es que sean felices ellos, las mamás no tienen que estar enamoradas, solo tienen que querer la felicidad de sus hijos.
—Tus nietos siguen el legado artístico familiar, ¿cómo ves su futuro?
Todos son muy talentosos, les auguro éxito y un futuro brillante. Para mí fue muy lindo ir a recibir el Premio Luces con Abril, mi nieta (la última hija de Gian marco), porque así como le dije: “Espero algún día estar sentada ahí, y que tú seas la que reciba el premio”. Tengo mucha fe en que así será porque canta precioso. Y Uma, mi nieta menor, mi amor nuevecito, de cuatro años, hija de Mía, lo más probable es que sea fotógrafa o pintora como la mami.
—¿Desde hace cuánto tiempo practicas el budismo?
Desde hace 17 años practico el budismo Mahayana, y soy feliz de hacerlo. Es parte de un entrenamiento de vida.
—¿Tienes algún mantra personal?
“Nam mió ho rengue kyó”. Quiere decir: “Me dedico con devoción a la ley de causa y efecto por medio de la voz”. Es laico. Me ayudó agregar a mi vida esta filosofía de vida nueva.
—¿Qué te llevo a abrazar el budismo?
Pasaba por un periodo difícil en Argentina, de no saber si quedarme o regresar. En ese tiempo conocí a una señora, una vecina, que llevaba 21 años en el budismo. Ella me recomendó hacer este mantra, me dijo que cuando me salga fluido, como un sonido vibrante, todo iba a cambiar en tu vida. A la semana ya no me importaba lo que iba a decidir, solo quería ser feliz. Volví, me divorcié e ingresé a Radio Felicidad, a ser feliz [ríe]. Luego mi hija se fue a trabajar y a estudiar a Estados Unidos. Yo me quedé nuevamente aquí.
—¿Con quién vives?
Vivo conmigo. No tengo mascotas. Estoy en un buen momento, en una de las mejores etapas de mi vida porque tengo a mis hijos y nietos felices y agradecidos. Por todos lados estoy protegida, querida y agradecida.
—¿A qué le temes? ¿A la muerte, por ejemplo?
Al mar le tengo miedo. No le temo a la muerte porque una vez que empecé en esta filosofía de vida vi a la muerte de una forma diferente, como una tránsito. Temo no morirme viva, a perder la lucidez. Tuve cáncer de mamá, tengo tres operaciones de columna, el 2020, 2021 y 2022. Tengo 6 tornillos en un disco, soy la mujer biónica [ríe], pero aún así tengo fortaleza y salgo adelante. Pasé por dolores tan terribles que ahora disfruto las cosas tres veces más. Por eso en la premiación me veías saltando como un mono.
—¿A tus 76 años y después de cuatro matrimonios hay lugar para el amor?
Estoy enamorada del amor eternamente. De una pareja, viendo juntos en un mismo lugar, no. Creo que lo ideal es que cada uno tenga su espacio. Ahora estoy casada con mi trabajo, mis proyectos, con todas las cosas que tengo por hacer.
—¿Qué proyectos tienes, qué te queda por hacer?
Mis cuentos, que todavía no los saco. Y ese proyecto de la despedida que es importante en el que contaré todo lo que siento, sentí y por qué les digo adiós.