Desde la India, Madhu muestra el interior de casa. Más adelante, invitará un té a los espectadores, una de las varias dinámicas de "Call Cutta At Home".
Desde la India, Madhu muestra el interior de casa. Más adelante, invitará un té a los espectadores, una de las varias dinámicas de "Call Cutta At Home".

Como seguramente les sucedió a los entusiastas de las obras del grupo Rimini Protokoll, “Call Cutta at Home” –con una única función restante en el festival – se queda corta.

El bemol es inevitable, tanto porque las prohibiciones sanitarias impiden la llegada de otras de sus obras más desconcertantes –pienso en “Nachlass”–, como por el descrédito que a pulso se ha ganado la virtual que, con honrosas excepciones, encontró refugio en Zoom.

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Aun así, “Call Cutta at Home” termina por destacarse del resto de sus pares que se desarrollan en esa plataforma, en forma y fondo.

Es preciso tener en cuenta que se trata de un trabajo que encontró nuevas formas a través de los años y las circunstancias. Valiéndose del recurso del telemercadeo, “Call Cutta” empezó como una llamada telefónica que sorprendía en cualquier momento; para luego, en “Call Cutta in a Box”, ser una llamada que el espectador mantenía mientras interactuaba con una sala creada por la compañía. Utilizar Zoom era el siguiente paso lógico. Porque mientras hay quienes todavía defienden que el teatro tiene como pilar inamovible la copresencia física, Rimini Protokoll trabaja con la virtualidad desde el 2005 y no por eso es menos teatro.

Como un guiño al pasado, la llamada colectiva empieza con un telón rojo que pronto es reemplazado por las protagonistas de la obra. Sunny y Madhu abren las puertas de su casa. O quizás sería más preciso decir que prenden sus cámaras. Ellas advierten que esta obra no será sobre “pretender”. Todo es real. Ellas son reales y cuentan sus experiencias cuando trabajaron en un call center en Calcuta. El público también es real. Las cámaras se prenden. Cindy, Luisa Fernanda, Jana y otros rostros aparecen. El Zoom permite que los tradicionalmente invisibles –incluso el público–, tengan un rostro.

De allí en adelante, Sunny y Madhu muestran las técnicas que solían usar para conectar con las personas. El clima limeño, el trabajo de las teleoperadoras y la pandemia son los primeros temas que presentan. Luego hablan de Pilar Mazzetti, de su renuncia al ministerio de Salud y una presunta corrupción en la lucha contra el coronavirus. ¿Cómo saben tanto del Perú? Hablar de esos asuntos –a los que se accede con un clic– da sentido de pertenencia y, aunque puedan tener un acento distinto o hablar en inglés, se las siente cercanas. Así era más fácil vender a Estados Unidos, Australia y otros países.

Pero aquí todo es transparente. Sunny pide que las personas se sienten debajo de sus escritorios: así se siente ahora que le es tan difícil salir de su casa en Estonia. Madhu muestra su altar y las imágenes del dios Gopala, y dice que allí suele rezar junto a su hija. Cindy dice que tuvo coronavirus mientras explica quienes aparecen en una vieja foto que sostiene. Otros añaden que les gustaría reencarnarse en aves. Luego, todos se pondrán a bailar, se aislarán de par en par, y se echarán en la cama o en un sofá.

En los cinco actos que dura “Call Cutta at Home”, el público, Sunny y Madhu hablan de la muerte, comparten un té, comprenden que cada uno de los presentes es un universo interminable. El Zoom, tan protagónico cuando la conexión a internet falla, es la herramienta que toma los diferentes escenarios (las casas) y los combina en un gran teatro. ¿De qué otra manera podríamos generar un vínculo tan íntimo con personas que viven tan lejos? ¿Cómo podríamos comprender que, detrás de cada llamada incómoda en la que nos quieren vender algún producto, existen personas como nosotros?

EL DATO

Última función: sábado 20 de febrero, 10 a.m. y 12 m.

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